Para promocionar una nueva película de ciencia ficción la productora había organizado una convención en el recinto ferial de mi ciudad.
Exposiciones de diverso material, libros, muñecos, merchandising, charlas de autores y dibujantes, proyecciones de otras películas, series y documentales sobre el tema. Todo un despliegue que esperaban recuperar en el primer fin de semana desde el estreno.
Mi trabajo como azafata de congresos me llevó a participar en el evento. Me presenté en la agencia dispuesta a cualquier cosa que se me viniera encima. Lo que vino fue el bikini de chapa de la princesa Leia en el palacio de jabba el Hutt.
Cualquier aficionado lo conoce y cualquier salido también. Es sugerente y provocativo y me iba a dejar muy expuesta. Casi toda mi piel al aire. Pero también es la ropa de una mujer fuerte que se enfrenta a sus enemigos y les retuerce el cuello por muy grueso que fuera.
Cuando mi jefa me dio la caja sonreía burlona pensando que me negaría. No sé si buscaba una excusa para despedirme o sólo me tenia envidia. Lo que ella no sabia es que me encanta el personaje de chica dura.
– Tendrás que ponerte eso.
Solo podía pensar en la cara de los frikis al verme pasear entre ellos con tan poca ropa. Lo único que dejé en la caja cuando me lo puse en el vestuario de la convención fue el collar de esclava y la cadena, eso no va con mi personalidad.
Lógicamente, no era yo la única azafata con tan escasa vestimenta, habíamos acudido de varias agencias. Incluso de la mía el reparto de cosplays había sido generoso.
En el vestuario se veían monos de lycra plateados tan ajustados que no se podía llevar ropa interior debajo. Atuendos de tiras de cuero de esclavas verdes de Orión, pieles reducidas al mínimo de cavernícolas sexys.
Otras con vestidos de gasa de princesas de fantasía, falditas de colegiala cortísimas sacadas de animes e incluso algún tanga y sujetador de malla metálica de guerreras bárbaras.
También era lógico que las azafatas no fuéramos las únicas disfrazadas. Había klingons, federados, jedis, Han Solos, vulcanos, caballeros con armadura, guerreros barbaros. Algunos de los chicos más atrevidos también llevaban tangas de cuero y espadas o hachas de plástico.
También se pasaban por los stands chicas del publico. Algunas mas serias pero otras tan sexys e incluso mas atrevidas y enseñando mas piel que nosotras, las que estábamos trabajando por allí.
Estaba repartiendo unos folletos entre los stands cuando la vi. Venía derecha hacia mí con un bikini muy parecido al mío, incluida la faldita de gasa trasparente.
Como yo, la había abierto por los lados hasta la ingle dejando que colgara por la espalda, luciendo sus largos muslos. Eso la hacía aún más sugerente. Al caminar, sus preciosas piernas bronceadas asomaban sucesivamente entre la tela.
Pero ella no era una de mis compañeras. Me hubiera fijado en tal belleza si me hubiera cruzado con ella en la oficina o en los vestuarios habilitados en la feria.
Me hubiera dejado hipnotizada el movimiento de su largo cabello negro recogido en una gruesa trenza, me habría percatado de su preciosa cara e incluso de su cuerpo algo mas voluptuoso y pleno que el mío.
Le sonreí pero fue ella, muy decidida, la que se dirigió a mí, saludándome con un:
– ¡Bonito bikini!
– Gracias, el tuyo también.
No pude mas que contestar riendo. No eran del mismo modelo, diferían ligeramente en la tela, los detalles y el color. Aprovechando el grupo de admiradores que nos rodeaba babeando terminé de repartir los folletos que me quedaban en las manos.
Cogiéndola de la cintura desnuda con mi brazo le propuse que nos dejáramos fotografiar un rato. Al oído le dije:
– ¿Dejamos que estos chicos tan simpáticos nos hagan unas fotos?
Ella estaba encantada de exhibirse, de lucir su bello cuerpo. Flashes y un montón de cámaras y móviles nos apuntaban mientras nosotras posábamos con naturalidad. Incluso uno de los aficionados nos dejó un par de pistolas laser, para completar la coreografía.
Si aquellas fotos colgadas en mis redes sociales no me valían para progresar y conseguir mas contratos de azafata o modelo no me llamo Lorena.
Pero en ese momento toda mi atención la tenia la piel suave de la morena que tenía cogida de la cintura. Hablándole al oído, mis labios casi pegados a su pequeña orejita para que no me oyera nadie mas que ella, le pregunté por el motivo de su disfraz.
Me contó que por gusto, que era tan friki como cualquiera de los que babeaban a nuestro alrededor y que le gustaba todo aquello.
-¿Por qué Leia? y ¿por qué ese bikini?
– Soy tan friki como todos estos. Me gusta la ciencia ficción y este es el más sexi que he encontrado. ¿No te gusta?
– Me encanta. Por eso te lo preguntaba. Y me gusta más como te queda a tí.
– Tengo algún disfraz más en casa pero este lo estreno hoy.
Sonriendo y salivando al rozar su fino cuello con mis labios le dije:
– Me encantaría que me lo contaras todo sobre el tema, yo soy primeriza. Pero me está gustando. Me gustaría que me enseñaras el resto de tus disfraces y cosplays.
Ella parecía estar a gusto con mi coqueteo y noté en mi oreja el suave y húmedo roce de la punta de su lengua.
– Cuando termine esto hoy podemos ir a tomar un refresco a mi casa. No está lejos. Y te lo enseño todo.
La promesa implícita en ese "todo" me puso los vellos que había depilado esa misma mañana de punta. Cuando me respondió que en su casa podríamos disfrazarnos juntas, estaríamos solas, me derretía.
Al rato la megafonía anunciaba el final de la jornada. Pasamos ese tiempo juntas, me acompañó a repartir los últimos folletos y provocamos al personal meneando las caderas y la tetas. Las dos juntas éramos algo espectacular y todos babeaban a nuestro paso.
– Ya estoy lists. ¿Nos vamos?
Recogí la mochila de la vestuarios. Pero no me molesté en cambiarme y salí con el disfraz. Ella no había llevado ropa de recambio así que andábamos por la calle casi desnudas.
– Estamos llamando la atención.
– Mejor, que nos miren.
Aprovechando el calor de la tarde de verano nos dirigimos a su domicilio andando llamando la atención por la calle con nuestros escasos atuendos. La gente se nos quedaba mirando por lo sexis que íbamos, pero muchos reconocían el disfraz. Una razón más para quedarse pegados mirándonos.
– ¡Bésame!. Lorena.
Me acorraló en el ascensor buscando mi boca con sus labios. Abrí los míos recibiendo su lengua juguetona cruzándola con la mía. Chupando sus labios y cambiando la saliva de boca una y otra vez. Ya no podíamos esperar más. Demasiado habíamos aguantado.
Éramos pura lascivia. Mientras mis manos recorrían la descubierta piel de su espalda. Bajando hacia su culo.
Pasamos ante su boquiabierto y guapo hermano sin despegar las manos del cuerpo de la otra, camino a su dormitorio. Sólo pude echarle un vistazo pero me pareció muy atractivo, casi tanto como ella.
Ya en su cuarto, encerradas tras un pestillo y a salvo de más miradas indiscretas pudimos dar rienda suelta a nuestra lujuria. En ese momento nos olvidamos de los demás disfraces y lo dejamos para más tarde muy ocupadas la una con la otra.
– Aquí estamos tranquilas.
Levantó la gasa que colgaba del cinturón de imaginación a metal sobre mi tanga para admirar mis largas piernas mientras sus rotundos muslos dejaban la ligera falda de su disfraz entre ellos. Su mano subía por la cara interna de mi muslo acariciando mi piel. Su lenta caricia me quemaba.
Pronto noté sus dedos juguetones haciendo a un lado mi tanguita buscando los labios húmedos de mi coño. Cuando quise darme cuenta ya estaba desnuda de cintura la abajo.
Seguíamos besándonos mientras su maníta juguetona deshacía mi escaso atuendo. Ella fue a por mi cuello y orejita, sabía que era una de mis zonas erógenas.
– Sabes dulce.
Yo en cambio fui a por sus enormes y preciosos pechos librándolos de la rígida pero escasa prisión que los contenía. Arrojé el sujetador sobre su cama y me agaché a comer sus duros pezones.
– Son maravillosos.
Asomaban del resto de su teta como un par de garbanzos de color granate. Podría arañar cristal con ellos y jadeaba mientras yo los tenía entre mis labios y dientes y los acariciaba con la lengua.
Para entonces ella ya tenía dos dedos clavados en mi coño. Y mis suspiros hacían que gotas de mi saliva humedecieran su pecho. Me dejaba llevar aunque me pudiera oír su hermano al otro lado de la puerta.
– ¡Joder! ¡Si!. Eres buena, nena.
Levanté sus brazos para lamer sus axilas, quería saborear toda su piel. No tenía prisa. Bajé lamiendo el vientre con una ligera curvita. Me detuve un momento en su ombligo provocándole algunas cosquillas que la hicieron reír.
Ella llegaba con sus manos a acariciarme los pechos y los hombros. No las separaba de mi cuerpo. En ese momento aprovechó para sacarme el sujetador de chapa. Ella conservaba el cinturón, la falda de gasa y el tanga. Así que tenía que deshacerme de ellos antes de llegar a su tesoro, mi tesssoro.
– ¡Desnúdame!
Quitárselo no me costó mucho y ella colaboró levantando el culo generoso del colchón. En un momento hice todo eso a un lado y poco más tarde todo terminó en el suelo donde se mezclaron nuestros disfraces.
Su xoxito era delicioso, el monte de venus abultado bien depilado y suave. Los labios mayores gruesos se abrieron al primer roce de mi golosa lengua. A esas alturas ya chorreaba y pude degustar sus jugos sin perder un segundo más.
– ¡Qué rica estás!
Estaba deliciosa y quería compartirlo con su lengua en un nuevo beso lascivo y profundo. Sus dedos empezaron a masturbarme con suavidad, pero yo hacía lo mismo, mientras cruzábamos las sin hueso fuera de nuestras bocas.
Me corrí ahogando mis jadeos con sus besos. Y se que a ella le pasó lo mismo.
– Levanta, quiero verte desnuda del todo.
Lo hice, me exhibí para ella, para sus profundos ojos azules. Giraba y modelaba ante su mirada como si aún llevara puesto el cosplay. Incluso me separé las nalgas para indicarle que por detrás también me gustaba mucho y abrí los labios de la vulva.
Se levantó y se acercó. Sujetó mi cintura para atraerme hacia sí. Me apretó contra su cuerpo.
– Baila conmigo.
Pasé la brazos por detrás de su cuello y acaricié su nuca. Sus manos habían pasado de mi cintura a mi culo y tiraban de mi cuerpo con más fuerza. Nuestros pechos se frotaban juntos. La música sólo la oíamos en nuestras cabezas pero la situación era muy sensual.
Nunca había bailado desnuda con otra persona. Mi muslo se introducía entre los suyos llegando a notar en mi piel el calor y la humedad de su vulva. Bajé una mano por su torneada espalda acariciando por el camino la línea de la columna.
Agarré una de sus poderosas nalgas y mis dedos se deslizaron por la raja buscado el ano. No me lo negó. Pronto empecé a introducir el índice por el agujerito de músculo que me lo apretaba.
Soltó un gemido que intentó disimular escondiendo la cara en el hueco entre mi hombro y cuello y dándome un ligero mordisco. Se había dado cuenta de lo que gustaba eso.
Al ver lo que hacía ella me imitó y pronto noté uno de sus dedos penetrándo mi ano. Seguíamos bien pegadas, en ese momento me hubieran tenido que separar de ella con una grúa. Y por cómo sujetaba mis posaderas a ella le pasaba lo mismo.
Empezó a buscar mi boca, mi lengua de nuevo. Y yo se la dí. Las sin hueso parecían dos serpientes enredadas en una cópula salvaje. Ahora me empujó con suavidad al colchón.
Fui yo la que separé bien los muslos, todo lo que podía y soy muy flexible, para hacerle hueco entre ellos. Por supuesto que aprovechó. Incluso levantó mis piernas con la fuerza de sus brazos. Hasta separar mi espalda de la sábana.
Se metió uno de mis pies en la boca, lamiendo mis dedos. Joder, que bueno. Su lengua subía por mi pantorrilla, despacio llegando a la cara interna del muslo.
Estando así de ofrecida clavó la lengua en mi coñito. Absorbía mi clítoris entre sus labios. Empujó más mis piernas hasta que mis rodillas tocaron mis pezones. Y entonces empezó a lamer todo.
De mi espalda al pubis sin dejar un solo rincón. Dándome un montón de orgasmos, me corría una y otra vez con su habilidosa lengua. Cada vez que llegaba al ano me derretía. Y parecía que no quería parar.
– ¡Me corro!
Tenía muy claro lo que estaba haciendo y se esforzaba en ello. Y era yo la beneficiada, la que se corría como una loca sobre su colchón, jadeando y gimiendo.
Después de todo el día de pie, exhibiéndome y repartiendo folletos y la paliza que ella me estaba dando no necesitaba más que un abrazo para relajarme. Parecía que ella me leía el pensamiento. Se acostó a mi lado y me tomó en sus brazos tierna.
Me sentía bien allí. Con su cuerpo voluptuoso bien pegado al mío. Descansando, relajadas, sin preocuparnos de nada más. Anochecía cuando decidimos movernos.
– ¿No querías ver alguno de mis disfraces?
– Pues claro, me interesa todo lo tuyo.
Le contesté apretando uno de sus pechos con cariño. Me incorporé en la cama expectante. Ella se dirigió a su armario y abrió dos puertas. Allí tenía bien colgada en perchas y ordenada su ropa y entre ella estaban los cosplays.
Empezó sacando el de colegiala japonesa, muy típico. A primera vista apostaría a que la faldita no llegaría a cubrir sus poderosas nalgas. Le quedaría fantástico.
A su lado había un mono de lycra que debía quedarle tan pegado que parecería pintura corporal. Sería el mono de vuelo e un piloto de mecha.
Sobre la cama, a mi lado, extendió un vestido de princesa confeccionado con una gasa tan trasparente y fina que se podría ver perfectamente la lencería que llevaba debajo. Si llevara alguna.
También había un body hecho con tiras de finísimo cuero. Sería para hacer de esclava de Orión o de guerra bárbara.
El uniforme de enfermera de Star Trek también tenía una falda cortísima. Pensaba que serían sólo uno o dos. Pero aquello parecía interminable.
– Se que algunos te quedarán bien, si algún día quieres acompañarme a otra convención, o podemos disfrutarlos a solas.
– Si tu quieres, por supuesto. Lo hacerlo juntas también me parece muy interesante.
Le sonreía lasciva mientras me enseñaba sus cosplays desnuda ante mí.
– Quédate a dormir y mañana vamos juntas al segundo día de la convención.
Aquél trabajo tuvo para mí muchas implicaciones, puede que relate algunas de ellas en otros cuentos.