Mi nombre es Marisa. Soy de Rosario, Argentina. Esta historia que les voy a contar, sucedió cuando yo tenía 19 años. La recuerdo por la cantidad de sensaciones raras que quedaron en mi para siempre.
Todo comenzó un viernes de verano. Como era costumbre iba a bailar con dos amigas que había hecho en la facultad. Cursaba el primer año de Ciencias Económicas en ese momento.
Íbamos casi siempre al mismo boliche, y a la salida, a eso de las cuatro de la madrugada mi padre me solía buscar ya que vivíamos un poco lejos. En la misma ciudad pero en uno de los barrios mas alejados del centro.
Ese viernes mi padre había viajado por razones de trabajo todo el fin de semana y no podía buscarme. Así que no saldría a bailar, aunque tenía muchas ganas.
Naty, mi amiga, se ofreció, que si quería, me podía quedar a dormir en su casa. Fernanda, nuestra otra compañera iba en auto y nos podía llevar. Luego a la mañana ya podía volver en ómnibus. De esa forma no me privaría de ir a bailar. Todo era un plan perfecto.
Así que la noche se dio así, fuimos a bailar, normal, conocí un chico que me presentó Fernanda porque lo conocía del club. Charlamos, tomamos algo, no mucho, pero no pasó nada en especial.
Lo especial vino luego, cuando Fer nos dejó a Naty y a mi y nos dispusimos ir a dormir.
Naty es de una familia de clase media. Una casa muy sencilla pero muy cuidada. Dos plantas. En la planta alta estaba el dormitorio de Naty y se accedía por una escalera caracol. Como era de esperarse ya bajamos del auto con los zapatos en la mano. Descalzas cual ritual pos baile.
Ella me indicó, en silencio, ya que sus padres dormían, que suba primero. Yo tenia un ajustado vestido negro, de modal con lycra, muy cortito. Note que ella esperó que subiera varios escalones y note que me miraba desde abajo con una mirada un poco especial. Pero no le di mayor importancia.
Llegamos al dormitorio y había dos camas. Su hermana Elena, se había casado hacía poco y ya no vivía con ella, pero habían decidido dejar esa cama armada por las dudas alguien se quedara a dormir.
Me senté y noté que Naty se quitaba su vestido sin pudor frente a mi. Ella tenía un hermoso strapless de flores rosas, realmente muy bonito. Al quitárselo me llamaron la atención dos cosas: una que tenía una tanga negra muy muy delgada y que no usaba corpiño. Así que desde mi lugar podía apreciar su cuerpo casi desnudo. No era la primera vez que lo veía así, ya que con frecuencia íbamos a la piscina del club de la universidad y la había visto con bikinis diminutos. Lo especial en esta oportunidad es que también sin pudor se bajó su tanga al tiempo que se daba vuelta. Noté que tenía vello púbico y que claramente no le daba vergüenza mostrarse así. Al notar que puse alguna expresión en mi cara algo distinta me dijo:
No te asustes !! Me la voy cambiar por algo mas cómodo para dormir. No seas pudorosa.
No soy pudorosa, es que estoy un poco tensionada por la semana en la universidad y todo lo que tenemos que estudiar.
Vení que te hago unos masajes. Soy especialista. No tengas miedo.
Me levanté y me senté en su cama junto a ella, quien empezó a hacerme suaves masajes a la altura de los hombros y que suavemente subían y bajaban por mi cuello. La verdad que eran muy relajantes.
Sin pedir permiso abrió el cierre de mi vestido y me ayudó a quitármelo. Yo traía un conjunto de vedetina y un corpiño sin breteles. Negro para que si se transparentaba algo no se note.
Ella siguió con los masajes y ahora bajaban por la espalda. En círculos y muy suaves. Me encantaba. Al llegar a la mitad de la espalda desabrochó mi corpiño. No dije nada porque ya me gustaba ese ejercicio de relajación. Solo lo sostuve con mi mano en el frente para que no cayera.
Me pidió que me quedara sentada y se acomodó detrás de mí. Muy cerca. En un momento empezó a bajar por mis brazos y sentí como sus pechos rozaban mi espalda. Fue una sensación rara pero bonita sentir sus pezones tocar mi piel. Me pidió estirar los brazos, con lo que tuve que soltar el corpiño, el cual cayó en mis piernas y mis pechos quedaron libres. Era raro pero me sentí muy relajada. Sus masajes o caricias por mis brazos eventualmente tocaban mis pechos pero no hacía nada en especial. En un momento me quise sentar mejor y sentí la piel de sus piernas que rozaban mi cola. Era todo silencio. Ella se estiró un poco para apagar la luz. Era algo indescriptible estar en esa habitación un poco menos que a media luz. Lo mas indescriptible era que cuando se volvió a sentar rozó, creo que sin querer, su vello púbico por mi espalda. Con lo que sentí al pasar la humedad de su sexo.
Los masajes suaves siguieron y sentía que ya no daba mas. Naty realmente era muy buena haciendo eso. Seguidamente me pidió que me acueste y siguió ahora por la parte baja de la espalda, la cintura y las piernas. Puedo asegurar que eran muy relajantes porque los ojos se me cerraron.
Desperté ya con la luz del sol pegándome en la cara y sorpresa: estaba totalmente desnuda en la cama de Naty. Ella también estaba totalmente desnuda de espaldas a mi. Mi bombacha estaba en el suelo junto a mi corpiño y me llamó la atención que había una almohada entre las dos para evitar el roce de nuestros cuerpos.
Realmente no entendía nada pero todo se sentía rico. Mientras me vestía para regresar a mi casa mi mente estaba en una lucha interna de “nunca mas vuelvo a esta casa” y un “espero que pronto se repita”.
Continuará…