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En la piel de ella
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Alexandra me pide que, a través de una fantasía, le haga sentir que soy otra persona que quedó en su recuerdo, y que le proporcione el placer que necesita sentir de ella como la despedida que nunca tuvo.

La navidad no es una época que me guste demasiado y ese año, por pereza, no adorné en absoluto mi humilde apartamento, salvo por el detalle de un gorro de elfo ayudante de Santa Claus, que me regalaron en un comercio durante unas compras y dejé tirado encima de unos libros. Fue ese día durante las fiestas navideñas cuando había quedado con mi amiga después de mucho tiempo para poner proyectos en común y trabajar en escribir algo juntos como hacíamos antaño.

Alexandra es una mujer de gran presencia y enorme creatividad que me atrajo desde el primer momento, pero que siempre consideré fuera de mi alcance. Aun así, cuando en una conversación casual durante una feria de libros vimos que teníamos ideas e inquietudes parecidas y que podíamos colaborar, no pude evitar ilusionarme con la idea compartir instantes con ella, aunque solo fuese un tema profesional.

Antes de cada reunión su imagen se paseaba por mi mente mostrándome su sonrisa pícara, su mirada que parecía ocultar miles de secretos y sus fascinadoras rarezas, pero aún era peor cuando hacía acto de presencia y superaba sin esfuerzo las expectativas de cualquiera de mis pensamientos. Sus cabellos oscuros acompañaban con su movimiento muecas, a veces elegantes y a veces divertidas, que hacía mientras hablaba, y sus finos, pero apetecibles labios me tentaban cada vez que se juntaban y se separaban. Así, con el tiempo, el interés fue creciendo sin poder evitarlo y aquellos momentos a solas se convirtieron en la más placentera de las torturas, porque era un placer tenerla tan cerca y una tortura tener que contenerse ante las ganas de tener algo con ella, ya que por desgracia para mí, la atracción no era mutua. Había una tercera persona en la ecuación que desequilibraba todo: Alex estaba en todos mis deseos, pero en los de Alex solo estaba Marina.

Aquella jornada en el cuerpo de mi compañera, como de costumbre, mandaba el negro que estaba presente en todas y cada una de las prendas que vestía, desde sus botas altas y sus medias, las cuales tenían hipnóticos adornos de encaje, hasta su chaqueta, tipo sudadera con capucha, que hacía juego con sus uñas engalanadas con tonos oscuros sobre los que aparecían motivos de lunas y estrellas. Pero por supuesto también había morado, otro de sus colores. En sus labios, en su sombra de ojos y en su pantalón corto.

Nos sentamos y empezamos a hablar, a reírnos, a ponernos al día sobre nuestras vidas, y así, la conversación no tardó en desviarse hacia lo personal. Y es que mi admirada compañera se mostró melancólica de aquella relación que tuvo con Marina y que me contó que no hacía mucho que se había terminado. Me confesó que sentía que quedó algo pendiente y eso le impedía seguir avanzando en su vida afectiva y sexual. Estaba claro que necesitaba hablar de aquello y al escucharla casi pude sentir en mi piel cuanto deseaba haberse acostado con aquella mujer. Pero todo se acabó y quedó pendiente, convirtiéndose en un capricho que no podía quitarse de la cabeza y que se aliaba con una indeseada esperanza de cumplirlo algún día aun sabiendo que seguramente no pasaría.

—A veces me gusta fantasear con ella, pero aunque sabes que tengo bastante imaginación me bloqueo y tengo que parar —Me confesó con las mejillas enrojecidas mientras evitaba mirarme a los ojos.

Por otro lado estaba yo, que en aquel triángulo incompleto siempre me sentí la peor parte. Hace mucho que he querido ver la cara de Alex teniendo un orgasmo para mi, retorciéndose de placer y quedándose completamente relajada, sonriente y satisfecha. Dentro de mí lo sentía como una súplica que me decía: “quiero verlo, quiero escucharlo, quiero sentirlo, quiero aprender todos los secretos de su cuerpo y darle los mejores momentos y no me importa a qué precio.” Y así era. Me hacía sentir un poco sumiso y desesperado, dispuesto a darle todo sin pedir nada a cambio, sin que me importara si pensaba en alguien más mientras estaba conmigo, porque en el fondo sabía que aquella era la única manera de que viera en mi alguien deseable.

Y fue así, que la historia de Marina apareció en el ambiente como una oportunidad de que los dos tuviéramos nuestro momento, aunque con los sentidos limitados y fuera de la realidad, pero bueno, la fantasía era un territorio en el que ambos nos movíamos como pez en el agua y seguramente podríamos disfrutarlo enormemente.

—Matthew… Necesito que me ayudes con esto —Dijo Alex de pronto.

—¿Cómo? —Contesté pensando que me pediría consejos amorosos aun sabiendo que no soy nada bueno con eso.

Pero no, no eran consejos amorosos, se refería a ayudarla con su bloqueo.

—Desarrolla una historia con ella para mí. Déjame sentirla.

La petición de la joven me desconcertó, pero no por no tener claro desde hacía tiempo que cumpliría algo así para ella sin dudarlo, si no por preguntarme por qué de pronto me proponía aquello y bajo qué condiciones.

—No sé si acabo de entender lo que me estas pidiendo —Fue mi respuesta.

Y se levantó de la silla para colocarse el pelo, mirarme directamente y explicarse lo mejor posible.

—Mira, tú y yo hemos escrito muchas cosas y también sé que has narrado para otras personas en alguna ocasión. —Bajó la cabeza un segundo antes de continuar— Pues hoy quiero que lo hagas para mí. Tráeme a Marina a esta habitación, porque aunque sé que no estará aquí físicamente, si la siento, si en mi imaginación puedo tenerla acariciando mi cuerpo y cumpliendo mis deseos, tal vez pueda seguir avanzando en mi vida.

Pero entonces mostré algo de duda en mi rostro, por lo que decidió atacarme donde sabía que podría doblegarme sin problemas.

—No me digas que no ganas también con esto, porque ya declaraste que te atraía, y las manos y la boca de Marina van a ser las tuyas en esta historia. —Se mordió el labio inferior un instante.— Sabes que lo vas a disfrutar incluso más que yo.

Joder, claro que iba a disfrutarlo, no había duda de ello. La cuestión es si eso la ayudaría realmente a ella.

—Solo quiero correrme pensando en ella y sola no puedo porque me bloqueo. Ya sé que no va a hacer que la olvide, pero es un capricho que necesito tener. —Dijo continuando en su intento por convencerme.

—No te diré que no he pensado en cosas así antes pero… ¿Eres consciente de que es un poco raro que tú me lo pidas? —Contesté.

—Te lo pido porque sé qué lo harás por mí y que pondrás toda tu imaginación en ello —Dijo Alex finalmente.

Y acepté, provocando en ella una sonrisa y cierto nerviosismo sobre que iba a pasar a continuación. Así que puse a trabajar mis ideas, tratando de recordar al menos a grosso modo como era Marina por las fotos que Alex me había enseñado de ella. Pero además, también conocía sobre el pequeño fetiche de mi amiga con los disfraces, y arranqué silenciosa y disimuladamente el cascabel del gorro de ayudante de Papá Noel para guardármelo apretándolo fuerte en mi mano derecha con la idea de poder usarlo después para hacer más interesante la aventura.

Mi joven amiga se sentó cómodamente en una silla de oficina que colocamos en el centro del salón de mi casa y cerró los ojos con total confianza para que pudiera vendárselos con un trozo de tela negra de tacto aterciopelado. Respiró profundamente y se centró en sus oídos para escuchar la narración que iba a hacerle, dejándose hacer en todo momento y esperando que pudiera llenar su mente de las descripciones que necesitaba, y su cuerpo de los placeres que quería sentir. Yo por otra parte, quería traerle las sensaciones más excitantes que pudiera mientras disfrutaba de su presencia, así que caminé alrededor de ella hasta pararme finalmente detrás y acercar mis labios a su oído.

Entonces me convertí en el máster de este curioso juego de rol.

—Respira hondo y relájate. Acuérdate de Marina. De su pelo rubio y corto y de esa figura tan esbelta. Céntrate en su recuerdo. En sus labios, en sus preciosos ojos verdes… y déjame que la invite a que nos haga compañía. No te dirá nada y no podrás tocarla, pero vas a poder sentirla. —Comencé a narrar.

Me separé un instante y abrí la puerta de la habitación procurando que Alex escuchara como el pomo giraba lentamente y las bisagras chirriaban al ejecutar su función. Entró un poco de frio pero pronto le di una razón para aceptarlo.

—Ella está pasando ahora a la habitación, cerrando la puerta tras de sí, parándose a mirarte de arriba abajo mientras se muerde el labio inferior con sus incisivos y sonriendo de forma pícara. Lleva puesta ropa interior de encaje negra y unas medias que llegan hasta los muslos. Lleva también unas orejas de gato y un collar en el cuello, pero lo tapa parcialmente con su mano derecha. En la izquierda, trae unas cintas con las que sujetar tus manos a la silla para recordarte que no podrás tocarla si quieres que cumpla con tus deseos. —Susurré.

Até entonces suavemente las muñecas de mi amiga a los reposabrazos que tenía la silla mientras seguía describiéndole en voz baja la situación.

—No sé si puedes sentir su presencia, pero está detrás de ti, mirándote y pensando en la mejor manera de complacerte, acercándose a tu oreja por tu lado izquierdo y quitándose la mano del cuello para que escuches que… su collar de gata tiene un cascabel —Y mientras lo mencionaba, agité el objeto que tenía en mi mano cerca de su oído izquierdo.

Aquello la hizo estremecerse y suspirar profundamente. Parecía que funcionaba y estaba entrando en la fantasía, así que até el pequeño y sonoro juguete en el cuello de mi sudadera y posé mis manos suavemente sobre los hombros de Alex para empezar a masajearlos.

—Marina no tiene prisa y le encanta acariciarte con calma para hacerte esperar un poco —Susurré de nuevo mientras deslizaba mis manos desde sus hombros y recorriendo sus brazos hasta sus manos.

—Le encanta respirar cerca de tu cuello y moverse entre tus cabellos. Mimarte y sorprenderte dejando sentir sus labios próximos a tu oreja izquierda y de repente que la escuches moverse junto a tu oreja derecha, con su cálido aliento soplando sobre ti.

Y cada descripción la acompañaba de movimientos y roces adornados con el sonido del cascabel y mi respiración sustituyendo a la de la amante ausente.

—La esperas e intuyes donde está, pero no sabes en qué momento su boca va a entrar en contacto con tu piel, y ella juega con eso, al escondite, a la sorpresa, al deseo que se incrementa con la espera de que algo ocurra.

Empecé a besar el lado derecho de su cuello. Situado detrás de ella, sentí como suspiraba y ladeaba la cabeza para ofrecerme más superficie sobre la que posar mis labios o deslizar mi lengua lentamente. Me fui también por su nuca desde la cual pude cambiar de lado, para que ni un solo milímetro de esa zona de su anatomía se quedara sin besar o sin ser mordido. Con cuidado… Con mucha calma.

Entonces me detuve.

Alex esperó unos segundos y empezó a buscar a Marina con la cabeza a pesar de que la venda que le cubría no le permitía ver nada.

—¿Dónde está ahora? —preguntó impaciente por más caricias.

Y mientras la joven aguantaba la espera, yo, sigiloso, me fui dando la vuelta para colocarme frente a ella y agacharme delante de la silla. Entonces le toqué la rodilla izquierda y se sobresaltó un poco.

—Separa un poco las piernas para ella —le dije.

Y lo hizo, permitiéndome acercarme más y reposar mi cabeza en su regazo.

Así, acostado, pero de rodillas en el suelo, acaricié sus muslos con pausa, palpando el tacto de sus adornadas medias. En ese momento me hubiese gustado que me acariciara el pelo, pero no podía debido a que sus muñecas aún estaban amarradas.

Levanté la cabeza y comencé a desbrochar la cremallera de su chaqueta con mucha lentitud, intentando que escuchara como iba bajando hasta abajo y cuando por fin pude abrirla, mis manos iniciaron una larga serie de caricias por la parte superior de su cuerpo. Primero por encima de su camiseta, rozando sus costados, su vientre, su pecho o su cuello y mejillas. Después, loco por sentir su piel, mis dedos la recorrieron por debajo de la tela, hasta que al final en un gesto brusco le subí la camiseta hasta arriba para descubrir su pecho, cubierto por un sujetador negro con sensuales adornos de encaje.

Suspiré para mis adentros.

—Marina se muerde el labio todo el tiempo, y te mira. Se contiene, se le nota que te arrancaría cada una de las prendas que vistes y empezaría a lamerte por todo el cuerpo. Pero está disfrutando del camino hacia dónde quiere llegar —seguí narrando

—¿Dónde quiere llegar? —Me interrogó Alex con la respiración entrecortada.

Pero no contesté. Simplemente aparté su sujetador y acerqué mi boca a sus pechos para empezar a comérmelos. Así, mientras trazaba círculos con la punta de mi lengua sobre la areola de uno de sus pezones me concentré en la forma de su busto. Sus tetas tenían el tamaño y la forma que siempre me había imaginado y me encantaban. Se sentía un tacto cálido, blandito y agradable cuando las apretaba ligeramente con mis manos y sus pezones reaccionaban al instante a cualquier caricia, endureciéndose y adquiriendo la forma perfecta para que pudiera meterlos en mi boca. Y mientras lo hacía, no cesaban las caricias en su cintura y aunque con cierta dificultad por su postura, también en su espalda. Hasta que mi recorrido comenzó a ser descendente y mis dedos se deslizaron por su vientre para pasearse después por encima de su pantalón, obviando la zona de su sexo pero avisando de que pronto podían pasearse por allí y volviendo a sus piernas.

Las yemas de mis dedos bajaron hasta sus botas y trabajaron para desabrocharlas. Luego se las quité y centré mis caricias y besos en trepar de nuevo desde sus pies, subiendo por sus rodillas y la cara interna de sus muslos, hasta alcanzar su entrepierna, a la que dediqué pequeños besos que intentaba que se escucharan mezclados con el sonido del cascabel.

Así, llegó por fin el momento de deshacerme de esos pantaloncitos cortos tan sexys, así que desabroché el botón y me dispuse a bajar la cremallera, apartando después el tejido lo suficiente para poder acariciar y besar el pubis de mi admirada compañera.

—Las intenciones de Marina ya se hacen visibles. No puede esconder lo que desea —Acabé diciendo mientras tiraba de su pantalón para sacárselo.

Alex levantó las caderas para ayudarme en la tarea de dejar la parte inferior de su cuerpo solo con la ropa interior y las medias. Una ropa interior de nuevo muy sensual, con bonitos adornos de encaje. Y es que se notaba que mi amiga había pensado bastante en esto y se había vestido para la ocasión, procurando que a su ex, en esta historia, no le entraran las dudas de que quería llegar hasta el final. Continué deshaciéndome también de sus medias. Las acompañé con mis manos con cuidado mientras acariciaba sus piernas hasta abajo, primero la izquierda y luego la derecha y finalmente me preparé para subir un poco la intensidad de la situación.

De nuevo, mis manos rozaban la piel de sus muslos y pequeños y cariñosos besos acercaban mi boca hasta su sexo. Escuchaba la respiración entrecortada de Alexandra y percibía como su cuerpo desprendía calor. Con dos dedos de mi mano derecha palpé por encima sus braguitas sobre la zona de su clítoris y apreté ligeramente dejando que me sintiera. Ella, instintivamente separó más sus extremidades inferiores para que tuviera más espacio y disfrutó de como mimaba su parte más sensible. La besé varias veces en el mismo lugar y después me levanté hacia su boca para perfilar sus labios con mi lengua y jugar un poco.

Me buscaba, quería besarme, y yo mordía su labio inferior, tiraba de él, le lanzaba lametones y jugaba al gato y al ratón dejándome sentir por todo su rostro y su cuello, dándole al final lo que buscaba en un beso profundo y húmedo que hizo que nuestras lenguas se enredaran mientras mi mano, traviesa, se colaba sin que nadie la esperara dentro de su ropa interior para permitirme notar la humedad de mi compañera. Un hilo de saliva unía nuestras bocas cuando nos separábamos, pero apenas lo dejábamos caer antes de volver a fundirnos de nuevo. Solo hasta el momento en que no pude más y las atenciones que dedicaba a su clítoris con mis dedos me provocaron una sed tremenda de su humedad.

Me relamí ruidosamente para que me escuchara.

Bajé despacio con mi boca, dejando un cálido rastro por su piel hasta que tuve delante la parte inferior de su preciosa lencería oscura y de nuevo con su ayuda, terminé por quitársela. Luego abrí un poco su sexo con mis pulgares y concentré mi saliva en la punta de mi lengua para lanzar un lametón largo, lento e intenso hacia su fuente de placer provocando que Alex se estremeciera y lanzara un pequeño gemido, gozando de sentir toda aquella mezcla de humedades que facilitaban el masaje oral que empezaba a darle.

El clítoris de mi amiga me resultaba tremendamente excitante y era una autentica delicia poder probarlo. Lo estimulaba de forma alterna con mis dedos o con mi lengua, haciendo círculos alrededor o mojándolo con su propia humedad para poder mimarlo directamente. Adoraba besarlo, retenerlo entre mis labios y lamerlo, con la desgracia de no poder ver en los ojos de Alex cuanto lo estaba disfrutando. Pero se notaba en cómo se retorcía y jadeaba, en como pedía más cuando me sentía llenarme la boca y succionarlo un poco o hacerlo vibrar con la punta de mi lengua.

Según se aceleraban las cosas chupaba y lamía con más intensidad, pero no quería acelerar mucho el ritmo aun y procuraba acompañar aquellos momentos con caricias por todo su cuerpo. Pronto necesité mi mano derecha para empezar a introducirle un par de dedos que añadieran nuevas sensaciones a como me la comía con todo el deseo del mundo. Así, uno a uno, fueron entrando, mojándose y deslizándose suavemente hasta hacerla sentir llena, moviéndose al mismo ritmo que yo la saboreaba, mientras con la mano que tenía libre la sujetaba para que no separara su coño de mí ni un instante.

No quería dejarla escapar.

Así, la respiración acelerada de la persona que más había deseado durante mucho tiempo inundó la habitación y me marcó el ritmo que debía seguir en mis esfuerzos para que acabara corriéndose para mí. Aunque por supuesto más de una vez aparecería el nombre que me recordaría quien era para Alex la verdadera responsable de aquella profunda satisfacción.

—Así Marina, sigue, no pares, cómetelo todo, por favor —Suplicó mi amiga completamente extasiada.

Pero paré, aunque solo para centrarme un poco y alargar las cosas antes de pasar al ataque final.

Susurré una descripción sobre como Marina se había detenido para observarla mientras se relamía y gozaba del placer de acariciarse contemplando su desnudez, contándole como introdujo sus dedos dentro de ella y luego se los chupó para que el gusto de su sexo impregnara sus labios. Acerqué después mi boca a la de mi amiga para besarla y que percibiera su propio sabor como el de la chica que deseaba. Así, esos besos pequeños y leves se fueron alargando, haciéndose profundos y húmedos, hasta descontrolados a veces, mezclándose con algún mordisco suave, especialmente en su labio inferior, el cual me encantaba sujetar y dejar que se me fuera resbalando entre los dientes. La lengua de mi amiga y la mía se rozaban, se enfrentaban y se enredaban, y como ella no podía ver lo que ocurría, a veces se quedaba esperando más con la boca entreabierta, salivando, algo que consideré el mejor momento para chupar su lengua, absorbiéndola lo justo, y dejando que notara el deslizar de mis labios sobre ella.

Decidí perderme por su cuello e iniciar un camino descendente cuando noté que la respiración entrecortada de Alexandra transmitía demasiadas ganas de que continuara por donde nos habíamos quedado y le dejara llegar hasta el final, así que mi querida amiga, que se había desconcertado un instante, volvió a estremecerse al sentir de nuevo mi lengua plana pasearse húmeda y calentita, en toda su extensión, sobre su clítoris. Disfrutó de que volviera a cogerlo con mis labios y besarlo, acariciarlo y después succionarlo, mientras le introducía mis dedos una y otra vez, jugando con ellos a explorarla por dentro en busca de roces o ángulos de penetración que la estimularan más. En mi boca sentía sus contracciones y no me separaba ni una micra de ella y del deleite de sentir sus espasmos. Mientras, su sexo apretaba mis dedos y a veces les costaba entrar, pero seguía su juego al compás de su cuerpo y empezaba a sentir lo que pronto me anunciaría.

–Joder, si, me corro —pronunció entre jadeos.

Palabras que no me hicieron parar de comérmela.

—Me corro, Marina —advirtió para que no hubiera sorpresas.

Y en mi mente yo pensaba: “Eso es, córrete en mi boca y disfrútalo, estoy aquí para eso”

—No puedo más. ¡Me corro, me corro, me corro! —Repitió entre gemidos de gozo tremendamente sensuales. Y mientras lo decía una y otra vez, se dejó ir en un intenso y profundo orgasmo que pude sentir a pesar de mis esfuerzos por no detenerme y seguir chupando su clítoris y follándomela con mis dedos mientras duró.

Me gustó tanto…

Fue un orgasmo largo, descontrolado, que la hizo temblar.

La venda de sus ojos de nuevo me impidió cumplir mis sueños al cien por cien, pero fue aquella sin duda, una escena que disfruté como nunca. Su boca entreabierta jadeando, suspirando y suplicando por esos últimos instantes que necesitaba para alcanzar su clímax, sus músculos tensándose y su cuerpo retorciéndose en la silla. Finalmente, cuando todo acabó se relajó con mis últimos besos y caricias en su pubis, aunque aún siguió temblando unos segundos más.

Finalmente me retiré y empecé a desatarla, dejando la venda de sus ojos para el final, comprobando al quitársela y, tras ese breve periodo de adaptación para volver a ver nítidamente de nuevo, que una lágrima cayó tímidamente por su rostro antes de preguntarme:

—Ya se ha ido ¿verdad?

—Si, me temo que tenía un poco de prisa —Le respondí.

Y me sonrió.

—Lo has hecho fatal, ¿sabes? —Me sorprendió diciendo de repente.

—¿Por qué? —contesté con cara de incredulidad.

—Sabía que eras tú todo el tiempo, porque solo tú tienes tantas ganas de verme disfrutar —Fue su respuesta.

Y no supe si reírme o pedir perdón.

—Pero me ha encantado todo. —Añadió.— Gracias, me siento mucho mejor.

Y Alex empezó a vestirse, recogió el cascabel mientras yo miraba por la ventana y después me preguntó si podía quedárselo como recuerdo. Le dije que por supuesto.

Luego hablamos de nosotros. Sabía que le ponía las cosas demasiado fáciles y que lo que ella quería era empezar con alguien nuevo que le supusiera un reto, pero ambos comprendíamos también que si yo no lo intentaba, ella simplemente lo dejaría estar, porque no sentía ganas de esforzarse por esa relación. Así que la cosa quedó en una bonita amistad.

—Espero que me mandes el borrador de tu novela cuando la termines. Los fans deberíamos leerla primero —Le dije mientras salía por la puerta de mi casa.

—Descuida. —Dijo con su mejor sonrisa.

Y se marchó.

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