No soy gay, ni bisexual, ni heterosexual. La verdad me carga que haya que catalogarse. Simplemente me gusta tener sexo con hombres, de vez en cuando, y sin necesidad de buscar algo más que placer.
Esta es la primera historia, que comienza en verano de 2013 en Santiago de Chile, no había tenido clases en la universidad, así que me tocó quedarme solo en casa mientras mi padre fue a trabajar. Tenía demasiadas ganas de que un hombre me follara. Por las noches me tocaba y fantaseaba, hasta que me decidí a publicar mis pervertidas intensiones en diversos portales donde la gente buscaba sexo.
Al corto tiempo una serie de chicos me contactaron, y con la mayoría intercambiábamos fotografías por correo electrónico, al tiempo en que yo miraba y disfrutaba esas vergas duras que recibía en mi email. Naturalmente yo disfrutaba sacarme fotografías desnudo, con mi culo en cuatro u otra posición que sabía, disfrutaría quien fuese que la observara desde el otro lado de la pantalla. Me encantaba imaginar esa parte.
Algunos estaban dispuestos a ir a mi apartamento para tener sexo, pero no eran de mi agrado, y prefería no concretar nada. Hasta que un muchacho me gustó. Era ardiente, delgado, y le gustó lo que vio de mi. Todo fue a través de mi hotmail, aunque con otros hablaba por Skype.
Finalmente coordinamos nuestro encuentro. Acordamos un día en que yo no tenía clases en la universidad, y él, saliendo de sus clases pasaría por mi apartamento. Por fortuna mi papá no llegaba a casa hasta bien entrada la tarde, así que no habría problema. Mi personalidad es bien reservada, así que nadie sospecharía en portería de mis exquisitos anhelos de ese día.
Yo pondría los condones y el lubricante, mientras que el chico solo debía llegar a la dirección acordada a las 14 horas. No faltaba mucho para que se cumpliera el plazo, y los nervios ya me comían en la casa.
Vestía un pantalón de buzo, sin ropa interior, y una polera de dormir, mientras que solo estaba caminando con calcetas. Lo unico que deseaba era ser desnudado y penetrado pronto.
De pronto llaman al citofono…
Contesto y el portero da las indicaciones que me dejaban en claro que mi visita ardiente había llegado… esos segundos se hicieron eternos. Tocan al timbre; abro la puerta, y frente a mi estaba él. 1.75 de estatura, delgado, blanco. Era perfecto.
Comenzamos a hablar de cosas que a nadie le importa hasta que lo besé en su boca. De ahí todo se fue dando rápidamente. Estaba deseoso de saborear todo su cuerpo… le quité su polera, yo la mía, y así hasta que quedamos completamente desnudos. Su verga era velluda, no grande, pero perfecta para ser la primera vez en que me penetrarían.
La sentí dura. La tomé con mi mano derecha y mientras él estaba recostado en la cama, me llevé su duro pene a mi boca, y sutilmente la comencé a babosear, de arriba a abajo. Fue un instante delicioso.
Pasaron los minutos y le pregunté si deseaba metérmela, a lo cual accedió. Puse un condón en su pene, me lubriqué, me puso en cuatro, y lo que vino después fue una lluvia de placer recorriendo cada poro de mi ser. Luego me monté sobre él, y así en varias posiciones, mientras yo gemía, disfrutando cada uno de sus movimientos.
La cama se movía al son de sus curvas, mientras yo me mordía los labios pidiendo al universo que este placer fuera eterno. Pasaron los minutos y los dos terminamos acabando sobre las sábanas blancas de aquella cama.
Terminaba así una danza eufórica de erotismo, que comenzó con una tímida conversación. Ambos nos vestimos, nos despedimos y nunca más nos volvimos a ver.
Las historias que vinieron después, fueron sumando cada gota de placer en mi alma aventurera. Esta historia que se teje desde la oscuridad, recién comienza.