Nos quedamos dormidos la última hora de viaje en el micro hasta que entró en la terminal de nuestra ciudad ya cerca de las 22. Debíamos caminar unas pocas cuadras hasta mi casa y ya Nico estaba empalmado otra vez.
-Hdp, le dije, estás al palo de nuevo.
Me sonrió y me dijo que podríamos empezar en la calle, si quería.
-No, esperá que compramos pizza y comemos en casa, antes.
Entré solo en la pizzería, mientras Nico y Mateo se refugiaron detrás de un árbol en la oscuridad para besarse y acariciarse con todo. Lo llamativo era que Mateo había pasado del pudor y la reticencia a mostrarse como uno de los más fogosos de los tres.
Salí con la pizza y no los veía, así que me acerqué hasta el árbol y los vi franeleando y besándose con pasión. Me puse detrás de Nico, que tenía a Mateo abrazado contra el tronco y le apoyé mi bulto contra sus nalgas, a lo que respondió empujando hacia atrás y meneándose. Haciendo equilibrio para no volcar las cajas con las dos pizzas, me aferré con una mano de su cintura y me metí entre sus bocas para hacer el trío de lenguas y chupones que tanto me gustaba. Resoplando y bufando de la calentura, mientras les manoseaba los bultos a los dos, les dije que debíamos ir a comer porque las pizzas se iban a enfriar.
Muy a desgano, nos separamos y caminamos las dos cuadras que nos faltaban para llegar a mi casa. Entramos, cerré la puerta de calle con llave y pasador, para evitar sorpresas y nos quedamos en el pasillo franeleando y besándonos entre los tres.
-¿No tienen hambre?
-Sí, de pizza y de coger, me respondió Nico.
-Vamos por lo primero y después nos duchamos.
Me asombraba la docilidad de Mateo para dejarse llevar. Él también estaba muy caliente y llegamos a la cocina tocándonos los bultos y el culo entre los tres. Comimos rápidamente y nos tomamos una lata de cerveza cada uno. Pusimos la cocina en orden como pudimos y fuimos al baño. Nos desnudamos entre los tres, sin dejar de besarnos y acariciarnos, hasta que nos metimos en la bañera.
Me puse entre ellos para tener sus pijas y culos a manos, mientras les pasaba jabón por todo el cuerpo y nos pusimos a mil. Nico tomó el duchador, lo activó y lo apoyó en la puerta de mi ano, mientras yo me inclinaba a chuparle la pija a Mateo, que no dejaba de suspirar y estremecerse. Mientras Mateo me acariciaba la cabeza para cogerme oralmente, Nico me daba con el duchador, para limpiar el interior de mi culo, abriéndolo y cerrándolo alternativamente hasta que de mi ano sólo salió agua limpia, provocándome escalofríos de placer mientras me comía la poronga de mi vecino.
Intercambiamos posiciones porque Mateo se puso tenso y estuvo a punto de correrse en mi boca.
-Esperá, esperá, quiero que dure más, me dijo con voz ahogada por el deseo.
Apreté bien fuerte la base de su poronga, le di un par de lamidas profundas en su glande, que es lo que más me gusta y fui alzándome, besándole los abdominales, los pectorales, los pezones, en los que me detuve un buen rato para lamerlos y chuparlos, hasta que llegué a su boca abierta y ansiosa, y nos dimos un beso de lengua bien profundo y prolongado, mientras lo tomaba de su culo redondo, firme y suave, como supuse sería la piel de una chica.
Nico no perdió tiempo y puso su pija entre mis nalgas, pajeándose con mis glúteos, lo que me llevaba a las nubes. De a poco Nico se puso entre nosotros e intercambiamos besos y chuponeos entre los tres, pasándome el duchador para que le limpiase su culo también. Se lo puse en la puerta del ano y lo trabajé como había hecho él con el mío, pero mi calentura me llevó a excederme y le causé algo de dolor.
-Pará, calentón puto, me dijo, me estás violando. Ponemelo de a poco, suave, que así me gusta.
Le abrí bien las nalgas, apenas le metí el duchador en su ano y él me decía cuando sacarlo. Lo sacaba y metía y él expulsaba chorros de agua con poquita suciedad hasta que salió agua limpia, mientras yo les sobaba la pija a los dos pasando mi mano entre ellos. Estábamos descontrolados, pese a haber tenido sexo todo el día. Metí mi lengua entre las de ellos, me besaron, los besé, nos besamos, larga y apasionadamente, mientras gemíamos y susurrábamos en los oídos.
-Dale, me gusta, tócame más, no me sueltes, qué hermoso culo tenés, cómo me gusta tu pija, te quiero comer la boca, los voy coger, quiero que me cojan los dos y cosas así.
Pusimos a Mateo entre nosotros para limpiar también su ano, alternando limpieza con el duchador y chupándole la pija hasta que no pudo más y al tiempo que yo le aplicaba por tercera vez el duchador, se puso tenso, arqueó su cuerpo sobre mi hombro, me miró a los ojos, los cerró, gimió estremecido y acabó en la boca de Nico de manera espasmódica.
Nico se tragó la leche ya aguada de mi vecino hasta dejarle la pija bien limpia de semen y fue besando sus huevos, abdominales, pezones hasta estamparle un chupón de lengua fenomenal, mientras Mateo no terminaba de estremecerse agarrándose de mis nalgas. Yo le apoyaba mi miembro duro entre sus glúteos, haciéndome una paja virtual con la raja de sus nalgas. Se volvió hacia mí, mirándome a los ojos, me tomó de la cara y me besó con suavidad, pero abriendo la boca a más no poder. Entrelazamos nuestras lenguas en profundidad, revolviendo cada rincón de nuestras bocas recíprocamente, mientras Nico se meneaba detrás de Mateo y nos acariciaba rodeando su cuerpo para sobarnos la pija a los dos.
Me faltaba el aliento por la calentura y el deseo de seguir cogiendo y mamando, al punto que se me aflojaban las piernas. De a poco, con franeleo, caricias y besos, nos fuimos tranquilizando, sin suavizar nuestro furor sexual. Mateo se sentó en el borde de la bañera para chuparnos la pija a ambos, con delicadeza, pero a fondo, glande, tronco y huevos, y con Nico nos besábamos y acariciábamos sin parar.
De alguna forma, llegamos a controlarnos antes del clímax, recuperamos el control, nos enjuagamos bien y nos secamos para ir a la cama de mis padres a reanudar la maratón. Tardamos un par minutos en hacer los pocos metros que nos separaban del dormitorio, por las caricias, besos y franeleos que nos seguíamos dando.