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Con mi compañero de clase en mi casa (parte 2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

En mi casa vivía un tío viudo que justo se iba también de fin de semana y estaba cerrando la puerta cuando llegamos con Nico,  siempre con las mochilas por delante.

-No sabía que venías con un amigo, pero te dejé un par de sándwiches.

-Tenemos que preparar una materia. Igual, gracias, tío y buen viaje, nosotros cerramos, le dije y se fue.

Entramos, cerré la puerta con llave y los pasadores, por si acaso, mientras Nico me apoyaba por detrás y me agarraba bien el bulto con las dos manos. Yo me movía haciendo presión para apretar mi culo contra su pija bien parada hasta que me di vuelta y volvimos a besarnos muy calientes durante varios minutos. Sin dejar de besarme, me desabrochó el cinturón, me bajó los pantalones y el bóxer, y comenzó a hacerme una paja hermosa. Estaba a punto de acabar y se dio cuenta, así que se detuvo y mirándome a los ojos, me apretó con fuerza la base del pene para que no eyaculara ahí mismo.

-¿Viste cómo te paré la acabada?

-Sí, estuvo genial. Quiero que dure.

Fuimos acariciándonos y besándonos hasta la cocina.

-Tenemos que parar un poco para comer, así después nos duchamos.

-Estoy muy caliente, me dijo.

-Yo también, pero tengo hambre, además de comerte la pija, también tengo hambre.

-¡Dale!

Comimos rápido, fuimos al baño y nos desvestimos sin dejar de besarnos y tocarnos la pija mutuamente. Nos pusimos bajo la ducha y fue la gloria. Nos enjabonamos todo el cuerpo y nos lavamos bien los genitales y las nalgas, hasta que empezamos a besarnos a fondo mientras nos íbamos metiendo los dedos en el ano. Primero un dedo hasta que entraba bien enjabonado.

– ¿Probamos con dos?, me pidió.

-Sí, dale.

-Pero despacio, me dijo.

Y nos fuimos metiendo dos dedos, me molestó un poco, pero enseguida me gustó como me masajeaba el ano. Yo no podía dejar de besarlo y de pajearlo, mientras él dilataba mi culito virgen. También le puse mis dedos y me dio la impresión de que su ano se amoldaba más rápido, porque se contraía y relajaba alternativamente.

-Hacé como yo, ya te puse tres dedos adentro. Vas a ver cómo te gusta más.

Su manejo de los dedos me había puesto como un burro y ni me había dado cuenta de que eran tres.

-Probá vos también y se dio la vuelta.

Lo hice con mucho cuidado, mientras con la otra mano seguía sobándole la pija que no podía soltar. Dio vuelta la cabeza y nos besamos bien húmedo y profundo, mientras el agua seguía cayendo, por un rato largo. Después se apoyó en la pared y me ofreció sus nalgas firmes y enjabonadas. Me pidió que le masajeara el agujero con los dedos untados con crema enjuague para lubricarlo bien, mientras él también me ponía crema enjuague en la pija sin volverse.

-Así Flavi, así, respondió a mis masajes metiéndome dedos en la boca como demostración y separando las nalgas.

-Poneme los tres dedos ahora y abrió las piernas.

Yo estaba muy caliente y no podía parar de besarlo y pajearlo con la otra mano. Le masajeé el ano con tres dedos bien despacio, al compás de su meneo hasta que me pidió:

-Ponemela despacito.

Le separé más los glúteos para ver bien su ano y se la fui metiendo despacio, entrando apenas el glande, saliendo y entrando cada vez más, pero bien de a poco. Él gemía de placer y yo no daba más de la calentura, cuando noté que vencía cierta resistencia, el gimió como una perrita en celo y empujó su culo para atrás para meterse mi pija despacio hasta el fondo, y mi pelvis tocaba sus nalgas.

-Quedate quieto adentro, así bien adentro, por favor, me dijo.

Había llegado a su próstata y yo ni sabía.

-Está buenísima tu pija, ¿te gusta mi culo para cogerme?

-Me encanta tu culo, está buenísimo, me calza como un guante.

Lo atraje hacia mí con una mano, le hice girar la cabeza y nos besamos en una postura imposible, sin salirme de su interior. Fui bajando la mano hasta agarrarle bien la pija para pajearlo con intensidad.

-Pará, que voy a acabar. Quedate quieto y déjame hacer a mí.

Se empezó a mover de atrás para adelante en un vaivén que me enloquecía de placer y me hizo acompañarlo, cuando él se separaba yo también lo hacía hasta dejarle solo la cabeza de mi verga en su ano, y luego nos juntábamos a la vez. Llegamos a coordinarlo bien y tras unos cinco minutos de meta y ponga no pude contenerme y acabé a los gritos echando mi semen en su interior. Se me aflojaron las piernas de las sacudidas, gimiendo de placer y sin querer salirme. Él empujaba y se meneaba como una anguila, hasta que me aflojé y me retiré de su culo para sentarme en el borde de la bañera estremecido.

Nico se volvió con una sonrisa amplia dejando su pija húmeda y brillante a la altura de mi boca. Recuperé el aliento, lo tomé de las nalgas y me la fui metiendo en la boca de a poco, para saborearla mejor, como un helado, le lamía el glande y me la metía hasta el fondo. Hice así varias veces hasta que lo insté con las manos a que me cogiera por la boca, despacio, bien de a poco lo fue haciendo y cada tanto se apretaba la base del pene para evitar la eyaculación.

-¿No querés acabar?

-Sí, me dijo, pero en tu culito, y me dio un beso húmedo y prolongado.

Me puse de pie e imité su postura anterior, tomándome de la grifería y dejándole mi culo en pompa. Me lo lubricó con sus dedos embadurnados en crema enjuague y me fue penetrando de a poco.

-Decime si te molesta o te duele.

-Para nada, le respondí, me gusta, mucho.

-No sos virgen entonces, me dijo.

-Sí, soy virgen, nunca me la habían metido. Me estás desvirgando ahora y no me duele nada.

-¿Te gusta?

-¡Muuucho!, le dije cuando llegó a metérmela hasta el fondo y cuando sentí su pelvis contra mis glúteos se me paró la pija otra vez.

-Quedate adentro, por favor y empecé a usar su mismo sistema de contraer y relajar mi ano.

-¡Muy bueno! ¡Qué bien lo hacés, puto!, me dijo. ¿Seguro que nunca te la pusieron?

-¡Siii!, respondí con la voz sofocada y resoplando.

Me puso a mil y empecé a moverme para atrás y adelante. Entró y salió muchas veces, me enloquecía de placer hasta que volvió a quedarse quieto con toda su pija dentro de mí, y me gustó más. Hice presión hacia atrás y volvió a tocarme el punto G, así que me moví hacia los lados y a él le gustó también. Empezó a bombearme a fondo mientras yo acompasaba mis movimientos a su ritmo. Paró un minuto, me hizo girar la cabeza y nos besamos de nuevo, mientras yo lo tomaba de sus nalgas para que no se alejara y su pija quedase dentro de mí. Retomó el vaivén otros cinco minutos hasta que empezó a gemir, a resoplar y gritando acabó dentro de mí varios chorros de semen caliente.

-Quedate adentro, por favor, le pedí.

Notaba como me chorreaba leche por las piernas, porque habíamos cerrado el grifo de la ducha. Se recostó sobre mi espalda sin salirse, me seguí moviendo, dilatando y contrayendo, nos besamos varias veces, muy profundo, pero no tan frenéticamente, sino con más suavidad y sin dejar de acariciarnos mutuamente, hasta que se le bajó algo la erección y se fue retirando lentamente, muy a mi pesar.

Terminamos de ducharnos, nos limpiamos bien los genitales y el culo, mientras nos besábamos a fondo a cada momento y nos calentábamos de nuevo. Fuimos a acostarnos en la cama de mis viejos, desnudos y él puso los toallones húmedos sobre las sábanas.

Yo deliraba de placer con sus besos y le recordé que era una novia muy atrevida por la cogida que me había dado.

-Soy tu novia todo el fin de semana, no tengas dudas, puto.

-Soy tu puto y vos sos mi novia.

-¿Querés probarme?

-Sí, dale.

Se dio la vuelta acostándose con la cabeza a los pies de la cama y me la empezó a chupar de una manera increíble, mientras metía sus dedos en mi culito recién desvirgado. Gemía de placer, así que me acomodé para un 69 y comencé a chupársela y a meterle los dedos yo también. Estuvimos así un buen rato, cogiéndonos por la boca y cada tanto apretando las bases de nuestras pijas para no acabar enseguida.

De pronto, detuvo la faena y, con voz agitada, me propuso que el que acabase primero en la boca del otro sería pasivo esa noche.

-Hay que chuparla bien a fondo, le respondí.

-¡Tal cual! El que la chupa mejor, se coge al otro.

-¡Dale!

Y me dediqué a mamársela con fruición, lamiendo muy despacio su glande y comiéndole el tronco, por momentos. Mientras tanto, él me daba una chupada espectacular, bien hasta el fondo y acompasada. Nos empezamos a mover al mismo tiempo, yo siempre agarrando sus glúteos y chupando despacio, saboreando el manjar. Él aceleró su mamada con maestría más de diez minutos hasta que no me pude contener y acabé en su boca. No dejó de mamarla hasta que salió la última gota de semen y yo sofocaba mis berridos y gemidos de placer. Ganó la apuesta y se fue a enjuagar la boca, mientras se calmaban mis espasmos de placer.

Volvió con la crema enjuague y se acostó sobre mí dándome beso de lengua increíble y prolongado, hasta que empezó a lubricarme el ano con mucho esmero y paciencia. De a poco me puse boca abajo, me puso las almohadas debajo del abdomen, para dejar mi culo alzado. Me tomó de la cintura y abrió mis piernas, para ir poniéndomela de a poco, entrando y saliendo de una forma que me daba mucho gusto, gemía y él lo notaba.

-¿Te gusta puto?

-Ya sabés que me gusta mucho, mi amor.

Me la metió hasta el fondo, quedándose quieto. Sentí un inmenso placer, y empecé a moverme yo, hasta que pudimos acompasar el ritmo. Me indicó cómo abrir y cerrar mi ano mientras él entraba y salía, y yo miraba su meneo reflejado en el espejo.

-¡Qué rico que me estás dando! Fijate en el espejo, le dije.

Cuando se vio, se puso como una moto y me cogió un cuarto de hora o más, hasta que le dije que quería verlo de frente. Me acosté boca arriba, llevó mis piernas sobre sus hombros y me empaló de nuevo, mucho más fácil con mi ano bien dilatado y lubricado, se inclinó sobre mí y me dio un soberano morreo mientras yo le cruzaba mis piernas sobre su cadera para empujarlo más hacia dentro de mi culo. Me miró a los ojos, nos besamos con frenesí y me volvió a mirar.

-¿Seguro que no cogiste con nadie antes?

-Sí, seguro. ¿Por qué me preguntás tanto?

-Porque cogés muy bien, puto.

-Me sale natural y vos me estás enseñando muy bien, le dije mirándolo a los ojos y besándolo con pasión.

Tras un largo bombeo, se puso detrás de mí, de costado, en cucharita, levantándome una pierna sobre la suya y me siguió cogiendo, con besos y lamidas sin pausa y al final me penetró de nuevo boca abajo, él sobre mi espalda y yo con las piernas cerradas, forzando a mi culo a apretar bien su verga.

Al voltear mi cabeza hacia el espejo del tocador volví a ver como su precioso traste con las piernas abiertas subía y se contraía para embestirme.

-¡Qué hermoso culo tenés!, le dije.

Con voz entrecortada me respondió:

-El tuyo está muy bueno también y cómo se deja entrar.

Me besó en todas las posiciones, con profundos lengüetazos mutuos, y así, tras un largo rato de acometidas, se corrió dentro de mí otra vez. Nos quedamos quietos unos minutos, ya cansados, hasta que fuimos al baño a lavarnos mutuamente la pija y los huevos en el lavatorio, mientras seguíamos besándonos.

Ya se nos había parado a los dos de nuevo cuando se sentó en el bidé para enjuagarse bien el ano. Terminé de lavarme en el lavatorio, mientras él me acariciaba los glúteos y me excitaba de nuevo. Me volví y le puse mi pija a la altura de su boca, me miró con una sonrisa que me derretía y no vaciló en chupármela otra vez. Lo cogía por la boca, mientras él me apretaba las nalgas para metérsela toda adentro. Pero ya no daba más, así que lo alcé, lo besé y nos fuimos abrazados hasta la cama desnudos y al palo. Nos acostamos en cucharita sin dejar de besarnos de costado, él detrás de mí, con su pija entre mis nalgas.

Cada tanto intercambiábamos posiciones y nos pusimos calientes otra vez, resoplábamos, jadeábamos como burros, nos volvimos a chupar la pìja, de nuevo paradas, y me puse boca arriba para tenerlo acostado sobre mí, besarlo y atrapar sus nalgas firmes para atraerlo y que se meneara sobre mí, mucho rato de besos, chupones, caricias, franeleos, pajas, pija con pija, estábamos por estallar hasta que lo tomé de la cara, lo besé larga y profundamente, lo miré a los ojos y le pedí que me cogiera otra vez.

Se acomodó muy despacio retirándose hacia atrás, me tomó de la cintura y me la volvió a meter, siempre mirándonos a los ojos, respirando pesadamente, besándonos cada tanto hasta quedar sin aliento y tras largos minutos de meta y ponga, se puso tieso, arqueó su cuerpo hacia atrás, me embistió a fondo y acabó lo que le quedaba de leche en mi culo.

Yo me pajeaba porque no había terminado, así que tras recobrar la calma se dedicó a chuparme la pija un rato largo hasta que pude acabar unos chorros espasmódicos en su boca. Volvió a ponerse en cucharita detrás de mí, nos relamimos las bocas con mi propio semen que me sabía a gloria y nos quedamos dormidos.

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