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La señora de la parada
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ella se llama Elsa, cuando comencé un empleo en una empresa, me tocó esperar el transporte privado en la parada principal del pueblo, allí conocí a Elsa. 

Elsa es una señora divorciada, vive con su madre ya envejecida, sus hijos ya no están en casa y en pueblo solo son ellas 2 en casa. Elsa tiene su propio negocio, todos los días hablamos unos 20 minutos en la parada, todo normal, de las cosas cotidianas de la vida.

Siempre he notado que Elsa busca de resaltar sus cualidades frente de mi además de mostrar interés especialmente cuando no estoy en el lugar de siempre. Me deja saber que le preocupo o que se sintió de alguna forma si llego a pasar y no verla.

Ella tiene un buen cuerpo. Sus pechos son grandes, tiene un buen trasero uno bonito que lo esconde bajo esos blue jeans gruesos y bastante holgados. Suele colocar el tirante de su bolso de un lado que pase por debajo de sus tetas para que estas se marquen más, como si lo necesitará.

Debo confesar que hablar con ella me gustaba, me gustaba ver sus tetas y creo que a ella también le gustaba que yo la mirara.

Mi vida en casa era la típica. Mi mujer bastante conservadora y la cama y yo con ganas de explorar mucho más de lo que ya sabía. El sexo normal es divertido pero ¿Qué pasa cuando quieres algo más?, ¿Que pasa cuando quieres pegar tú lengua en su concha?, Eso puede ser un problema si tú pareja no le parece apropiado. Es como el fuego de la antorcha olímpica, nunca lo apagan pero esa candela podría arder más pero no, sólo es una llama esperando un poco más de combustible.

Elsa, Elsa… Ella tiene este combustible y estaba deseosa de la llama para encender el fuego, un fuego que está allí, sólo se alimenta con sus dedos y pensamiento, pensamientos eróticos en cama.

Yo: hola! Otro día más lluvioso y frio. Lástima que hay que trabajar.

Elsa: prefiero trabajar que quedarme viendo el techo. Y si hace mucho frío.

Yo: lo digo por lo quico que debe ser quedarse empiernado en cama con este clima.

Elsa: jajaja! Siento debe ser rico. Pero ¿qué pasa, supuse que eras casado?

Yo: si lo soy, sólo que esas piernas ya no calientan tanto o ya no quieren calentar. Supongo que sus intereses son otros.

Elsa: oooh! Malo. Bueno por lo menos yo no tengo con quien así que es menos triste.

Yo: si jeje, hace que uno piense en cosas.

Elsa: ¿en cosas?

Yo: si en cosas… Prohibidas quizás. Cosas que la situación arroja.

Elsa: son cosas complejas, ¿no? Yo, estoy tranquila aunque eso de estar tranquila a veces me inquieta.

Yo: y ¿qué haces con tus inquietudes?

En ese momento llegó mi transporte. Que rápido e inoportuno. Pero esa plática sería la precursora de otras conversaciones más serias. Es evidente que ella quería hablar del tema solo tendría que buscar abrir otra vez esa puerta.

Elsa: hola niño, ¿qué haces solo en la calle?

Yo: trato de comprar para sentar.

Elsa: bueno apresúrate, tu esposa debe morir de hambre.

Yo: ella no está en casa. Le toca trabajar. Verás, cuida a una viejita y se queda en su casa.

Elsa: pobre…

Yo: sip. Y me toca consignar sólo para mí.

Elsa: también comeré sola.

Yo: si quieres te acompaño.

Elsa: mmmmm! ¿Qué dirán tus vecinos si me ven entrar en tu casa?

Yo: ¿tiene que ser en mi casa? Si vamos a la tuya… Sabes puedo ser tu sobrino.

Elsa: jajaja bueno si es verdad. Vamos

La cosa pareció muy natural, como si frecuentara su casa común mente. En realidad la calle estaba sola, sólo niños jugando en la acera, su casa es abierta muy iluminada. Pero la fortuna es que su cocina queda en la parte más recóndita de la casa.

Dio chance de hablar, de sentimientos y malos raros. Pero el tema pendiente resurgió de la nada cuando después de un par de tragos de un buen wiskey me anime a preguntar.

Yo: ¿cómo haces? ¿Que haces para palmarte a ti misma cuando no quieres estar sola?

Elsa: jajaja. Las mujeres tenemos muchos secretos.

Yo: eso lo sé. Perooo.

Elsa: ¿Qué quieres saber?

Yo: tienes 44 años. Tuvisteis a tus hijos jóvenes. Ya no están en casa. Eres divorciada. Te ves muy bien. Buen físico, eres atrayente. Tus labios son sexis, y con tus pechos puedes sacar un ojo a cualquiera. ¿Como le haces cuando decenas el calor de un hombre a tú lado, en una mañana lluviosa y fría?

Elsa sonrojada río y bajó su cara. Se mordió los labios, hizo círculos con los dedos en el mesón.

Elsa: pues me lo imagino. No es lo mismo que tenerlo pero… Es lo que tengo disponible. La imaginación y la creatividad.

Yo: mmmm! Te entiendo… En mi cama fría me ha tocado. Bueno, con todo esto, supongo que hoy me toca usar tu técnica. ¡Oye! Quizás en una de esas imaginaciones creativas me acuerde de ti.

Elsa: jajaja.

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