Cada vez que los recuerdos de ese día vuelven a mi mente, soy consciente de que no me sentí avergonzado de lo que ocurrió. Omar acababa de cogerme y como mi primer macho me marcó grabando en mis recuerdos para siempre esa imagen que al día de hoy me sigue excitando.
Omar me había taladrado a cuatro patas, con un dominio total sobre mi persona hasta depositar su leche en mi interior y haciendome gemir gustoso. Experimentaba por primera vez algo maravilloso jamás imaginado. Despues con deseo y gratitud, yo le habia chupado la verga hasta exprimirla y beber todos sus jugos sin derramar una sola gota, para luego, como dije antes, mirarlo a los ojos extasiado, orgulloso, amoroso y agradecido, por el placer que me había brindado; por haberme regalado para siempre algo desconocido hasta entonces por mi.
No había nada de que avergonzarse. Yo seguía arrodillado con las piernas un poco abiertas, mientras un hilo de semen salia de mi hoyito y resbalaba por ellas o goteaba hasta la colchoneta. Mi mejilla recargada en la entrepierna de Andy, percibía la dureza de su tranca y el calor que emanaba de esa zona. Los otros tres: Gabriel, Pancho y Manuel, me miraban atentos mientras cada uno se tocaba su propia entrepierna, con una expresión de excitación en el rostro y, por extraño que parezca, admirando mi cuerpo con deseo.
Mi lado femenino, se sentía orgulloso. Ahí supe en carne propia lo que siente una mujer cuando la ven con admiración por su cuerpo y su belleza. Y no era para menos, ellos no me miraban como a un hombre, miraban el cuerpo desnudo de una hermosa nena.
Mi cuerpo era menudito y ya he señalado que en ese momento mi pene era minúsculo pues media menos de 5 centimetros y ni por casualidad estaba endurecido; antes bien, se hundia en mi cuerpo junto a dos casi inexistentes huevitos, por lo que ese bultito mas bien parecia una panochita con su pequeño clítoris resaltado.
Mi culito, por si mismo respingon, estaba mas hacia fuera por mi posicion y porque yo estaba parando la cola con gracia, de forma inconsciente debido quizás al momento que estaba viviendo. Además, para completar el cuadro, aunque muy pequeños, tenía abultados mis dos pechitos y los pezones duros y paraditos como nunca mas he vuelto a tener, en algo que aun sigo sin comprender, como si algun extraño efecto hormonal me hubiera cambiado momentaneamente.
Así que lejos de avergonzarme, con el orgullo que sentía, les sonreí mirándolos a los ojos y los dejé admirando mi culito levantado, mis caderas un poco curveadas y mi vientre plano, para concentrarme en Andy que seguia expectante sin moverse de ahí, con mi cara pegada a su cuerpo sobre su ropa. Mientras tanto Omar, se fue a sentar a una butaca cercana, para recuperar sus fuerzas y disfrutar el siguiente show, como espectador de primera fila.
II – Andy.
Despegué mi mejilla de la entrepierna de Andy retirándome un poco y notando bajo su ropa una verga gruesa y endurecida. Sin que me lo pidiera, con ambas manos desabroché su pantalón y lo bajé junto con su calzón casi hasta los tobillos. Su enorme pito saltó como resorte golpeando mi cara. Tenía ante mis ojos la verga mas hermosa que he visto en mi vida.
Era una obra de arte esculpida en su cuerpo, con una cabeza redonda y gruesa como un hongo, como un sombrero… una barra de carne con sus venas asimétricas resaltadas por las que fluía la vida de ese miembro y en la base, dos grandes bolas redondas que parecían pelotas de billar.
Mirándola hipnotizado, la tomé con ambas manos para rodearla desde la base hasta la cabeza y comencé a besar su punta y a darle leves lametones, chupando y absorbiendo un liquido preseminal no muy espeso, de sabor dulce.
Si con Omar, el segundo pene que probé, había descubierto que todos son distintos en forma, sabor y olor, con el de Andy lo estaba comprobando y casi podria asegurar que cada verga en el mundo es distinta, como una huella digital. Y la verga de Andy, además de hermosa, olía y sabía deliciosa. Un aroma a manzana y un sabor entre dulce y salado que me motivaba a seguir chupando.
La dureza de su fierro era absoluta y al parecer yo era el culpable de que Andy estuviera tan excitado, el me miraba desde arriba con los ojos encendidos y era indudable que le gustaba lo que veía. Ya que por si fuera poco, yo mantenía instintivamente la boca entreabierta parando la trompa mientras miraba hacia arriba, como una mujercita que quiere beso de su hombre… como una mascota cuyo único deseo es satisfacer a su dueño.
Ya sea por instinto o llevado por la práctica, usé mi habilidad de combinar el movimiento de la lengua alrededor de su cabeza, lamiendo como un helado y besuqueándola con mis labios, sin cerrar los ojos y sin dejar de mirar hacia arriba, para provocarlo y motivar esa expresión de macho caliente, disfrutando al complacerlo y llevarlo al extasis. Estaba demostrando que yo era un experto hacienda sexo oral y eso me hacía sentir orgulloso, con el ego hasta arriba al saber que allí, en ese momento, yo tenía todo el poder sobre esa verga.
Andy acariciaba mi cabeza con suavidad, jugando con mi pelo, respirando agitado, con un leve gemido y sin hablar demasiado.
– Aaahhh ! Asíiiii… Aaahhh!
Luego empecé a bajar besando y lamiendo despacio de la cabeza a los huevos. ¡Era una maravilla! Era una verga corrugada y podia sentir sus pliegues en mi lengua y su rugosidad en los labios. Una sensación difícil de describir. Una tarea en la que me entretuve gustoso, usando solo la boca, dejando de tomarla con mis manos las cuales apoyé en sus piernas fuertes y rigidas, lo que incrementó en mi mente el impacto placentero de estar bajo el poder de otro macho.
Luego empecé a lamer sus huevos y a pasar mi lengua por todas partes, me encantaba ese sabor, pero además, estaba disfrutando el olor que emanaba de sus hermosas pelotas y desde allí seguía pasando mi lengua hasta la punta, embriagándome de ese olor y sabor delicioso de toda su verga.
Era fabuloso poder saborear ese falo que como dije antes parecía una obra de arte, ancha, larga y con unas venas que remarcaban su dureza. Jugaba a recorrerla usando la lengua desde los huevos hasta la punta una y otra vez y de repente, la metí hasta la mitad en mi boca caliente saboreando sus fluidos, notando como palpitaba en mi boca.
Me emocioné intentando tragar y tragar lo máximo posible de su verga. Sus gemidos iban en aumento y a mi me gustaba saber que lo estaba haciendo disfrutar.
-Aaaahh! Asíiiii Juanita… me encanta lo que haces! y te vez hermosa mamando.
– Creo que eres una putita muy chula!
– Sigue nena! Sigue! Asíiii!
-Mmmmm…! Era mi único sonido mientras engullía esa barra caliente
Yo seguía chupando con muchas ganas su reata, notando como palpitaba y se endurecía. El líquido preseminal emanaba como una fuente y yo lo paladeaba, su sabor me hacia sentir más y más caliente y entregado.
-Mmmm…!
Sin embargo, a pesar de lo mucho que estaba disfrutando, hubo un pequeño click en mi cerebro, como un flashazo, en el que tuve conciencia de que lo que estaba haciendo, no eran actividades de un hombre normal. Hasta ese momento yo no había asociado mi actividad de exploración sexual con putería y puesto que a mi me gustaban (y me siguen gustando) las mujeres, empecé a tener pensamientos contradictorios.
Sin detenerme, sin dejar de mamar y sin dejar de disfrutar placenteramente me preguntaba:
– Qué estoy haciendo? A mi no me gustan los hombres. Van a pensar que soy maricón.
– Y si con esto me hago putito, o peor aún “putita” y me tengo que vestir como mujer?
– Seré Juanita de aquí en adelante? Porqué me excita que me hablen en femenino?
– Porqué me emociona que me digan nena?
Porqué siento esas punzadas deliciosas en el culo y porque me encanta tanto mamar esta verga hermosa?
-Mmmm…! ¡Que verga tan deliciosa!
Los pensamientos ocurrieron en cuestión de segundos, como también la justificación posterior que me hizo olvidarme pronto del asunto.
– A lo mejor así es esto de coger y todas las personas sienten lo mismo cuando lo hacen.
– A lo mejor todos hacen lo mismo pero nadie dice nada para que no los critiquen. Yo creo que es algo que se practica a escondidas y se cuentan en secreto. Por eso todos dicen albures, de “te meto el pito” y todo eso.
– Creo que debo dejar de preocuparme, todos estan contentos y no veo a ninguno haciendome burla como al afeminado que despacha en la tienda de la esquina o al jotito de la peluquería.
– A fin de cuentas, estoy descubriendo cosas nuevas y maravillosas que jamás imaginé.
– ¡Además soy el primero de los seis en sentirlo. Y aún me voy a coger a Omar como acordamos y sabré lo que sintió el, como todo un hombre que por supuesto es lo que soy.
Así que seguí feliz con mi tarea, inspirado, con la boca llena de verga, lamiéndola desde los huevos hasta la punta, llenándola de saliva, sacándola sin dejar de verlo a los ojos, para después volver a meterla en mi boca y jugando en círculos alrededor de ella.
Mientras el gemía extasiado, acariciando mi cabello, como se acaricia un perrito, como se soba el lomo o la cabeza de una mascota para hacerle cariñitos, como premio por portarse bien.
– Ah, que rico mamas Juanita!
—Ahhh sííí. Así ¡Chupa mi reina! ¡Es toda tuya!
Y yo tragaba sin poder hablar, aunque en realidad no tenía nada que decir.
-Mmmm!
Luego me agarró por la parte de atras de la cabeza con la intencion de enterrarla toda en mi boca. Yo sabía muy bien lo que queria, así que lo agarré de sus nalgas, para dirigir la profundidad con que entraba su verga en mi boca.
Me maravillé al sentir con mis manos que sus nalgas eran firmes, ásperas y duras; nalgas de macho, nalgas que de algun modo completaban su virilidad, no como mis nalgas blandas de mujercita.
—Ahhh sííí. Así ¡Chupa nena! ¡así bonita!
Era excitante sentir esa dureza en mis manos, agarrarme a ellas era como sostenerme de dos barrotes, era sentirme seguro mamando sin preocupaciones; si las rodillas se me doblaran en ese momento, podría aferrarme a el sin caer, sintiendome protegido con su hombría.
No se cuanto tiempo duré chupando, lamiendo y besando esa rica verga y clavándola hasta el fondo, hasta sentirla en mi garganta. Adentro-afuera, en circulos, arriba-abajo; de pronto me descubri a mi mismo moviendo el culito al mismo ritmo de manera inconsciente, cerrando-abriendo, apretando-aflojando, en circulos rítmicos, seguramente excitando a todos los demás machos ahí presentes.
De repente me dieron ganas de acelerar mis movimientos de adentro-afuera, combinados con grandes succiones de todo su miembro y y apretones de sus nalgas.
Luego me sentí forzado a poner mis manos en sus caderas porque ya no era yo quien llevaba el ritmo, era Andy que estaba entrando y saliendo profundamente y cada vez más rápido, hasta que sentí en mi boca como se ponía mucho más dura, demasiado caliente y con pequeñas contracciones, al tiempo que aumentaba sus gemidos apretando mi cabeza muy fuerte para mantener su verga clavada hasta el fondo de mi garganta.
Y de pronto empezó a soltarme chorros de leche caliente que yo degustaba hambriento.
—Sí, sí, Señoghfg… ggghf…
—Ahhh sííí…
Sentí una explosión hermosa de aquel jugo que sabía a gloria, su leche inundó mi boca en varios lechazos ininterumpidos, mi lengua se bañaba con aquel sabor a hombre, a macho fascinante, un liquido espeso y tibio que yo retenía en mi cavidad bucal para después tragarlo todo, hasta la última gota sin que su verga saliera de allí, para disfrutar y sentir el mayor tiempo posible como poco a poco, se iba desinflando y reduciendo de tamaño.
Luego me dediqué a limpiar esa hermosa verga, que a pesar de su flaccidez seguía siendo ancha y hermosa.
Es muy probable que lo mío era un gesto de amor. Por supuesto que mis ojos lo miraban llenos de gratitud, con admiración y sumisión; con un enorme deseo que recorría todo mi cuerpo y que, lejos de disminuir, me tenía totalmente entregado.
En ese momento hubiera hecho lo que me pidiera: besar sus pies, arrastrarme por el suelo para que me pisoteara, me pateara o me escupiera; en ese momento le hubiera permitido cualquier cosa bizarra que se le ocurriera.
Pero afortunadamente, ni él, ni mis amigos ni yo, teníamos mucha experiencia en cosas sexuales ni conocíamos aún todos los tipos de perversion que, con los años, fuimos descubriendo.
En esas circunstancias, la firmeza de sus manos sobre mi nuca tambien disminuyó, y volvió a acariciarme la cabeza y a tratarme como una mascota, lo cual me hacia sentir orgulloso, ya que es muy bonito sentirse querido, aprobado y premiado por el deber cumplido, además de todos los placeres que me acababa de regalar.
En ese momento, yo estaba en un terrible dilema. No sabía si quería ser tratado como un animalito complaciente o ser mas femenino y que me convirtieran de una vez en una mujercita, porque de tanto llamarme Juanita o nena me había identificado plenamente con ese papel.
Yo sólo sabía que el culo me punzaba y tenia en mi paladar un sabor a hombre que me mantenia excitado y con ganas de más, pero que cohibido y tímido como era, no me atrevía a manifestar nada de lo que sentía a mis amigos. Si algo quería evitar, eran las burlas que suelen hacerse en esos ambientes a los gays… a los maricones, a los putitos. Yo era hombre, sabía y estaba seguro de que lo era, porque en mi mente sabía que no me gustaban los hombres, que me gustaban las mujeres… en mi mente sabía… ¡Que no sabía lo que quería ser o hacer de ahí en adelante!
Todos seguían expectantes, sonrientes, mirandome con deseo, pero yo no estaba dispuesto a ser humillado y a que se burlaran de mi. Habíamos acordado ese juego, en el que todos cogeríamos entre todos, yo ya había hecho demasiado, me tocaba cogerme a Omar y así se los manifesté.
– Omar, ya me toca cogerte – dije con una voz pequeña y temblorosa.
-Claro que si, yo estoy listo para que me metas tu verguita, respondió con una sonrisa sarcástica mientras miraba mi entrepierna.
Miré hacia abajo y no supe que decir al no ver mi pitito por ningun lado. Parecía que se había enterrado por completo, detrás de una pequeña pelambre que comenzaba a tener en esa edad.
– Así es, te toca cogerte a Omar – dijo Manuel.
– Pero primero se te tiene que parar la verguita. Si quieres mientras te recuperas voy a proponerte algo que pienso que te va a gustar y hasta vas a salir ganando.
Con curiosidad, de estar arrodillado con las piernas semiabiertas, me senté sobre la colchoneta para escuchar con atención la propuesta de Manuel.