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La Nahuala
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Al abrir la puerta y asomarse a la calle no vio a persona alguna. Solo un gato sobre la rama de un alto árbol, la observaba.

Enojada gritó:

– Al payaso que me despertó e hizo que saliera, le advierto que llamaré a la policía.

Cerró la puerta para regresar a su recámara.

Al acostarse y cubrirse con las cobijas, escuchó los fuertes maullidos del gato. Pensó la Doctora.

– Lo que me faltaba, ahora a aguantar toda la noche, a la orquesta gatuna de la Ciudad de México.

Iba recuperando el sueño cuando la gresca de varios perros, le interrumpió.

– Mmm creo ya agarraron a sillazos al gato lujurioso – Se dijo.

En eso llegó a sus oídos

– Ayuda por favor. Alguien que me socorra.

El llamado de emergencia, hizo a Ely, volver a levantarse. Encendió las luces y volvió a salir a la calle.

Al sacar la cabeza por la puerta, veo a una señora desnuda, tirada en el piso, sangrando de las manos y piernas.

Arrastrándola, la introdujo al patio. Cómo rayo fue por sus materiales de primeros auxilios para curar las heridas.

Contestó la herida, a las preguntas.

– Me atacaron los perros.

– Pero mujer, por qué vienes desnuda?

– Eran muchos perros y me desgarraron las ropas.

La doctora dudo de la respuesta pero continúo con las curaciones.

Lavó y puso abundante alcohol en las heridas. La lesionada casi se desmayaba del dolor.

Cargándola la metió a la casa. La sentó en el sofá. Desistió llamar a los servicios de emergencia al considerar poder atenderla.

Después de arroparla y darle cobertores, se retiró a su recámara. Al día siguiente, al despertar, bajó para analizar a la paciente.

La encontró de pie, sirviendo el desayuno y café caliente.

Al revisarle las heridas quedó sorprendida por la recuperación.

Le preguntó mientras probaba bocado.

– Cómo te llamas? De dónde eres? Vives cerca de aquí?

– Mi nombre es Susan. Soy de la sierra veracruzana. Vine a Ciudad de México, buscando a unos parientes. Me perdí y sin dinero caminaba por esta cuadra en busca de una patrulla o base de policía para que me ayudaran a ubicarme. Fue cuando los perros me atacaron.

– Dónde viven tus parientes?

– En San José de los Leones.

– Mujer eso está muy lejos de aquí. Mira por hoy quédate aquí. Mañana te llevo a esa dirección.

En ese día, el quehacer de la casa y consultorio, en agradecimiento corrió a cargo de la serrana.

Según lo planeado, al día siguiente, ambas salieron en busca de los parientes pero les informaron que estos, se habían mudado, hacía apenas tres días, sin haber dicho nuevo domicilio. Así que volvieron.

Ocupó el resto del día, la doctora, en atender el consultorio y la farmacia anexa.

La veracruzana, se ocupó de la cocina, trastes y demás detalles de la casa.

Desde la llegada de Susan, fue acomodada en la habitación de los invitados.

Notablemente los pacientes de la doctora se incrementaron. No podía darse abasto en las tareas.

Dijo a Susan – Te voy a dar 8 mil pesos mensuales pero atiende la farmacia. Solo surte las recetas.

Por las noches ya era común escuchar, los gatos en brama.

Un día que Susan, había salido al mandado, olvidó el celular. Ely, buscando en la sala un CD de música, escuchó el timbre de llamada entrante del aparato.

Sintiendo plena confianza para contestar. Entró a la habitación de la serrana, era ahí, en donde se encontraba el aparato telefónico.

Se sorprendió al descubrir veladoras encendidas en un altar a la Santa Muerte. Le acompañaban algunas figuras extrañas bañadas en líquidos rojos o tierra.

Nada tocó. Salió de la habitación y cerró la puerta.

Al regresar Susan, habló con ella

– Y ese altar y cosas para que las quieres?

– Doctora, es tiempo que sepas, que soy Nahuala.

– Jajaja qué? No es posible. Jurámelo.

– No se ría de mi. Es cierto cuánto, le digo. Quiere pruebas?

– A ver, demuéstralo

– Hoy Doctora. Recibirá la visita de una gata y al cabo de una semana habrás de amarla.

– Jajaja eso qué? Eso no muestra nada.

Susan calló. Se levantó un poco molesta a lavar trastes.

Para Ely, no pasaba de una ocurrencia de pueblerina. Siguió con sus labores y olvidó lo ocurrido.

Ya de noche, llamó a cenar a la Veracruzana. No recibió respuesta. Creyó que estaba enojada y encerrada en su habitación.

Se dijo – Ya se le pasará la muina.

Al día siguiente se percató de la ausencia de Susan. Manejó la probabilidad que esta se hubiese ofendido en extremo y decidido retirarse.

A partir de entonces soñó que debajo de su cama maullaba una gata.

Los primeros dos sueños, se vio levantarse para sacarla de la habitación pero el felino se negaba a salir. Logrado su objetivo, el animal, en vez de huir, le lamía los pies descalzos con demasiada seducción.

En las siguientes tres noches, los sueños se repitieron.

En esas nuevas fases oníricas, tocaba a la minino, caminar entre las cobijas para posarse en el pecho de ella y despertarla, al pasarle su pequeña lengua en los labios.

La sentía tan humana que deseaba acariciarla y besarla.

En las mañanas, la doctora, al despertar, tenía muy presentes los sueños. Le eran raros, pues de cierto modo animaban su livido.

Al sexto día, después de cenar, se duchó.

Terminado su baño en bata se dirigió a su recámara.

Escuchó unos ruidos extraños en la cocina. Fue a investigar. Encontró a un gato hembra. Era el mismo que había visto cuando rescató a Susan y que aparecía en sus sueños.

Quiso espantarlo pero el animal, ronroneaba y se meneaba entre los pies de la mujer.

Motivada por los sueños, Ely, la levantó.

Con ella se fue a sentar al sofá. Había agrado al animal.

La gata, retozaba en el regazo. Al abrirse un poco la bata; la felino con suavidad colocó sus patas delanteras en el pechs de la mujer.

– Oye pequeña, deja de hacer travesuras

Ely, no daba crédito pero tampoco la separaba. El sueño comenzaba a ser superado por la realidad.

Brincó la gata y al cuello de la doctora, lengüeteó. La sensación era placentera.

– Pilluela, acaso deseas seducirme? No te basta intentarlo en mis sueños que ahora pretendes hacerlo real?

Al pasarle la diminuta lengua en las orejas, dijo la mujer

– Oh, ya veo que deseas dejarme inquieta. Eres una traviesa niña pero debes parar o no podré dormir bien.

De la habitación de la serrana, salió un aroma a incienso. En demasía era agradable.

La mujer, levantó a la gata entre sus manos. Le dio un beso en la pequeña nariz. Al hacerlo, notó en el rostro felino gran parecido a Susan y dijo – Me gustas.

El animal, fue creciendo en tamaño. Sus formas desnudas comenzaron a ser de mujer. Por completo se transformó en la Veracruzana.

Susan, recostada en las piernas de Ely, la tomó por detrás de la nuca. La acercó a sus labios y la besó.

Ely, no opuso resistencia. Cedió al encanto.

Cerró sus ojos cuando sintió la boca de su invitada chupar sus senos. Calor de sexo deseaba.

Pecho a pecho quedaron cuando la serrana, se sentó en las piernas de su anfitriona.

Mientras se rozaban los senos, la llenó de besos en sus labios.

Ely correspondía, incluso llevó sus labios a los senos de su invitada.

Quedaron acostadas, ella abajo, Susan arriba. Con sus rodillas estimulaban sus vaginas.

Ya sin defensa y seducida, la doctora, pidió más.

Susan, con delicadeza metió sus dedos buscando en punto G en ella.

Así la tuvo hasta que Ely, se convulsionó al tener un gran orgasmo.

A todo el cuerpo de Susan, la doctora lengüeteó. Le chupó el clítoris con pasión.

En la pose del 69 ambas se dieron el mejor oral de sus vidas.

La noche fue de gran pasión. Ambas sudaban. Reían. Se miraban con amor. Al caer el amanecer, en el desayuno Susan, dijo:

– Ahora me cree? Ha tenido mucha clientela porque le hice un trabajo blanco. Soy Nahuala por eso me transformo en gata. Esa noche que me encontró por descuido mío, los perros me atacaron. Ahora me cree?

Dijo Ely, sonriendo

– De ti me he enamorado. Todo te creo, todo. No olvides volver de noche mi gatita seductora

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