Ya se había marchado Rodrigo cuando se levantó. Se dio una ducha y mientras se secaba vio su imagen en el espejo, le gustaba mirarse e imaginar que sentirían los hombres al ver su desnudez. Le gustaba su cuerpo, su piel pálida, sus pezones y vagina con aquel color rosado. Se puso el vestido corto que había llevado aquella tarde al ir de compras con su marido y que tanto había gustado a Braulio. No se había puesto sujetador, sus pechos firmes le permitían no tener que usarlo. Se notarán mucho mis pezones si me excito? Sonrió con picardía de sentir que le atraía esa idea. Abrió el cajón donde tenía su ropa interior y sintió nervios y vergüenza al coger las bragas blancas mas bonitas que tenía. Se las puso y levantando el vestido se miró en el espejo del armario y pudo darse cuenta que transparentaban un poco. Sentándose en la cama frente al espejo separó las piernas, se veía sexy, atractiva. Bajo la tela de su ropa interior podía verse su vagina. Sintió muchas ganas de llegar a casa de su vecino y decidió no demorar mas aquel momento.
Braulio tardó un poco en abrirle pues aún estaba dormido, eran las siete y media. Cuando Tania lo vio le gustó su aspecto adormilado, despeinado. Solo llevaba puesto un flojo pantalón de pijama corto.
– Disculpa, aún estaba en cama – la miró de arriba a abajo – estas preciosa joven.
– Pensé que a estas horas era cuando desayunabas. Métete en cama por favor.
– Quieres que me meta en cama? – recordó todo lo ocurrido la tarde anterior y no pudo evitar excitarse y su pijama abultado era la evidencia.
– Si. No quieres desayunar? – se sorprendía de decir aquellas cosas, los dos sabían lo que significaba aquello, pero con aquel hombre se sentía libre y su sexualidad era diferente a todo lo que conocía.
– Me encantaría, siento mucho apetito.
Tania lo vio caminar hacia su habitación, ella cerró la puerta y al llegar al salón se descalzó, se quitó el vestido, se bajó las bragas. Estaba muy excitada solo con pensar en lo que iba a pasar. Una vez desnuda se encaminó hacia el cuarto de ese hombre. Lo vio tumbado en la cama, esperándola. No se dijeron nada, Tania apagó la luz dejando solo en penumbra el cuarto gracias a la luz que provenía del salón. Se subió a la cama y llevó su mano al rostro de su vecino, le acarició la cara con cariño.
– Entonces tiene apetito?
– Mucho. – en la penumbra de la habitación miraba a aquella joven.
Tania levantó su pierna derecha y abriéndola la pasó por encima del cuerpo de Braulio quedando sobre él. Respiró profundamente cuando sintió el calor que emanaba aquella vulva en su pecho, casi en su cuello. Sintió como ella se movía buscando la mejor posición. El agradable aroma de aquella vagina inundó sus fosas nasales y sintió un profundo arrebato de apetito, cuando entre las sombras, vio las manos pequeñas de ella abriendo su coño y posándolo sobre su boca le decía.
– Es su desayuno Braulio, si tiene apetito cómalo.
Estuvo desayunando durante un buen rato, mientras lo hacía no se dijeron nada mas. Él por tener la boca ocupada en saborear aquel exquisito manjar y ella porque solo podía gemir. Eran gemidos tímidos que cada poco tiempo aumentaban de intensidad y él sabia que cuando eso sucedía aquella vagina se descontrolaba y un nuevo chorrito de placer se derramaría sobre su boca. Cuando los gemidos de ella se incrementaban, era como estar chupando un delicioso bombón de chocolate y disfrutar ese momento que el dulce licor de su interior se derrama en la boca, pero aquella vagina era mas deliciosa que el mejor de los bombones. La lengua de aquel hombre lamia cada milímetro de su sexo, se introducía en él y Tania se moría de placer. Sentir los labios varoniles chupar sus labios vaginales le hacían temblar, cuando rodeaban su clítoris y lo absorbía tenía que tapar su boca para que sus jadeos no traspasaran las paredes de aquella casa, estaba segura que si alguien pasara por la acera de la urbanización podría escuchar como estaba gozando.
La cuenta de los orgasmos que había tenido la había perdido a partir del quinto. Estaba sorprendida de las veces que se había corrido en la boca de aquel hombre. Y ahora era ella la que sentía apetito, era ella la que deseaba desayunar, y Braulio se quedó quieto, expectante, cuando sintió que ella separó su vagina de su boca y comenzó a bajarle el pantalón del pijama.
Lo hizo despacio, estaba nerviosa, sus manos suaves bajaron el pijama. Se sentía como cuando quitas el envoltorio de algún alimento delicado, no quería ser torpe o brusca con los movimientos. Braulio se estremeció al sentir como Tania estaba entre sus piernas y él las abrió para facilitarle la labor. Pudo sentir que ella estaba oliendo su sexo excitado y por sus suspiros entendió que le estaba gustando. Tuvo que reprimir un gemido cuando la cálida lengua de su joven vecina rozó su glande levemente. Supo que aquel roce era para probar su sabor y que ese sabor le había gustado pues volvió a pasar su lengua con mayor presión. Y supo que le había gustado mucho, cuando sintió los labios femeninos rodearlo y como comenzó a chuparlo. Gimió al sentir como succionaba solo la punta de su polla. Lo hacía despacio disfrutando de su sabor. Durante un buen rato se dedicó únicamente a mamar de su capullo hinchado, caliente. El único contacto entre ellos era ese, capullo y boca, una comunión sexual que a los dos les daba placer. Tania descubrió que le daba placer hacerlo, que la excitaba sentir aquella parte del cuerpo de Braulio dentro de su boca. Le provocaba gemir sentir la suavidad de aquel glande en su lengua. Comunión perfecta, capullo, labios y lengua.
Cuando le hacia una mamada a su marido le gustaba mover su cabeza como si estuvieran follando pero ahora era distinto. Ahora solo deseaba chupar aquel capullo tan hinchado, deseaba saborear cada gota que de él manaba y que recogía con su lengua como un premio que ese hombre le obsequiaba. Le gustaba aquel sabor entre dulce y salado. Si su coño era una tarta de fresa, para ella aquel glande era como chocolate. Sin dejar en ningún momento que aquel capullo saliese de su boca deseó mover su lengua mas rápido, y supo que aquella polla disfrutaba con eso y ella sentía placer. Su boca y lengua parecían estar conectados con su coño pues sentía placer entre sus piernas. Escuchó a Braulio gemir de placer cuando succionó mas fuerte y las pocas dudas que tenía sobre si llegar hasta el final se disiparon en ese momento, y succionó mas profundo, mas rápido. Se sintió como un bebé mamando de los pechos de una madre, pero no era un bebé, si no una mujer, y no mamaba un pecho, sino el glande de un hombre, un hombre que no era su marido. Y no era leche materna lo que deseaba sino la leche de ese señor. Y chupó, chupó con deseo de sentir como Braulio explotara en su boca. Aquel hombre gimió fuerte cuando de su polla salió aquel primer chorro de semen hacia la garganta de su joven vecina, ésta sintió tres chorros mas y sintió un pequeño orgasmo en su coño cuando dejó que aquel cálido líquido se perdiera en su garganta hacia su interior. Su lengua acarició aquella carne palpitante, eliminó cualquier resto de semen que hubiera en ella y saboreó y sorprendida de sentir que le gustaba mucho sonrió.
Vista, oído, olfato y gusto. Cuatro sentidos, todos diferentes y cada cual excitante.
Sin pedir permiso se acurrucó a su lado, lo abrazó y aquel silencio le gustó mucho. Estaba feliz, sorprendida, sentía su vagina inflamada por lo que la boca de aquel hombre le había hecho. Sintió deseo y se comenzó a tocar de nuevo.
– Braulio…- acercó su boca al oído de él.
– Dime cariño.
– Me lo vuelves a chupar?
– Claro cielo – Tania se quedó tumbada y flexionando sus piernas las abrió mucho y él puso su cara entre ellas – Me encanta tu tarta de fresa.
Eran las doce de la mañana cuando se levantó de la cama de su vecino. En aquellas horas juntos habían hablado, se habían abrazado y sobre todo habían sentido placer, mucho placer. Tania fue al salón y volvió a la habitación con su ropa en la mano. Se vistió mientras él la contemplaba tumbado en la cama.
– Esas bragas blancas son muy bonitas.
– Le gustan? – se ruborizó al comprender que él se había dado cuenta de por qué se las había puesto.
– Te quedan muy bien. A ese señor le encantará verlas. – Braulio estaba contento de sentir que esa joven estaba siendo capaz de vivir su sexualidad plenamente aunque sintió un inevitable atisbo de celos, él ya no tendría el privilegio de ser el único, sin ser Rodrigo, de ver las bragas de aquella mujer.
– Gracias, eso espero. – separó sus piernas y se puso frente a él – Transparentan mucho?
– Un poco pero así estás mucho mas sexy – el color rosado de aquel coño, mas vivo producto del placer que había sentido, destacaba bajo la tela blanca – Ya me contarás que tal ha ido. Vale?
– Claro. Me gusta contarle todo – se puso el vestido – Hoy quedaré con Estela para decirle que usted está dispuesto a ayudarla.
– A intentar ayudarla – le corrigió él – Ayudarla o no dependerá de ella.
– Ojalá todo salga bien.
– Yo también espero que salga bien, se nota que la quieres mucho.
– Si – se entristeció de recordar por el mal momento que estaba pasando su amiga. – La quiero mucho. Bueno ahora tengo que irme.
– Vuelve cuando lo desees y me cuentas que te dijo tu amiga.
– Vale – se acercó a la cama y le dio un beso en la mejilla, cuando se iba a separar de él acercó su boca al oído de su vecino – Me gustó mucho darle el desayuno.
– A mi también darte de desayunar a ti. Cuando quieras repetimos.
– Esta bien saberlo, gracias. – salió de aquel cuarto y una sonrisa de felicidad inundaba su hermoso rostro aniñado.
Decidió ir caminando hasta la cafetería del día anterior. Durante el trayecto le envió un mensaje a Estela para quedar con ella cuando saliera de trabajar.
Su amiga trabajaba en una oficina como administrativa desde hacia cinco años, con veintitrés años acababa de terminar su carrera y aquel había sido su primer trabajo serio pues en ocasiones había trabajado como dependienta en periodos estivales. Ahora con veintiocho años tenía cierta estabilidad laboral pero su matrimonio se tambaleaba. Andrés y ella se habían casado hacía tres años después de cuatro de novios. Eran una pareja envidiada por todos, eran guapos y con sus respectivos trabajos, los dos eran alegres, extrovertidos y con muchas amistades. En el sexo eran iguales pues a los dos les gustaba mucho, aunque últimamente Estela sentía que ya no era lo mismo. Sentía que Andrés se mostraba egoísta en la cama y lo único que le importaba era su propio placer. Aquella actitud la estaba haciendo cambiar, ahora lo rehuía, inventaba excusas para no tener que irse a la cama con él, pues siempre la dejaba a medias. Prefería masturbarse a solas aunque los orgasmos que se provocaba a si misma no era lo mismo. Y masturbándose no podía sentir lo que es que alguien te lama y chupe el coño, cosa que Andrés últimamente no hacía nunca y si lo hacía era porque ella se lo pedía. Y en sus sesiones de sexo a solas cuando se daba aquellos azotes en sus nalgas sentía que no era lo mismo a que te los de otra persona, pero eso era algo que ni siquiera se lo pedía a Andrés, pues ciertas cosas aunque fuera extrovertida y echada para adelante no se atrevía a pedirlas por vergüenza.
Le daba mucha rabia que por ser una mujer físicamente envidiada por muchas mujeres y admirada por muchos hombres, casi todos, todo el mundo creyera que su vida sexual tenía que ser perfecta. Y no lo era, se sentía insatisfecha, frustrada. Recordaba antes de empezar su relación con Andrés que había tenido varios novios antes, unos mas normales, otros mas guapos, serios, alocados. Siempre había tenido facilidad para conseguir a los hombres que había querido. Su carácter, su alegría en todo momento del día, su hermoso rostro de rasgos felinos habían ayudado a ello. Alli donde estaba llamaba la atención. Era alta, guapa y su cuerpo era el deseo de todo hombre. Cualquier hombre que se cruzaba por la calle giraba la cara por su bello rostro pero enseguida las miradas iban a su culo. Aquellas nalgas redondas y firmes eran deseadas por todo el mundo y por momentos odiaba a su Andrés por no saber disfrutar de su cuerpo, un cuerpo que la mayoría daría lo que fuera por tenerlo.
Tania se puso contenta al recibir la contestación de su amiga y saber que podrían quedar para comer. Tenía una hora para ella sola. Sintió nervios cuando estaba llegando a la cafetería, también algo de vergüenza.
Lo vio allí sentado, en la misma mesa que el día anterior, con su periódico en la mano. Al verla movió la cabeza a modo de saludó pero ella no fue capaz de devolver el saludo. La mesa donde ella se había sentado la mañana anterior estaba libre y se sentó en ella, en la misma silla, la misma posición. Pidió un café con leche y como un ritual cruzó sus piernas. Y sintió aquella mirada de nuevo en ellas y de nuevo se puso las gafas de sol pues deseaba ver el rostro de ese hombre mientras la miraba.
Tania se fijó que era un hombre elegante, calculó que tendría la edad de Braulio. Acaso los señores mayores tienen fijación por mi cuerpo? Pensó con cierta vergüenza. Es que los chicos jóvenes no saben mirar? Muchos chicos la miraban por la calle pero nunca habían provocado en ella lo que su vecino y ahora este señor, Carlos, recordó que su nombre era Carlos, le provocaban con unas miradas. Y es que esos señores conseguían excitarla con esas miradas. Tania sentía que esta vez la mirada era mas descarada, sin disimulos. Pensó que era normal que así fuera, en el momento que llegó a esa terraza los dos sabían a lo que habían ido. Uno a mirar y ella a enseñar. Había aceptado aquel juego, un juego excitante, morboso que hacía sentir como su vagina se mojaba.
Descruzó las piernas. Su vestido se había subido y le estaba mostrando sus muslos desnudos. Esta vez lo miró directamente aunque a través de sus gafas de sol. Quería ver la cara de ese señor cuando abriera sus piernas, cuando ese desconocido viera que se había puesto unas bragas blancas para él, para que disfrutara de mirarle las bragas a una joven casada desconocida. Pies juntos, rodillas separándose para aquel desconocido. El rostro de aquel hombre era imposible describirlo, era una cara de deseo, de placer, se mordía el labio. Estaba viéndole las bragas, bragas blancas como él le había pedido. Recordó que transparentaban y estaba segura que estaba mirando su coño. Éste escurría flujos y tuvo que morderse el labio también ella cuando se fijó en el gran bulto que ese hombre mostraba bajo su pantalón del traje. Tania se sentía en una nube, aquella excitación era dueña de su cuerpo. Necesitaba masturbarse o se volvería loca. Vio como ese señor se levantaba de su silla, se levantaría para ir al baño a masturbarse? Se puso nerviosa cuando se acercó a su mesa.
– Hola, puedo? – por el gesto de su mano supo que le estaba pidiendo permiso para sentarse.
– Lo siento es que estoy casada. Preferiría que no.
– Comprendo. Quieres que hablemos en un sitio discreto?
– No se porque he venido. – Debería haberse marchado en ese momento pero algo se lo impedía – He quedado con una amiga dentro de cuarenta y cinco minutos.
– Será solo un momento – sacó un papel de su bolsillo y anotó algo en él. – Te espero allí.
No le dio opción a despedirse o decir nada. Se alejó de la terraza y lo vio desaparecer. Leyó el papel y en él había una dirección. El camarero cuando fue a pagar le dijo que de nuevo estaba invitada.
La dirección era alli cerca, se sentía muy excitada, nerviosa. Aquello era una locura, no sabía cuales eran las intenciones de aquel desconocido. Una parte de ella le decía que fuera, que se dejara llevar, la otra parte le decía que estaba loca, que era peligroso, que tenia que hablar con Braulio antes de hacer nada de lo que pudiera arrepentirse. Se fue deprisa, casi corriendo temiendo caer en la tentación de ir a aquella dirección donde estaría ese señor, Carlos, esperándola excitado.
Al llegar al centro comercial se fue al baño, se tuvo que masturbar para calmar aquella excitación. Lo hizo recordando aquella mirada sobre su braga transparente, lo hizo imaginándose en el piso de ese desconocido. Se corrió enseguida, estaba muy cachonda.
Estaba lavándose las manos cuando Estela la llamó para decirle que ya había llegado. Subió a la planta de restauración y alli estaba esperándola. Temía que su amiga pudiera notar su agitación pues hacía apenas unos minutos que había tenido aquel orgasmo tan necesitado.
– Hola mi niña!! – se dieron un abrazo muy fuerte – Pero si vienes preciosa!! – cogiendo sus manos se separó de ella para mirar su vestido que tan bien le quedaba.
– Anda que tu!! – Estela llevaba unos leguins negros que se ceñían a sus nalgas como una segunda piel y una blusa blanca que le quedaba muy bien. – Pues para estar trabajando estas preciosa cariño.
– Tu que me ves con buenos ojos. Vamos al sitio que te comenté el otro día?
– Ah vale, perfecto.
Cuando entraron al restaurante las dos pudieron comprobar que estaban preciosas porque todos las miraban.
– Joder tía, que vergüenza!! – Estela estaba algo ruborizada de sentir como las habían mirado de arriba abajo.
– A mi antes me daba mas corte, ahora creo que me gusta y todo – sonrieron con picardía.
– Yo antes era mas descarada. Desde que me casé hace tres años cambié un montón. Supongo que por mi Andrés.
– Pues muy mal, tú eres tu y no tienes que cambiar. Una cosa es el matrimonio y otra eres tu – recordaba las palabras de Braulio, cada consejo suyo.
– Ahora nos saliste filósofa o algo así? – Estela escuchaba a su amiga con atención – Creo que tienes razón.
– Es que sabes el señor este que te comenté ayer vecino mío?
– El que fue catedrático, ese?
– Si. Como te dije ayer vamos a caminar siempre juntos y es que me hace ver cosas que antes no. Se nota que es psicólogo. Me gustan mucho sus conversaciones.
– Parece que da resultado Tania, porque nunca te escuchara hablar así.
– Es que creo que deberías conocerlo. No querías ir a un terapeuta sexual?
– Si, pero me da vergüenza ir. Como será eso de un terapeuta sexual? – Estela hablaba con interés, se notaba que lo único que deseaba era arreglar su matrimonio y su vida sexual. – Y ese vecino tuyo es terapeuta?
– Creo que no, pero por ir no pierdes nada, no?
– Y el estaría dispuesto?
– Claro, ayer hablando de ti le comenté y está dispuesto a conocerte y ayudarte.
– Le hablaste de mi? Que le dijiste?
– Solo un poco por encima, le dije que una amiga mía, mi mejor amiga, que conste, estaba pasando un bache en su matrimonio y surgió lo de pedirle que te intentara ayudar.
– Cobra mucho? Ya sabes que últimamente como me bajaron el sueldo… Y no quiero que Andrés sepa que voy a ese sitio.
– Estela! No te va a cobrar nada. Se nota que no lo conoces.
– Eres un cielo Tania, gracias! – Habían decidido que en cuanto hablara con su vecino le mandaría un mensaje para saber cuando podrían quedar. – Yo ahora cojo vacaciones y tendré mas tiempo. Andrés está todo el día liado con su trabajo.
– Ah genial! Cuando las coges?
– Me queda esta tarde y ya mañana las empiezo.
– Por qué no vienes mañana a comer a casa? Seria guay!! Rodrigo también estos días hasta la noche no llega a casa.
– Siii. Te echaba mucho de menos Tania. Necesitaba estos momentos.
– Y yo! Pues ya está, mañana comemos en mi casa y pasamos la tarde juntas.
Estela se tuvo que ir a seguir la jornada en la oficina y Tania se fue para casa. Al pasar por delante de la casa de su vecino lo vio entretenido escribiendo en su libreta. Pensó si estaría escribiendo sobre ella y le gustó la idea de pensar que podía estar ayudándole a realizar su estudio de los sentidos.
-Hola! – lo saludó desde la puerta metálica que daba a la acera.
– Hola joven. Que tal ha ido? – durante su ausencia había pensado mucho en aquella muchacha y como habría ido con ese desconocido.
– Puedo pasar? – la mirada de él le hizo entender que esa pregunta sobraba. Ella accedió al jardín.
– La puerta del jardín solo la cierro por las noches. Ven – se levantó de la silla y cerró el cuaderno – Quiero enseñarte una cosa. – ella lo siguió hasta un lateral de la casa y allí había unas plantas muy bien cuidadas. Levantó una de las macetas y bajo un paño de cocina Tania vio que había una llave – Esta llave está siempre aquí, si algún día quieres entrar en casa ya sabes. A través de tu jardín puedes acceder al mío si la puerta de fuera estuviese cerrada.
– Gracias. Es usted muy bueno conmigo – sin pensarlo lo abrazó apoyando la cara en su pecho y se mantuvo alli. Era agradable estar así.
– Tu también lo eres conmigo cariño. – le gustaba mucho acariciar su suave cabello, sentir su olor.
– Hoy estuve a punto de hacer una locura Braulio.
– Que ha pasado? Quieres contarme?
Entraron en casa y Tania le contó con pelos y señales todo. Desde cada gesto a cada sensación vivida. Le contó que fue hasta el portal de la dirección anotada en el papel por Carlos pero que se había asustado y se había ido casi corriendo.
– Por que crees que huiste corriendo?
– Estaba asustada
– Porque deseaba ir a aquel piso y a la vez tenía miedo. Estaba muy excitada y me tuve que masturbar en el baño del centro comercial.
– Te gusta ese hombre?
– Nooo. A mi solo me gusta mi marido, bueno y usted un poco. – decir aquello le sorprendió – Físicamente solo mi marido, pero usted me gusta como me trata y me hace sentir y ya sabe…
– Que! Debes expresar lo que sientas y nunca dar por supuesto nada.
– Es que con Rodrigo siento orgasmos pero no son tan fuertes como con usted.
– Es normal cariño, cuando estás aquí te sientes libre, libre de vivir únicamente tu placer y eso me gusta porque llegará el momento de que con tu marido sentirás algo parecido y disfrutarás tu sexualidad de pareja con más intensidad.
– Hoy hablé con mi amiga. Mañana vendrá a comer a casa. Así podrá conocerle.
– Quiere mi ayuda?
– Si. Quiere su ayuda – Braulio vio como se levantaba el vestido y le mostraba sus bragas – Y yo también quiero su ayuda ahora.
– Que deseas?
– Tengo que decirlo?
– Siempre debes expresar tus deseos, recuérdalo!!
– Quiero que me chupe la vagina.
Se levantó del sofá y se arrodilló delante de ella. Le quitó las bragas y hundió su boca en aquel coño que tanto le gustaba saborear. Se lo comió de mil maneras distintas y aquella joven se corrió en multitud de ocasiones. Orgasmos suaves, algunos mas fuertes, alguno incluso devastador que la dejaban temblando durante varios minutos.
Cuando llegó a su casa, Rodrigo aún no estaba y aprovechó para ducharse y distraerse un poco. Quería follar con su marido esa noche y demostrarle que cada día lo amaba mas y para eso necesitaba olvidar, aunque fuera por unas horas, todo lo vivido durante ese día.
Aquella noche fue especialmente intensa con Rodrigo, quizás por lo sensible que le había dejado la vagina su vecino, había tenido mas orgasmos de lo normal. Cinco? Seis? No sabia cuantos había tenido pero le había encantado. Se estaba convirtiendo en una adicta al sexo? Seria eso que llamaban en revistas de chicas una ninfómana? Se avergonzó con aquella idea, pero si así era, le gustaba lo que sentía. Se durmió feliz apretando sus muslos, en su vagina sentía placer al hacerlo. La tenia extremadamente sensible gracias a su marido y a Braulio y también había puesto su granito de arena Carlos, el señor de la cafetería, su admirador secreto.
Por la mañana, al salir de casa, estaba decidida a ir a casa de su vecino pero al salir lo vio en la acera esperándola. Estaba con ropa de deporte señal que la esperaba para caminar.
– Buenos días joven
– Buenos días Braulio
– Vayamos a caminar, hace dos días que no vamos.
– Vale – un gesto de decepción se reflejó en su rostro y él se dio cuenta.
– Cuando algo se convierte en costumbre pierde su interés tarde o temprano. – Tania se dio cuenta que echaba de menos caminar al lado de aquel hombre y escuchar sus pensamientos – La emoción de lo inesperado es altamente gratificante.
– Si, tiene razón.
Caminaron un largo rato, Braulio le había dicho que quería enseñarle un sitio que seguramente no conocía ya que llevaba poco tiempo viviendo en esa zona. Era un sitio de muy difícil acceso y atravesaron por campos y caminos estrechos de tierra. Estaba segura que si tuviera que volver sola se perdería. Hubo un momento que solo se escuchaba el sonido de los pájaros y a lo lejos se podía percibir el ruido de agua de algún rio cercano. Aquel sitio era precioso, transmitía calma, paz. Cuando traspasaron aquel muro de altos árboles Tania se quedó boquiabierta de lo que estaba viendo. Vio el río del que provenía el ruido del agua, esa agua caía hacia donde estaban ellos y formaba un precioso embalse natural en el que el agua estaba en calma. Había unas ruinas de lo que debía haber sido un molino fluvial. Solo se escuchaba el agua, los pájaros y sus pasos que se dirigían hacia aquella construcción abandonada.
Braulio le ofreció su mano y ella se agarró a él. La llevó con cuidado y le advertía de cualquier pequeño obstáculo que aparecía para que no se tropezara. Cuando accedieron dentro de las ruinas él le explicó como funcionaban aquellos molinos, le habló de su niñez y ella lo escuchaba fascinada.
Se quedaron quietos mirando alrededor y sorprendida sintió como aquel hombre la agarraba por la cintura y sin ninguna dificultad la levantó y la sentó sobre el hueco de lo que había sido una ventana. Se quedó quieta cuando Braulio le bajó despacio hasta los tobillos el pantalón corto y sintió como su coño se mojaba de inmediato cuando con delicadeza le bajó las bragas.
– Disfruta de estos sonidos cariño. – y aquel hombre comenzó a comerle el coño mientras escuchaba el trinar de algún pájaro, el ruido de aquel agua. Y su coño se hizo agua cuando se corrió en la boca de ese hombre.
Se abrazó a él después de correrse. Aquella inesperada situación le había encantado y se lo quiso agradecer de una manera que ella también iba disfrutarla. Miró a Braulio con picardía y le bajó el pantalón y la ropa interior. Aquel miembro estaba totalmente duro y se alegró de saber que a ese hombre le excitaba lamer su vagina. Se arrodilló delante de él y muy lentamente lamió desde la base hasta el glande. Braulio se estremeció cuando sintió su pene dentro de aquella tierna boca. Se la estaba chupando de nuevo y el rostro de ella era de felicidad y placer. Al contrario que esa mañana, esta vez ella comenzó a mover su cabeza en un vaivén delicioso y pronto le hizo entender que se iba a correr, pero ella no se detuvo sino que aumentó la velocidad de su mamada. Se corrió por segunda vez en la boca de Tania y ver como saboreaba su semen lo embriagó de felicidad.
Volvieron hacia casa al ver la hora. Estela llegaría al cabo de dos horas y quería ducharse y terminar de preparar la comida. De regreso conversaron un poco sobre su amiga, Braulio quería saber algo mas sobre esa chica a la que intentaría ayudar.
Quedaron de verse en casa de Braulio a las cuatro. Ella estaría con ellos y si Estela aceptaba quería hablar con ella a solas y que Tania los esperara en casa. A Tania le pareció buena idea y le dijo que se lo comentaría a su amiga durante la comida. Se despidieron con un tierno beso
La comida con Estela fue divertida, con ella era imposible aburrirse. Estaba contenta de estar de vacaciones aunque por momentos se notaba su nerviosismo por la idea de conocer a ese señor del que Tania le había hablado. Hablaron de él, de como era y Tania le comentó lo de ir a su casa a las cuatro.
– Y lo de quedarme a solas con él como lo ves?
– No tengas miedo, es de fiar, ya verás. Y él me dijo que solo os quedaríais a solas si tu quieres.
– Vale, si me siento mal no me dejes sola eh!!
– Tranquila!! Ya verás como es un buen hombre.
A las cuatro se fueron para casa de Braulio. Tania le presentó a su amiga y estuvieron en el salón hablando de todo un poco. Estela al ver que era un hombre cercano, educado y agradable, se fue sintiendo mas cómoda y se sentía relajada. Tania tenía razón y era muy interesante la conversación con aquel señor. Había pasado una hora mas o menos, el tiempo pasaba muy rápido en compañía de aquel hombre.
– Estela te comentó Tania que me gustaría hablar contigo a solas?
– Si me lo dijo.
– Aquí lo importante es que tu te sientas cómoda. Si una persona está a la defensiva automáticamente se bloquea emocionalmente. Si no te sientes cómoda lo podemos posponer para otro momento. No te sientas obligada a nada, de acuerdo?
– Vale, gracias.
– Quieres quedarte con Braulio? – Tania agarró la mano de su amiga – Yo estaré en el jardín de casa estudiando.
– Vale, me quedo. Después paso por tu casa.
Las dos amigas se despidieron con un beso. Braulio le ofreció otro café o si quería algo y ella aceptó. Aquel señor tenía la cualidad de hacerla sentir cómoda, transmitía confianza y se lo agradecía.
Hablaron sobre ellos, de sus profesiones, de sus aficiones. Braulio quería que aquella joven, ante todo se sintiera con la confianza suficiente de tratar temas mas personales.
– Estela te ves preparada para hablarme de tu matrimonio?
– Lo intentaré. Solo he hablado de mis problemas de pareja con mis amigas mas cercanas.
– Es lógico, tu solo tienes que decirme lo que te veas preparada. No te preocupes.
Y poco a poco Estela le habló de su marido, de su matrimonio. Le habló de sus anteriores relaciones y se sintió sorprendida de estar contándole a ese hombre que acababa de conocer, cosas mas personales, íntimas incluso. Le confesó que se sentía frustrada sexualmente y eso hasta estaba afectando a su carácter. Y se sentía bien desahogándose. Cuando se dio cuenta estaba en el sofá de ese hombre descalza y mientras ella se desahogaba ese señor le estaba dando un tierno masaje en los pies. Y no le molestaba ni se sentía incómoda, sino todo lo contrario, en ese inocente masaje sentía la atención que su marido llevaba tiempo sin darle hacía tiempo. Y su desatendido cuerpo estaba comenzando a reaccionar y se avergonzó que le pasara eso.
– Creo que tendría que marcharme.
– Te sientes incómoda?
– Todo lo contrario, pero no estoy acostumbrada a esto.
– A que te refieres? – Braulio quería que aquella mujer fuera capaz de expresar sus emociones.
– Lo que le dije antes. Mi marido apenas me presta atención y jamás me había dado un masaje y mucho menos en los pies. Y es inevitable sentir cosas.
– Un masaje es una forma de transmitir y liberar energía. Quieres decirme que sientes?
– Es vergonzoso para mi decirlo.
– Relájate, intenta expresar tus emociones. Estás muy bloqueada. – las manos de Braulio se desplazaban por sus pies, los movimientos suaves, la presión justa.
– Me gusta su masaje.
– Y que es lo que te da vergüenza decir o sentir?
– Me da vergüenza decir… – Estela echó su cabeza hacia atrás apoyándola en el mullido sofá y cerró los ojos -… Que siento que mi cuerpo reacciona.
– No te avergüences, eso es lo mas normal del mundo. Todos los cuerpos necesitan ser atendidos y el tuyo está falto de atención y ante la mas mínima caricia reacciona. Te sientes mal porque tu cuerpo reaccione?
– Es vergüenza. La sensación me gusta.
– Te ves preparada para que te de un masaje?
– Un masaje?
– Si.
– Nunca me dieron un masaje.
– Quieres que hoy sea esa primera vez?
– Si me gustaría pero tendría que estar desnuda?
– Claro que no mujer. Por comodidad si que sería preferible que estés en ropa interior.
Estela se cambió en el baño. Estaba nerviosa pero deseaba sentir un masaje de aquel hombre pues era delicado y muy respetuoso. Se quitó su camiseta y el pantalón, dejándose únicamente puesta la ropa interior. Enrolló sobre su cuerpo la toalla que le había dicho Braulio y salió. Él estaba en la habitación esperándola. Lo miró ruborizada y sonrió nerviosamente cuando desató la toalla. Braulio cogió la toalla y la extendió sobre la cama.
– Túmbate sobre ella – le mostró un bote de aceite – Huele. Te gusta?
– Huele muy rico – se tumbó sobre la toalla extendida – Braulio…
– Dime
– Tania sabrá que me ha dado un masaje?
– Solo sabrá lo que tu le cuentes. De mi no saldrá nada, se lo advertido antes de aceptar intentar ayudarte.
– Gracias. Creo que me daría vergüenza contárselo.
Las manos de Braulio masajearon el cuello de aquella mujer, masajeó sus hombros, sus brazos. Ella sentía que aquello le gustaba mucho, hacía tiempo que su marido no la acariciaba y aquello aunque fuera un masaje y no caricias propiamente dichas, era parecido. Cerró los ojos y disfrutaba de aquel contacto. Sintió las manos resbalando por sus hombros. No dijo nada cuando aquel señor deslizó las tiras del sujetador para dejar sus hombros desnudos.
– Puedo? – sintió que los dedos de Braulio estaban sobre el cierre del sujetador – Así no lo mancharé con el aceite.
– Ella solo pudo afirmar con la cabeza y percibió la liberación en su piel cuando se lo desabrochó. Tenía la piel erizada y aquella presión de las manos recorriendo toda su espalda era deliciosa. Su cuerpo de nuevo estaba reaccionando pero se sentía cómoda. Por un momento dejó de sentir aquel contacto y se sintió mal al pensar que quizás el masaje había terminado. Enseguida sus pies sintieron de nuevo ser masajeados aunque esta vez con aceite que permitía que resbalaran en una sensación deliciosa. Le estaba masajeando las piernas, las rodillas, los muslos. Y cada vez su cuerpo reaccionaba mas. Se estremeció cuando sintió aquellas manos sobre sus nalgas, las mantuvo quietas sobre ellas como si esperara de ella un gesto que le indicara si seguir o no. Ella no hizo nada dándole a entender que deseaba que ese masaje no terminara nunca. Estela estaba muy sorprendida por todo lo que sentía. Aquel hombre casi desconocido estaba masajeando la mitad de sus nalgas, la otra mitad estaban tapadas por sus bragas, y ella lo disfrutaba muchísimo y lo que mas le sorprendía era la capacidad de aquel señor para no hacerla sentir avergonzada.
– Puedo? – sintió los dedos de Braulio que agarraban la goma elástica de su ropa interior. Ella de nuevo solo afirmó con la cabeza.
Sintió como le bajó las bragas con mucho cuidado y tuvo que reprimir un suspiro cuando con suma delicadeza le separó las piernas. Masajeó sus nalgas con la presión exacta y ella sentía su vagina cada vez mas mojada. Nadie sabía que sus nalgas eran su punto débil. Quizás ese hombre se había dado cuenta? Los dedos magistrales le agarraban las nalgas de una manera que la hacía suspirar. Rozaban su ano y estaba segura que estaba mojando la toalla. Cuando sintió que aquellas manos masajeaban sus ingles gimió, no pudo evitarlo, pero no sintió vergüenza por ello, aquel señor tenía experiencia y era comprensivo y debía entender perfectamente lo que le pasaba. Sintió como las manos al masajear esa zona le abrían la vulva y sintió placer, mucho placer. Los dedos masajeando sus ingles y su vulva abierta.
– Haga No bloquees tus sensaciones, tenías el cuerpo cerrado a los estímulos. Deja que suceda- Escuchar aquello la hizo dejarse llevar y sintió un placer intenso entre sus piernas y alucinada sintió como un potente chorro salió despedido de su vagina, dos más aunque de menor intensidad. Luego llegó la calma, se sintió como flotando en una nube. Braulio acariciaba su espalda con ternura – Voy a salir de la habitación, quédate aquí, tómate tu tiempo. Mastúrbate si lo necesitas. Vale?
Cuando salió de la habitación Estela se quedó pensativa. Lo que acaba de sentir había sido maravilloso. Llevó su mano a su vagina y estaba empapada. Se masturbó recordando el masaje y se corrió dos veces en apenas unos minutos.
Cuando salió de la habitación lo vio en el sofá sentado, tranquilo, relajado. Había enrollado la toalla a la espalda. Llevaba su sujetador y las bragas en la mano. Lo miró con algo de vergüenza pero le sonrió en gesto de agradecimiento.
– Date una ducha Estela. Te dejé ahí unas toallas.
– Gracias
Quedaron en verse al día siguiente. Habían acordado que ya que estaba de vacaciones podía aprovechar esos días para hacer la terapia. Iría todos los días a las cuatro.
Cuando salió de la casa se sentía contenta, vio a su amiga en su jardín estudiando.
– Estela!! Que tal ha ido? Estás bien? – recordó que Braulio le había insistido que aquellas sesiones eran algo íntimo y que solo Estela podría contarle lo que quisiera sin sentirse presionada. – Ah perdona tía, no pude evitarlo.
– No pasa nada tonta – cuando llegó a su lado la abrazó agradecida – Pero muy bien, gracias por presentarme a ese señor.
– Puedes quedarte, no? Pensé que cuando terminaras podíamos tomar el sol un rato. Quieres?
– No traje biquini.
– Te dejo uno mío.
– Tania!! Me quedará enano, no crees? – Estela era mas alta que ella y sobre todo tenía mucho mas pecho y culo.
– Y que mas da!! Aquí nadie nos ve, bueno solo Braulio pero es de confianza. Rodrigo hasta las diez no llegará.
Se fueron de la mano adentro de la casa. Las dos echaban de menos aquellos momentos juntas. Estela se probó algunos biquinis y se decantó por el que menos enseñaba de su anatomía.
– Uf tía, casi se me ve todo. Que va. Me da corte. – la parte de arriba apenas tapaba sus pechos y la de abajo le apretaba bastante.
– Pero si te queda mejor que a mi!! – al verla no pudo evitar recordar su diminuto pantalón que estaba en el cajón de su vecino.
– Y a ti no te da corte que tu vecino te vea en biquini?
– Bueno al principio un poco, pero ahora ya no. Hay confianza y es como una sensación rara.
– Tania!! Eso es que te gusta que te mire?
– Creo que si. Es muy respetuoso y educado y eso ayuda.
– Como se entere Rodrigo te mata. Eres la leche.
Salieron riendo, felices. Estuvieron diciendo tonterías, hablando cosas serias, merendaron algo. Estaban boca abajo con las cabezas en sentido opuesto al jardín de su vecino cuando escucharon su saludo.
– Buenas tardes señoritas – llevaba su cuaderno en la mano y se estaba sentando en su silla habitual.
– Buenas tardes!! – las dos saludaron al unísono.
– Veo que estáis aprovechando el buen día que hace. Muy bien! El sol es muy bueno para el cuerpo.
– Ella ya está casi negra. Es una capulla! – Tania era muy blanca de piel, todo lo contrario que su amiga.
– Creo que mis padres me debieron adoptar, siempre les digo que debo ser hija de africanos.
– Pues puede ser, porque tienes culo de negra así tan respingón – aquel comentario acompañado de una palmada en el culo la hizo avergonzarse, por unos momentos se había olvidado que aquel minúsculo biquini dejaba sus nalgas totalmente al descubierto. – A que tiene un culo bonito? Ella siempre dice que es demasiado llamativo y eso no le gusta.
– Tania, tía!! – le estaba sacando los colores con aquellos comentarios.
– Está bien, ya paro.
– Bueno os dejo con lo que estabais. Voy a escribir un poco.
– Vale.
Volvieron a mirar para adelante y Estela la miró con cierto reproche.
– Me hiciste sonrojar, eres una cabrona.
– Te fijaste cuando lo dije como te miró el culo?
– Claro que me di cuenta, fue un poco descarado, no?
– Un poco, pero no te gustó sentir su mirada?
– Calla que me da vergüenza.
– No somos amigas?
– Ya pero…
– Entonces te gustó?
– Si tía, no se explicarlo. Pero tu no eres la mas indicada eh!! Que antes me dijiste que a ti te gustaba que te mirara
– Es que mira diferente que los chicos, verdad?
– Si, es verdad.
Se quedaron calladas y apoyaron sus cabezas en las toallas. Las dos sentían que ese señor les estaba mirando sus culos y ambas sentían un agradable cosquilleo entre sus piernas.
– A ti se te ve mas que a mi, eso es trampa – Tania llevó sus manos hacia su braguita del biquini y la metió entre las nalgas – Así estamos iguales.
– Estás loca tía, que pensará de nosotras?
– Que va a pensar!? Que nos gusta que nos vea el culo. Nosotras pensamos mal de él porque le guste mirarnos? Yo no por lo menos
– Yo tampoco
Estaban excitadas con aquella situación, las dos respiraban agitadamente. Estela deseaba masturbarse porque aquel cosquilleo entre las piernas era demasiado agradable . Deseó llegar a casa y poder hacerlo, como cada noche, mientras su Andrés dormía.
Braulio las miraba, se preguntaba si aquella joven que había conocido ese mismo día también se excitaría al ser observada como le pasaba a su amiga. La imagen que tenía ante él era excitante, sensual, era una imagen digna de los mas distinguidos museos al que acuden miles de personas para deleitarse con la contemplación de hermosas escenas. Le llamaba la atención el contraste de aquellas pieles. Tania con sus nalgas blancas, mas pequeñas pero increíblemente bonitas. Estela con sus nalgas muy morenas, redondas y salientes. No pudo evitar pensar que a ambas muchachas les había visto el coño, a una, su vecina incluso se lo había olido y saboreado, a la otra solo se lo había visto. Era un coño oscuro como su piel, cerrado como el de Tania. Contraste de colores, al separarlo con sus dedos pudo ver que el de Estela era de un rosa mucho mas oscuro, casi rojo, que el de Tania de un rosa mas claro.
Se excitó, aún mas si es que era posible, cuando vio que su vecina metía la braguita del biquini entre las nalgas. Le estaba diciendo claramente que deseaba que la mirara y él lo hizo. Sus deseos eran para él casi órdenes siempre y cuando esos deseos no pusieran en peligro su matrimonio. Estaba seguro que si estuviera sola, en esos momentos tendría la braga bajada para dejarle ver su hermosa vagina y probablemente entraría en su casa para que le lamiera. Había comprobado que a ese chica le gustaba mucho sentir su boca entre sus piernas y siempre que lo hacía se corría enseguida.
Eran las nueve cuando vio que se levantaban de sus toallas y comenzaban a recoger todo. Al poco tiempo las vio aparecer ya vestidas.
– Hasta mañana Braulio – Estela se estaba despidiendo de él – Quedamos a las cuatro entonces?
– Si, a las cuatro aquí. Hasta mañana Estela.
Vio como Tania se acercó hasta la puerta del jardín y las amigas se despidieron con un fuerte abrazo. Cuando regresó se acercó al pequeño muro que separaba sus jardines.
– Braulio mañana vamos a caminar?
– Haremos lo que desees. Quieres ir a caminar?
– Si pero podíamos desayunar antes – sus mejillas se pusieron algo coloradas. – Tomar el sol me da apetito.
– A mi también.
Se miraron y sin decir nada sabían lo que deseaban en ese momento. Tania miró vio la hora y aún faltaba media hora para que llegara Rodrigo.
– Me ayuda? – pasó su mano por encima del muro y él la ayudó a superar su altura.
Tania se dirigió a la casa y él la siguió. En cuanto estuvieron dentro ella cerró la puerta y se arrodilló. Le bajó la ropa deprisa. Cuando Braulio se dio cuenta, tenia lo polla totalmente dura dentro de la boca de esa joven. Lo hizo correrse enseguida. Era ella la que dirigía la situación. En ese casa era libre y así se sentía. Cuando eyaculó en su boca ella se levantó y se bajó sus pantalones y las bragas, con un gesto lo hizo arrodillarse y fue ella misma la que puso su sabroso coño en la boca de él. Apenas tardó en correrse en la boca de él. Cuando se corrió se vistió deprisa y se despidió de su vecino con un beso en la cara.
– Gracias, lo necesitaba. – se fue sonriendo, necesitaba calmar su excitación y él lo había conseguido.
Cuando Estela llegó a casa aún no estaba Andrés, se dio una ducha y se puso cómoda. Sentada en el sofá recordaba lo que había pasado en casa del vecino de Tania. Era inexplicable lo que había sucedido. Recordó todo lo que habían hablado, como se había sentido con aquel hombre, era diferente a todo lo que había vivido. Aún estaba alucinada de haber aceptado que le diera un masaje y mucho mas de haber accedido que aquel señor que le bajara las bragas y pudiese mirarla de esa manera. Se ruborizó de recordar como la había tocado, hacia años, que nadie le tocaba así las nalgas. Aquel hombre había conseguido hacer que su vagina eyaculara sin tocarla.
Aquella noche cuando Andrés le pidió ir a la cama ella lo rechazó, no estaba dispuesta a que su marido la hiciera sentir un trozo de carne nunca más, su marido tenía que aprender a valorarla como mujer y si él tenía necesidades ella también. Al sentirse rechazado se fue para cama, solo, y evidentemente molesto.