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Cuanto deseo
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Amo verte así cuando estamos en cualquier lugar. Hoy en particular, en la universidad. Adoro la forma tan conservadora de lucir tus curvas, tu hermoso cuerpo, como deseo que sea mío otra vez. Vas de forma tan provocadora, solo yo soy capaz de notarlo. Ante la vista de los demás, te ves tan normal, una chica entre el montón tal vez, para mí, una mujer con una feminidad tan grande como mis ganas de tomarte entre mis brazos y comerte a besos.

Hoy te he notado de nuevo, deseando que me veas, lo erecto que me pones. Te deseo a cada paso. Imagino como seria estar de nuevo contigo. Como deseo enserio que nos apartemos de todos y nos pongamos creativos al besarnos. Ya no es besarnos sino comernos la boca. Tu lengua peleando con la mía, mi lengua provocando tu delicado cuello, mi lengua lamiendo tu oreja, mi lengua no se calma contigo. Solo imagino, como seria llevarte a un lugar apartado de todos, estar solos como hace mucho no lo estamos. Te sientas en una mesa para quedar a mi altura, acercarme tomándote del cuello con una ligera presión para aumentar tu adrenalina y tu deseo.

Pegar mi cuerpo con el tuyo, notar nuestro calor en un momento de inevitable ardor de pasión. Te sostengo del cuello y te acerco a mi cara mientras yo me acerco a la tuya. Ese aroma, tan embriagante. No podemos dejar de vernos a los ojos desviándonos de vez en cuando a nuestros labios porque ambos sabemos que es ahí donde empieza nuestra pasión. En silencio, solo una respiración agitada, tantas emociones, tanto calor, siento que el pantalón me aprieta y comienzo a frotarlo lentamente en el calor de tu paraíso. Tomo la iniciativa, lentamente me acerco a tus labios con mis labios palpitando, deseando desfogar tanta tensión.

Siento tu respiración tan cerca de mis labios, no puedo con tanto, solo estoy tentándote, pero a la vez me frustra no estarnos besando, desgarrando nuestra ropa, coger con tanta desesperación hasta acabar jadeando y sudorosos, creyendo que nuestros gritos no los escucho nadie aun sabiendo que era imposible ocultar nuestra pasión. Al fin, tocó con mis labios ardiendo los tuyos que son de fuego, abrimos la boca con los ojos cerrados, disfrutando cada centímetro de nuestras bocas pegadas. Esa humedad tan caliente, característica de un beso cargado de sentimientos.

Llevamos el ritmo en aumento, ya no solo participan nuestros labios, nuestras lenguas calientes peleando su lugar. Tomas mi cabeza por detrás con tu delicada mano y me presionas hacia ti.

Es inevitable, estamos desencadenando toda la lujuria guardada por tanto tiempo. Inconscientemente, nuestros cuerpos se mueven a un mismo ritmo, te tengo agarrada de la cintura, que delicioso beso, nuestras cabezas giran de un lado a otro sin separar nuestras bocas y la saliva va entrando en el juego para arrastrar cada vez más nuestros labios. Aquella saliva que más tarde jugará un papel aún más importante del que hace en estos momentos. Nos pegamos cada vez más, nuestras respiraciones dejan de estar cada vez más fuertes para convertirse en pequeños gemidos de placer. No puedo con tanto, adoro tus labios, pero tu cuerpo se sentirá celoso de que no lo beso también. Bajo a tu cuello y recorro cada parte con mi lengua. Subo hasta tu oreja y de forma juguetona la muerdo un poco.

Saco mi lengua y procedo a darte un estímulo generoso en esa área, para acabar diciéndote en un suspiro con voz ronca “cuanto te deseo”. Esto estremece tu cuerpo, me separo para admirar esa fase tuya de alto éxtasis. Tus gemidos no se hacen esperar, tienen bastante resonando en aquel salón de clases. No abres los ojos, no retiras tus manos de mi cuerpo, esto me permite seguir un poco más. Bajo con mi lengua recorriendo tu cuello hasta llegar al triángulo de las bermudas, cualquier hombre se sentiría perdido en una zona tan peligrosa como esa. Decido separarme, quiero admirarte una vez más antes de proceder.

Esa figura, despeinada, roja, caliente, tan hermosa, tan mía. Me alejo solo un poco más mientras subes tu mano derecha para de forma coqueta morderte un dedo. Te bajas del escritorio víctima de nuestra pasión incontrolable y la alta adrenalina de lo prohibido de nuestras acciones. “Te tengo una sorpresa” dices al fin con una mirada provocadora y lasciva, una sonrisa con tintes pícaros.

Procedes a quitarte la blusa mientras sin quitarte la mirada de encima atraigo una silla y así admirar un precioso espectáculo que venía. Con un lento pero sensual ritmo te despojas de toda tu ropa, es increíble como todo el día estuviste vestida así para mí, una fina y perversa lencería negra con mallas y ligueros, una tanga metida de forma perfecta para mi deleite y un brasier que parecía listón de regalo que ridículamente apenas ocultaba tus pezones, pero este supuesto misterio no hacía más que aumentar mi calentura. Por fuera, una vestimenta conservadora que aparenta ser niña buena y por debajo una deliciosa lencería digna de la más perversa mujer.

Así eres tu, dulce por fuera, perversa por dentro. Te acercas con un contoneo sensual, cada paso que das marca los latidos de mi corazón inquieto por descargar tanta pasión acumulada. Intento pararme de la silla para tocarte toda y procedes a empujarme con tu mano derecha que antes me parecía tan delicada y ahora tiene control sobre mí. Te sientas arriba de mí, de frente, poniendo tus manos sobre mis hombros y acercando tus labios a los míos de la manera más provocativa posible, aunque a este paso, cualquier cosa que hagas me tiene en un trance de pura provocación.

Me comes entera la boca, dominas todo con tu lengua tan juguetona y caliente. Te tomo de la cintura mientras poco a poco bajo a mi zona favorita de tu hermoso cuerpo. Tomo con mis manos aquella retaguardia que todo el día me tenia como loco. Hago círculos con mis manos acercando intencionalmente mis dedos tanto a esa zona húmeda y prohibida. Aumentas tus besos, aumento mis intenciones. Me salto la tanga, no puedo hacerte esperar tanto y procedo a tocar toda la extensión de tus labios vaginales.

Separas tu boca un momento para soltar un gemido de satisfacción, pero querida, este momento ya es mío, eres mía. Subo mi mano libre recorriendo tu espalda, pensaba en desatar tu brasier, aunque prefiero dejarlo un rato más. Subo por detrás de tu cuello y aprieto un poco para atraerte a mi boca de nuevo; no hemos acabado. Mi mano en tu deliciosa vagina ya esta mojada de lo mucho que la he masajeado, es un excelente momento para meter mis dedos en el paraíso. Mientras hago esto sueltas un gemido fuerte de placer, pues metí dos de mis dedos sin problema y los muevo con habilidad dentro de ti para que alcances el mayor placer del momento. Bajas tu cabeza cerca de mi pecho, yo no lo permito, te agarro del cabello y jalo fuerte hacia abajo.

Parece que te gusta mientras sientes mis dedos en tu interior y otro dedo travieso aparece para masajear tu clítoris en círculos pequeños. Aumentas tu respiración, tus gemidos, tus ojos cerrados, tu sudor en nuestros cuerpos se hace presente. Aprovechando la situación y sin soltarte del cabello, tengo tu cuello a mi disposición para mi deleite aparte de todo lo anterior. Paso mi lengua con cierta presión en medio para que sientas como si quisiera de cortar un poco tu respiración mientras gimes con amplitud y sopleteas por el calor. Tus manos no atinan más que tomarme de la cabeza de pegar tus pechos a mi cara. Tus caderas se mueven inquietas rozando un poco mi erecto miembro aun prisionero debajo del pantalón.

Suelto al fin tu cabello, ya sabes a donde voy, lo he estado esperando. Impacientemente suelto al fin tu brasier y sin mucha admiración, falta de cortesía de mi parte a rasgos de la excitación, hago a mi merced lo que mi boca quiera con tus pechos. Lamo en círculos, muerdo y aprisiono uno por uno tus pezones tan delicados. Es tan sencillo, están tan erectos para mí. Esos dedos dentro de ti tienen rato que, en vez de jugar adentro, entran y salen; acelero el movimiento, quiero que llegues, quieres que te haga venir. Entre gemidos, jadeos y un agresivo movimiento de parte de tus caderas que hasta hacen que la silla de mueva, me dices “dímelo, quiero venirme mientras me lo dices”.

Este es un llamado de que tu primer orgasmo esta en puerta, tocando con todas sus fuerzas para salir. Me doy mi tiempo acelerando mis movimientos, meto y saco mis dedos, adentro masajeo tu punto G mientras tu amado clítoris ya esta palpitante ante tu inevitable orgasmo. Saco de mi boca tu pezón húmedo víctima de mis lamidas y al fin te complazco cuando lo veo oportuno “quiero que te vengas para mí, perrita”. Tengo mis dedos adentro cuando empiezas a temblar incontrolablemente, callas tus gemidos para proceder a casi gritar mientras con tus manos aprietas la camisa que tengo puesta. Muevo lentamente mis dedos para sacarlos de tu vagina, toda mi mano está completamente mojada de tus fluidos. Tu orgasmo bajo de intensidad y quedas reposada con cuerpo completo cobre el mío mientras respiras agitada.

Algo agitado también, alcanzo a decirte sobre tu oído casi como un suspiro “tu turno”.

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