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Desde la terraza
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Tiempo de lectura: 4 minutos

El fin de semana, hizo mucho calor y aunque en verano duermo totalmente desnuda, me desperté temprano sin poder volver a dormir. Me sentía muy acalorada así que me puse una bata corta de verano que solo uso para estar fresca en casa y sin abotonarla salí a la terraza a tomar un poco el aire.

Como soy de las que no sabe estar sin hacer nada, rápidamente me puse a quitar las hierbas que crecían alrededor de las plantas, arreglé las flores y limpié la terraza para luego poder tomar un poquito el sol.

Lo que no podía imaginar era que desde el edificio de enfrente alguien estaría también despierto a esas horas y que estaba disfrutando de un bonito espectáculo viendo mi corta bata desabotonada.

No sé el tiempo que llevaba observándome en la distancia, pero tampoco es que me importara mucho así que seguí con mi tarea simulando no haberlo visto.

En cierta forma, la situación de verme observada me provocó cierto cosquilleo en el cuerpo y empecé a pensar en todo lo que había hecho desde que había salido a la terraza y lo que podía haber visto este desconocido.

Recordé que estuve inclinada quitando las hierbas e imaginé que seguramente le ofrecí una inmejorable vista de mis nalgas desnudas ya que mi corta bata era una prenda insuficiente para ocultarlas.

También recordé el rato que estuve de rodillas en el suelo de la terraza arreglando las flores, con mi bata abierta de par en par…

Sea como sea, era demasiado tarde para ponerle remedio y dejé que esas ideas me siguieran acompañando mientras terminaba de limpiar.

El sol ya empezaba a calentar un poco y ya era hora de terminar, refrescarme un poco y recostarme en la reposera para broncearme un poquito.

Entré en casa para ducharme y ponerme el bikini y debo admitir…, que recordando a mi desconocido observador, jugué bajo la ducha imaginando que había despertado su excitación.

Ya más relajada me puse una bikini que solo uso cuando tomo el sol en la terraza y acompañada de un jugo, un buen libro y unos lentes de sol me recosté en la hamaca no sin antes comprobar que mi observador ya había desaparecido.

En cierta forma me sentí decepcionada al no poder seguir pensando que ese desconocido me observaba y mientras me ponía el bronceador, empecé a pensar que todo había sido imaginaciones mías y que probablemente nadie me había visto.

Con esos pensamientos me fui quedando dormida en la reposera perdiendo la noción del tiempo y dejando que fuera el sol el que me recordara que era el momento de que me diera la vuelta antes de que mi piel se quemara.

Fue entonces, cuando me di la vuelta para colocarme de espaldas, que me pareció verlo de nuevo. Sentí como mi corazón se alborotaba latiendo con fuerza.

Al estar de espaldas no tenía la certeza de que siguiera ahí, pero mi imaginación de nuevo jugaba con la idea de que me estaría observando mientras yo tomaba sol.

Desabroché el sujetador como siempre hago cuando tomo el sol de espaldas, aunque en esta ocasión me sentía algo nerviosa traicionada por mis pensamientos morbosos.

Decidí seguir con el

juego y me lo quite quedando tan solo con la tanga del bikini y pensando en lo nervioso que estaría esperando a que me diera la vuelta.

Parecía que podía sentir sus ojos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, y que la brisa que acariciaba mi cuerpo desnudo era el deseo que yo sentía en esos momentos. Con esos pensamientos me sentí muy acalorada y dispuesta a seguir con el juego me di la vuelta para ofrecerle una bonita vista de mis pechos desnudos.

Ahora no me quedaba duda, a través de mis lentes de sol podía verlo perfectamente sin necesidad de tener que disimular. Me sentía protegida tras ellos y lo miraba con atención.

Era un hombre joven, tendría alrededor de 20 años, un cuerpo atlético y su piel bronceada.

Llevaba solo una prenda, un short ajustado de color blanco que rápidamente despertó aún más mi imaginación.

Recordé que no me había puesto bronceador en mis pechos y decidí que era un buen momento para seguir con el juego. Desparramé una buena cantidad de crema blanca sobre mis pechos que esparcí con mis manos, entreteniéndome especialmente en mis pechos que masajeaba lentamente hasta sentir como mis pezones crecían y se endurecían ligeramente.

Mis pezones se habían erguido, sentía como los rayos del sol y una ligera brisa los acariciaban, y mi imaginación jugueteaba con el que no dejaba de observarme descaradamente.

Yo seguía simulando que tan solo estaba tomando sol ajena a lo que pudiera suceder a mi alrededor, como si estuviera aislada de cualquier elemento que pudiera enturbiar mi descanso. Pero… mis ojos seguían con mucha atención sus movimientos, noté que había llevado su mano a su entrepierna sobándola por encima del bañador.

Una sonrisa traviesa se escapó de mis labios, pero rápidamente me reprimí pensando que podría ser una señal de que no estaba tan dormida como podía parecer.

No había peligro, su mano seguía acariciando su entrepierna y daba la impresión de estar bastante excitado.

Complacida por su reacción, decidí seguir con el juego que me mantenía también caliente y excitada.

De nuevo tome el pote de bronceador para esparcir un poco en mis piernas y en mis muslos, la cremita blanca desaparecía bajo las caricias de mis manos que masajeaban mis muslos dejando su piel sedosa y brillante bajo los rayos del sol…

Mis caricias parecían entretenerse eternamente mientras seguían un recorrido que no parecía tener fin… Mis muslos entreabiertos parecían toda una invitación de intenciones que sin duda lo mantenían atento y excitado.

Su mano había quedado bajo su short y desde donde yo me encontraba podía ver claramente como agarraba su verga masturbándose ante mis ojos que seguían simulando no darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Decidí prolongar un poco más ese momento sintiendo como mi excitación también iba en aumento y sin poder evitar que en ese recorrido por mis muslos mis dedos rozaran ligeramente mi sexo.

Me sentía ardiendo, con unas ganas locas de sentir sus manos acariciar mi cuerpo y de sentir su verga entre mis manos.

No podía seguir así, me levanté de la reposera para ir a buscar algo de beber y calmarme un poco. Al entrar en casa no pude evitar colar mis dedos por la bikini que estaba empapada.

Intenté dejar de pensar en todo ello, agarré un vaso de agua fresca de la heladera y volví rápidamente a la terraza temerosa de que hubiera desaparecido…

Pero ahí seguía, algo más calmado, sus manos se apoyaban en la baranda de su terraza, pero el bulto de su short dejaba bien claro cual era su estado de excitación.

Yo seguí con mi juego de no descubrir que lo había visto todo, seguía simulando bien protegida por mis lentes de sol. Le di la espalda para inclinarme y dejar el vaso de agua en una mesilla y aprovechar para ofrecerle una preciosa vista de mis nalgas.

Estaba dispuesta a seguir disfrutando del espectáculo, era consciente de que había empezado un juego de provocación y aunque tan solo era un juego lo estaba disfrutando y deseaba saber hasta dónde nos llevaría…

Me recosté nuevamente en la reposera, la brisa acariciaba de nuevo mis pechos desnudos y el sol invitaba a vivir ese momento con plena naturalidad. Sentía la necesidad de que sus rayos me acariciaran totalmente desnuda. Me encanta sentir esa sensación de plena libertad y recordaba esos momentos que disfruté el verano pasado en la playa.

Con esas sensaciones, decidí deshacerme del bikini y quedar totalmente desnuda bajo los rayos del sol y los ojos incrédulos de mi invitado que fuera de si se había sacado su verga del short para continuar masturbándose hasta correrse en sus manos.

Excitada por lo que había visto, seguí observando lo que sucedía hasta que el desapareció. Disfruté durante un buen rato de esas deliciosas sensaciones hasta que no pude evitar retirarme a la ducha donde terminé complaciéndome…

Y con esa imagen tan sensual los dejo hasta un próximo relato…

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