Cuando llegamos al dormitorio franeleando y a los chuponazos, pajeándonos y metiéndonos los dedos en el culo, todos a uno y uno a todos, nos pusimos ante el espejo para vernos y turnarnos en los morreos. Me arrodillé para chuparles la pija alternativamente, mientras Nico y Mateo se besaban y acariciaban. Con una mano en el glúteo de cada uno los empujaba a cogerme oralmente o me metía sus porongas a la vez en la boca.
Entre jadeos y resoplidos, tiraron los toallones sobre las sábanas, se sentaron en la cama y de rodillas no dejé de chupar sus porongas duras, que ya emanaban líquido. Nico propuso hacer la rueda como en el río, para mamarnos entre los tres, lo que hicimos con fruición, metiéndonos dedos en el culo. Cambiamos de posición varias veces durante más de diez minutos, sin llegar a eyacular por las tantas corridas que tuvimos en el día. No podíamos parar de mamarnos, así que les propuse que el que acabase primero sería cogido por los otros dos en trencito.
-¿Cómo es eso?, preguntó Mateo.
-El que acabe primero, se acuesta boca abajo, el que se haya comido su pija en se momento se lo coge y el otro hace de furgón de cola, así es el trencito.
-¡Dale!, dijeron al unísono y nos dedicamos a chuparnos con fruición, cambiando de posición cada cinco minutos más o menos y para que durase más, nos arrodillamos para besarnos y pajearnos en cada cambio.
Luego de otro cuarto de hora y cuando se nos estaban acalambrando los maxilares, empecé a sentir el cosquilleo previo a la eyaculación mientras Nico me la mamaba, aceleré mis chupadas a la pija de Mateo y en dos minutos acabé estremecido en la boca de mi compañero de clase, con varios espasmos, pero poca leche, aunque luego de jadear y resoplar, le seguí chupando la pija a Mateo.
No podíamos parar, pero me recompuse y desarmé la rueda para acostarme como habíamos quedado, abriendo mis piernas y ofreciéndole mi ano ansioso a Nico. Él se arrodilló detrás de mí, abrió un poco más mis piernas para ponérmela muy despacio hasta meterla toda sin dificultad y con mucho placer para los dos. Sin sacarla de mi culo ávido, levantó una pierna suya a la vez, juntó las mías, abrió bien sus piernas, se reclinó sobre mí y empezó a bombearme lentamente, mientras yo miraba de reojo en el espejo cómo se meneaba su precioso trasero para cogerme.
Mateo se colocó de rodillas a los lados de mis piernas juntas y pero entre las piernas ahora abiertas de Nico y se la fue poniendo también, dejando que el meneo de éste hiciera que le entrara de a poco hasta el fondo. Tras varios minutos pudieron coordinar sus movimientos, con Nico dirigiendo el compás de meta y saca, ya completamente apoyado sobre mi pecho y morreándome con desesperación, apenas dejándome respirar. Le tomé la cara, lo miré a los ojos y le pedí que me diera más:
-Dame más, cógeme con todo, quiero más pija, cómo me gusta, totalmente emputecido.
Nos besamos otra vez y aceleró sus embestidas, recibiendo el pistoneo que Mateo le daba por detrás.
-Yo también quiero más pija, Matu, dame más, metémela toda, dijo Nico.
Mateo se aferraba de su cintura y le daba maza jadeando y resoplando. Los veía en el espejo cómo se daban y se me volvió a poner morcillona.
-Miren, putos, les dije, cómo me están dando, cómo me gusta, qué machos hermosos, sin dejar de contraer y dilatar mi ano para darme y dar placer.
Se miraron en el espejo, aceleraron sus embestidas hasta que Nico empezó a jadear más rápido, arqueó de a poco su cuerpo hacia atrás para que Mateo lo besara y acabó en mi interior con varios espasmos de leche. Sentí su cálido derrame y le dije:
-No te salgas por favor, quédate, le rogué, dame más.
Mientras, Mateo lo seguía cogiendo y no dejaba que se saliera de mi culo, aunque sentía como la pija de Nico se ponía más floja tendiendo a salir. Yo quería más, Mateo quería seguir cogiendo, pero Nico estaba exhausto y se salió del trencito, así que le dejó su lugar a mi vecino, que me ensartó de una y empezó a bombearme con desesperación. Se le había cortado la inspiración porque estuvo a punto de acabar y reinició una cogida estremecedora que duró más de cinco minutos, besándome y chuponeándome, mientras yo trataba de ver en el espejo el reflejo del movimiento de su culo contrayéndose e hinchándose en cada embestida.
-¡Qué bien que estás!, exclamé tomando hacia atrás sus glúteos para que se hundiese más en mi interior.
-Quiero toda tu leche, dame más, dale, dale, empujá más con el culo, mirá qué bueno está, le dije para que lo viese en el espejo.
Lo vio y pareció enloquecer de placer. Sin dejar de ver su reflejo en el espejo, aceleró sus acometidas, jadeó, resopló y acabó con un grito ahogado varios chorros en mi culo que emanaba leche de mis amigos, hasta desplomarse sobre mí.
-No te salgas, le susurré al oído, con su cara recostada en mi espalda, quédate adentro, dame más.
Giré mi cabeza para besarlo larga y apasionadamente. Ya Nico estaba de nuevo al palo a nuestro lado y nos acarició para sumarse a nuestros besos. Estábamos agotados y transpirados, pero seguíamos calientes. Sólo podíamos acariciarnos y besarnos.
-Los quiero seguir cogiendo, pero nos tenemos que lavar, les dije.
Nico dijo que estaba al palo, pero sin sensibilidad en la pija y si volvíamos a bañarnos nos íbamos a desmayar.
-No puedo creer que no tengas sensibilidad.
Le agarré la poronga para pajearlo suavemente.
-Si está buenísima otra vez.
-Sí, pero no me da cosquillas, es como si no sintiera nada. Me debo haber vaciado
Mateo, aún recostado sobre mí, se unió a la paja abrazando mi mano y acariciándole el glande, a lo que Nico dio un respingo.
-Está muy sensible, me dijo Mateo mirándome a los ojos.
-Sí, vamos a dejarlo tranquilo, pero vos no te salgas.
-Se me sale sola, me dijo y se retiró recostándose a mi otro lado.
Abrazados y besándonos cada tanto suavemente, nos quedamos dormidos.
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