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Atrevida en el bus
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Siempre me gustó, estando solo o acompañado, escaparme a la playa en invierno. Mar del Plata, Villa Gesell… ciudades de la costa de Buenos Aires que, durante el invierno, tenían poca gente, pero siempre con algo para hacer. Ese año estaba soltero y decidí irme unos días en junio a pasar frío en la playa, pero despejarme de un año de bastante trabajo.

Conseguí unos pasajes en un bus con asientos tipo cama, cómodo para un viaje de 5 horas adonde solo iba a escuchar música y ver la interminable pampa y sus vacas durmiendo al sol. Como era de esperarse, al subir al bus había muy pocos pasajeros, todas las filas en vez de tres o cuatro personas contaban solo con una o dos. Antes de subir vi que había una familia de un matrimonio relativamente grande con un chico adolescente y una chica de unos 22, 23 años, que se la notaba bastante malhumorada, casi como reclamando que no quería ir. Me rio ligeramente y subo al segundo piso, adonde me acomodo los auriculares y me quedo mirando por la ventana. Son las 5 de la tarde y llegaría a las 10 de la noche, si no hay retrasos, por lo que pienso en ir durmiendo un poco.

Llevábamos una hora de viaje aproximadamente y la gente empezó a moverse: yendo al baño, buscando café, acomodando bolsos. Yo estaba en uno de los últimos asientos y no había nadie en las filas de atrás, por lo que podía ver todo y estaba contento de que nadie pase a mi lado molestando. De repente, la veo subir al segundo piso a esta chica que no quería viajar, con cara de mal humor, diciéndole a sus padres que se cambiaba de asiento.

Era flaca, relativamente alta, de pelo castaño corto y enrulado, ojos claros y venía con un short y una camisa escocesa de mangas largas, con una pequeña campera rompeviento para llegar a la noche a la playa. La miro con curiosidad y veo que se sienta en la misma fila, pero del otro lado, en la otra ventanilla. Curiosamente, yo había reclinado completamente mi asiento contiguo, que daba al pasillo, para poder estirarme e ir cómodo. Al sentarse veo que se pone a leer en una Kindle y de reojo me miró y su mirada se perdió nuevamente en su libro electrónico.

Ya llevábamos dos horas, estábamos en el medio de la nada y me despierto de vuelta. Miro hacia la derecha, curioso por esta chica y la veo que su campera ya no estaba puesta, sino que la estaba usando de cobija, nada del otro mundo, mientras parecía dormida. Pero de repente veo que hay un movimiento bajo ella, como si sus manos se estuviesen moviendo a la altura de su cintura. ¿Se estaba masturbando? No, debe ser mi morbo constante me dije a mi mismo. De todos modos, la situación me calentó enseguida, por lo que no pude evitar acariciar un poco mi miembro que sentía duro y caliente bajo el jean.

No podía dormirme de vuelta, mi cabeza empezó a maquinarse y fantasear. Apago mis auriculares para ver si la podía escuchar y efectivamente, escucho algunos gemidos. Ella seguía con cara de dormida, pero empezando a moverse suavemente y yo, con cuidado, empiezo a tocarme de vuelta por sobre el pantalón. Todos estaban dormidos, a excepción de nosotros dos, por lo que intenté ser cauteloso. De repente… ella abre sus ojos claros y me queda mirando, sorprendida, pero no baja la mirada, sino que sigue ahí, ahora desafiante. Me doy cuenta de que su mirada va a mis manos que siguen sobre mi pantalón. Veo que, aun usando su campera como una manta, sus piernas se abren más y yo, en ese momento, sentía que iba a acabar en mis pantalones.

Sin ser directo, pero sin rodeos, me paro y voy a la última fila de asientos, pero asegurándome de que al pasar entre los asientos ella pueda ver mi erección. Me pongo de vuelta contra la ventanilla y veo como ella se para y se acerca adonde estoy sentado. No hablamos, solo nos miramos. Ya no usaba más la campera como una manta, así que pude ver que su short de jean tenía el botón abierto y el cierre abajo, mostrando una deliciosa tanga de encaje blanco que ella empieza de vuelta a acariciar.

-Shhh -me dice y gesticula con un dedo en su boca. Podía oler su aroma en ese dedo mojado. Entiendo el mensaje y decido avanzar, decido abrir el botón de mi pantalón y bajar el cierre haciendo poco ruido. Su mirada estaba clavada en mi entrepierna, esperando ansiosa ver lo dura y caliente que estaba mi verga. Cuando la saco ella se muerde el labio inferior y me mira desafiante. Entiendo nuevamente el mensaje y empiezo a masturbarme para ella, empiezo a acariciarme y mover mi mano hacia arriba y hacia abajo. Puedo sentir el olor de su humedad en el aire y de repente siento su mano agarrando mi verga, para empezar a hacerme una paja muy suave, pero firme; lenta, pero efectiva. Me reclino hacia atrás y ella, en este caso, también entiende el mensaje.

Con su boca llena de saliva, siento sus labios empezando a chupármela, empezando a subir y bajar su cabeza, haciéndome tener otro viaje increíble. Siento su saliva cayendo por el tronco, mojando mis bolas, e intentando no hacer ruido. Empiezo a agarrarla de su cabeza, recorriendo sus rulos, indicándole que quería meterla más adentro de su boca. Quería enterrársela hasta la garganta, moría de ganas de llenarla de mi semen caliente, quería sacarle la ropa y cogérmela a los gritos en el pasillo, pero eso no podía ser.

Deja de chupármela por un rato y se acomoda para volver a masturbarse, pero en este caso soy yo quien guía sus dedos con los míos. Ella los retira y me deja recorrer sus labios completamente mojados y empiezo a meter mis dedos cada vez más adentro, mientras ella se muerde la boca para no emitir sonido. Empiezo a masturbarla cada vez más rápido y siento como sus labios se aprietan, sus piernas se abren más, acaricia sus pechos y su espalda se arquea. No paro de masturbarla hasta que llega a su orgasmo, corriéndose como una puta, empapando el asiento, tapando su boca, mientras mi verga estaba completamente dura. En ese momento, con mi mano aun llena de sus jugos, empiezo a masturbarme rápidamente, buscando acabar y ella, aún extasiada, acerca su boca, diligentemente, a la cabeza de mi verga para poder recibir toda esa leche y tragarse hasta la última gota.

Se limpia los restos de semen de mi boca, me da un beso y vuelve a su asiento a seguir leyendo. Yo, aún enloquecido, me contengo y guardo mi verga -aún dura esperando un segundo round- bajo mi pantalón y me quedo mirando la noche por la ventana del bus. Me duermo y cuando me despierto ya habíamos llegado y esta chica, calentona y atrevida, ya no estaba más. Fue un buen viaje, efímero e intenso, como deben ser.

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