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Tiempo de lectura: 8 minutos

Es deliciosa, dulce, sexi y con un cuerpo precioso, una carita angelical y una polla enorme. Toda una morenaza. Es transexual y ¡qué!, me gusta, me hechiza, me la como en cuanto puedo lamer toda su suave y cuidada piel, desde los dedos de los pies a la nuca, por su elegante y fino cuello.

Desde luego ella se cuida mucho, no descuida sus tratamientos médicos, el ejercicio, la estética. Del depilado perfecto a la hidratación y el maquillaje, la ropa provocativa, la sensual lencería que no puede ni pretende esconder su rabo.

Ahora lo cuento así claro. Soy feliz teniéndola en mi cama, despertando cada día a su lado. Mirando su dulce rostro cada amanecer, a veces entre mis piernas con mi polla en su boca. Otras era yo quien la despertaba lamiendo su suave piel. Nos amamos.

Sabiendo que su duro culito o su boquita siempre perfecta de carmín acogen mi polla o que la suya se abre paso entre mis nalgas y entre mis labios para darme todo el placer que nos merecemos después de todo lo que pasamos juntos para llegar aquí.

Pero todo eso es hoy, el principio no fue tan sencillo claro, mis dudas y las suyas. Fue un largo y duro camino el que hicimos juntos.

Cuando la conocí era un chico de diez y nueve años tímido, dulce delgado y guapo. Eso era lo que se veía desde fuera. No sus sentimientos ni sus anhelos. Esto me costó algo mas de tiempo averiguarlo.

Le contrató su tío con diez y nueve años para mantener abierto el bar unas horas más por la noche. Yo iba a ese bar por costumbre. Me pillaba cerca de casa, al lado de la urbanización y era un sitio discreto y bonito entre robles en un descampado. Podía llegar allí caminando y volver tranquilo aunque me hubiera pasado de copas.

Mi historia había sido larga y tumultuosa, había probado ya de todo. Divorciado dos veces, morboso y de vuelta de muchas cosas. El chico desde luego me gustaba, solo porque era guapo y estaba bueno. Así lo sentía en ese momento.

Me había pajeado alguna vez a su salud en mi cama, a solas. Imaginaba lo que escondían sus vaqueros y pensando en lo que me gustaría hacer con ello. En el prieto culito y en la dura polla.

Muchas noches al salir del trabajo me pasaba por allí y me quedaba hasta que él echaba el cierre. Sin ganas de volver a una casa vacía. Disfrutando tan solo con verle moverse o como algún zorrón vestida sexi intentaba ligarlo enseñándole carne, escote o muslo.

Exhibición de la que yo no perdía detalle disfrutando del espectáculo. Cuanta mas piel expuesta fuera de quien fuera mejor, mujeres u hombres. Admito mi cinismo de esa época.

Pero el chico cada vez me gustaba más, me quedaba charlando con él junto a la barra o sentados en mi mesa entre los árboles del jardín. Y a él yo no parecía disgustarle pues me hacía compañía, cuando había pocos clientes, con una bonita sonrisa.

El verano apretaba cada vez más. Llevábamos menos ropa y las confidencias se hacían mas intimas. Ya parecíamos amigos. Yo fui el primero que admitió haber tenido haber tenido sexo con chicos. Solo como curiosidad le comenté que también con algún travesti. Más de uno, todas las que encontraba.

Una de mis ex me sorprendió en nuestra propia cama con un macizo entre los muslos comiéndome la polla. Para entonces me reía de la situación pero en su día fue todo un trauma. Situación que me llevó a mi segundo divorcio.

– Nunca he estado con nadie.

Él no dijo nada de ello hasta que unos días mas tarde me confesó que era virgen, que nunca había tenido sexo. Con diez y nueve años me extrañó bastante. Y que era muy tímido. Y aun así, aunque se estaba abriendo a mí, todavía no me dijo nada de sus gustos o preferencias.

Puse mi mano sobre su muñeca y no rechazó el gesto cariñoso. A partir de ahí cada día intenté acercarme más, rozarle más y él se dejaba, incluso lo alentaba. Se rozaba con mi cuerpo como en despistes, pero a veces parecía algo premeditado.

Una noche al separarnos en una esquina para ir cada uno a su casa se despidió de mí con un tierno beso en la mejilla. Era un rincón oscuro bajo un frondoso roble. Apretando su pecho contra el mío separados sólo por las ligeras camisetas. Casi noté el latir de su corazón.

– Me voy a quedar solo unos días.

Sus padres se iban de vacaciones y él tenía que quedarse a trabajar. Le propuse venirse una noche a casa a tomar unas copas y relajarnos. Suponía que no tendría ganas de ver mas bares después del trabajo y que por un día le gustaría que lo sirvieran a él.

Al entrar en mi casa detrás de su prieto culito le dije:

– Ponte cómodo, hoy te sirvo yo.

Me descalcé, me saqué la camiseta y me puse a preparar las copas. Me imitó con sus playeras. Pero no se sacó la camiseta de lycra de rejilla muy pegada que trasparentaba sus pezones y que había estrenado ese día, creo que en mi honor y aprovechando la ausencia de sus padres.

– Llevas una bonita camiseta.

Puse música romántica. Le ofrecí la copa y brindé con él. Muy cerca sentados en el sofá se confesó por fin. Me besó en los labios con su aliento aliñado por el dulce licor cuarenta y tres que tomaba. Fue un beso suave, tierno, dulce, apenas un roce de nuestros labios. Nuestro primer beso.

Por fin me confesó sus más profundos deseos y preocupaciones. Me dijo que nunca se había sentido cómodo con su cuerpo, que le gustaban los hombres, pero que había algo más.

– Ya habrás adivinado que quiero ser mujer. Tu mujer.

Siempre se había sentido mujer, se imaginaba con pechos, con rasgos finos y ancha cadera. Se soltó el pelo de la cola de caballo en que lo llevaba recogido y su preciosa melena negra y lisa enmarcó la preciosa cara que esta vez besé yo.

– Quiero una cara hermosa, un cuerpo trabajado y un buen par de tetas

Nos morreamos con más fuerza, más intensidad y un poco de lengua. Mas profundo, saboreando sus labios con mi lengua y poniendo una mano en su costado con suavidad.

– Hay ropa de chica guardada. Mis exmujeres se la han dejado aquí cuando se fueron.

Sonriendo le conté que tenía ropa de mis ex guardada en el desván y que podría quedarse con ella si se la probaba delante de mí, para mí. Se la hubiera regalado igual, si necesidad de verla, solo por ver la cara de alegría que puso.

Aunque no se conformó con eso, me clavó la lengua hasta la garganta, recorriendo el interior de mi boca con ella. Puro agradecimiento. Sentado a caballito sobre mis muslos y dejando que por fin mis manos agarraran sus duras y redondeadas nalgas.

– Tienes un culito precioso.

Aún sin separarlo de mí, fui subiendo despacio su camiseta con lo que pude lamer su lampiño pecho y mordisquear los rosados y pequeños pezones oyendo sus gemidos de placer un poco mas arriba.

– Vamos, está arriba.

Con un suave azote le hice levantar porque si seguíamos allí me lo follaría sin mas preámbulos. Pero deseaba mas de ella. Pues a esas alturas ya solo podía imaginarla vestida de mujer con su sensual cuerpo adornado con lencería.

Le conduje al desván donde había arrinconado toda esa ropa en cajas de cartón junto a un viejo sofá. Era un rincón tranquilo de mi casa.

Ilusionada como una niña con juguetes nuevos se puso a revolver en cajones, perchas y cajas. Me estaba haciendo ilusión viéndola desde la puerta apoyado en el marco.

– Hay cosas preciosas. Tendré ropa para una temporada.

Casi todo el maquillaje estaba estropeado, pero quedaba lo suficiente para disimular la suave pelusilla de su barbilla. Delinear los labios con un profundo rojo carmín y adornar un poco los bellos ojos azules. Más tarde podríamos comprar todo el que necesitara.

Eligió para empezar un conjunto de lencería sencillo pero casi trasparente sin dejar que yo la tocara todavía. He de admitir que mis ex vestían como auténticos putones y puede que fuera eso una de las cosas que me atrajo de ellas. Todo lo que quedaba en esas cajas era bastante sexi. Lo que no lo era me había deshecho de ello hacía tiempo.

– ¿Estoy guapa?

– Preciosa.

– No, quédate ahí hasta que termine de vestirme. Quiero estar perfecta para ti.

Solo me permitió contemplar su transformación apoyado en el quicio de la puerta. Pude ver su delgado y depilado cuerpo completamente desnudo cuando se bajó el pequeño y sexi slip. Mi polla durísima apretada en mi vaquero, que aún no me había sacado, la deseaba con desespero.

Se colocó el pene entre los muslos y lo sujetó con el tanga. Le señalé unos rellenos de silicona para los pechos que usaba mi primera ex mujer, tenía las tetas pequeñas. Se ponían en el interior del sujetador. Se subió por sus largas piernas unas medias de ligas.

Al fin cubrió una pequeña parte de sus muslos con una minifalda que al ser mas alta que su dueña original le llegaba muy por encima de las rodillas, muy poco por debajo del culo. La piel desnuda que quedaba entre las medias y la falda podía a gritos ser besada. Una corta camiseta que descubría el vientre plano, el ombligo y uno de sus hombros.

Le costó calzarse las sandalias de tacón mas grandes que quedaban pero en un esfuerzo lo consiguió. Solo pudo hacerlo porque estaban hechas con muy pocas tiras de cuero muy fino. También podríamos comprar zapatos de su número.

Sonriendo y contoneando las caderas cruzó la habitación en mi dirección donde tras un tropezón se desplomó en mis brazos riendo. Como no quería que se hiciera un esguince la cogí en brazos para llevarla al viejo sofá. Como llevando una novia crucé la habitación para depositarla suavemente en los cojines.

Adoptó una pose sensual doblando levemente las rodillas y cruzando los brazos por detrás de la cabeza. Como la venus del espejo de Velázquez pero todavía vestida.

Aproveché para hacerle las primeras fotos con el móvil. Las primeras fotos que se hacía vestida de chica y ya en ellas era imposible reconocer al chico que fue. Parecía una bella jovencita posando para su novio o para un selfie de los que se publican en las redes sociales. Muy sexi y provocativa.

Gesticuló para que me acercara y una vez a su lado junto al sofá con cara de vicio abrió mis pantalones que cayeron a los tobillos y se relamió contemplando el duro contorno de mi polla marcado en el bóxer ajustado de lycra.

Comenzó besándola y rozándola con su cara por encima de la tela. Hasta que bajó la prenda dejándola en mis rodillas liberando mi torturado pene por fin. Pude hasta grabar como lo hizo.

Pasó la lengua por mis depilados huevos levantando el tronco con su suave manita. Su lengua juguetona mojaba mi piel con saliva. Chupaba mis huevos. La dejé hacer a su gusto, quería que explorara mi cuerpo, que se dejara llevar por su imaginación. Descubriendo sola la piel de su primer amante.

– No sabía que chupar una polla dura fuera tan morboso

Por fin subió lamiendo mi rabo, remojándolo entero. Hasta que con una lasciva sonrisa se tragó el glande haciéndolo desaparecer entre sus rojos labios recién maquillados. Todavía no sé como no me corrí en ese momento. No le costó mucho más conseguir mi semen, unas pocas lamidas más y unas caricias a mis húmedos huevos por su saliva. Me tenía muy cachondo.

– Lo tenemos grabado. Yo corriéndome en sus labios por primera vez.

Y toda la excitación de la noche la descargué en su lengua donde lo retuvo golosa. Me incliné y la besé compartiendo mi lefa en un beso lascivo con cruce de lenguas. Ni siquiera me había librado de toda mi ropa que seguía enredada en mis tobillos.

Le hice entonces desnudarme del todo, a lo que me ayudó con gusto y pasé a tumbarme a su lado para poder seguir besándonos y acariciándonos.

Tiernamente besando y lamiendo la piel que iba descubriendo la dejé en bragas y sujetador. Sin sacarle el tanga le comí la polla que con todos esos juegos había escapado firme y dura de su encierro.

Lamí sus huevos orgullosos, pelados y suaves, goloso, haciéndola disfrutar y gemir. Mientras notaba que poco a poco mi polla volvía a endurecerse por la excitación de tener esa belleza a mi lado y entregada.

Me fui desplazando hacia su culito que abrí con las manos para clavar la lengua en su ano. Mientras ella se sujetaba las rodillas contra el pecho gimiendo y suspirando, deseando mi polla en su interior.

– Joder, si llego a saber esto antes.

Paré lo justo para lubricarme el rabo y ella se sacaba el tanga y volvía a ponerse la falda, con ella el sujetador y los tacones puestos para ser más femenina en mi honor. Se sentó sobre mi cadera clavándose ella solita y despacio mi polla.

– Grábalo, quiero tener un recuerdo de la primera vez que me hiciste mujer.

Ella ya había jugado en su casa con su culito, metiéndose cosas dentro. Fue con cuidado, tierna para no hacerse daño pero a la vez firme y decidida sin retroceder pues tenía muchas ganas de tenerla dentro.

Cuando por fin apoyó las nalgas en mis muslos la visión de su carita de vicio enmarcada en la melena despeinada. Su pecho apenas cubierto por el sostén era una visión deliciosa.

Se movía despacio disfrutando de la profunda penetración. No aceleró el ritmo, solo me miraba a los ojos poniendo el gesto mas lascivo que nunca hubiera visto hasta que nos corrimos los dos. Ella sobre mi vientre desnudo con una pequeña ayuda de una de mis manos y yo en el interior de su recto. En la otra mano sostenía el móvil.

Desde aquel día se ha convertido en la mujer perfecta que es hoy. Ha pasado por todo el proceso: hormonas y hasta alguna operación aunque no ha perdido la polla que tanto placer nos ha dado y sigue dándonos a los dos. Hemos vuelto a ver los vídeos que grabamos esa noche y lo hemos recordado con placer.

Vivimos juntos, el pequeño bar se ha convertido en un local de ambiente donde chicos chicas y cualquier punto intermedio se conocen y lo pasan bien con toda libertad. Seguimos disfrutando en mi cama tanto o más que el día que desvirgué su duro culito.

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