Luego que Martín, el esposo de mi empleada doméstica me cogiera en el departamento, me quedé con muchas ganas de seguir entregándome a él. Me daba mucho morbo que el esposo de mi doméstica me cogiera. Serle infiel a mi esposo y serle desleal a mi doméstica me hacía sentir muy puta. Tres o cuatro veces más, Martín vino al departamento para cogerme. Le hacía un pedido de verduras y aprovechaba el delivery para nuestros encuentros. Todas esas veces las pasamos muy bien.
La última vez. Tras más de una hora de orgasmos continuos. Quedé exhausta sobre la cama. De pronto Martín empezó a hablarme con el respeto que me tenía, incluso cuando cogíamos. Me dijo “señora Marta, tengo una idea, pero no deseo que usted se incomode”. Escucharlo decir eso me hizo saber que era alguna fantasía sexual, seguro subida de tono, y que la tenía muy pensada pero que se había guardado para decírmela.
Le dije que hablara nomás. Que lo escuchaba. Me dijo directamente “mi amigo el Juan, sabe que yo me acuesto con usted. Le he dicho que sería rico hacerlo los tres”.
Me quede en silencio por varios segundos. Él también. Se me ocurrió preguntarle si hacía eso con su esposa. Me respondió, algo molesto, “como cree que voy a hacer esas cosas con mi esposa. Nosotros no somos así señora Marta”.
Ella no era así. Era su santa esposa. Pero yo si lo era. Le pregunté como era su amigo Juan y me respondió “es así como yo señora Marta”. No lo pensé mucho y acepté. Le dije que la siguiente vez que viniera a dejar las verduras, lo trajera.
Había tenido algunos tríos siendo soltera, pero nunca de casada. Me excitaba imaginar uno en casa, con el esposo de mi doméstica, que vendía verduras en el mercado y un amigo de él, que supuse también trabajaba en el mercado.
Llegó el día. No quise mucho preámbulo. Ya estaba demasiado caliente desde que desperté. Esperé a Martín y su amigo Juan sólo en un coqueto baby doll.
Cuando finalmente tocaron la puerta yo ya me estaba tocando, muriendo de ganas. Abrí y vi a los dos amigos. Martín no me había mentido, Juan era muy pero muy parecido a él. El mismo color piel muy cobrizo, la misma textura cuadrada. Ambos casi del mismo tamaño, sólo un par de centímetros más altos que yo, lo que definitivamente los hacía hombres bajos. Pero lo más sorprendente, ambos, nunca supe si coordinado o porque la moda era similar para ellos, con el mismo estilo de jean y el polo del mismo color. Los hice pasar.
Martín dejó las verduras en la cocina, que al final, esa era la excusa para sus visitas. A pesar de mi calentura los tres estábamos nerviosos y nada fluía. Tras unos instantes de un frustrante silencio les dije “¿vienen al cuarto conmigo?”
Me siguieron ambos. Me di cuenta que era la primera vez que ambos hacían algo así. Había supuesto era algo que solían hacer, pero claramente encontraron en mi a la patrona dispuesta a todo. Y si lo estaba.
Me excitó poder controlar la situación. Tenía experiencia, ya algo lejana en el tiempo, pero la tenía. Era un punto a mi favor. Al llegar a la habitación les dije “sáquense la ropa”.
Se miraron algo perturbados y finalmente Martín se empezó a sacar la ropa. Juan lo siguió. Se quedaron sólo en calzoncillos. Por los nervios me di cuenta que ninguno estaba erecto. Eso me excito. Sentirme la “señora” la “patrona” la que decidía, me gustaba. Complementé mi instrucción “sáquense todo”.
Ya completamente desnudos me di cuenta que ambos tenían hasta una dotación similar. Eso me excitó pues la verga de Martín me llenaba de placer, imaginar dos iguales, me ponía loca. Sin más que pensar, me arrodillé y comencé a chupársela a Juan. Fui educada, primero la visita. Martín me miraba y se tocaba. Luego pasé a la suya y estuve así, alternando unos minutos hasta que ambas estaban bien duras y húmedas. Ellos, ya erectos, se soltaron y comenzaron a decirme “que rico la chupa señora”. O “que bien la mama patrona”.
Me puse en 4 patas al borde de la cama y les pregunté quien quería empezar. Juan respondió “yo señora”. Se puso detrás de mí y comenzó a penetrarme en forma bruta. Martin supo que hacer y se puso sobre la cama para que se la chupe mientras Juan me cogía.
La fiereza con la que Juan me cogía diciendo “blanquita la señora, blanquita la patrona” me hacía sentirme muy puta y llegué en pocos minutos. Juan seguía cogiéndome hasta que Martín le dijo “yo quiero coger a la señora ahora”. Cambiaron de lugar y sentí que Martín ponía saliva en mi culito. Él sabía lo loca que me pone coger por el culo. Y la metió con el salvajismo de Juan. Me estremecí toda, pero la calentura hizo que pronto ya este sólo gozando por mi culo. Volví a llegar.
Les dije “los quiero a los dos juntos”. Ellos se quedaron en silencio y tuve que decirle a Juan que se acueste. Lo hizo me puse sobre él y le entregué mi coño. Tras unos minutos cabalgando y un nuevo orgasmo, mientras Martín solo me manoseaba, me acosté sobre Juan y le dije a Martín “mi cola es tuya”.
Entendió y, en mi cama matrimonial, fue la hembra de dos hombres del mercado. Volver a tener dos vergas dentro a la vez me llevó a un nuevo nivel. Les pedí que me escupieran. Que me insulten. Juan me escupía en el rostro, Martín en la cabeza y la espalda. Tras varios orgasmos míos, Juan llegó y me llenó la concha de leche. Martín seguía muy duro. Yo estaba exhausta. Le dije que quería su leche en la boca. La sacó, se levantó y se puso a mi costado. Con el fuerte olor a mi culo me la metí en la boca, ese momento detonó a Martín y me llenó la boca de leche.
Cuando Martín terminó me dijo “señora, podemos vestirnos e irnos. Debemos volver al mercado”. Les dije que sí. Me quedé dormida en la cama ni cuenta me di del cómo se vistieron y salieron.