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Recuerdos de hermanos
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Gracias a todos lo que nos hacen el favor de leer y escuchar este relato.

“Las preferencias sexuales que deseen llevar a cabo, procuren hacerlas en un ambiente de madurez tanto física como mental, sin afectar la voluntad de aquellas personas que estén o no de acuerdo con ustedes y ya sea que quieran o no participar en sus prácticas que por la índole de las mismas deben mantenerse lo más posible en absoluta secrecía” (Un gran consejo de mis amigas Juanita y Olga) “¡Cuán hermoso es nuestro amor, hermana mía, tus labios y tus pechos son cántaros de miel y tu lengua destila leche!” (Frase que se le pegó a mi hermano y que no se acuerda de dónde).

Mi nombre es Ana Luisa y el de mi hermano es Francisco. Nosotros somos los protagonistas de ésta hermosa historia de amor entre dos hermanos que empiezan a conocer el enamoramiento en el sentido más físico y sensual de lo que se conoce como amor filial o dicho en otras palabras incesto de un amor tan pleno que trasciende los límites de las costumbres sociales.

Soy cinco años mayor que mi hermano. A mis veintitrés años poco después que él cumpliera los dieciocho años, mi hermano me hizo su mujer, tengo muy presente que fue un 12 de septiembre a eso de las seis de la tarde. Desde niños éramos inseparables. Recuerdo cómo fueron nuestros primeros juegos y cómo se fueron volviendo realidad muchos de ellos. Jugábamos a que yo era la maestra y le daba a mi hermano sus primeras clases. De hecho yo le enseñé cómo debía dar sus primeros besos. También jugábamos a que éramos marido y mujer, algo que también de cierto modo se cumplió más adelante aunque sin la formalidad del matrimonio. Con el transcurso del tiempo nuestra madre quería que mi hermano me acompañara cuando empezaba a salir con mis primeros novios, entonces él era quien me acompañaba a verlos, uno de ellos se llamaba José Luis y mientras mi hermano me esperaba afuera, yo adentro hacía con él el amor en la casa de su tía y recuerdo que con él terminaba frustrada porque me sentía insatisfecha quedándome a medias con mi calentura.

Por ese entonces yo recién había cumplido veintitrés años y mi hermano estaba por cumplir dieciocho porque yo soy del once de julio y él del treinta. Con él hablaba mucho de sexo y de que mi novio José Luis me dejaba insatisfecha. Yo le contaba a mi hermano con lujo de detalles todo lo que hacíamos y él también fue el confidente íntimo de cuáles eran mis puntos más vulnerables, uno es la palma de mis manos cuando me la besan, o cuando lamen la punta de mis dedos, otro son mis pezones porque cuando me los besan siento que me transportan a las nubes, al igual que si tocan mi clítoris o besan los labios de mi vagina y meten su lengua para acariciar mi clítoris. Mi hermano sabía que yo era muy caliente y cómo ya era maestra le platicaba y le tenía mucha confianza para contarle que una vez había hecho un trabajo sobre el incesto y le explicaba que no era nada del otro mundo pero que la sociedad no lo aceptaba porque era como si él y yo tuviéramos sexo, siendo hermanos y lo anunciáramos al mundo, nuestra sociedad no lo iba a aceptar.

Como maestra que era de español en una escuela particular en una Colonia de buen nivel económico, teníamos las maestras un saloncito para fumar y tomar café a la hora del recreo de los niños. En ocasiones mi hermano iba por mí a esa hora y yo se los presentaba a mis compañeras con mucho orgullo y sin que se dieran cuenta yo le guiñaba un ojo a mi hermano y le coqueteaba como si fuera su novia, hecho que aún no era para nosotros algo cierto, sino fue hasta poco tiempo después cuando ya presumía para mis adentros la calidad de sentirme su mujer.

Vivíamos en la Colonia San Alvaro al norte de la Ciudad de México por aquel entonces. Aún recuerdo que mi hermano y yo compartíamos la misma recámara, aunque ambos dormíamos en camas individuales separadas por un buró, la que me tocaba a mí estaba junto a un closet hecho de madera de fresno, muy buen closet por cierto. Al abrirlo contaba con un espacio amplio para colgar mis vestidos y tres cajones amplios donde guardaba mi ropa íntima. Por debajo de la cajonera había un espacio en el que guardaba mi diario íntimo y más adelante guardaría varios papelitos de amor que me escribía mi hermano a escondidas de nuestros progenitores que me ponía por debajo de mi almohada y algunas revistas porno muy ilustrativas con fotografías de mujeres haciendo el amor con hombres y otras de mujeres haciendo el amor con otras mujeres las cuales me atraían mucho y otras más, ilustradas con fotografías y diálogos, además de ciertos ensayos de novelas de incesto de las cuales yo escribía los diálogos, en los que él y yo éramos los principales protagonistas con los argumentos que tanto él como yo hacíamos.

Frente a mi cama tenía un ropero color rosa con dos espejos grandes en los que podíamos ver nuestras imágenes cuando ambos estábamos en mi cama discutiendo los diálogos de nuestras novelas, los cuales también realizábamos en un escritorio chico a un lado de la cama de mi hermano dónde también hacía mis reportes de la escuela y calificaba los exámenes de mis alumnos a veces con la ayuda de mi hermano Francisco, aunque a veces el aprovechaba que estaba inclinada sobre el escritorio para meter sus manos entre mi blusa para palpar mis pechos, situación que completábamos ambos, besándonos aunque sin llegar a más. Frente a la cama de él contaba con un chifonier labrado con maderas finas con espejo, una puerta grande para colgar su ropa y tres cajones. El hecho de que ambos estuviéramos juntos en la misma recámara provocaba que se disparara nuestro morbo, también existía mucho grado de promiscuidad entre nosotros, ya que tenía que desnudarme enfrente de él, para ponerme mi camisón de dormir, el cual a veces ni me lo ponía porque más bien me gustaba dormir desnuda al igual que él también se quitaba su calzoncillo para dormir, dejándome ver su pene la mayor parte de las veces ya erecto, algo ya muy común en él, tan solo por estar junto a mí y cruzar nuestras miradas, él viendo mis pechos y yo mirando su pene provocándose entre nosotros una risa morbosa.

Siempre he sido muy coqueta y a mi hermano le encanta mi cuerpo desnudo, soy de pechos grandes, no tanto, uso copa C y estoy bien proporcionada, aunque no soy muy nalgona, pero sí las tengo redonditas y se les antojan tanto a hombres como a mujeres, ya que he tenido la oportunidad de estar con una pareja de lesbianas, una de ellas que ha sido también maestra como yo y otra que es asistente de la directora, también tengo buena pierna, mi cara según dice él y las personas que me conocen, que es muy bonita y que realmente tengo unos ojos muy expresivos y coquetos y que mi rostro es el de una jovencita que no aparenta la edad que tiene, a mi hermano siempre le ha gustado cuando me insinuó con él a través de mi mirada. Pero sucedía y aún sucede que también soy muy romántica. A veces nos poníamos a bailar muy pegaditos, rozándome él con su miembro erecto mi entrepierna y cómo ya le había enseñado a besar, pegábamos nuestras bocas y eso nos calentaba aún más, de tal manera que su dulce hermanita, o sea yo, metía mi mano por entre su pantalón para sentir su pene ya bien erecto entre mis dedos y es que mi hermano siempre que me veía tenía para mí la visión de ver su pene a todo lo que daba. Yo trataba de retirar mi mano y aparentemente no pasaba ya nada, pero luego de retirarla, él me proponía que no la quitara hasta que terminara alguna de las piezas que me gustaban de mis cantantes favoritos, además de algunas piezas instrumentales para bailar. No quitaba ya mi mano como él me proponía y entonces podía sentir como de su pene cogido de su tronco y su glande por entre mis dedos empezaba a salir una babita de la puntita la cual acariciaba haciendo pequeños círculos con el dedo pulgar de mi mano izquierda, al igual que también yo empezaba a sentir cómo mis calzones se mojaban.

Fue algo hermoso, sentirme transportada por mi hermano a otros lugares mientras nuestras bocas no dejaban de besarse luego de que su lengua penetrara mi boca para juntarse con la mía. Sus manos desabotonaban mi blusa con delicadeza y sus ojos se detenían en mi sugestivo sostén en el que se transparentaban mis pezones para luego desabrocharlo y retirar las copas descubriendo mis pechos que mostraban ya sin ningún recato de mi parte mis pezones endurecidos. Una de mis partes más sensibles como ya lo sabía él, era la de mis pechos, en particular mis pezones, que no dejaba de admirar con mis areolas cubiertas de pequeños montículos como granitos que rodeaban el talle de mis alargados y gruesos pezones, que también les fascinaron a la pareja de lesbianas con las que había hecho trío, hecho del cual aún no me había confesado del todo bien con mi hermano y de todo lo que nos hacíamos como meternos un dildo doble o que ellas usaran un arnés de pene para metérnoslo, jajaja. Ellas decían que mis pezones eran de edición limitada, jajaja. Cuando mi hermano inclinaba su cabeza para abrazarlos entre sus labios, eso me ponía tan caliente que terminábamos desnudándonos y en más de una ocasión terminamos en mi cama, sin que al principio solo sucediera el hecho de masturbarnos mutuamente yo jalando su verga y mi hermano Francisco metiendo sus dedos en mi vagina hasta hacerme venir.

Pero a los pocos días llegó ese glorioso día doce de septiembre a eso de las cinco de la tarde, en que estábamos desnudos, yo sobre sus piernas y el metiendo su mano izquierda por entre mis nalgas para tocar mi vulva y metiendo uno de sus dedos hurgando mi clítoris dentro de mi vagina para sacarlo mojado, yo estaba tan tremendamente excitada a esas alturas, así que no aguanté ya más y le dije:

– ¡Quiero ser tuya, hermano, te deseo dentro de mí!, ¡Hazme ya tu mujer!

El se quedó mudo ante mi propuesta pero no dudo más y me recostó en mi cama y vi y sentí como colocaba su pene en la entrada de mi vagina. Metió su glande entre los labios de mi vulva y yo sentí como la humedad de mis labios se adhería con el líquido que emanaba de su glande confundiéndose como si se tratara de una sola emulsión.

– ¿Estás segura de que quieras que meta mi pene dentro de ti, hermana?

– Hazlo ya que quiero sentirte dentro de mí, además no corremos peligro

– ¿Sí hacemos esto ya sería considerado incesto, hermana mía?

– No seremos los primeros ni los últimos en cometer incesto, además yo ya podré sentir ser como si fuera tu mujer, que de hecho quiero serlo.

– ¿Sabes, hermanita? quiero que seas mi novia secreta, aunque tú tengas tus novios y yo mis novias para fingir ante los demás ¿Aceptas que yo sea tu novio también?

– Me gustas y te acepto como mi novio, Francisco Javier ¿Como si fuera la epístola de un matrimonio hecho en el incesto como el ensayo que escribimos entre los dos?

– Sí, como una especie de la epístola de Melchor Ocampo pero para nuestra propia unión como hermanos que somos.

– Yo Ana Luisa te acepto a ti hermano mediante esta cópula del incesto que estamos a punto de realizar como tu mujer y tu novia

– Yo Francisco Javier te acepto a ti hermana mediante esta cópula del grandioso incesto que estamos a punto de realizar como mi mujer y mi novia

– ¡Lástima que no tengamos quien pueda atestiguar lo que estamos haciendo!

Después de sellar con un beso nuestra declaración de amor mi hermano Francisco comenzó a deslizar con calma su verga dentro de mi vagina, abriéndose paso lentamente dentro de mi intimidad, yo sentía como su glande encabezando todo su tronco, me penetraba, deslizándose con ayuda de las paredes lubricadas de mi vagina para luego de haberme penetrado totalmente, realizar juntos el vaivén para permitir la entrada y salida constante de su verga, el sentir todo esto me provocó una corriente que me electrizaba desde los dedos de mis pies hasta la punta de mis cabellos. Por fin ya tenía toda la verga de mi hermano Francisco dentro de mí.

Luego de esperar tanto tiempo de deseo entre nosotros, tuvimos juntos nuestro primer orgasmo y fue algo único el sentir cómo el semen de mi hermano se disparaba con intermitencia en mi interior al tiempo que yo me estaba viniendo de lo más exquisito que jamás había tenido la oportunidad de sentir con cualquiera de mis novios o incluso con el trío lésbico que había tenido la oportunidad de experimentar y que me hicieron conocer otras formas de amar.

Ya por fin me estaba convirtiendo en la mujer de mi hermano ¿La hora? Las seis de la tarde. Pero aún no sabíamos todo lo que después vendría porque obviamente ya no nos conformaríamos con vernos como dos hermanitos tomados de la mano. Qué por cierto los vecinos siempre que nos veían, a mí tomada de su brazo o los dos tomados de la mano, ensalzaban el cariño que siempre nos demostrábamos y que nos teníamos como hermanos. ¡Sí hubieran sabido o pudieran haber visto todas las cosas que nos demostrábamos en la intimidad!

Esa misma tarde que estábamos solos y que no estaban nuestros padres, luego de comer juntos y lanzarnos miradas de amor, me fui a lavar los trastes, mi hermano me siguió, me acariciaba los hombros y me besaba en el cuello haciéndome voltear para besar nuestras bocas, en tanto yo terminaba de lavar nuestros platos, en eso sonó el teléfono y mi ya marido Francisco corrió a contestarlo.

– Es Juanita la que te habla

– Hola mi querida amiga Juanita, ¿qué hay amiga? ¿Qué pasó con aquella mamá que te fue a ver? –Juanita había sido una de mis parejas lésbicas junto con Olga la asistente de la directora de la escuela con la que juntas armamos un trío de locura. Ya por fin había tenido la oportunidad en otra ocasión de confesárselo con lujo de detalles al que es ahora mí marido.

Cómo ya sabía mi hermano que nos tardaríamos platicando ella y yo, comenzó a arrimarme su verga bajándome los calzones para poder penetrarme. Yo movía mis nalgas para que pudiera quitármelos bien. Ya no cabía en mí la duda que todo cambiaría a partir del momento en que ambos nos pertenecimos. Era casi como estar teniendo una breve Luna de Miel de una especie de matrimonio de una innegable calidad incestuosa entre hermano y hermana. Mientras mi amiga Juanita y yo platicábamos, mi hermano se desnudaba a la vez que me despojaba de toda mi ropa dejándome desnuda al igual que él. Se apresuró a tomar mis pechos entre sus manos, deslizando el glande de su pene por entre mis nalgas, deteniéndolo sobre mi culo y mojándolo con su líquido preseminal para luego de hurgonear un rato en mi hoyito, deslizarlo más abajo para volver a penetrar mi vagina. Yo le hice señas de que no lo hiciera porque íbamos a hacer mucho ruido y mi amiga podría darse cuenta de que estaba haciendo algo raro. Entonces mi hermano Francisco trajo una silla y se sentó volteándome hacia él, sentándome en sus piernas con mis pechos hacía su pecho y ensartando su verga dentro de mi vagina, sin hacer ningún otro movimiento más que para sentir nuestros sexos unidos en una sola carne.

Me tarde más de media hora hablando con ella, haciendo tan solo ligeros movimientos para sentir el movimiento de nuestros genitales tocándose, a la vez que nos dábamos breves besos de boca mi ahora marido Francisco y yo.

Al terminar de hablar con ella comenzamos a disfrutar nuestra nueva realidad ahora como esposos, confidentes, hermanos que continuaremos siéndolo, novios, y verdaderos amantes.

– Te amo, hermano, me gustas mucho, me gustan tus manos, tu pene, tu boca, todo tú…

– ¡Hermana! que linda eres, que hermosos pechos tienes para tu hermano, deja que te los acaricie y llene de besos esos pezones tan hermosos que tienes para mí.

– Son todos tuyos, hermano.

– Aunque ya sé que también lo fueron de tu amiga Juanita y de Olga, así como también disfrutaron de tu vagina, pero sé que se gozaron entre las tres.

– Me enseñaron otras facetas muy hermosas como mujeres que saben disfrutar de la sensualidad y del sexo con otras mujeres.

Me pareció curioso que nos siguiéramos hablando como hermanos y no como amantes o novios, pero el hecho de hablarnos de esa manera nos hacía más conscientes del cuidado que debíamos tener al continuar considerándonos como hermanos ante la gente, según me decía Francisco

– Mira hermana, Yo siento que además lo que más nos está haciendo disfrutar es el saber que como hermanos que realmente somos estamos unidos en un incesto pleno y es lo que nos hace sentir más el morbo al momento de estar cogiendo entre nosotros. ¿No lo crees así Ana Luisa M H? (M y H Son las iníciales de nuestros apellidos paterno y materno)

– Así es hermano Francisco Javier M H, ¡jajaja!, como me haces reír, por eso también me gusta estar todo el tiempo contigo.

Mi incestuoso hermano, lamía mis pezones jugando con ellos entre su lengua y mordisqueándolos suavemente. Si mi amiga Juanita, hubiera podido ver lo que estábamos haciendo mientras hablaba con ella, dudo mucho que se hubiera infartado, si ella misma me había prestado un libro del Márques de Sade en el cual narraba cómo hacían cosas verdaderamente aberrantes, que no se comparar con eso de tener sexo tan hermoso como lo es el incesto. Además yo ya había cogido junto con Juanita y Olga –no son sus nombres reales- y no creo que se hubieran espantado por haber hecho el amor con una integrante que gusta del incesto.

En otra ocasión luego de pensar en cómo decírselos para ver si podía contar con una opinión más, lo hice, no sin sentirme algo rara al hacerlo y cómo saben que más bien soy bisexual, ni siquiera se espantaron, sino que lo tomaron con verdadera filosofía, haciéndome sentir más tranquila y comprendida. Ellas ya conocían bien a mi hermano, cuando iba por mí a la escuela. Luego de comunicarle a Francisco lo que ellas pensaban respecto del incesto, que es el pensamiento que puse al principio de éste relato, nos besamos muchas veces más en la boca, jugando con nuestras lenguas, creo que había nacido un verdadero y limpio enamoramiento entre nosotros. La cadencia de su verga entrando y saliendo de mi vagina, provocaba nuevas sensaciones en mí.

Al eyacular Francisco dentro de mí, me daba cuenta de que mis orgasmos eran más continuos, yo era lo que se conoce como una mujer multiorgásmica. Mis músculos interiores parecían con un movimiento abrazar la verga de él o como me decía mi hermano que le gustaba sentir como le estaba lengüeteando la cabeza de su verga con la parte interna de mi vagina.

Luego de terminar, pasamos a bañarnos juntos, sin dejar de acariciar nuestros cuerpos y besar nuestras bocas y todos nuestros rincones, era todo un amor mi hermano y yo también como su mujer, lo amaba y cada vez sentía que me enamoraba más de él así como él de mí. Mientras nos vestíamos en ese momento llegaban nuestros padres luego de haberse ido todo el día de visita con las tías Carmela y Carolina, y comer con ellas e invitarlas al cine. ¡Qué a tiempo terminamos!

Así terminaba ese gloriosos doce de septiembre. Así pasaron varios días y semanas, haciéndonos el amor tan frecuentemente como podíamos, en secreto, pero consolidando nuestro amor de hermanos y de pareja. En lo futuro necesitaríamos conocer nuevos lugares para poder seguir teniendo intimidad entre nosotros cómo hacen los matrimonios, conocer otros lugares como hoteles, moteles o baños de vapor y hasta salir tal vez a Cuautla o Cuernavaca.

Mi hermano que había convivido en un viaje con otro grupo de amigos a Acapulco, donde conoció a los hermanos Luis y Carmen, a Francisco le pareció por los comentarios de Carmen acerca de su hermano que al igual que nosotros también había algo más entre ellos que una relación de hermanos, además lo intuyó por la forma en que se abrazaban cuando no los veían, así fue que procuró que se iniciara una amistad más estrecha entre nosotros cuatro. Empezamos a salir con ellos con cierta frecuencia al cine y al café, parecía como que ambas parejas adivinábamos por la forma en que nos conducíamos, más acerca de nuestros gustos en la intimidad.

Como nos confesarían también con el paso del tiempo, ellos también eran asiduos practicantes del incesto, Luis y Carmen, ambos de nuestras edades. Ellos visitaban continuamente Acapulco y se hospedaban por lo general en el mismo Hotel al que fuimos en grupo o incluso en una casa de huéspedes como si fueran esposos. La diferencia con nosotros era que sus tíos, hermanos de la madre de ellos con quienes vivían, sabían y aceptaban de buen modo que hubieran formalizado su situación cómo pareja y todo lo que ellos hacían según nos platicaron más adelante a mi hermano y a mí. Sería entonces una forma de escapar del bullicio de la ciudad y podríamos fingir ser yo la novia de Luis y su hermana Carmen la novia de Francisco, a fin de evitar sospechas. ¡Qué bello es el incesto!

Mi hermano Francisco sabía todo de mí, incluso de la relación de sexo que había tenido con Juanita Y Olga y con mis novios. Ahora que además de hermanos éramos también, amantes y yo su mujer ¿Qué más nos podría deparar ahora el destino?

Continuará…

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