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La virginidad de Claudia. Un húmedo y cálido recuerdo
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Les contaré una anécdota de mi juventud, mi nombre es Claudia y actualmente tengo 43 años, tengo una hermosa familia y una vida modelo, pero también tengo un recuerdo que jamás olvidaré, era una joven de 19 años, chica promedio, tenía algunos amigos y asistía a la universidad, nada especial, en una de las clases mientras esperábamos al profesor escuché que una compañera hablaba de que había perdido su virginidad y eso despertó mi curiosidad, desde ese día comencé a ver a mis compañeros varones diferente, no dejaba de pensar quien sería la persona que se quede con mi más grande tesoro.

Había un chico que me coqueteaba o al menos era muy amable conmigo sin dejar pasar también lo guapo que era, así que cuando habían solicitado en la materia hacer un trabajo en equipo no dudé en pedirle que fuera mi pareja y aceptó. Le comenté que si podíamos juntarnos en mi casa después de clases para hacer el trabajo juntos, yo sabía que mis padres llegaban hasta tarde de sus trabajos y no tenía algo planeado ni lo hacía con premeditación y ventaja, pero había algo instintivo en mí que solo me hacía necesitar algo de lo que desconocía, quería ver y sentir lo que era tener sexo pues anteriormente la masturbación ya no era suficiente para mí, era una chica atractiva con lindos senos, no muy grandes, pero bastante firmes con pezones café claro, era delgada, pelo castaño, piel blanca, ojos color miel y mi trasero redondito, bastante fornido y trabajado pues era capitana del equipo de baloncesto y hacia ejercicio diariamente.

Por fin llega la hora de irnos a casa, noto el nerviosismo de Gibran, un tipo bien parecido, delgado, cabello negro de 1.70 metros de estatura, popular entre sus amigos, así que tomé un poco de ventaja de eso porque yo sabía lo que quería y él se miraba vulnerable.

Cuando llegamos le ofrecí agua, mientras la bebía no pude contenerme y lo abracé, sé que esto es rápido, pero una joven caliente como fui yo no tiene tanta historia, es un instinto carnal, de posesión y deseo, no existió ni por un momento las caricias, no existió coqueteo, no existió pensar en un embarazo no deseado solo quería tocar y sentir su miembro, no me pude resistir y le bajé el pantalón, él no sabía que pasaba, al parecer estaba tan nervioso que ni se inmutaba, pero ahí estaba, grueso, duro, largo, con una vena tan pronunciada que abarcaba desde su base hasta la parte inferior de su glande, ya había mirado algunos penes en internet, pero definitivamente el vergón de Gibran era excepcional, único, además un pene que será el primero en descorchar mi cavidad pélvica, mi hermosa vagina, tan pequeña y suave estaba lista para el reto.

Le comencé a acariciar el pene mientras estábamos parados al centro de la cocina de mi casa, el me quitó la blusa y brasier y comenzó a manosear mis pechos, mis pezones se pusieron muy duros, nunca me había pasado, se agachó y comenzó a mamarme las tetas, me mordía fuerte y lamia con mucha saliva, yo solo gemía, le dije que fuéramos a mi cuarto y me siguió con la verga de fuera.

Nos desvestimos a la velocidad de la luz, y nos metimos entre mis sábanas. Me preguntó si nadie llegaría a lo que le contesté que el solo se preocupara por desvirgarme, me comentó que él ya había tenido dos experiencias a pesar de su nerviosismo por lo que eso me calentó más, no tenía sentimientos amorosos hacia él, solo tenía una atracción física y sexual por lo que un joven hombre con algo de experiencia me ponía más cachonda.

Abrí mis piernas y se postró sobre mí, metió su verga en mi vagina y no pude resistirme a gritar como loca, y le supliqué que la sacara. Me tomó de una manera inexplicable donde era imposible escapar de sus garras, se notaba su poca experiencia, su nerviosismo fue desapareciendo, lo hizo lento, y fue aumentando la velocidad, mi pobre vagina se estaba rompiendo y lloraba chorros de fluidos al ser penetrada por el chico al que más le traía ganas.

Rompí en llanto por el dolor y él paró abruptamente preguntándome por mi estado, le grité “me duele, pero síguelo haciendo, no pares por favor, dame más duro, destrózame, hazme tuya, échame todo el semen que tengas, quiero sentirlo, quiero sentirlo, quiero sentirlo”.

De repente fueron como dos minutos donde al estarme escuchando gemir, gritar y pedirle que me cogiera fuerte lo comenzó a hacer, se acomodó y en la posición del misionero, comenzó a darme muy fuerte y hasta el fondo, yo ya no sabía si era más dolor o excitación lo que tenía, pero definitivamente fue fantástico llegar al nirvana con ese vergón, hasta que escuché gemir y gritar a ese joven y de pronto algo muy caliente comenzó a llenar mi vagina, “¡aaah puta madre Claudia aaah toma mi leche pendeja aaah!” mientras jadeaba el elixir del sexo por fin llegó a donde tenía que llegar, dentro de mi vagina, un semen blanco y viscoso producto del adulterio y calentura adolescente de dos estudiantes.

Se recostó junto a mí, yo aun sentía un dolor insoportable por tremendo pedazo de carne que penetró y destruyo mi himen, pero la satisfacción de estar corrida por primera vez fue definitivamente indescriptible.

Desde ese día, todos los viernes a las dos de la tarde Gibran se quedaba en mi casa para hacer la tarea sin falta, hasta que nos graduamos y perdí el contacto con él, solo quedó su húmedo y cálido recuerdo en mí ya no tan virgen entrepierna.

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