Mi chica desnuda, yo casi por terminar esta intensa y apasionada tarde, ambos en el sofá. Había llegado la hora de estar juntos. El lugar, quizá el menos indicado, la sala comedor del piso de mi padre, se convertiría en el escenario casi perfecto. Su llamada a mi móvil, momentos antes de culminar una acalorada tarde de besos, caricias, y frotamientos. Muchas ganas por estar dentro de mi chica. Todo ha quedado pausado para intentarlo nuevamente, esta vez con todas las ventajas de nuestra privacidad. Nadie debía de interrumpir estos momentos de sana pasión.
Antes de contar esta pequeña aventura, me gustaría describir el entorno en el que vivo. Para que tengáis una idea, de las desventajas que me tocaron pasar, para este encuentro con mi chica. Vivo con mi padre y su nueva pareja, mi hermana pequeña y yo compartimos la misma habitación. Esto es temporal. Pero aquella tarde la casa quedaría sola, por un largo tiempo, eso pensaba yo al inicio. Soy un chico estudiante de arquitectura, que por las tardes libres me voy a la academia, para aprender a tocar la guitarra. Es aquí donde comienza mi relación con una de la chica sexy más bonita de la academia, delgada figura, piel sedosa, sentimientos nobles.
Ya para este mes de Julio, mi hermana la pequeña se había ido con mi madre. Yo seguí en la academia, llevando mis clases de guitarra eléctrica. Estoy estudiando para sacarle provecho a este instrumento, ya que en el piso a donde nos mudamos hace un año, el antiguo dueño dejo una de estos aparatos. Era eso o subirla al wallapop, pero me anime por aprender, así le sacaría un provecho a mis tardes libres. Es que llegar a casa y no hacer nada, eso no me agrada mucho. Prefería estar en la calle con los colegas. Sentado en las escaleras del metro sacando notas al aparato, además que hay una chica en mi clase, que está muy bien.
En mis clases de guitarra he conocido a una chica, muy guapa por cierto. Ella está aprendiendo a tocar guitarra también, bueno la normal. Pero la chica está muy bien, con la guitarra aún le falta, pero para eso estamos en la academia. Nos conocimos ahí mismo y enseguida hubo conexión, a veces coincidíamos en la parada del bus, para ir a nuestras clases. Al salir nos tomábamos unas bebidas, salíamos a caminar juntos, teníamos gustos por algunos cantantes, actores, comics. Nos hicimos muy rápido de una relación romántica, aunque en clases no la demostrábamos, pero siempre teníamos detalles entre nosotros.
Llevo dos meses con ella, esta semana la he invitado al piso, para practicar un poco, ya somos casi novios, bueno ella tiene 22 años, yo ya he cumplido los 19 recién. Me agrada mucho esta chica, para mí, es la tercera vez que salgo con una chica. La primera en ser mayor que yo. Rara vez tocamos el tema de las edades, ya que solo somos jóvenes, eso que importa en este momento. Ambos nos sentimos bien, a ella le agrada mi manera de ser. La sensibilidad y madurez que demuestro, a veces la sorprende. Eso me dice ella. Personalmente creo que ella también es muy realista, con las cosas claras, tiene muchas cualidades, eso me gusta de ella.
Después de tanto insistir accedió ir al piso, aquel día, yo sabía que no habría nadie en casa. Mi padre y su pareja saldrían de compras. Mi hermana la pequeña ya estaba con mi madre, así que tenía la casa para mí solo. Si a ninguno se le ocurre cambiar sus planes. Limpie hasta debajo de los muebles, la habitación fue en lo que más me enfoque. Quería que aquella habitación brillara de limpia. Libros donde deberían de ir, no precisamente en la cama. Sudaderas y demás ropas, dentro del armario. Las medias sucias en la cesta que corresponde. Los zapatos, zapatillas y demás cosas para caminar, también en su sitio. Todo ordenado.
Yo me sorprendía de lo que puede hacer una cita, más aun si es en tu propio piso. Sabía que podríamos pasar una tarde tranquila. Quizá mirar algo en la tele para así, no se ser tan obvios en lo que teníamos planeado hacer. Ya habíamos tenido varias escenas muy apasionadas, casi sexuales, pero a la hora de rematar, casi siempre algo nos frenaba. El temor al embarazo era una constante alarma encendida. Esta vez en mi piso, ya habíamos planeado tener relaciones sexuales. Bueno no es que lo hayamos agendado, pero sabíamos que la pasaríamos bien. Compre preservativos para la ocasión. Me fui a la farmacia y le explique al doctor sobre lo que necesitábamos para evitar algún embarazo no deseado.
Llego la hora de que mi padre y su pareja se fueran del piso. La verdad es que ellos, no se sorprendieron mucho por el orden. Suelo tener ordenada mi habitación. Me gusta el orden para todo, la puntualidad es quizá una de mis cualidades. Sobre las 3pm llego mi chica al piso, nuestro encuentro fue algo tímido. En cierta forma, teníamos las ganas de estar a solas, dejarnos llevar por la pasión de nuestros inexpertos cuerpos. Sentir los calores que nos produce besarnos. Cada beso es el inicio para una interminable ola de caricias, sensaciones acaloradas en nuestros delgados cuerpos. Las ganas de estar juntos es siempre lo que nos hace buscarnos. Querer estar cerca, nos lleva a inventar caricias, besos, maneras de pasarla bien.
Nos saludamos como de costumbre, con besos en los labios. Permanecemos abrazados un breve tiempo, pero lo suficiente como para sentir que sea por lo que fuera, nos extrañamos. Decidimos sentarnos en el sofá, así miraríamos un poco la tele. No lo sé, pero ambos estábamos muy nerviosos, teníamos toda la casa para nosotros. Pero por alguna razón se notaba una leve angustia. Platicamos un poco de cosas que nos habían sucedido en la academia. Tenemos un compañero que le gustaba mucho el skate, y justo aquella mañana, se había roto el pie. En fin, lo típico, puse algo de música, bebimos refrescos. En el piso no hay alcohol.
Fuimos a la cocina para picar algo, a esta hora, es la hora de estar almorzando. A lo mejor si comíamos algo, se iban los nervios. Teníamos casi secas nuestras gargantas. Sentir que estábamos cerca, el uno del otro, nuestros cuerpos se atrajeron, nuestros labios se rozaron, provocando esas sensaciones de calor y pasión. Mis manos dibujando su bella silueta, la tela de aquel vestido, dejaba claramente sentir su piel. Las ligas del sujetador, el elástico de sus bragas, el broche del brasier, el calor de su cuerpo. Se sujetó el cabello con una liga que llevaba en la muñeca del brazo. Me dejaba sentir el aroma de su cuello, mis inexpertos chupones, hacían que ella suspirase. Mis manos subiendo y bajando.
Me senté en la silla de desayunar, ella encima de mí, yo sujetando su delgada cintura. Rozando sus pechos por encima de la ropa que llevaba puesta. Sus caricias en mis cabellos, en mi espalda. Mis labios buscando más zonas donde poder besar, más zonas erógenas para conocer. Ahora sí podría sacarle ventaja a la situación, y no tener que estar frenando nuestras pasiones, por estar en algún lugar público. Porque más de una vez, hemos acabado medios desnudos en la entrada que tiene en su casa. Seguro que de milagro nadie nos ha pillado en una situación algo picante. Pero aquí estábamos solos, tranquilos, besándonos como locos.
Sentados en la silla, podíamos ser uno mismo, sentir esas ganas de abrazarnos como si esta fuese la última vez que nos veríamos. Su boca en mi boca, mis manos sobre sus pechos, ella frotándose suavemente sobre mi verga, muy erecta para aquel momento. Nuestro goce era muy placentero, cada que ella se frotaba hacia mí, intentando sentir la dureza de mi verga. El molestoso vestido ya era una barrera entre ambos sexos, que se buscaban por debajo de nuestros labios enrojecidos por tanto roce. Había mucho roce en esta zona de nuestras partes íntimas. Sus gemidos, sus caricias, hacían de esto una incontrolable sensación de calor.
Nuestros cuerpos algo jadeantes, nuestras respiraciones agitadas por el intenso ritmo al que fueran sometidas, nuestras ganas de estar más cerca que antes. Las pieles de nuestros cuerpos pedían una pronta liberación, las telas que tienen sujetas nuestras carnes, tienen ya muchas ganas de respirar, sentir aire fresco, sentir el tacto de la otra piel. Rozar mi piel con su piel, lejos de alguna incomoda prenda de vestir, era lo que necesitábamos. Estar piel con piel, carne con carne, sentir su calor, la sensación de humedad en nuestras pieles. La calentura en mis calzoncillos, la incomodidad de estar con ropa y frotándome contra sus bragas. Ambos nos mirábamos, sabíamos que había que moverse a otro lugar.
Para llegar al sofá que está a solo 5 metros. Habremos demorado 20 minutos, siempre juntos en estos largos e inagotables minutos. Nuestros labios pegados, respirando uno al lado del otro. Mis manos quitando sus prendas, que para esta ocasión, no necesitaríamos, es más, sobraban para lo que deseaban nuestros cuerpos. Nuestras pieles debían estar más juntas, más pegadas la una de la otra, al parecer llegaría el momento de estar juntos. Pegados, uno encima, debajo, arriba o como quisiéramos estar, la cosa era para nosotros, estar juntos de una manera más íntima, más intensa y a la vez mas sexual.
Fuera ropas, ambos en ropa interior, las pocas veces que había sentido la textura de sus bragas, habían sido cuando levemente introducía mis dedos entre su piel y el pantalón. Ella, casi siempre dejaba que rozase el elástico de la parte del culito. Solo hasta ahí me dejaba llegar la muy malvada, pero sentir esa parte me dejaba muy caliente. En esta oportunidad, ya podía mirar aquella braguita de color celeste, la parte de delante de una tela elástica, y la parte de atrás con encajes de motivos florales. Una preciosura de braga, lo justo e ideal para el culo de mi chica, que bien olía estar cerca de esas braguitas, que suavidad sentir la parte de adelante.
Descubrir sus rosados pechos, sus abultados pezones, que eran tal vez los primeros que veía hasta ahora, cabe de resaltar que los de mi madre no los cuento. Es que no los recuerdo. Pero sus pequeños pezones, eran una maravilla. Mordí suavemente aquellos erectos pedacitos de piel. Eran una delicia en mi boca. Los gemidos que le causaba, al morder uno a uno aquellas delicias, yo he sentido que en uno, es más intenso el placer que en el otro. Lo sentí y lo comprobé, se estremecía en cada succionada. Es que besar aquellos pechos, ya lo habíamos disfrutado, pero ahora los tenía en mis manos y lo mejor es que no tenían sujetador.
Llegar a su parte baja, fue quizá lo que más me tomo tiempo, a pesar de que ya estábamos casi sin ropa. Pero desprenderme de aquellas tetas, fue algo que debía de elegir, seguir ahí hasta que quizá viniese alguien o seguiríamos avanzando. En cierta forma ella también me lo proponía, me decía que la bese por todo el cuerpo, que siguiese, hasta donde a mí se me ocurriese. Nada podría frenar, este avance apasionado para los dos. Mis besos en su vientre eran los que hacían el trabajo de seducirla. Mi lengua juguetona era la que desarmaba cualquier intento de querer escapar. Mis manos apoyadas en sus pechos le ofrecían la confianza para que siguiese tumbada en aquel sofá.
Estar con mi chica en esta posición, creo que ambos lo habíamos querido. Ambos tenemos las mismas intensiones, las mismas ganas de estar juntos. Los mismos deseos nos han llevado hasta aquí, sus sensibles espasmos en cada caricia. Sus suaves gemidos, las suaves maneras de acomodar su cuerpo, para sentirse más cómoda, más receptiva a mis caricias. Ella es un suave, pero intenso volcán de emociones, no deja de gemir, de rayar con sus uñas mi espalda. En cada momento nuestras ganas van en aumento, van hacia un rio interminable de sensaciones amorosas, sensaciones de deseo. Las maneras más intensas de sentirnos ambos, deseados.
Este momento llega de manera muy suave, nuestros cuerpos piden tener la paciencia para saber que todo llegara. Todo lo que deba de pasar en aquel sofá, pasara. Ambos ya en un casi desnudo total. Ella no quiere que me quite los calzoncillos, no desea bajármelos, pero a cambio me ha dejado bajarles las bragas. Sentado de rodillas, frente a mi bella chica, me apetece mucho chuparle el coño. Lamer entre sus piernas, que sabor tendrá su vagina, que sentirá al colocar mi lengua en ese montón de pelillos rubios. Siento gran emoción por descubrir el aroma que tendrá aquella vagina. El aroma, el sabor, lo húmeda que la encontrare, lo bien que gozara.
Me señala hacia su vagina, me hace señas para que me acerque hacia ella, me dice que vaya donde me señalan sus dedos. Hace con sus dedos un gesto de acercarme hacia bajo, a su casi depilada vagina. Con su tierna mirada, expresa que me acerque a sus labios húmedos, pide que no la haga esperar. Tiene muchas ganas de que yo esté ahí en esa parte. Desea sentir mi poca experiencia en aquella delicada parte de su cuerpo. El deseo de ambos por seguir en esta ola de interminables sensaciones, mis ganas de saborear su vagina, las ganas de ella por sentir mi lengua. No deseo hacerla esperar, voy de cabeza a donde se me ha pedido, voy a donde ella me lo diga. Mis primeros lengüetazos le sacaron unos gemidos muy suaves, calmados, excitantes.
Yo jugando con sus labios en mi boca, sintiendo su abundante humedad, sus desordenados movimientos de abdomen. Solos en aquel sofá, casi desnudos, ella completamente. Bragas en el suelo, sujetador por la silla, ropa en todo el comedor. Las ganas de estar dentro de ella, hacen que mi insistencia llame a su puerta. Mi verga dentro de mis calzoncillos llamaba a la entrada de su coño, deseaba pasar, entrar, penetrar y estar dentro de ella un buen rato. Mis ganas, por estar dentro de mi chica, crecían, se hacían visibles. Cada momento era una cuenta atrás, ya que los miembros que viven en esta casa podrían llegar sin previo aviso. Intente acelerar un poco la marcha, meter más ritmo, presionar delicadamente.
Calzoncillos fuera, mi verga libre y campante, era el momento para estar dentro de ella. Sentir la humedad de su interior, fue una larga espera que valió la pena. Nuestros cuerpos seguían un ritmo, sus caderas ajustadas a mis pausados movimientos. Mi pronunciada verga, dentro de ella completamente, hundida en su estrecho interior. Nada nos separa, estábamos unidos. Nuestros constantes gemidos, tiradas de cabellos, mordidas en nuestros labios. Nuestra forma de encontrar el placer en esta habitación. Todo había llegado a su fin, dejaríamos que nuestros cuerpos volcasen toda la excitación acumulada durante tanto tiempo. La explosión de deseos que emanaban nuestros cuerpos, hacían que tanta espera, bien haya valido la pena. Tener este encuentro con mi chica, fue una de las experiencias más explosivas y alocadas, que he tenido.
Antes de poder terminar, recibí una llamada a mi móvil. Era mi padre que se había dejado las llaves de casa sobre la mesa del comedor, efectivamente, yo las estaba viendo. Estaba a 5 minutos del piso, quería que saliera para la calle a recibirle las cosas que habían comprado. Mi desesperación por no ser pillado ahí, me hizo brincar del sofá, vestirnos lo más pronto posible y salir fuera, antes de que ellos se planten frente a la puerta del piso. No sé cómo lo tomaría si me encontrase dentro. Las cosas no llegaron a terminar como debían, ya que por este incidente todo quedo en pausa. Ambos con las ganas, la insatisfacción por quizá haber querido más tiempo para terminar, pero eso se cortó abruptamente, de un momento a otro.
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