Samantha, 28 años, diseñadora de modas, está cumpliendo su sueño de conocer Paris, aunque su vuelo se retrasó y ha llegado en la madrugada. Logra tomar el metro y de acuerdo a las indicaciones recibidas por una de sus amigas, ha logrado llegar cerca de su hotel, aunque llueve y le es imposible no mojarse. Está demasiado hambrienta y decide entrar a Café Di Roma, el único restaurante de la zona que se encuentra abierto. Con su escaso francés logra pedir algo de comer, que como buen restaurante italiano pide un plato de raviolis acompañado de una copa de vino tinto, piensa que es apropiado para celebrar uno de sus logros. Sin embargo, se encuentra un poco atemorizada porque no es su costumbre salir y enfrentar un mundo desconocido ella sola. De una mesa cercana diagonal a la suya, se encuentra un hombre bien vestido, dándole la sensación de ser una persona de negocios, más por su maletín que se encuentra sobre su mesa. Para Samantha es imposible no ponerse nerviosa porque desde que entró a aquel lugar, el hombre misterioso no deja de mirarla. Este se levanta de su mesa y se acerca a ella:
– “Te puedo invitar a otra de vino, aunque lo mejor para lo que estas cenando es un vino blanco “
A Samantha le causa curiosidad su comentario y piensa que podría ser un buen momento para aprender algo, sin embargo, continua con algo de desconfianza:
– “OK, gracias. Acompáñame”.
– “Me llamo Víctor, soy de Lisboa. Tú, cómo te llamas?”
– “Soy Samantha, acabo de llegar a Paris, mi vuelo se retrasó y he llegado demasiado tarde. Moría de hambre y quise entrar a comer algo”
– “Y para dónde vas ahora?”
– “Voy para el Hotel Marignan, entiendo que es aquí cerca”
– “Por supuesto, yo me estoy quedando allá”
Víctor y Samatha duran hablando un par de horas más; así mismo varias copas de vino fueron pasando entre ellos. Samantha ya decide irse, a lo que Víctor también se alista para regresar al Hotel. En su camino de unos pocos metros ambos ríen; a Samantha le agrada mucho, piensa que es un hombre muy simpático y su mirada la tiene dominada. Samantha hace su registro y Víctor decide acompañarla a su habitación, la 303. En la puerta se despiden, pero Samantha, llena de lujuria y un poco embriagada, toma de la mano a Víctor y lo entra a la fuerza a su habitación. Lo toma por su cuello y lo empieza a besar apasionadamente. Víctor responde de la misma manera. En el desespero se empiezan a arrancar las prendas que llevan encima, pero Víctor se detiene porque decide admirar la belleza de Samantha que se encuentra semidesnuda, ya que debajo de su ropa elegante lleva una lencería muy sexy, transparente, dejando ver sus pezones que se encuentran excitados. Víctor no aguanta más y lleva su boca a chupar sus senos. Ambos se disfrutan plenamente, disfrutan el roce de sus cuerpos, Samantha disfruta de las manos de Víctor pasando por todo su cuerpo, terminan de quitarse las prendas y ambos se tumban sobre la cama, uniéndose en un cerrar de ojos, donde la conexión solo les permite gozarse, existir el uno para el otro; besos apasionados, caricias, roces, hasta estallar al tiempo en una sonata perfecta de pasión…
Caen rendidos ambos y quedan mirándose. Solo se escucha decir a Víctor:
– “Te extrañaba mucho Sophia, esposa mía”
Samantha, o, mejor dicho, Sophia lo besa y lo abraza.