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Ceci, peteando con unos amigos (final)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

A esas alturas de la noche el aspecto de Ceci, sentada en el centro del sofá, era digno de ver…  si bien estaba recuperándose de su borrachera y el efecto del MDMA empezaba a pasársele, impresionaba su imagen, digna de una película porno. Tras decirle Leandro que sólo acababan de empezar con ella estaba como absorta, permanecía quieta, callada, con los ojos clavados en el piso y tratando de recuperar la respiración.

El olor de Ceci era fuerte, una mezcla de sudor (no solo de ella) y semen que la convertían en toda una perra en celo, y que mantenía nuestras vergas duras, listas para seguir trabajándole sus agujeros. Completamente despeinada, su melena, negra y planchada, caía sobre su pegajosa espalda, su pelo era grasiento, y decenas de grumos de leche blanca y brillante recordaban la reciente actividad de esta puta. En su rostro, unos ojos pequeños y algo caídos trataban de esconderse debajo de sus pobladas cejas, con una mirada medio asustada y medio excitada. Su boca, entreabierta mostraba surcos de semen a los lados que se extendían hasta la barbilla, desde donde aún goteaba el líquido que Mati le había regalado hacia sus muslos; y la carne alrededor de sus labios estaba roja de tanto mamar.

Al ritmo de su respiración, sus pequeños y manoseados pechos, brillantes por la leche derramada, subían y bajaban… Sobre el cojín, sus piernas estaban entreabiertas, mostrando una concha roja, cogida y bien abierta, de la que salía un denso líquido que impregnaba la tela del sofá. Eran los instantes de descanso de esta joven madre treintañera usada, que sabedora de que se había convertido en nuestro juguete sexual, trataba de mentalizarse de lo que se le venía encima.

Alex no se hizo esperar, yo estaba volviendo de la heladera con una birra fría cuando sonó el portero. Mati se ofreció a bajar, le lancé las llaves y en un par de minutos se presentó con semejante bestia. Alex es mecánico, y es sus ratos libres boxea, cuando éramos pibes casi todo el mundo del secundario le tenía miedo, pero si lo conocías no resultaba mal chabón. El tipo es muy alto, bastante más que Leandro, debe andar rozando el 1.95, y a diferencia de éste, todo lo que en Leandro es panza en Alex es puro músculo, acostumbrado además a maratonianas sesiones de gym después de pasarse el día desmontando motores. Lo más llamativo de Alex son sus brazos y sus manos, los bíceps son monstruosos y si no fuera por los tatoos que lo cubren – en realidad todo su cuerpo está cubierto de tatuajes – las gruesas venas que los cruzan le darían un aspecto casi repulsivo, por su parte las manos son robustas y planas, típicas manos que pueden aplastar lo que se ponga por delante. En cuanto a su rostro, su mirada es desconfiada, la cabeza rapada y en su mejilla derecha se extiende una cicatriz, recuerdo de cuando de pibe estuvo tonteando pasando droga – ya no lo hace –, cicatriz, que en parte cubre una poblada barba que le da cierto aspecto de cartonero. Cuando llegó, Ceci miró hacia él, e inmediatamente retiró la mirada clavándola en el piso. Alex también la vio, y su serio semblante se dibujó una media sonrisa.

“Vaya sorpresa, mucho mejor que en las fotos… ¿De dónde habéis sacado esta puta Leandro? ¿Y cuanto hay que poner?”. – dijo Alex mientras se comía con los ojos a Ceci.

“Esta no cobra, bro”. Respondió Leandro en tono seco.

“¿En serio? ¿Y se dejó hacer todo eso gratis?”. La excitación de Alex se podía palpar. “Uf, estoy deseando de que empecemos con ella”.

Leandro se acercó a Ceci, la agarró del pelo y la sacó del sofá. La calla de ella era de confusión y miedo, pero era incapaz de resistirse. Por su parte, Alex agarró la pesa de mi living, la alzó con facilidad y se la llevó a la cocina. “Perdón, luego te la dejo donde estaba, pero vamos a necesitar espacio”. Y Leandro empujó a Ceci hasta el hueco que había dejado la mesa, le pidió un cojín a Mati, éste se lo pasó, y le dijo Ceci en tono burlón: “hay que cuidar las rodillas putitas, vas a estar mucho tiempo así”. Ella asintió y embadurnada de fluidos corporales como estaba se quedó de rodillas en el centro sobre el cojín.

“Poné música y agarrame una birra”, me dijo Alex en tono amable, el pibe empezaba a divertirse. Yo le obedecí, puse algo de reggaetón. Cuando volví a círculo que se estaba formando Mati ya se había bajado los pantalones de nuevo y Ceci se la estaba mamando a consciencia. “Qué buena puta es, ya verás como te va a gustar Alex”. Le dijo Leandro a su amigo al tiempo que ambos se sacaban los pantalones y dejaban sus pijas al aire. La de Alex me impresionó a mí tanto como a Cecilia, que al verla cerca de su cara detuvo la chupada a Mati y se quedó boquiabierta, no se sabría decir si por temor o por deseo… La pija era larga, pongamos de unos 20 cm, pero lo que llamaba la atención era su grosor, más del doble de una pija bien dotada estándar. Inconscientemente me pregunté si eso entraría en el culo de Ceci… no tardaría mucho en tener la respuesta.

A estas alturas de la noche, nuestra putita era ya un juguete, y Leandro parecía su dueño y señor, dándole indicaciones todo el rato y poniéndola en las posiciones más cómodas para nuestro juego. Con las vergas todos ya fuera rodeamos a Ceci, a mí me tocó estar detrás de ella, por lo que podía contemplar la deliciosa escena de forma privilegiada: Alex aún no quería empezar el juego y se hacía pajear por la mano izquierda de Ceci, ofreciéndole una verga aún a mitad de su esplendor, con la mano derecha pajeaba a Leandro, quién también la agarraba de la cabeza y la empujaba sin ningún miramiento contra los huevos de Mati, la verga de Mati entraba y salía de la boca de Cecilia a gran velocidad, al tiempo que la mina hacía ruidos “glop” “glop” cada vez que la pija forzaba el vacío de su cavidad bucal.

Antes de que Mati acabara, Leandro los separó y le dijo a éste que se corriera a un lado, intercambiándose los puestos. A Ceci parecía no importarle ya una verga u otra, cuando le sacaron la pija de Mati de la boca quedó quietita, esperando la siguiente que le iban a poner. Leandro, obvio, fue más allá que Mati, con ambas manos rodeó el cráneo de la mina que se hizo minúsculo y empezó a darle una cogida oral brutal, tan fuerte que a duras penas podía seguir ella masturbando a los otros dos. El ruido pasó entonces del “glop” anterior a una especie de arcadas, la verga de Leandro la estaba destrozando y la pobre a duras penas lograba respirar, la lágrimas saltaban de sus ojos y el rímel se le empezaba a correr por las mejillas mezclándose con los restos de semen que tenía allí. De la brutalidad de la embestida los pequeños ojos de Ceci se abrieron totalmente y se tornaron rojos, se veía que estaba tratando con todas sus fuerzas de no vomitar, pero Leandro jamás tuvo clemencia de ella y la forzó hasta que no pudo aguantar las arcadas y vomitó en el piso. Los pibes se rieron y yo fue a por un pañuelo. “Mira lo que hiciste perra”, le soltó Alex entre risas. “Bien, descansemos no más un rato mientras limpias este desastre”. La mina asintió, obediente y me preguntó con gestos donde estaban las cosas de la limpieza, yo le señalé el lugar e inmediatamente se puso a limpiar. Nosotros abrimos unas birras y nos fuimos al sofá. “Cuando termines con el piso lavate los dientes, te quiero con la boca limpita”, le dijo Leandro, “Limpiate sólo el vómito, ni se te ocurra quitarte la leche de encima”, añadió Alex. Y ella asintió.

Cecí se retiró unos instantes y regresó al living, había chupado tanto que su mandíbula parecía temblar.

“No te quedes acá de pie, ahora arrodillate, es mi turno”. Le espetó Alex clavándole los ojos con intensidad. Ella se arrodilló delante de él, y preguntó con voz temblorosa, “¿así?”.

“Ya sabés que hacer, puta”, le dijo Alex acercándose más. Y ella comenzó a chupar es inmensa verga con algo de miedo.

“Así no maldita perra… abrí bien la boca”, le gritó Alex dándole al mismo tiempo un golpe con la palma abierta en la mejilla izquierda. Ceci respondió al golpe con un quejido, las lágrimas aparecieron en sus ojos totalmente enrojecidos por el esfuerzo, y abrió la boca lo más que pudo; momento que Alex aprovechó para atraparla de la melena con su enorme mano y empujar con fuerza hacia él. Escuchamos un inmenso “glup” y al momento vivos a la mina completamente empalada, con sus pequeños ojitos caídos fuera de órbita y toda la verga dentro, frente a sus labios solo sobresalían dos enormes bolas peludas. “Así debes mamar, ¿entendés?”. Ceci, asintió como pudo y se preparó mentalmente para recibir la cogida de boca de su vida.

“Leandro, agarra bien a esta puta por los pies, no quiero que pierda el equilibrio”, y Leadro con todo su peso se agachó y apretó con fuerza a Ceci con sus rodillas, y al mismo tiempo agarró los bracitos de la chica fijándolos a su espalda, la mina estaba completamente inmovilizada y preparada para ser usada a placer. Las cogidas de boca que le había regalado Leandro iban a ser una broma, pero por el momento Alex no se movía.

“Escuchame bien”, le dijo con tono autoritario, “te la voy a clavar hasta la garganta, ok, y vas a estar así largo rato… no quiero sentir tus dientes en un solo momento, y sobre todo, cuando acabe, no quiero una sola gota de leche fuera de tu boca… Vas a tragártela todo y lo más importante, vas a limpiarme la pija al terminar, para cuando te la saque esté lo más prolija posibles, cada vez que hagas algo mal recibirás un golpe… ¿entendiste?”. Y la mina volvió a asentir como pudo. Era tremendamente excitante ver a esta mamá luchona y empoderada completamente sometida a la verga.

Ceci empezó a chupar con ganas, esforzándose al máximo por hacerlo bien recorría todo el cuerpo de la verga con su esponjosa lengua cada vez que se la metían o sacaban y succionando como si todo su cuerpecito fuera una máquina diseñada para tal trabajo.

Alex imponía un ritmo brutal con sus manos, y la cabecita de Ceci bajaba y subía a una velocidad de vértigo, en un momento dado, Alex empezó a sudar, entonces empujó con todas sus fuerzas a la mina contra él. “Ni una gota, ¿ok?”, y le acabó con un tremendo grito. Oímos los esfuerzos por succionar y tragar todo de Ceci, la mina tragó tanto y tenía tanta dificultad para respirar que algunas gotas de semen aparecieron por los orificios de su nariz. Por desgracia para ella la cantidad de leche vertida era demasiada y un pequeño hijo se deslizó desde la comisura de sus labios hacia la barbilla… “Maldita sea gritó Alex”, al tiempo que le daba una bofetada y le sacaba la verga, “esta perra no vale para nada, seguid ustedes, yo voy a descasar un rato”. Leandro la soltó y Ceci calló a un lado sobre le piso, escupiendo la leche que aún le quedaba y formando un pequeño charquito blanco debajo de su boca, respiraba con dificultad. Pero no estuvo mucho tiempo así, porque Mati la alzó y me hizo señas para que me acercara, era nuestro turno.

Como un autómata Ceci volvió a colocarse de rodillas y nos entregó su boca, empezó a mamarnos a ambos al mismo tiempo, cambiando de verga a su antojo, parecía disfrutar. La verdad, después de la tremenda pija que le habían dado las nuestras debían resultarles fáciles chupar. “Ah, parece que le gusta, ¿lo ves?”, me dijo Mati. “Quieres nuestra leche”, ella nos miró fuera de sí, asintió y empezó a chupar con más ganas. La tuvimos mamando un buen rato. Ella se metía las vergas en libertad, o se las sacaba y comenzaba a lamernos los huevos por turno, para después volver a tragar pija al tiempo que nos miraba con ojos de deseo. En un momento dado le retiramos las pijas, y ella abrió la boca lo más que pudo sacando la lengua, ambos supimos que hacer, y acabamos al mismo tiempo sobre su cara, con inmensos chorros que le tiñeron de blanco todo el rostro.

Casi no tuvimos tiempo para recrearnos, porque en estas regresó Alex, alzándola sobre sus hombres y llevándosela hacia la cocina, donde estaba la mesa del living. Sin mediar palabra la tumbó sobre el living e hizo gestos a Leandro. “Che, traeme los cinturones o algo para atarle los tobillos a las patas de la mesa”. Al oír esto, Ceci intentó resistirse, pero Alex hizo fuerza sobre su espalda abortando cualquier posibilidad de zafarse. Leandro regresó con un par de gomas que suelo tener para hacer ejercicio, y con gran habilidad ató a los tobillos de la mina a las patas de la mesa, luego le dio la última goma a Mati. “Ve debajo de la mesa y átale las manos”, y así hizo Mati, quedando Ceci completamente indefensa, con sus piernas muy abiertas, su cara cubierta de semen contra la tabla de la mesa y su cola parada frente a las dos bestias que iban a romperle el orto.

“Ábremela y rellénamela de leche, Leandro”, dijo un Alex eufórico. Leandro se escupió en su verga, de nuevo parada, y embadurnó también de saliva la cola de Ceci. “Está bastante estrecha”, comentó. Entonces miré a Mati, que con su celular, desde una posición privilegiada se disponía a grabarlo todo.

Leandro tomó su verga y comenzó a pasarla por el trasero de Ceci, ella gemía y temblaba, pero era consciente de que no tenía opción.

“No la hagás esperar más”, ordenó Alex. Y Leandro se volcó sobre la mesa, colocando la punta de su verga contra el agujero de Ceci, ella comenzó a gritar como nunca antes, intensos gritos de dolor que sólo sirvieron para animar más a Leandro que empezó a bombearla con energía, hasta que tras un tremendo chillido de la mina, al que siguió un largo suspiro… “Está toda dentro, che”. Y entonces Leandro empezó a moverse a buen ritmo, regalando a la mina una intensa y profunda penetración. Poco a poco los gritos de dolor se fueron tornando más débiles, y a medida en que era embestida y su orto se dilataba comenzaron a aflorar grititos de placer. “La zorra no puede negar que disfruta”, dijo Mati acercándose con el celular hasta la cara de la mina, para grabar con nitidez su rostro.

Durante largos minutos Leandro la bombeó, el resto estábamos en silencio, disfrutando de tan increíble escena. Al cabo de ese tiempo, se sacó la verga, volvió a escupirse y se la clavó de un solo empujón hasta el fondo. Ambos gritaron a la vez, y cuando la pija salió, nos ofreció la hermosa imagen de la cola de Ceci abierta completamente y escupiendo hacia fuera abundante semen, este resbalaba por las piernas de ella, y terminaba en el piso en un goteo incesante. Sin dejarla descansar, Alex ocupó el lugar de Leandro. “Ahora está como a mí me gusta, dijo”.

Mati se acercó aún más, haciendo un primer plano de ella, al tiempo que le preguntaba, “Che, ¿Cómo te encontrás? “ah.. ah… ¿a ti que te parece?” respondió ella con tremenda dificultad. “No sé, decime.” Continuaba interrogando Mati. “Tengo el culo y la cara llenos de leche…” ¿Y te gusta?”. “Sí… sí, mierda sí”, dijo Ceci al tiempo que cerraba los ojos apartaba la cara.

Alex se preparaba para penetrarla bien, con sus inmensas manos la agarró de los hombros, y bastante despacio fue haciéndole hueco a su verga en la ya abierta cola de la mina. La mina gemía entrecortadamente, parecía disfrutar. Poco después, cuando toda la pija estuvo dentro Alex cambió la posición de sus manos, colocándolas ahora sobre la cintura de Ceci. Se detuvo, hubo un tremendo silencio en la habitación… Alex cambió su semblante, una sonrisa bastante oscura se le dibujó en el rostro y entonces, dando un inmenso grito la embistió. El grito de Ceci fue brutal, debió escucharse en todo el vecindario. Alex la estaba culeando tan fuerte que la mesa – y era de madera maciza – empezó a moverse, rallando ligeramente el piso de la cocina.

Ceci lloraba de dolor, la inmensa verga salía entera, dejando el círculo de su orto abierto y visibles las sonrojadas carnes interiores, para después, con enorme violencia volver a entrar. Fue tal la brutalidad que en un momento dado la mina terminó por desmallarse, lo cual excitó aún más a Alex, que duplicó la intensidad de sus embestidas. Jamás había visto a nadie cogerse un culo durante tanto tiempo… la tuvo de esa forma durante unos diez minutos completos, tiempo durante el cual Ceci solo daba pequeños quejidos, por un momento uno dudaba si realmente era una mujer o una muñeca inflable. Al cabo de un buen rato, Alex sacó su verga, empapada en una mezcla de semen y sangre y dio órdenes para desatarla.

“De rodillas”, pero la mina era casi incapaz de moverse. Con ayuda de Leandro, mientras Mati se recreaba en la grabación, moví con cuidado a Ceci hasta ponerla delante de Alex. Ella abrió sus ojos y los volvió a cerrar. Ya no parecía muy consciente de lo que le rodeaba.

Entonces Alex le recordó, “Sin escapar ni una gota, ¿recordás? Puta”. Ella dijo que sí con la cabeza y abrió la boca. Entonces Alex descargó todo lo que le quedaba en su garganta. Ahora sí Ceci logró aguantar todo, y nada se le escapó. “Limpiala”, y así hizo. Cuando terminó la verga de Alex estaba impoluta.

Miré el reloj, era ya bastante tarde y pensé que ya habían terminado, así que me fue a dormir. Me levanté a medio día, y encontré a Ceci desnuda sobre el piso de la cocina, con su espalda regada de esperma.

Sin duda, se la habían seguido cogiendo largo tiempo mientras yo dormía.

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