Una tarde a mediados de agosto, me tomé la tarde libre para ordenar el ático y reparar el marco de una ventana, recientemente dañada por un temporal que azotó la ciudad colonial donde vivo. Carolina vendría del centro comercial donde trabaja como a las 5 pero para mi sorpresa, ese día apareció antes de las 2 y discutiendo acaloradamente con su hermana.
El destino quiso que olvidara mi presencia y una vez adentro la pelea de palabras continuó. Carolina es de carácter fuerte, capricorniana y a sus 36 años nadie la pasaba por arriba. Discutían por un problema familiar, sobre la internación de mi suegra en un geriátrico por problemas de salud y falta de movilidad.
En fin, en todos lados se cuecen habas. La bronca prosiguió por varios minutos y las ofensas también, yo estaba en el ático inmóvil, expectante mientras las palabras subían de tono, y entre ofensa va y ofensa viene, Eugenia lanza la bomba.
– Que te pensás , que no sabemos que te está cogiendo el viejo Valdez?…
Yo me quería morir, el corazón empezó a galopar a prisa y después de una breve pausa, mi esposa contestó.
-¿Y, a vos que te importa? Si me coge ¿y qué? -Rugió la leona.
Las manos me temblaron y la pinza se me escapó de ella, el ruido calmo la disputa y se escuchó el portazo que despidió a mi cuñada. Las piernas cedieron y me deje caer sentado al lado de la herramienta. Era cornudo, sin duda y me acababa de enterar. Carolina recordó de inmediato mi presencia y supuso con certeza que escuché todo. El silencio envolvió la casa por un largo lapso, y cuando el pitido en mis oídos cesó escuche los pasos de ella escalando la escalera lentamente. Un tibio:
-Tenemos que hablar. -Se escapó de sus labios al otro lado de la puerta. Y así fue como envuelto en rabia, y vergüenza le pedí la verdad.
-¿Cogiste con Valdez?
-Si. Contestó de inmediato desde el otro lado de la puerta.
-¿Cómo fue? ¿Cuándo?…
-Hace 2 semanas, la noche del temporal. Siempre tuve debilidad por los veteranos lo sabés, nosotros no estamos bien y 12 años de matrimonio, no sé qué me pasó.
-Como fue?
-A las tres de la tarde lanzaron la alerta roja por la tormenta, la única ruta estaba cortada y sabía que no vendrías a casa, antes que me avisaras. Entonces al caer la noche salí al balcón y rompí la ventana. Para llamarlo, con un pretexto. Luis Valdez es un veterano carnicero que siempre me atrajo y más de una vez intento seducirme. Pero esa noche yo le seduje. Al llegar apago las luces de la camioneta y entró. Subió a donde vos estas ahora y se dio cuenta que no venía a socorrerme por la ventana rota.
– Y entonces que hizo, el infeliz? -Pregunte llorando.
-Se dio vuelta y me contempló completamente desnuda y nerviosa. Los marrones ojos bajaron y el morbo subió, justo antes del apagón. El corpulento carnicero se acercó algo nervioso, su respiración se hizo pesada y me beso lentamente los pezones. Mis manos se hundieron en su bragueta para agarrar el palo más grueso que he conocido, que emergía arriba de tremendos huevos que no dude en chupar como una loca arrodillada ante él. Ahí justamente donde estas ahora.
-¿Acá te cogió, también?
-Si. El cielo se caía y las maderas del piso crujían con cada embestida salvaje del sujeto de 57 años que parecía 30 años menor. Me hizo venir varias veces como nunca con vos y después de tanto esfuerzo, acabo gritando incoherencias, inundando la gruta de lava ardiente…
– Y después se fue?
-Quisiera decir que sí, pero no. Quedamos tendidos inertes en el suelo escuchando la tormenta bajo la manta, quedé dormida. Un insistente y áspero masaje interrumpió mi cita con Morfeo, era Valdez con su cara en mis nalgas y una lengua despiadada allanaba el camino, se sentía delicioso así que decidí abrirme un poquito sabiendo que no le dejaría entrar. Fue sublime la lengua en el ano hasta que me monto…
-Ni lo pienses. -Le advertí.
-Un poquito. -Suplico, roncamente. Apoyando su glande firme y ancho.
-Soy un experto susurró, clavándome lentamente su miembro.
-Ves? Así, así. Dale la colita a Luis… Que tu marido no sabe hacerla. Y fue así que cedí a los instintos primarios y placenteros de Valdez. Desde esa noche no hemos vuelto a repetir, pero para ser sincera lo deseo.
Luego de esa confesión nos separamos. Carolina se fue con el viejo y fue su mujer un año y pico. Yo no he vuelto a rehacer mi vida, pero nunca es tarde.