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Diciembre 2004 (1): Verónica
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Montevideo, diciembre del 2004.  Llovía a mares en la ciudad, yo era supervisor de una cadena de supermercados. Tenía a cargo 30 personas en el turno de la noche. Me avisaron que había comenzado a trabajar una chica joven y casi sin experiencia, así que dentro de mi recorrido pensé en pasar por ese lugar primero.

Llegué y desde dentro de mi auto solo veía por el borroso vidrio con agua una chica en la caja de anchas caderas. Solo se divisaba su silueta y esas anchas caderas. Quedé observando un rato ya no la lluvia era copiosa y no se detenía. Venía ella observaba por la puerta hacia fuera cuando no había clientes y yo solo me detuve la mirada en sus caderas y en ese hueco de luz que se veía entre sus piernas.

Bajé del auto corrí hasta el alero del local, mi auto estaba identificado así que ella sabía quien era por lo que al verme bajar abrió la puerta.

Fui levantado la vista del suelo hacia arriba y me detuve una vez más en sus grandes labios que marcaban unas licras muy ajustadas. Sus caderas eran anchas y su cintura que ya imaginaba mis dos manos podrían rodear sin dificultad. No tenía un gran busto, piel canela maquillada. Una sonrisa pícara me recibió seguida de un beso el cual dejó estirada mi mano que sorprendió mi cordial saludo.

Era la chica la cual fantaseaba en ocasiones y la tenía ahí. No podía dejar de ver sus caderas, eran realmente anchas, además trataba de ver si se traslucía algo de sus licras y no alcancé a ver nada. Claramente se dio cuenta y cuál mirada pícara no oculto nada. Se comenzó agachar en mi dirección se sentaba de frente te a mi en el borde de la banqueta dejando al descubierto sus grandes labios entre sus piernas. No pude sacar la vista y caí en sus encantos.

Pasado el tiempo traté de no pasar a supervisarla, era muy evidente y solo atendía sus consultas de llamada. Hasta que un día se cortó la luz en el local y me dijo tenía miedo de quedar sola ahí, era un barrio complicado y sentía ruidos. Tomé aire y me dirigí hacia el lugar. Pasé y nos fuimos a un costado alejado de la puerta donde daba la luz de una lámpara de emergencia bajo una escalera. Me sentí en el descanso de la misma y ella unos escalones más abajo.

Me dijo por fin viniste, sonreí un poco sin emitir palabra. Solo se escuchaba el sonido del viento y no era cómodo. Se notaba a ella no le gustaba el silencio. Note que te gustó mi pantalón la vez pasada, o quizá me veías porque no puedo venir así vestida me pregunto. Trague saliva y le dije. Te quedaban muy bien y puedes venir así o cómoda como quieras. Se paró de golpe y me dijo te gusta como vine hoy? Llevaba una pollera larga que tapaba su rodilla, solo que al darse vuelta le había quedado parte de la pollera apretado en sus nalgas acortando el largo u descubriendo sus enormes glúteos. Pensé es una señal, el sonido exótico del viento, una joven de 19 años hermosa y la vista que regala. Reí y se dio cuenta, sacó el resto de la pollera y me dijo, no te asustaras al ver una nalga. Para nada respondí. Y se acercó gateando por las escaleras. Mi corazón latía a mil y no sentía erección en mi pene, eran los nervios, la incertidumbre, el lugar…

Me dijo sabes que no suelo usar ropa interior, ¿tu si? Me pregunto. Y con el corazón a mil y respetando la señal le dije, te gustaría descubrirlo?

Abrí mis piernas y metió su cabeza entre medio bajo mi cierre y se lo metió en la boca enseguida sentí el alivio de que se empezó parar dentro de su boca. La tomé por la cabeza y sentía sus arcadas pero sus manos no me alejaban, le tomé el pelo y fuertemente le metía más dentro de su boca. Hasta que le llene de semen el cual dejó desparramado por los escalones. La senté en el siguiente escalón y levanté su pollera era verdad no traía bragas una gran vagina de labios grandes estaba muy mojada, un clítoris enorme que no podía dejar de tocar. Saque de mi billetera un condonar mientras esta vez quería probar yo esa concha tan mojada. Lami desde su ombligo hasta ese enorme clítoris que parecía un micropene.

Ya con el codón puesto la di vuelta en la escalera boca abajo y levante su pollera, sostuve con mis manos sus dos manos arriba y con la otra presione sus pezones que excitados salieron a darme la bienvenida. Dejé que mi pene se dirigiera solo sin ver ni mercándole un curso y muy apretado se introdujo dentro de ella. Pensé que apretado para tan grande concha, pero seguí embistiendo de forma muy violenta.

Sus gemidos acompañaban los sentones hacia arriba que empujaban bien dentro suyo mi pene muy duro. Le acompañe en unos minutos con un fuerte soplido detrás de su nuca, deje todo el aire fuera. Sentí que llene el codón y lo saque. Me tomó la nuca y trajo mi cabeza encima de su hombro. Al apoyar mi mano en su espalda sentí como corría el agua por sus vértebras. Le dije eres una perrita muy puta. Y ella me contestó y tu muy rápido y sin vueltas.

Pensé unos mitos a que se refería, y sin entender le dije… a que te refieres? Me dijo, entras por atrás en la primera cita, pero ves que bien que te acompaño. Quede mudo y sonreí dejando salir las últimas bocanadas de aire. En eso que le ayudo a levantarse y recomponerse en pie se enciende la luz. No podía creer el tamaño de esa concha hermosa y mojada que no pude penetrar. Le susurré al odio nos vemos para atender los pendientes si quieres. Y con un guiño y una sonrisa cerramos el trato.

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