Hace un par de años conocí a Carlos. Trabajaba como gerente de ventas senior en una multinacional. Al estar en el campo de marketing, viajaba mucho. Es un hombre simple y trabajador que posee un Master de Business Administration. Es de complexión mediana con tez clara de aproximadamente 1.80 m de altura con una personalidad atractiva.
Estoy casada con Michael, de 30 años en aquel entonces, también de piel clara con ojos marrones claros, aproximadamente 1.80 m de complexión atlética. En cuanto a mí, me llamo Adrienne tenía 29 años de en el momento en que se desarrolló esta historia, de piel muy blanca con ojos azules, un cuerpo tonificado por el gimnasio por el que cualquier hombre gustaría tener en su cama. Yo y mi esposo somos neerlandeses (término frecuentemente sustituido por «holandeses»).
Para nuestras vacaciones decidimos hacer un tour por América del Sur: Brasil, Uruguay, Argentina. Estábamos haciendo escala en el aeropuerto de Sao Paulo, dado que no había vuelos directos desde Rio de Janeiro a Montevideo. Después de matar el tiempo en el Duty Free, fuimos al sector de comidas. Entramos en uno de los restaurantes. Nos proporcionaron el menú, indagamos sobre los platos, pero lamentablemente la chica que nos atendía no podía respondernos satisfactoriamente, o nosotros no le entendíamos. Estábamos un poco confundidos. Por suerte, Carlos, que estaba sentado a la mesa más cercana a la nuestra intervino para ayudarnos. Debido a su especialización en marketing era bueno para entablar una conversación.
Al ver su personalidad agradable, el rostro sonriente y su lenguaje corporal perfecto, nos abrimos a la conversación, le pedimos que nos ayudara a seleccionar una buena comida, y lo invitamos a compartir la mesa con nosotros. Hablaba muy bien el inglés.
Le agradecimos mucho por su ayuda. Nos presentamos. Mientras los tres comíamos y charlábamos, noté que los ojos de Carlos recorrían todo mi cuerpo, yo me imaginaba lo fogoso que sería en la cama. Todos estos pensamientos me hacían suponer que quizás estaría teniendo una erección. Lo más importante es él también viajaba a Montevideo en el mismo vuelo que nosotros.
Después de charlar durante algún tiempo, dije que quería ir a fumar al sector destinado para fumadores, a lo que Carlos accedió de inmediato a acompañarme. Michael no se unió a nosotros porque no fumaba. Nos dirigimos a la sala de fumadores. Yo sentía el aroma de Carlos. Dentro de mi mente me moría por coger duro con él pero trataba de controlarme a mí misma.
En la sala de fumadores ambos estábamos solos. Empezamos a fumar y charlar. Estábamos bastante cerca el uno del otro y la conversación llevó a cosas personales en las que Carlos reunió algo de coraje y me comentó: "Eres muy sexy y deseable, Michael es muy afortunado de tenerte".
Entre risas le dije de manera sugestiva: "Tú también puedes ser afortunado".
Inmediatamente captó la indirecta, me tomó por los brazos y besó suavemente mis labios rosados y se detuvo para mirar mi reacción. Yo repliqué envolviendo mis manos alrededor de él y lo acerqué a mí presionando mis calientes tetas contra su pecho y comenzó a besarme apasionadamente. Lanzó su lengua profundamente dentro de mi boca. Comenzó a moverse, movió sus manos sobre mi espalda, sosteniéndome con fuerza en sus brazos. Era como el Cielo.
De repente nos dimos cuenta de que estábamos en la sala de fumadores, por lo que nos separamos. Carlos me dijo "Sabes delicioso, me encanta el damasco (albaricoque) de tus labios" mientras me guiñaba un ojo.
Ambos volvimos donde estaba Michael y los tres comenzamos a charlar. Después de dos horas más de espera finalmente tomamos el vuelo y así llegar a Montevideo. A lo largo del viaje, seguí pensando en Carlos.
Como él vive en Montevideo, nos ayudó a llevarnos a nuestro hotel que ya teníamos reservado en el barrio Carrasco. Nos dijo que vivía cerca de ahí, en el barrio Malvin. Compartimos números de teléfonos y nos separamos. Toda esa noche me costó poder dormir. A pesar de una excelente sesión de sexo con Michael, después que mi esposo se durmió, me masturbé pensando en Carlos.
A la mañana siguiente era sábado. Carlos llamó a Michael y nos invitó a cenar, a lo que accedimos de inmediato. Vivía solo y por lo que nos demostró resultó ser un excelente cocinero. Hizo una buena comida que nos dijo que era «pollo a la hindú». También había whisky, un vino local, cerveza y vodka.
Eran las 20:00 pm cuando tocamos el timbre de la puerta del edificio donde vivía Carlos. Michael vestía jeans y una camiseta azul. Yo me puse unos jeans ajustados con una camiseta sin tirantes y un sostén también sin tirantes, sostenido por mis pechos. Carlos no pudo disimular su admiración por mi figura; se quedó boquiabierto mirándome. Nos abrazamos y besamos (los uruguayos y argentinos siempre se saludan con un beso entre hombres y mujeres, a veces también entre hombres). Mientras me abrazaba mis pezones rozaron su pecho, inmediatamente la corriente pasó a través del mi cuerpo. Miré hacia su entrepierna, era evidente que trataba de ocultar su erección.
Nos ofreció bebidas con bocadillos y el recién cocinado pollo a la hindú. Puso música y todos estábamos disfrutando. Me levanté y comencé a bailar con la música e hice seña con las manos a Carlos para que me acompañara. Ambos bailábamos al ritmo de la música tocándonos y rozándonos por todo el cuerpo. Michael también se nos unió para bailar, pero parecía que el Chivas Regal lo había golpeado fuerte, así que después de poco rato se sentó y se sirvió más whisky. Mientras disfrutaba de sus bebidas, Carlos no podía disimular que estaba caliente como el infierno. Mi mano, que cada tanto «descuidadamente» tocaba su erección, estaba lista para rasgar su ropa interior. Michael, bueno…, Michael, mi Michael estaba noqueado.
Aprovechando esta oportunidad, llevé a Carlos a su dormitorio y comencé a besarlo apasionadamente. Lanzando mi lengua profundamente dentro de su boca. Él me sujetó con mucha fuerza en sus brazos, apretándome muy fuerte.
Suavemente rompió el beso y comenzó a besar sensualmente los lóbulos de mis orejas haciéndome gemir. Esta acción me volvió loca. Lo empujé a la cama y comencé a desabrocharle los pantalones y le quité la camiseta. Bajé sus jeans e inserté mis manos en la ropa interior de Carlos sacando su palpitante pene. Besé y moví mi lengua en la punta de la cabeza de su miembro, ya había salido su transparente líquido preseminal, sostuve su eje firmemente apretándolo un poco, lo que lo enloqueció.
Le encantaba el movimiento de mi lengua. Comencé a peregrinar a lo largo de su pene al mismo tiempo que agarraba sus bolas y las apretaba con fuerza. Carlos comenzó a gemir. Sus piernas temblaban de placer y dolor.
Lentamente, tomé la punta de su pene dentro de mi boca y comencé a chuparlo con más fuerza, acariciando y apretando sus bolas con más fuerza con la mano. De repente, Carlos me tomó de la nunca y empujó su miembro profundamente dentro de mi boca, asfixiándome y comenzó a cogerme en la boca más y más fuerte. Traté de apartar mi cara, pero él me inmovilizó con tanta firmeza que no pude hacer nada. De a poco, comenzó a aumentar su velocidad dando embestidas profundas cogiendo mi boca. Con cada empujón, lanzaba su falo más y más profundo.
Hasta que no pudo controlarse más y como una centella disparó muy profundamente dentro de mi boca. Dejé escapar lo que pude de su esperma. Había sido un tremendo impacto el que Carlos descargó en mi boca. Él se mostraba encantado: "Fue la mejor cogida de boca que he tenido." Dijo con tono triunfante. Su semen corría desde mi boca hasta mi cuello y fluía hasta mi escote. Sorprendida, agitada y con los ojos sorprendidos lo miré y dije: "Me has inundado".
Carlos, todavía estaba desnudo, me llevó al baño y me ayudó a limpiarme. Se puso su ropa interior y salió a ver cómo estaba Michael. Seguía noqueado. Me trajo un trago y otro para él mismo. Miró mi cuerpo caliente, se estaba poniendo más duro de nuevo.
Se acercó a mí por detrás y comenzó a quitarme suavemente la blusa. "Wow, tus tetas están calientes", diciendo esto, agarró mis senos por sobre mi sostén, apretándolos delicadamente. Gemí suavemente. Comenzó a darme suaves besos en el cuello, chupando y besando los lóbulos de mis orejas. Me estaba volviendo loca, disfrutaba el movimiento de su boca. Me estaba volviendo más salvaje y húmeda.
Desabrochó mi sostén, liberando mis tetas calientes. Me hizo apoyarme contra la pared mientras se inclinaba y besaba mis pezones de color rosa claro. Empecé a gemir mientras le agarraba el cabello. Carlos comenzó a rodear mis pezones con la lengua. Yo cada vez más descontrolada. De repente, mordió suavemente mis pezones haciéndome temblar, me miró a los ojos y me dijo: "¿Te gustó eso?" Simplemente asentí con la cabeza. Esta acción mía hizo que Carlos se volviera realmente salvaje y comenzó a mordisquear y morder suavemente mis tetas calientes.
Mientras chupaba mis senos, con sus manos libres comenzó a desabotonar mis jeans, bajando suavemente la cremallera y tirando hacia abajo, deslizándolos hacia el suelo, yo lo separé con las piernas.
Me veía súper sexy con mi tanga negra. Carlos abofeteó suavemente mis nalgas mientras me obligaba a acostarme en la cama. Su pene otra vez estaba duro como una roca. Besó mi punto húmedo en la parte superior de mi tanga negra. Estaba empapada. Lentamente tiró hacia abajo mi ropa interior, exponiendo mis rosados labios vaginales, limpios y afeitados, mojados y goteando.
Comenzó a limpiar mis húmedos labios de mi vagina con la lengua. Rodeando mi concha con su lengua, lo que me volvió loca y comencé a gemir más fuerte. Abrí más las piernas cuando Carlos lanzó su lengua profundamente dentro de mí. Le supliqué, "Penetrame", pero él estaba ocupado cogiéndome con su lengua.
No pude controlarme más, lo agarré por los brazos, lo levanté y lo hice rodar quedando yo encima de él. Esta acción enloqueció a Carlos mientras me apretaba con fuerza. Coloqué la punta de su pene entre los labios de mi vagina, pero antes de que yo pudiera equilibrarme, él empujó su verga palpitante dentro de mí haciéndome gritar en voz alta.
Yo estaba tan húmeda que su miembro se deslizó dentro de mí con mucha facilidad. Lentamente comenzó a cogerme más profundo y más fuerte mientras golpeaba mis nalgas con más fuerza, dándome una sensación diferente. Yo estaba montando su pene, las bolas de Carlos golpeaban mi culo.
Al mismo tiempo, me tomó las tetas y comenzó a apretarlas con más fuerza y a pellizcar suavemente mis duros pezones. Para entonces, yo ya había tenido tres orgasmos, me encantaba la sensación.
Gradualmente, comenzó a aumentar su velocidad, al mismo tiempo yo controlaba completamente su pene. Toda la habitación estaba llena de mis gemidos, lo que volvía loco a Carlos. Quería disparar su carga, me lo insinuó. "¿Quieres acabar en mi culo?", le pregunté dándole un indicio de lo que yo quería.
Sacó su verga e hizo que yo me pusiera boca abajo en la cama. En un instante me abrió las piernas y sin muchos preámbulos entró en mi culo haciéndome gritar. Aumentó su velocidad porque ya estaba al borde de la eyaculación. Me agarró del pelo, y con un par de empujones descargó su semen dentro de mi culo. La sensación de su esperma caliente me hizo retorcer, mi espalda se arqueó, sentí un temblor interno. Acercó su boca a mi cuello mientras mantenía mi pelo agarrado, pero no me besó. Quedamos completamente exhaustos. Nos acostamos en la cama y después de un rato tomamos otro trago del que hacía unos minutos Carlos había traído.
De repente, me di cuenta de que Michael estaba durmiendo afuera. Ambos nos limpiamos rápidamente, nos vestimos, nos arreglamos lo mejor posible, y lentamente fuimos hacia donde todavía estaba Michael dormido bajo los efectos del alcohol.
"¿Cuál es el itinerario del viaje?" me preguntó.
"De aquí seguimos para Punta del Este. Después volvemos directamente al aeropuerto para continuar a Buenos Aires."
"Yo tengo un apartamento en Punta del Este. Pueden quedarse en él. Está frente al mar."
"Es que ya tenemos reservado el hotel. Forma parte del paquete del viaje. ¿Me entiendes?" le aclaré.
"Sí, te entiendo. Estarían más cómodos en mi apartamento. ¿Podríamos organizar para vernos en Punta del Este?"
"Claro, me encantaría, te llamo cuando lleguemos allá. Me gustaría volver a probar el pollo a la hindú que tú haces. Y Michael volverá a estar complacido con el whisky…