Marta es una chica fantástica, muy risueña, muy agradable, la sonrisa tatuada en su resultona cara, un amor, un lujo de amiga. Siempre pendiente de hacer favores, muy de besos y abrazos, de sobarte siempre que te ve. Es lo que se dice un amor y una suerte. La tengo de compañera de trabajo hace unos años y su comportamiento en momentos complicados, o días serios y arrugados consigue que el problema pase a segundo plano. Nuestra relación sólo se mantenía en el ámbito laboral, en las oficinas. Nunca habíamos ido a comer, o tomar un café por la calle, sólo entre las cuatro paredes de una luminosa oficina. Es muy dicharachera, como un torbellino de colores, se mueve rápidamente, es muy ágil y rápida con la palabra justa y la conversación apropiada. Es también, en motivos laborales muy resolutiva. Un primor, una amiga con quien contar siempre.
Ella es bajita, de compresión fuerte, es dura como el mármol de Carrara por su afición desmesurada al gimnasio. Posee glúteos poderosos y altos, imaginen una tía maciza. El pecho. sin exageraciones, es prominente, en proporción agradable, los muslos se adivinan potentes, fuertes, sin un gramo de grasa. Puro músculo fibroso. La cara, naturalmente es guapilla, de facciones muy agradables, ese tipo de rostros que caen bien a todos, suficiente conversar una frase o dos palabras. Se queda con todo la peña.
En tiempos pasados, en la mañana, nos saludábamos agarrándonos el culo, ahora ya no. Llegamos mutuamente al acuerdo de no darnos nalgadas en presencia de otros compañeros. En estos momentos esas bromas pueden tener consecuencias nefastas. Sí, lo hacemos en el ascensor yendo solos, en algún departamento sin gente, eso sí, mantenemos como vital los dos besos sonoros en las mejillas en cuando nos vemos a la mañana. Resumiendo nos llevamos de maravilla, eso suele ocasionar alguna envidia. Mejor dicho, muchas.
En la pasada Semana Santa decidí quedarme en el hogar, viendo alguna película, o leyendo alguno de los libros que se van acumulando poco a poco. Antes de comenzar el recogimiento y la oración decidí que debía ir a una tienda de comida precocinada, llenar el frigorífico para tantas fechas. No me apetecía preparar nada, tenía el día y el pensamiento muy holgazán. Pues a lo dicho, salí de casa pensando en la compra, los platos que podía adquirir, naturalmente pescado, bacalao en estos días de vigilia. El pecado de la gula es controlable, el de la lujuria, mi plan era mas bien calcar usos y maneras de un monje de la regla de San Benito, ora et labora.
Iba por la calle sin rumbo ni dirección. Tampoco tenía decidido a qué tienda ir, posiblemente a El Corte Inglés, cubre holgadamente mis exigencias. El vino, no se olvide, pensé con determinación. Igual me daba la tienda, al lado de mi casa hay una vinoteca surtida, con mis grandes bodegas favoritas que me reconfortan el espíritu y relaja mi cabeza.
Sin dirección caminaba por la acera, llamándome la atención un cartel en cierto escaparate muy chulo, muy colorista dentro de un entorno básicamente gris. Era una galería de arte anunciando una exposición, un artista desconocido para mi, el pasquín de la puerta fue un perfecto reclamo. Entre decididamente curioseando con deleite aquellos oleos costumbristas de paisajes castellanos extensos, ocres y largos hasta el infinito. Era bueno el artista.
En un momento me asaltaron por la retaguardia, tapándome los ojos con ambas manos. Me desconcertó el sitio y especialmente el momento, en un segundo el perfume delató al asaltante, es un aroma inconfundible.
-¡Eres Marta, mi musa, la Marta única!
-¿Cómo me has reconocido estúpido?
– Por el olor de tus flujos de real hembra vuelta.
-¡Dios!, qué tonto eres y adorable. ¿Sabes, es la primera vez que coincidimos fuera de la ofi?
-¿Cuál es el premio?, ¿Más tocamientos obscenos de nuestras partes pudendas?
-No hijo no, confórmate con unos besos, es suficiente por ahora. Ya veremos de aquí a un ratito, me vuelves loca.
A continuación y dándome un piquito húmedo en los labios comenzó a charlar sobre la exposición. Los dos coincidimos que la visita era casual. Ella estaba esperando a una amiga que trabajaba cerca, en una tienda de ropas. Agarrándola fuertemente del hombro fuimos paseando por la galería con comentarios de elogios hacia el autor. Llegamos al final invitándola cortésmente a tomar un algo, confirmó con el gesto haciéndome el ademán con la mano de parar.
– Un momento acelerado, he de realizar una llamada de teléfono a mi amiga, prométeme no vas a emborracharme para meterme mano.
– Tienes mi palabra que no, de no ser que lleves la ropa interior conjuntada, eso es invitación – fue mi respuesta.
– No la llevó, pardiez, no he salido con intención de abusar ni de amigo, ni de conocidos ¿Conoces algún sitio para quedar por aquí? -me preguntó.
– Pues no lo sé, salgamos fuera, seguro que hay una cafetería o bar de referencia- aclaré.
Me fijé en un rótulo anunciando el nombre comercial. Tiré para adelante, evitando escuchar la conversación. Ella se quedó en la puerta, fui al interior del local pidiendo las consumiciones, saliendo al exterior. Marta, ya estaba fumando, quizás su único vicio conocido.
Seguimos de cháchara de temas triviales, algunos del trabajo. Nada serio. En ese momento vi por la acera que estaba sin gente, acercarse una hembra despampanante con estampa de mujer fatal, echaba para atrás. Al llegar a nuestra altura parándose, con un gesto de manos que anunciaban algo, así como déjame un momento, atrapó con su boca de forma indecorosa y lasciva los morros de Marta que respondía con un entusiasmo para mi inimaginable hasta ese momento.
Al separarse del inacabable morreo, la tremenda morena se dirigió a mi con una mirada sensual, de una devoradora experimentada, avasalladoramente me plantó un glorioso besazo en la mejilla, apartándose, mirándome y con cierta voz áspera de tabaco y alcohol se presentó.
– Soy Ariadna, tú debes ser Arturo. El único referente masculino de mi querida Marta, estoy encantada de conocerte.
Marta con sonrisa, creó que forzada o simple compromiso, comentó que era su pareja desde hace un par de años, que vivían juntas un tiempo prolongado. Por dentro tenía la picha hecha un lío horrible por la inesperada situación, la sorpresa mayúscula me había desarmado en argumentos y palabras. Situación que se me escapaba, debía resolver inmediatamente para no quedar en modus imbécil a la enésima potencia. Menudo corte Caperucita, qué viene el Love Feroz.
Como un resorte me abalance sobre Marta dándole un grandísimo abrazo y a la vez le agarraba los dos culos con total vigor, sin contemplaciones, quería conocer el nivel de celos de la morenaza. Ella resolvió la situación de manera graciosa, dándome golpecitos en el antebrazo con insistencia.
– No te pases chaval que es mía – dijo la poderosa Ariadna guiñándome el ojo.
Seguimos hablando los tres, mientras Marta, mi querida amiga, me estuvo interrogando sobre mi plan para estos días, confesando que ninguno especial, que me daba todo pereza y hastió. No había mirado nada, tampoco informado del panorama. Ella conoce que en mis viajes me gusta documentarme de manera pormenorizada de los acontecimientos, fiestas, exposiciones y movidas varias. Pero no, llevaba una temporada de un vago subido, de sentarme e ir contemplando el pasar de las nubes y tal y tal. Quizás pudiera ser ir a Sevilla, una idea pasajera, soltando en la distendida charla.
– Pues mira -fue el apunte de Ariadna- tenemos habitación en Sevilla y la idea era ir cuatro amigas, las otras dos se han rajado a última hora, es una habitación coqueta en un hotelito céntrico con cuatro camas. Apúntate, buen hombre, tu amiguísima del alma estaría supercontenta. Animo.
– Venga Arturo, un paso al frente, será muy divertido estoy segura, un viaje entre cultural y placentero, no seas cagón – fue el final lapidario de Marta
– Vamos a ver chicas -intentando explicar- no me veo en una habitación con una pareja de hecho y derecho, sería algo así como el palanganero o mamporrero de vuestras intimidades, el que sujeta la vela. Otra opción sería que cuando empecéis con los tocamientos descontrolados y libidinosos, cogerme la manta e irme al pasillo o a tomar una cerveza a la Alameda de Hércules.
En este momento tercio con decisión y energía Ariadna.
– Oye, bonito, nosotras no somos ninfómanas, no estamos todo el santo día comiéndonos el santísimo coño, tenemos claro dónde, cuándo y de qué manera.
Seguimos en la conversación mientras en mi interior sopesaba pros y contra de la situación. La verdad, el morbo de la situación provocaba en mi picha, en ese instante morcillona, garantía de erección total y portentosa.
– Esta bien, pedazo de cansas, con vuestro real compromiso de no ponerme en situaciones embarazosas. ¿Por cierto tomáis la píldora?- era la broma para romper hielo.
Quedamos en media hora en el portal de mi casa, a la que fui al trote cochinero para hacer el petate de manera rápida. Tres nikis, un par de camisas, seis pares de calcetines, y los Klein de las grandes ocasiones, fuera para esta situación los gayumbos baratos de los chinos. Un par de zapatos, eso es todos.
Al llegar a la calle ya estaban allí, subidas con un Mercedes clase A blanco, en la mismísima acera. Acelerando el paso llegué hasta ellas, sentándome en la parte trasera, con el bolso al lado. En cualquier parada técnica lo pasaría al portaequipajes. La poli no descansa, son rápidos de bolígrafo en posesión de un boletín para multas gordas.
El viaje fue cómodo, sin incidentes parando para repostar, la meadilla y el café reconfortante. Llegamos al hotel, subiendo a la habitación. Era amplia, bastante más que mi imaginación imaginaba. En una esquina de la estancia, el catre para mis sueños, las señoritas optaron por hacer una cama como armario horizontal para sus vestidos, decidiendo dormir las dos en la otra.
Rápida ducha, entré al baño vestido y salí vestido, para evitar momentos sofocadores. En cuando termine de asearme y cambiarme, avisé con el dicho me las piro, espero abajo, hay una taberna justo al lado con muy buenas perspectivas. Ellas continuaban medio en déshabillé, probándose y quitándose ropas. Estaba en una situación palote total, era mejor desaparecer.
Sevilla es ciudad que conozco bien, ellas no tanto, fuimos paseando a distintos templos culinarios de las tapas para recuperar fuerzas. Todo era una fiesta para nosotros, con los chistes, comentarios, situaciones. Una tarde perfecta. Para recuperar fuerzas nos apalancamos en una terraza de la calle Betis, en Triana, estuvimos un tiempito largo, muy largo, hasta la noche, Llegado el momento decidimos levantar el culo e irnos para el centro histórico. Ellas estaban empeñabas en pasear y cenar por el barrio de Santa Cruz, paraíso de los guiris y el turismo nacional. Pues para allí, no quiero llevar la contraria.
Eran las cuatro la mañana y seguíamos rumbeando de bar en bar, en momentos me solía perder para que ellas fueran dando rienda suelta a sus instintos de la carne. Pasado un rato llamaban al móvil para preguntar dónde estaba, así transcurrió la noche, hasta que llegó el momento que decidimos que era hora de ir a dormir. Andando hasta el hotel, estaba relativamente cerca. Iba por delante como un explorador marcando el camino. Ellas detrás riéndose, metiéndose mano, besándose, mientras este modesto relator, contemplaba el azahar y disfrutaba de la magnífica noche.
Llegamos a la habitación adelantándose Ariadna, abrió la puerta, encendió una lámpara diminuta. En el momento entendí la declaración y proclamación de intimidad. Acercándome a mi rincón entré al baño para darme una ducha. Salí con una camiseta para introducirme en el sobre, léase cama. De mi boca un escueto con el mensaje de hasta mañanas, guapísimas, quedándome como un tronco al instante.
No sé que hora sería, pero algún ruidillo hizo a mi subconsciente reaccionar, despertándome remolonamente y a la vez en alerta.
Me consto algún segundo centrarme donde estaba y qué estaba haciendo. Por el amplio ventanal cerrado, con persiana tipo alicante, no estaba cerrada en su totalidad, por las ranuras entraba un destellante haz de luz radiante, hasta el fondo de la habitación.
Franja de luz, franja de sombra, recuerden la mítica escena de “Nueve semanas y media” con la Basinger pletórica. Al fondo vislumbraba en forma desdibujada el bulto de dos personas cubiertas con sábana blanca. En la nebulosa de luces y sombra distinguía la desnudez de Ariadna, desde su espalda y a perfección velazqueña de su buen dibujado culo, como Marta jugaba con el conejo de su amante con sus delgados y largos dedos, a modo de pianista virtuoso. La situación era brutal, mi chorra no estallaba de puro milagro.
Seguían revolcándose, dándose placer, suspiros enmudecidos, contenidas ganas de reventar al viento las ganas de placer total. La sábana, la blanca sábana, subía, bajaba en algunos instantes desaparecía del escenario. Marta llevaba un tanga de algodón negro delicado y sugerente, pero sin sujetador.
No veía con nitidez, en un movimiento la cara de Ariadna quedó mirando hacia mi lugar, entiendo que vería mi carita de sustito, la excitación de mis pupilas abiertas, observadora como una rapaz nocturna,
Levantándose la poderosa morenaza, vino sinuosamente, cimbreándose hasta mi posición. Cerré con fuerza los ojos, con temor y timidez innata, como un chiquillo asustado cuando lo descubren. Agarrando con delicadeza mi mano, sin decir una palabra, tiró de mí. Una vez de pie seguí sus pasos hasta su cama del otro extremo, con voz ronca susurró:
– Mira que te traigo, Marta, es para ti está noche- poniendo mi mano en la de Marta. Estiró con firmeza en un mensaje de conformidad entusiasmada.
Marta se incorporó, sentándome al borde de la cama, justamente enfrente mío. Ariadna acechaba, desde la penumbra en silencio total. Contemplaba la escena con aprobación totalmente mojada. Marta agarró mi bóxer, tirando de ellos para abajo, la picha salió de golpe irrefrenable, desafiante, poderosa y con altivez absoluta, su acción inconsciente, fue llevársela a su boca. Mamaba torpemente, sus caricias eran titubeantes, palpando toda mi genitalidad curiosamente. Ariadna incorporándose de la cama, con caricias y chupeteos continuados glotones. Me coloque cerca de Marta acariciando sus pechos duros, de gratísimo tacto, lamiendo sus pezones. Ahora si distinguía el color, rosa palo, de un tamaño grande, receptivos, despiertos, ultra sensibles por los respingos de la propietaria.
Quité con delicadeza su negro tanga, me puse a su lado, lubriqué tanto como pude su entrada al paraíso con toda la saliva que pude producir. Con un poco de dificultad logré introducir el rabo en su lubricado y chorreante sexo. Delicadamente, sin acrobacias, fui marcando el ritmo, según como respondía con movimientos o sus profundos besos.
Ariadna empezó acariciarme la espalda y muslos, con sus dedos índice y anular jugueteaba con mi esfínter. Notaba sus dedos lubricados, rastreando con precaución, buscando resquicio y mi aprobación dilatando para poseerme, el final pudiera ser la cuarta dimensión del gusto. Bastó mi gesto para que dejar de importunar la retaguardia.
Fue algo precioso y emocionante como dos amigos de verdad, Marta y yo, nos acoplamos en todo. Ya saben corrida y abrazo sincero y fuerte a la vez recuperábamos nuestros biorritmos.
Ariadna se acostó a nuestro lado y muy bajito me dijo con cierto enternecimiento que era la primera vez que Marta estaba con un hombre teniendo una gran suerte. Juntamos los tres los labios, quedándonos plácidamente dormidos.
Ustedes lectores, dejó a su imaginación si los otros dos días en Sevilla fueron así, o fueron distintos. No tiene importancia.
Al martes cuando yendo al trabajo me encontré con Marta, nos dimos un beso, cogiéndonos del brazo entramos a una cafetería, situándonos en un rincón.
– Somos amigos con roce -habló ella mirándome con fuerza y fijamente a mis ojos – ha sido muy bonito, una experiencia increíble para mi, espero que lo sucedido no cambie para nada la relación que tenemos.
– No tendría por que, nuestra forma de querernos, nuestra amistad va mas allá que un polvo que son un puñadito de minutos. Ahora la relación no tendrá tensos momentos, o sueños raros. Somos más libres y leales.
– Desde luego -confirmó Marta – te veo de otra forma diferente, con mas tranquilidad de ánimo, más serena, de todas las formas esto no queda aquí.
– ¿No?, que planes tienes amiga del alma.
– Otro día, otro momento, con más tranquilidad, con más compromiso, repetiremos los dos, sin testigos, sin mas mirar que el tuyo y el mío. Tenemos una conexión mágica que debemos cultivar. Mi relación con Ariadna sigue siendo la misma, o más fuerte. Habrá momentos difíciles, que estemos agobiados, mal con nosotros, o los acontecimientos. Un polvazo de dos amigos aplacarán nuestras ansiedades y dudas. Seremos amigos con todo el respeto.
Dándome un beso en los labios con lengua, estuvimos un ratito en la misma posición. Al separar nuestras caras, los ojos tenían en los dos, grandes lágrimas. Una amistad sellada y limpia para mucho tiempo.
No hemos vuelto a estar íntimamente juntos, nos adoramos, cuando sale la conversación mantenemos el compromiso cachondo de intentar matarnos a polvos, como una fiesta infinita, como tomar una copa o emborracharnos en una noche sin fin. Puede que no lo necesitemos ninguno de los dos, antes pronto que tarde, seguro que volveremos a otra noche mágica y total.