La siesta se prolongó más allá de lo pensado y nos despertamos cuando se ponía el sol.
¡Se nos va el colectivo de la tarde!, gritó Mateo.
Rápidamente juntamos todo, lo metimos en las mochilas y corrimos hasta la parada de micros del balneario. Una larga fila de gente estaba subiendo, hasta que el inspector cerró el ascenso justo cuando nos tocaba.
-Lo lamento chicos, pero no puede llevar más gente.
-Pero es el último, dijo Mateo.
-No, dentro de una hora pueden tomar el de larga distancia que viene de afuera. Van a ir más cómodos ahí y la terminal queda a diez cuadras, tienen tiempo de sobra.
-¡Es más caro!, protestó Mateo.
-Dale pibe, no es tanta la diferencia. ¿No son estudiantes?
-Sí, dijimos al unísono. Vayan que tienen descuento.
No hubo más remedio que ir a la terminal. Por suerte, no había gente esperando, sacamos los pasajes que no eran tan costosos y nos sentamos a esperar. Cuando llegó el micro, nos enteramos que pasaría por otra ciudad antes de ir a la nuestra, pero había asientos cama disponibles en el piso inferior. Serían tres horas de viaje, pero estaríamos bien cómodos. Con Nico nos sentamos en uno doble al fondo, mientras Mateo se sentó una fila más adelante en un asiento individual, desde el cual nos podía ver.
Apenas arrancó, cuando apagaron las luces, empezamos a franelear con Nico y enseguida estábamos bien al palo, como si nada hubiéramos hecho antes. Le acariciaba bien la pija parada a Nico encima de la fina tela de su bermuda hasta que noté que no traía nada debajo.
-¿No te pusiste nada, puto?
-No, porque el slip estaba mojado.
-¿Y vos?
-Yo tampoco, pero ahora vos estás mojado otra vez
-¿Querés ver?
-Dale, le dije.
-Pero si la saco, me la chupás.
-Te la voy a comer toda, dije resoplando de la calentura. Pero dejá que te la saco yo.
Le desabotoné la cintura y le bajé el cierre de la bermuda, con sumo cuidado para no lastimarlo, y con la otra mano empecé a manosear su poronga ya húmeda.
-¡Hdp, estás por acabar!
-No, me dijo.
-Pero estás húmedo.
-Te estoy esperando, me dijo sonriendo pícaramente.
Me lancé a lamer su líquido seminal, el glande, que envolví con mis labios con deleite por la suavidad de la piel que me ponía a mil, hasta que me apoderé de todo su tronco y empecé una mamada fenomenal. Él me metía la mano por atrás debajo de mi bermuda, buscando mi culo con la mano abierta y su dedo medio fue abriéndose paso en mi ano dilatado con tantos polvos. Aumenté mi chupada mientras él acompañaba mi entra y sale acariciándome la cabeza y la cara con mucha ternura, que llegó a un punto en que alcé la cabeza y le di un beso de lengua de varios minutos, sin dejar de sobar su pija dura y húmeda.
-Le voy a mandar un video a Mateo con tu celular, me susurró, mirando hacia abajo.
Había perdido de nuevo el control y le dije que sí. Volví a llevar mi boca a su pija, repitiendo todo el protocolo de mamada, pero esta vez mirando a la cámara y saboreando el glande con placer. Mandó el video y escuchamos cómo Mateo se sobresaltaba y respondía con un mensaje:
-“No me dejen afuera”.
Yo seguía chupando sin importarme nada. Nico le contestó que había también para él. Al toque se vino para atrás, parándose entre nosotros y los asientos de la fila de adelante que estaban desocupados, como todo el piso inferior. Enseguida Nico le bajó el pantalón deportivo a Mateo y empezó a devorarle la pija como sabía hacerlo tan bien, mientras yo seguía con lo mío.
Tras algunos minutos, levanté la cabeza y me puse a compartir la pija de mi vecino, dándome lengüetazos con Nico. Él se ocupaba de lamerle el tronco y los pequeños huevos depilados mientras yo chupaba el glande y me metía su pija hasta la garganta. Pasaba de una pija a la otra al ritmo de la velocidad del bus y acariciaba los firmes y suaves glúteos de Mateo, empujándolo a que nos cogiera bucalmente hasta el fondo.
Debimos estar como media hora así hasta que notamos que el micro disminuía la velocidad y salía de la ruta. Levantamos el pantalón de Mateo, nos dio un buen morreo triple y se fue a su asiento. No dejé que Nico guardara su pija, que seguí sobando hasta que el micro entró en un parador, cuando me llamé a sosiego, resoplando agitado.
-Te debo una, me susurró Nico.
Al reanudar el viaje y apagarse las luces, volvimos a lo nuestro, pero invirtiendo los roles. Nos besamos y chuponeamos, hasta que me empezó a chupar la poronga, mientras yo lo pajeaba y me dijo que mi verga estaba chorreando.
-Me falta un montón, le dije, le alcé la barbilla, le di un apasionado beso de lengua y le saqué una foto cuando reanudó la mamada para mandársela a Mateo que acudió presuroso. Nos besamos también con él y le empecé a chupar su pija erecta, mientras empujaba sus glúteos para que me cogiera por la boca.
Luego de varios minutos se puso tenso y me dijo que iba a acabar. Me la saqué de la boca para compartirla con Nico, pero éste se la devoró solo recibiendo para sí la enésima corrida de Mateo, que fue intensa, aunque con poco semen. Nico lo retuvo en la boca y lo hizo girar a Mateo abriendo sus glúteos y lamiendo su ano con su propia leche, hasta que le puso un dedo y yo otro. Lo preparamos bien, lubricando hasta el fondo su precioso culo, mientras yo no dejaba de sobar a Nico y de pajearme.
De a poco, Nico fue sentando a Mateo en su miembro hasta que se lo metió todo adentro. Mi vecino empezó a menearse sobre el regazo de mi compañero de clase, mirándome a los ojos. Me alcé apenas para besarlo y acariciarle los muslos fuertes pero suaves al tacto. Tras pocos minutos se corrió Nico en el interior de Mateo y luego de unos momentos lo levantó y me lo sentó sobre mi poronga a punto de explotar. El meneo de Mateo fue increíble y en un par de minutos me produjo un orgasmo prolongado. Nos quedaba poca leche en los huevos, así que nos secamos con unas servilletas de papel que quedaron del almuerzo y enviamos a Mateo a su asiento, tras un largo y húmedo morreo de a dos y de a tres.