Ya estaba de novio, muy enamorado de la que ahora es mi mujer, cuando tuve una exitosa entrevista de trabajo, pero debía superar el examen médico pre laboral, que incluía una visita al proctólogo. Éste me revisó y me dio una orden para un enema baritado de doble contraste. Cuando me asignaron el turno, me previnieron que debía ayunar y tomar un laxante para limpiar los intestinos y el colon. Me presenté a la hora indicada, que era el último turno, habiendo seguido las indicaciones, pero algo molesto por la preparación previa.
Al conocer al radiólogo que me haría el estudio, se me fueron las molestias. Menos de 30 años, altura normal, algo más de 1,75, complexión atlética, ambo ceñido al cuerpo que destacaba sus músculos marcados y pantalón a tres cuartos de unas piernas torneadas que me llamaron la atención. Barba de dos días prolijamente recortada, ojos oscuros y penetrantes y una sonrisa amplia y simpática.
Notó que llegaba contrariado y me dijo que no preocupara, que sería un estudio sencillo, de no más de media hora en una camilla rebatible. Me indicó el vestidor para desnudarme y me dio un camisolín, abierto por detrás. Cuando entré a la sala de rayos, ajustó un poco el camisolín, rodeando y rozando mi cuerpo con sus brazos, que me erizaron la piel, sintiendo más cerca su rico perfume que parecía inundar la sala, y me preguntó si así estaba más cómodo para que no se me cayera la bata.
Asentí y me ayudó a colocarme sobre una camilla algo elevada e inclinada, con topes para los hombros y soportes para los pies. Me contó que me haría un tacto rectal para verificar la limpieza, el tamaño de la ampolla y la elasticidad del esfínter anal, para introducir la cánula con el líquido de contraste. Levantó un poco la camilla, dejándome casi de pie, se colocó finos guantes descartables y un delantal de plomo.
-Tranquilo, que voy a usar lubricación analgésica para que no te moleste y lo vas a ver en la pantalla.
Untó sus dedos con un gel y procedió a explorar mi ano. Estaba algo frío el gel analgésico y di un respingo.
-Tranquilo, ya se va a ir calentando a medida que entre.
Me metió un dedo despacio, muy despacio y masajeó mi perineo, causándome una erección instantánea. Entraba y sacaba el dedo cada vez más y muy cerca de mí me preguntaba si me molestaba.
-Para nada, le dije con voz sofocada, casi resoplando de placer.
-Voy a entrar más, fíjate en el monitor, me dijo.
Y vi cómo entraba su dedo hasta el fondo y lo giraba, mientras yo suspiraba.
-Voy a probar con otro dedo para verificar si dilata bien, ¿te parece?
-Sí, no hay problema, pude susurrar, sin pensar que pondría dos dedos en mi ano.
-Relajate, así no sentís molestia.
-No siento molestia, le dije, al contrario, se me escapó.
Pude ver en el monitor los dos dedos cómo entraban y salían, yo gemía y él decía:
-Vamos muy bien así, te estás adaptando bien.
-Siiii, atiné a exclamar.
Estuvo así varios minutos, mientras basculaba la camilla y yo notaba que la humedad de mi pija parada mojaba el camisolín y la sábana de la camilla.
-Ya estás listo, ahora te voy a poner la cánula con el contraste.
-¿Nada más?, le dije en tono de broma.
-Ya veremos, según cómo salga el estudio, que seguro irá bien, me dijo al oído, sin sacar aún sus dedos de mi culo ansioso y acariciándome el glúteo con su otra mano.
De a poco, con suavidad, me introdujo la cánula en el ano y empezó a inyectarme el líquido de contraste, mientras seguía acariciando mis glúteos delicadamente y me los separaba un poco para no causarme molestias.
-¿Está todo bien?, le pregunté.
-Mejor que bien, me dijo y fijate en el monitor como ingresa el contraste.
Tomó varias radiografías dentro de su cubículo, pidiendo que no respirara cada dos o tres minutos, lo que me costaba porque estaba realmente agitado por la excitación, pero respondí bien. Después de varios minutos de bascularme hacia un lado y otro, me dijo:
-Tenés el intestino muy largo.
-No sabía.
-Pero no hay nada sospechoso, parece. Estás muy bien.
-Gracias, le dije, y dejé escapar un: Vos también… quise decir que me hiciste bien el estudio.
-Ya terminamos la seriada, pero tenés que ir al baño a eliminar todo el líquido de contraste posible, pasás por el bidé para limpiar impurezas y te vuelvo a revisar.
Como pude, me desplacé al baño ocultando mi erección. Mientras hacía mi deposición, se acercó a la puerta del baño y me preguntó si me molestaba que se quitara la camisa del ambo, porque estaba acalorado tras seis horas de trabajo.
-Para nada, ponete lo más cómodo que quieras.
Me lavé bien el culo con el bidé enjabonando con la mano y volviendo a enjuagar, me sequé y volví a la sala. Cuando lo vi sin camisa, quedé sin aliento y se me volvió a parar la pija. Lo notó y me dijo que no me preocupara porque solía pasar por los masajes del perineo y la próstata.
-Es que tenés un cuerpo perfecto, le dije.
-Gracias, hago mucha gimnasia y trato de comer sano, me respondió.
-Y estás todo depilado, ya sin control, mirando su bulto ya morcillón.
-Sí, para no rasparme haciendo las rutinas me hice la depilación definitiva en todo el cuerpo, me dijo con naturalidad.
Me recostó en la camilla, con mi culo en pompa, no se colocó el delantal de plomo, se puso guantes limpios y untó dos dedos de cada mano con el gel. Te voy a separar los glúteos así procedo más libre.
-Dale, le dije, absolutamente entregado.
Vi el monitor apagado y me fue penetrando con dos dedos de una mano y luego con los dedos de la otra. Entraba dos dedos al fondo, los sacaba y metía dos de la otra mano.
-Vamos bien, me dijo.
-Vas muy bien, le respondí.
-¿Te podés relajar un poco?
-Claro que sí.
Fue la señal para que me pusiera los cuatro dedos, arrancándome un gemido prolongado de placer.
-¿Estás bien?
-Puedo estar mejor, le dije, ya fuera de mí.
Se quitó los guantes, me acarició y separó los glúteos, apoyándome su bulto duro entre ambos y se recostó enteramente sobre mi espalda, haciéndome estremecer de placer porque respiraba su aliento en mi cuello.
-Estoy listo y esperando, le dije.
Separó algo su pelvis, noté que se bajaba el ceñido pantalón del ambo, empezó a rozarme con su pene erecto los glúteos y me lo pasó entre ambos, apoyándose de tal modo que llegaba hasta mis propios huevos.
-Me tengo que poner un forro, me susurró, por el tema del líquido de contraste.
-Dale, por favor, le rogué.
Supongo que ya lo tenía a mano, se lo puso en segundos y me mostró su pija por un lado. Resoplé y le pedí que me la pusiera ya, tomándola con una mano.
-¿La querés todo?
-Entera y hasta el fondo.
-Pasame el gel, me dijo.
Y me echó un chorro en una mano. Me giré como pude y empecé a untarlo y sobarle la pija con ansia. Me tuvo a punto, apoyó una mano en mi espalda para inclinarme de nuevo sobre la camilla y me apoyó el glande en la puerta del ano, entrando lentamente, con una suavidad y delicadeza exasperantes, mientras yo gemía como perra en celo y empujaba hacia atrás, deseando más. Me tomó de las caderas y entró hasta el fondo, haciéndome arquear el cuerpo para empujar más mi culo hacia su pelvis que ya se apoyaba contra mis glúteos.
La tenía toda adentro y comencé a contraer y dilatar mi ano para invitarlo a cogerme. Empezó un vaivén enloquecedor aprisionando mis caderas para entrar cada vez más profundo y cada vez más fuerte. Los dos resoplamos y gemimos varios minutos de meta y saca, arqueé mi cuerpo y me giré para verlo, mientras él besaba y lamía mi espalda y cuello, hasta que llegamos a besarnos desenfrenadamente, entrelazando nuestras lenguas casi hasta el paladar, mientras lo tomaba de sus firmes glúteos para que no se saliera ni un centímetro de mi culo, y contraía y dilataba mi ano.
Volvió a reclinar mi cuerpo y reanudó sus embestidas cada vez más rápido, yo me meneaba y contraía el ano para contener sus salidas, y tras varios minutos se corrió largamente y se recostó sobre mi espalda. Traté de retener su pija, que no se ablandaba, lo más que pude, hasta que se empezó a retirar muy a mi pesar y me pidió que lo acompañara al baño. Allí descartó su preservativo lleno de semen y terminó de quitarse el pantalón del ambo, mientras yo me sentaba en el inodoro, pidiendo disculpas porque debía evacuar restos del líquido de contraste que aún tenía.
-No te preocupes, me dijo, mientras se lavaba la pija y los huevos bien a conciencia en el lavatorio con agua y jabón líquido. Vacié todo lo que tenía en mi interior en el inodoro y pasé al bidé para refrescarme y lavarme bien el culo. Él terminó su limpieza, se secó con varias toallas de papel y se acercó con su pija morcillona tirando a parada, me dio un morreo monumental con su boca cálida y su lengua ansiosa y quedó frente a mi cara su hermosa pija que coronaba un cuerpo de escultura.
Enseguida empecé a lamer su glande rosado, delicioso y tan suave, seguí por el tronco y me la metí casi hasta el fondo, chupando y resoplando, tomándolo de sus glúteos firmes y redondos e instándolo a cogerme por la boca. Debimos haber estado unos diez minutos así cuando se puso tieso, arqueó el cuerpo hacia atrás, resopló y bufó como el semental que era y se vino dentro de mi boca, que no dejó escapar ni una gota de su semen viscoso casi transparente, no tan espeso y blanco como el que había quedado en el preservativo.
Chupé y seguí chupando con frenesí, deseando que no se terminara nunca mi felación y tratando de que recuperase su erección, pero no lo conseguí, así que me volqué a tragarme sus huevos y lamer su glande que tanto deleite me causaba. Me detuvo acariciando mi cabeza, volvió a besarme y se arrodilló frente a mí, apoyándose en mis rodillas ante mi pija erecta y chorreante de líquido seminal que lamió delicadamente. Se apoderó de mi glande y lo lamió y chupó, estremeciendo todo mi cuerpo y empezó a chuparme el tronco y el glande con paciencia y delicadamente.
En menos de cinco minutos le dije que me venía, que por favor siguiera, por favor, repetía sin cesar, hasta que eyaculé varios chorros de semen en su boca, que tragó con sumo gusto, relamiéndose las gotas que le salían por las comisuras. Nos besamos larga y apasionadamente, no lo quería soltar por nada del mundo, hasta que me dijo que debíamos vestirnos y salir porque iban a sospechar en el servicio.
Vistió un conjunto entallado y ceñido de gimnasia de color lila que volvería loca a alguien que yo sabía, compartimos las últimas pastillas de menta que me quedaban y nos dimos un nuevo morreo antes de abrir la puerta de salida. Me avisó que se contactaría para notificarme los resultados del estudio, además de entregárselo al futuro empleador.
-Pero no te preocupes, que está todo bien. Puede ser que me quede un turno libre y te llame en la semana para una nueva sesión, sin contraste ni rayos, si te parece bien.
-Me parece fantástico, pero cómo es tu nombre, le pregunté.
-Me llamo Federico.
-Mucho gusto, Fede, le dije y salimos del centro médico.
Cuando encontré a mi novia, estaba exultante.
-¿Cómo te fue?
-Muy bien, salió todo perfecto, y la besé apasionadamente en la boca.
-¡Qué rico gusto a menta!, me dijo.
-Me las dio el radiólogo.
-Qué amable.
-Sí, gentilísimo y una hermosa persona, le respondí.
Y le susurré al oído que me la quería coger allí mismo, en la calle, me contestó con un morreo escandaloso y me tocó el trasero. Ya estaba excitado de nuevo y tuvimos una cogida descomunal en el departamento.
-¡Cómo te dejó el estudio!, exclamó agotada.
-Muy caliente, el radiólogo es un potro que no te podés imaginar.
-Me diste ganas de conocerlo, me dijo.
-En la semana tengo que ir a buscar los resultados, así que me vas a acompañar, le susurré al oído.
-No puedo esperar a que llegue ese día, me dijo la muy pícara.
-Y yo tampoco.