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Paredes de pladur
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Su presencia me conturbó. La media melena sujeta por una diadema elástica; una cazadora acolchada negra con la cremallera subida hasta el cuello; unas mallas cortas azules y unos zuecos deportivos, sin calcetines. Sus piernas blanquísimas eran carnosas; de excelentes proporciones. Me entraron ganas de reproducirme. Una mujer como esta que he descrito no se ve todos los días. Lo malo es que ni la conocía.

Allí estaba, un domingo por la mañana; frente a la puerta cerrada de un estanco. Se movía por la acera inquieta; quizá su síndrome de abstinencia me podía servir para algo, así que me acerqué a ella. No tardó en preguntar: "Oye, ¿tienes un cigarrillo?". "Sí, claro", se lo di. Durante el gesto de darle el cigarrillo, me acerqué más a ella hasta tenerla a pocos centímetros: olía a sudor viejo y a habitación cerrada, lo cual me daba una pista: una opositora. "Y, ¿qué tal van los estudios?", pregunté; "Bien, pronto me examinaré…, estoy algo nerviosa y fumo demasiado", dijo; "Quizá, un poco de relax no te vendría mal", dije mientras, de manera ostensible, me llevaba la mano derecha a mi paquete. Ella siguió el movimiento de mi mano hasta el final. "No, no me vendría mal tener ese paquete a mi disposición".

Fuimos a su casa. La encontré demasiado limpia para lo que esperaba. En fin, una opositora, ya se sabe: sólo tiene tiempo para estudiar. Me confesó, ante el asombro que le mostré, que tenía una amiga que le hacía la limpieza una vez a la semana; me contó también que se lo hacía gratis, a cambio de irse a la cama con ella. De camino, se soltó, y me dijo que estaba ya harta de coño, que iba necesitando una buena polla. Inmediatamente, ahí, de pie, en medio de la sala de estar, me bajé los pantalones. Ella no lo dudó un segundo e inclinó su torso para chupármela. "Oh, oh, qué bien", exclamé nada más notar la humedad de su boca en mi glande.

Ella seguía chupando y chupando; emitía agudos gemidos y respiraba fuerte por la nariz; no se había quitado nada de ropa: supuse que debía tener calor, de modo que pasé una mano por debajo de su barbilla y bajé la cremallera de su cazadora. No me sorprendió que sus tetas salieran grávidas a saludarme, me lo imaginé. Detuve sus movimientos de cabeza y la así por las axilas hasta terminar de sacarle la cazadora. Entonces, me entretuve con sus tetas, mordiéndoselas y besándoselas. "Ah, ah, qué gusto", decía ella, "venga, métemela". Se bajó las mallas hasta los tobillos y se tumbó en el sofá. Yo dirigí mi polla hasta su coño y la penetré.

"Oh, ah, Iván, oh, ah", sonaban mis gemidos, "sí, así, ah, más, más". Yo arañaba la espalda de mi amante, que no cesaba en su empeño por darme placer. Su cabeza se pegaba a la mía y podía oír su respiración en mi oreja, cada vez más agitada a medida que se acercaba su orgasmo. Ya no podía más: mis espasmos me tenían agotada; le pedí que eyaculara pronto: "Porfa, Iván, porfaa-ah-aahh, córrete". Sentí el chorro de su semen caliente en mi coño y eso hizo que también yo me corriese: "Oohh, Iván, oohh".

Empecé a salir con Noe. En fin; ella, a causa de sus estudios, no tenía mucho tiempo libre. Tampoco es que yo tuviese demasiado, pues mi trabajo como redactor en un periódico local me tenía, por gusto mío, absorbido. Pero lo llevábamos bien. Es cierto, lo había olvidado: su amiga, la que le limpiaba; ¿qué ocurrió con ella? Bien, pues la conocí un día que toqué en casa de Noe muy temprano: yo no había dormido a causa de una columna que debía entregar en el periódico antes de que amaneciese, ya que querían abrir conmigo en las redes sociales: el primer post del día me lo habían reservado a mí, y no podía fallar.

Su amiga me abrió por el portero electrónico sin ni siquiera preguntar quién era: supuse que era su amiga por eso mismo, porque ni habló por el micrófono. Subí al piso de Noe y vi que la puerta de su casa ya estaba abierta; así que entré. Ahí me recibió Laura, su amiga. Laura iba vestida…, bueno, o desvestida, sólo con unas bragas. "Cierra la puerta", me ordenó. Cerré. Laura era una mujer madura, calculé que entrada en la cuarentena, de figura despampanante: su cintura era fina; sus hombros, suaves; sus tetas , firmes y redondas; su pubis, acogedor y sus muslos eran carnosos. "Hola, me llamo Laura, ¿tú eres el nuevo novio de mi niña?". Qué sorpresa. Resulta que Noe me mintió: ¡la amiga que le limpiaba a cambio de un poco de cama era su madre! "Hola, me llamo Iván…, sí, yo soy", respondí. Lo demás lo dejo a vuestra imaginación. Únicamente diré que el polvo fue de aúpa. Eso sí, me prometió que no volvería más a casa de Noe porque se iba de viaje y no pensaba volver: un extranjero con dinero que había conocido por Internet la reclamaba para sí. Qué suerte.

"Oh, ah, Iván, oh, ah", sonaban mis gemidos mientras Iván me follaba. "Uf, uf, Noe, Noe, me corro, me-co-rróóóhhh". Una vez aprobadas las oposiciones me casé con Iván. Hogar dulce hogar. Iván seguía escribiendo en el periódico; yo iba y venía a la oficina de Correos que me habían asignado. Por supuesto, compramos un pisito céntrico. Pequeño pero muy acogedor: suficiente para los dos. Solamente había una pega: debido a que nuestros vecinos eran turistas que estaban de paso, las noches de desmadre estaban a la orden del día. A veces Iván y yo cuando volvíamos de cenar fuera o del cine, encontrábamos en el portal a alguna pareja besándose; incluso follando, ella apoyada la espalda en la pared con la falda levantada, él con los pantalones bajados y embistiendo. Bueno, no nos importaba demasiado con tal de que nos dejaran en paz.

Una noche que venía de echar unas horas extra en el periódico por gusto mío, entré en el portal de mi nueva casa y cuál fue mi sorpresa al encontrarme de frente a una pareja follando en la escalera junto al ascensor. Él estaba sentado en un escalón y ella estaba sobre él con las rodillas flexionadas y culeando; ella enseñaba un culo inmenso y redondo bajo los pliegues de su falda levantada. Miré unos segundos y me empalmé. Me acerqué a ellos. Subí un escalón y me puse a su lado. Me saqué la polla y la acerqué a la cara de ella. Ella era una extranjera rubia corpulenta de ojos azules. Me miró con cara extasiada y se metió mi polla en la boca. "Mmmpf, mmmpf". Perforada por el coño y por la boca, su respiración nasal delataba que le estaba gustando. Escupió mi polla para gritar de placer cuando el hombre dio sus últimos espasmos y luego me terminó a mí haciéndome una paja y esparciendo mi semen por toda su cara.

"Iván, ¿no estarás follando por ahí, verdad?"; "No, amor"; "Te noto desganado últimamente"; "Bah, ya se me pasará".

"La española está buena de cojones. Se asoma al balcón a colgar la ropa en el tendedero y casi le puedo ver las tetas cuando se inclina a poner las pinzas. Esta tarde se ha dado cuenta de que yo la estaba mirando; y, no se ha cortado un pelo: se ha quitado la camisola que llevaba puesta y me ha mostrado sus tetas; luego se ha llevado la palma de la mano a sus braguitas y la ha introducido por debajo de la tela para hacerse un dedo. Ha estado unos minutos así; después, su labio inferior se ha relajado y ha descendido, su cara se ha contraído bruscamente y he sabido que se había corrido. Debo follarme a esa española, Marie" (18:05).

"Hazlo, Pierre" (18:07).

"El extranjero que folla con su amiga en el portal me ha estado mirando mientras colgaba la ropa y yo me he masturbado delante suya. Está bueno el extranjero; me gustan, sobre todo, sus músculos; y también lo guapo y rubio que es. He conocido a su amiga; se llama Marie. Ella me ha dicho que Pierre, así se llama su amigo, quiere follarme. En fin, yo sólo estaba jugando cuando hice lo que hice delante suya. Y le he gustado. ¿Debo serle infiel a Iván, mamá?" (22:10).

"Hija, Iván no te es fiel" (22:12).

"He hablado con Marie. Me ha dicho que ella le ha hecho una paja a Iván. Que aunque eso no es propiamente sexo, ella, Marie, si considera que es infidelidad. ¿Qué opinas, mamá?" (23:16).

"Hija, yo misma me he follado a tu marido" (23:18).

Noe ha salido de su casa vestida solo con una batita de andar por casa. Ha tocado en la puerta de sus vecinos. "Sshh, Marie está dormida", ha dicho Pierre con el dedo índice en vertical sobre sus labios cuando ha abierto la puerta. Noe ha asentido y ha entrado. Noe se ha sacado la batita y ha expuesto su desnudez a los ojos de Pierre. Este la ha tomado de la mano y la ha conducido al dormitorio. Sus cuerpos se han enlazado. La boca de Pierre ha degustado los pezones oscuros de Noe, la lengua de Pierre ha descubierto el lugar donde se oculta el clítoris de Noe, y esta suspira, suspira. Pierre, muy empalmado, sabe que se correrá pronto si Noe se la sigue chupando de esa manera, tan bien; así que la empuja con suavidad y la tiende sobre el colchón para follarla. Pierre la folla, la folla con deleite. Pierre piensa que se ha enamorado de la española sin sospechar que íntimamente está siendo correspondido. Las paredes son de pladur. Noe, a punto del clímax, oye los pasos de Iván: ella los conoce, los distinguiría a metros de distancia. Noe susurra entre grititos y sollozos: "Pierre, te quiero". Pierre la mira tiernamente, tan cerca sus caras, mira los ojos de Noe, se eleva con sus brazos sobre el torso de Noe, sobre sus tetas, su vientre, mira abajo, al misterio de sus pubis unidos, mete su polla con fuerza en el coño de Noe arrancándole a esta un gemido, y dice: "Y yo a ti, Noe".

Marie es una chica cojonuda. Noe me abandonó para irse con ese apuesto extranjero que conoció y Marie, nada más saberlo, vino a consolarme. Marie trabaja de camarera en un chiringuito. Me ha dicho que lleva tiempo viviendo aquí; ah, pues ni idea: ya me parecía a mí que se manejaba con mucha soltura con el castellano. Las tetas de Marie son frondosas, muy blandas y apetecibles, y yo me las como cada vez que puedo: por la mañana cuando nos levantamos, cuando nos duchamos, cuando vemos la tele… El coño de Marie es un triangulito rasurado que da gusto chupar. Tiene un culo Marie que es un manjar, tierno y rebosante. A Marie le gusta que la folle a todas horas. Le quito el kimono y toda su voluptuosidad es mía. "Marie, oh, uf, oh, te quiero"; "Ay, Iván, y yo a ti". Después de estas excitantes palabras, el semen se dispone a salir. Y lo descargo, ya, así, ¡ahora!

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