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Dos días (Fin): Posesión
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Profundamente.

Parece que su sueño es profundo.

Son las cinco y media de la tarde y está dormida en su habitación. La observo desde la puerta.

La mañana ha sido agotadora para los dos.

Después de encontrarnos y conocernos hemos tenido una sesión de una hora, la práctica de las posiciones ha sido la actividad. Cinco posiciones de suelo y dos de pie.

Ana ha memorizado los números y las ha realizado con naturalidad y correctamente. Las ha interiorizado.

Cansados pero satisfechos hemos sembrado las bases para sesiones posteriores.

La única actividad? No

También ha recibido un castigo. 5 varas en los muslos por su corrida no autorizada en el baño.

En voz alta ha ido contando, ninguna protesta. No he sido duro.

Un par de sándwich de pollo y algo de fruta para comer. Siesta hasta que nos preparemos para la cena con mis amigos.

Entro en la habitación y me acerco.

Duerme de lado, la respiración lenta y rítmica.

Desnuda, un pecho asoma, su silueta esta recortada por una sábana blanca. Parece una escultura.

La aparto delicadamente el pelo de la cara y aprovecho para acariciarla la mejilla.

Abre los ojos despacio.

Tiene un buen despertar.

Mi pene también se ha despertado, lógico después de haber estado erecto casi toda la mañana.

Una suya mirada a mi bragueta inicia un brillo en su pupila.

Es el momento.

– Arriba!

– Numero dos.

Salen las palabras de mi boca automáticamente. Exactamente como lo hemos practicado.

Se levanta y poniéndose de rodillas adopta la posición Nº 2.

Manos atrás, rodillas separadas 90 grados, sentada sobre los talones, la barbilla alta, pecho expuesto.

Abro la mesita detrás de ella. Saco unos grilletes, dos pinzas nuevas y una fusta de punta plana.

Primero los grilletes.

Son reales, se abren solo con llave. El sonido al cerrarse sobre las muñecas aumenta el bulto de mi pantalón.

Ahora las pinzas.

Son pinzas corrientes de madera, de las de poner en la ropa tendida. Presiono cada uno los pezones hasta que adquieren la longitud adecuada para poder colocarlas. Un lamento.

Sus ojos sonríen cuando me quito el pantalón.

– Veamos si sabes chupar pollas, putita.

Digo, sintiendo su aliento en mi pene al ponérselo en la cara.

Comienza lamiendo mi escroto. Lame despacio. Presionando la lengua sobre la piel.

Con la cara aparta los testículos para poder lamer la parte interior, la punta de la lengua se recrea en el perineo, abro las piernas inconscientemente.

La posición tiene que ser incomoda teniendo encuentra que tiene las manos en la espalda. Una posición que deja expuestas su culo.

La utilizo, la fusta, y queda marcados sus glúteos por dos veces

Regresa a los testículos hasta que un nuevo fustazo la indica que cambie.

Me ha dejado los huevos goteando saliva.

Comienza a recorrer el pene con los labios. Desde la base hasta el glande.

Cae mas saliva al llegar a la punta.

De nuevo en la base, para recoger lentamente con la lengua la lubricación que ha depositado.

La erección es completa desde que noto toda esa humedad.

Tres, cuatro.

Cinco recorridos completos y se incorpora un poco para introducirse el pene en la boca.

Su lengua hace de vaina para no rozar con los dientes.

Una cueva húmeda y caliente.

No tiene problemas en tragarla entera. Mi pene tiene una longitud normal, es su grosor lo que es algo mayor que la media.

A la vez que toca con la nariz la base presiona con la lengua el tronco.

Al principio el movimiento es muy lento.

Aumenta la velocidad con cada repetición, hasta adquirir un ritmo constante.

Ha metido la lengua, siendo los labios las guías por donde se desliza el miembro.

Nunca llega a sacarla del todo.

Babea, deslizándose parte del fluido por sus tetas.

De vez en cuando levanta los ojos para ver si la estoy observando.

Me gusta cuando me mira teniendo toda la polla en su garganta.

Cuando decae el ritmo la animo con la fusta en las nalgas. Lo hace a propósito.

Con una mano presiono una de las pinzas, noto el estremecimiento de su cuerpo en mi pene mediante su boca.

Una bofetada la indica que los dientes no deben tocar mi cuerpo, un descuido inaceptable.

Continúa mirándome, perdió la arrogancia.

15 minutos chupando y 8 fustas mas, al decaer el ritmo, me llevan al inicio del orgasmo.

La cojo la nuca con mi mano sin presionar, ella lleva ahora una buena cadencia. No quiero cambiarla.

Siento que mi final se presenta rápido.

– Plaf

Esta vez la fusta ha acertado entre los glúteos, la punta tiene que haber impactado en el ano.

Empujo con la mano hacia mí, manteniendo su cara pegada a mi cuerpo y finalizando así el vaivén.

– Ummmm

La corrida no es larga pero si abundante.

No da arcadas, seguro que parte del semen ha tenido que pasar directamente a su garganta.

Joder que bien la chupa, pienso.

Mantengo su cara pegada a mí hasta notar como afloja la erección.

– Puedes tragar.

– Déjala limpia, putita.

Algo tendré que hacer con respecto a esos destellos de orgullo en su mirada y tiene que ser ahora.

– De pie!

Se alza con dificultad, lleva de rodillas un tiempo y además continúa engrilletada con las manos atrás.

Infructuosamente intenta lamer una gota que cae por la comisura de sus labios.

Salgo de la habitación y regreso con una barra de madera de 150 cm de largo y dos cuerdas pequeñas.

Ato sus tobillos al palo colocándolo sobre sus pies, obligándola a tener las piernas algo más abiertas de lo normal.

Apretó las pinzas de sus pezones. inmediatamente surte efecto.

El movimiento de sus hombros me confirma el dolor. Los ojos y la boca abiertos.

Pego mi cara a la suya. Huele a sudor, a semen y a deseo.

– Necesitas aprender humildad, mi putita

La informo susurrándola al oído.

Mi mano extendida sobre su ombligo comienza a bajar, siguiendo la ruta que tiene marcada con el pelo de su pubis.

Llega a su sexo y colocando su clítoris en mi palma la introduzco un dedo.

No esta húmeda pero tampoco seca.

Apretó lentamente, como estrujando un limón y siento como su botón sale a la luz al marcarse en mi mano. Mantengo la presión.

Un gemido en mi cara. La respiración más rápida. Los ojos entrecerrados.

– Putita voy a poseerte, ese culo es mío hoy.

El flujo está aumentando. No muevo el dedo. Simplemente está dentro.

Agachándome empiezo a lamer su coño. Huele a…, su sabor es dulce, mi saliva humedece sus pequeños labios rojos.

Su clítoris, en todo su esplendor, es como un pequeño pene, duro, erecto, agradecido a cada lamida de mi lengua.

El gemido se ha convertido en jadeo. Perceptiblemente las rodillas han comenzado a temblar.

Aprovecho para sacar el dedo de su sexo.

Con la humedad que tiene introduzco una falange por el ano sin aflojar la presión de mi boca sobre su pequeña polla.

Su ano intenta evitar la intrusión… Es inútil, ya entro.

Pasados unos segundos se rinde y se relaja. Un ano bien educado.

– Mi Señor, por favor.

Dice lastimosamente.

– No. Aguanta putita

El dedo gordo empieza a trazar rápidos círculos utilizando el clítoris como punto de apoyo a la vez que la segunda falange entra sin oposición.

Esta vez no jadea. Coge aire profundamente y al expulsarlo dice en voz alta…

– Siii.

– Por favor, mi Señor

Mi respuesta es la misma.

– No, putita.

Cuando considero que ha pasado el tiempo suficiente ralentizo el masaje poco a poco sobre su sexo sacando la mano al terminar.

Tengo la boca llena de su sabor pero aun no se ha corrido.

Mi mano extendida sobre su ombligo comienza a bajar, siguiendo la ruta que tiene marcada por el pelo de su pubis.

Esa línea apache que tanto me gusta.

Llego a su sexo e introduzco un dedo. No esta húmedo pero tampoco seco.

Apretó lentamente, como estrujando un limón y siento como su botón sale a la luz al marcarse en mi mano. Mantengo la presión.

Un gemido en mi cara.

La respiración más irregular.

Los ojos muy abiertos.

No muevo el dedo. Simplemente esta dentro. La humedad aumenta.

Agachándome comienzo a lamer.

Huele a mar revuelto. A tormenta de verano.

Su sabor es como la cerveza, amargo y fresco.

Mi saliva humedece sus labios vaginales. Tiene labios menudos, rosados, tímidos, delicados.

Tiene labios de Orquídea.

Su clítoris es como un pequeño pene, duro y erecto. Agradecido a cada detalle que tengo con él.

El gemido se ha convertido en jadeo.

Perceptiblemente las rodillas han comenzado a temblar.

Aprovecho para sacar el dedo.

Con la humedad prestada, el mismo dedo acierta en el ano.

Aumento el ataque de mi boca sobre su pequeña polla. Chupo, muerdo, lamo, succiono…

Intenta evitar la intrusión… Es inútil, ya entro.

Pasados unos segundos se rinde y relaja. Un ano bien educado.

– Mi Señor, por favor.

Dice lastimosamente.

– No. Aguanta

El dedo gordo empieza a trazar rápidos círculos utilizando el clítoris como punto de apoyo a la vez que mi dedo, sin oposición, entra más.

Esta vez no jadea. Inspira aire profundamente y al expulsarlo dice en voz alta…

– Por favor, mi Señor, por favor.

Mi respuesta es el silencio.

Cuando considero que ha pasado el tiempo suficiente desacelero lentamente el masaje, apartando la mano al terminar.

Tengo la boca llena de su miel pero aun no se ha corrido. Buena chica.

Me incorporo y me aproximo a su cara.

Un beso.

Un beso lento en los labios. Un beso como una promesa pendiente aún de cumplir.

La miro a los ojos. Están suplicando y mi boca se une a la suya.

En una cariñosa boca se acoge mi lengua.

Terminamos compartiendo el sabor de la cerveza.

Susurro.

– Putita, te han sodomizado alguna vez?

– Dos veces, mi Señor.

– Bien porque tu culo es mío esta tarde

– Si, mi Señor.

– Nº 3. Y se humilde

A cuatro patas con la cara en el suelo, los brazos expendidos y entrelazados. Se coloca al recibir la orden.

El madero en sus tobillos, la obliga a mantener las piernas abiertas y el ruido de los grilletes al tocar el suelo es lo único que se escucha en la habitación.

– Con las manos agarra la madera por debajo de ti. No la sueltes.

Un triángulo formado por su cuerpo y como base el suelo, es la figura que me viene a la cabeza.

Su culo “en pompa” invita a la acaricia de unos azotes y cumplir después penitencia.

Redondo y blanco, con la marca en “V” del bikini en sus glúteos, se define donde calentó el sol y donde los demás no pudieron posar los ojos.

El sexo entreabierto, invitando a refugiarse en el.

Siempre me han gustado los culos femeninos, pero el de Ana es de nota.

Agarra fuertemente con sus manos el listón, los nudillos están blancos, los ojos cerrados. No dice nada.

No será humilde pero la confianza que esta mujer esta depositando en mi, aumenta rápidamente la devoción que siento hacia ella.

El peso de mi responsabilidad, mi compromiso… Pasan por mi mente.

Ella se entrega.

Yo también.

De la mesita saco un tubo de vaselina pura y con cuidado lubrico su ano sin presionar el interior.

Con la mano libre estimulo su clítoris hasta que sale a saludarme como a un viejo amigo.

Acaricio su espalda y su culo.

Su piel se eriza. Se nota la tensión en los muslos.

Un poco mas de vaselina en mi pene y me aproximo al objetivo.

El glande, en el punto de salida está ansioso por recorrer el espacio hasta la meta.

El empuje de mi cadera introduce suavemente la polla por su culo, una leve oposición.

No paro.

La penetro con un ritmo constante, hasta hacer tope.

Espero.

Perro, ten la cabeza fría, me digo a mi mismo.

Espero.

Noto como se relajan sus músculos. Segundos eternos para mi deseo.

Los ojos continúan cerrados pero ya no hay tensión en sus manos.

– Eres libre de correrte cuando quieras.

Inicio el baile.

Escrupulosamente mantengo un ritmo pausado y lento, permitiendo que su cuerpo se adapte a las envestidas y se pueda anticipar al recorrido.

Me cuesta.

Estoy muy excitado y la visión de su culo creando olas y el movimiento de la espalda curvada hacia abajo no me ayuda nada.

Un leve gemido.

Aumento la velocidad.

Pequeño jadeo.

La cojo del pelo y tiro.

Un cachetazo en el culo hace que ella me acompañe en el balanceo.

No me refreno y mi cadera se vuelve más violenta a la vez que sus jadeos ya no se ocultan.

– Más fuerte, mi Señor.

Tirar de su pelo la obliga a extender totalmente los brazos y su cara se eleva hacia el techo.

– Soy su putita, mi Señor.

Escucharla hace que mi polla se endurezca más si es posible.

– Joder!! me corro, mi Señor.

Todo su cuerpo se estremece, temblando y arqueándose más.

Yo continuo, como si el movimiento mecánico lo realizase una maquina.

En mi frente gotas de sudor me nublan la vista.

Soy consciente que aguanto por haberme corrido antes. Bendita mamada.

– ME CORRO¡!

– Me corro¡! Ya son tres.

– Me corro como una perra, mi Amo.

Y yo, soltando su pelo, aprieto sus caderas con mis manos.

No resisto mas, o quizás no quiera y me abandono al vaciarme en ella.

Me vacío del todo, de semen, de dudas, de pesadas mochilas emocionales.

Pasa el tiempo.

Desconozco su medida.

Regreso yo solo. Ella esta semiinconsciente. Su respiración es lenta y rítmica.

Mis manos han quedado marcadas en sus caderas, el enrojecimiento de sus glúteos son prueba del ardor de la cabalgada, las señales en la parte interna de sus muslos dan fe de su primera corrida.

Quito los grilletes, las pinzas y desato los tobillos.

Intento torpemente elevarla con mis brazos y depositarla en la cama con delicadeza. La tapo con la sabana.

Ella se deja hacer.

La doy agua en un vaso cuando abre los ojos.

Me enamora su sonrisa cuando me dice:

– Amo, quiero ser suya.

***************

Han pasado cuatro meses desde aquel día.

Hoy la he regalado una esclava de plata con una pequeña figura para su tobillo.

Una cabeza de perro.

FIN

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