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Mis dos perras calientes
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Nací y crecí en provincia, en el pueblo no había mucho trabajo y no se aspiraba a grandes sueldos. Cada Navidad, llegaban los vecinos de vacaciones, ellos trabajaban en la capital. Del pueblo eran muchos los que trabajaban en la capital, y nos platicaban cómo era la vida allá, llegaban con buenas ropas, buenos calzados, mucho dinero para gastar y disfrutar de lo que quisieran.

Uno de esos vecinos era Agustín mi amigo, quién me platicaba lo bonito que era trabajar en la capital, me comentaba que el rentaba un cuarto con la güera, se me olvidaba decirles que Agustín y la güera son gays, desde niños ya mostraban su lado femenil. Pero eran mis camaradas, no me importaba.

Platicando con ellos me convencieron para ir a la capital a trabajar. Junté dinero preparé mis maletas y me fui con ellos, ellos son mis vecinos y mis amigos desde primaria. Cuando me dijeron que todos se iban en el mismo camión, pero él y la güera rentaban juntos y me ofrecieron quedarme en su cuarto mientras yo conseguí al mío propio, no dudé en aceptar el trato.

Llegó el tan esperado día y nos fuimos a la capital, me instale en el cuarto de ellos y yo dormía en el sofá. Estando ahí, desde la primera semana todo cambió. Me consiguieron trabajo y todo súper bien. Los tres trabajábamos de lunes hasta sábado a mediodía, teníamos para descansar la tarde del sábado y todo el domingo.

Recuerdo muy bien nuestro ritual, desde el primer sábado que estuve con ellos. Ellos me platicaban qué cada sábado llevaban a un chico diferente para devorar. Este sábado en la noche estábamos los tres disfrutando unas cervezas y ellos me platicaban a detalle lo que hacían con el chico que llevaban. Era tan excitante lo que me platicaban, qué mi palo lo tenía más erecto que un poste.

Recuerdo que les dije, ya no sigan porque voy a reventar la cremallera de mi pantalón. Ellos rieron y me preguntaron ¿A poco te aventarías un trío con nosotras? Y yo les dije, mientras no me quieran dar a mí, todo está bien.

Rieron mucho, y dijeron, somos pasivos no te preocupes. Nos encanta la berenjena.

Yo ya me sentía un poquito mareado, los dos se levantaron y la güera comenzó a darme masaje en los hombros y a susurrarme al oído, “te va a encantar solo déjate querer”. Agustín por el contrario se puso de rodillas frente a mí, me desabrocho el pantalón y me los bajó junto con mi bóxer hasta las rodillas. Mi falo ya estaba muy erecto. Agustín comenzó a mamarme.

Se pasó un buen rato mamando, mientras yo disfrutaba otra cerveza y disfrutaba del masaje, ¡Qué rico! exclamé. De pronto la güera se metió al cuarto y regresó con unas almohadas, le dio uno a Agustín y uno utilizó el. Los pusieron en el suelo, se arrodillaron encima y entre las dos comenzaron a disfrutar de mi rico falo, sin meter las manos con la pura boca me daban tremendas chupadas, así por un buen rato, yo me terminé la cerveza que había destapado. Y al ver a esas dos perritas mamándome la verga me sentía poderoso. Me excitaba mucho.

Hasta que se despegaron de mi falo, se levantaron y me llevaron al cuarto de uno de ellos. Me senté a la orilla de la cama ya sin ropa, Agustín me dio unas últimas chupadas, se quitó la ropa, me dio la espalda, se ensalivó el culo y comenzó a sentarse sobre mi garrote, me recosté en la cama, yo solo observaba cómo mi palo iba entrando en aquel agujero caliente, como una barra de mantequilla. Se deslizaba lentamente, se lo iba a tragando poco a poco, hasta terminar sentado completamente, la güera se arrodillo frente a Agustín y comenzó a mamarle el pito, Agustín no cabía de placer, comenzaba a darse sus sentones poco a poco.

Con una mano se apoyaba en la cama, y con la otra mano agarraba la cabeza de la güera para meterle todo el falo hasta su garganta. Así estuvimos un buen rato hasta que Agustín ya no pudo más y descargó toda su leche en la garganta de la güera. Gemía como enloquecida mientras descargaba todo, con ambas manos sujetaba la cabeza de la güera pegándole salvajemente contra él.

Después, Agustín se levanta poco a poco, su ano quedó bien penetrado, me pasó una toallita humedad de bebé, para limpiarme.

Acto seguido, Agustín se acuesta en la cama, la güera se desnuda y se acuesta sobre el formando un 69, con las nalgas expuestas hacia mí, era maravilloso ver a qué lindo trasero, unas nalgotas blancas y un botón rosado. Me incliné hacia el culo de la güera, comencé a darle una buena mamada, mientras Agustín le mamaba el palo. La güera solo se retorcía de placer, estaba recibiendo una mamada de pito y una mamada de culo al mismo tiempo. Cuando la güera comenzó a retorcerse más y a gritar como loca “así así así no paren aaa ooo siii”.

La güera se vino en la boca de Agustín, quién tragó todo su néctar y seguía mamándole el fierro. Yo me despegué de ese lindo culo, me ensalivé el garrote y apunté directo al ano de la güera, mi fierro comenzó a hundirse poco a poco en aquel agujero delicioso, estrecho y caliente.

Comencé a empujar cada vez más, la güera solo estaba con los ojos cerrados y la boca abierta, hasta que mi fierro se hundió totalmente en aquella cueva. La tomé de la cintura y le di una embestida salvaje. Comencé el mete y saca, dándole pequeñas nalgaditas a la güera de vez en cuando, Agustín no dejaba de mamarle la berenjena, yo me la estaba follando bien rico.

Así estuvimos un buen rato, hasta que comencé a convulsionarme de placer, anunciándoles mi venida, “me vengo me vengo me vengo… haaa hooo siii”.

Hubo una explosión de leche dentro del culo de la güera, inundándole los intestinos de mi néctar. Sentí que le descargué un litro de leche condensada.

Así me quedé un rato masajeándole las nalgas blancas y contemplando cómo la tenía incrustado con mi fierro. Deje que la última gota de leche cayera en su interior. Cuando mi fierro comenzó a perder rigidez, comencé a retirarme lentamente, cómo desenvainando una espada. Tomé una toallita húmeda y me limpié.

Los tres quedamos exhaustos y descargados. Nos metimos los tres a la cama sin ropa. Y nos quedamos totalmente dormidos.

A la mañana siguiente desperté en medio de los dos. La güera de un lado y el Agustín del otro. Las abracé a los dos y se recostaron en mi pecho. Agustín fue el primero de los dos que despertó, y sin abrir los ojos, su mano fue directamente a mi palo. Comenzando con un rico masaje mañanero, cuando mi palo ya estaba en todo su esplendor, se metió bajo las sábanas. Sentí inmediatamente aquella boca caliente y húmeda qué se estaba devorando mi fierro, sentí una mamada muy deliciosa. Lo que Agustín tenía era que succiona va como una aspiradora, eso hacía que mi verga se hinchara en gran manera.

El mamaba esperando recibir leche y lo disfrutaba. Después de un buen rato, me vine en su boca, él hizo una garganta profunda de ensueño, tragándose todo, mi fierro y toda mi leche. Yo no hacía nada solo dejarme querer. Cuando mi falo comenzó a perder rigidez, Agustín se despegó y se acomodó nuevamente sobre mi pecho, nos quedamos dormidos nuevamente los tres.

Y cada fin de semana, era lo mismo, duré con ellos un par de meses, después me fui a rentar solo, lejos de ahí y más cerca de mi trabajo.

De vez en cuando voy a visitarlos en fin de semana. Para no perder la costumbre. O cuando me siento triste y desanimado, ellos son mis mejores amigos.

Me reaniman y me hacen sentir poderoso.

Porque ellas son mis dos perras calientes.

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