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Perdido en el campo (1)
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A mí me excita manejar mi auto vestido de mujer. Con frecuencia lo hago por caminos rurales, poco transitados, donde me cruzo con muy pocos vehículos. Generalmente salgo con una falda corta o unos leggings, medias de nylon, y tacos aguja bien altos. Cuando conduzco me encanta mirar mis pies maniobrando los pedales con tacos altos de mujer. Yo soy crossdresser y hasta hace unos años mi cola era virgen, pero…

Estaba paseando con mi auto por el campo. Iba con una mini de jean, un suéter color salmón, medias negras bien transparentes, y unos zapatos clásicos con altísimos tacos aguja. Había lugares con algunos parches de barro y yo aproveché para hacer algo que me encanta. Hacía patinar mis ruedas traseras en algún lugar con algo de barro, simulando estar con el auto encajado. Ver mi pie acelerando nerviosamente con mi zapatito de taco alto, me excitaba terriblemente. Además esa sensación de ser una damita en apuros, me ponía a tope.

Esa tarde paré mi coche en un lugar con algo de barro, pensando en hacer lo que me gusta. Ya lo había hecho dos veces en esa tarde, pero mi excitación seguía pidiéndome acción. Hice girar mis ruedas un par de veces, pero me detuve. No me había percatado que estaba frente a la entrada a una propiedad, por lo que podía ser divisado por alguna persona. Por las dudas, decidí seguir mí camino. Pero lamentablemente no pude. Las ruedas traseras giraban en el barro, y el auto no se movía. Rápidamente me percate de lo que estaba sucediendo. ¡Estaba realmente encajado!

Tenía que tratar de salir. Con el ruido del motor acelerando, seguramente escucharía alguien. Y podrían verme. Probé nuevamente y nada. Bajé del auto para estudiar la situación. Estaba encajado, y las ruedas estaban bastante hundidas. Si les ponía algunas piedras o ramas debajo, quizás pudiera salir. Estaba buscando unos ladrillos y de pronto quedé petrificado. A un par de metros de donde yo estaba, se encontraba parado un hombre alto y con ropa de campo. Me saludó y yo respondí en forma balbuceante. Estaba aterrorizado. El tipo me dice:

– ¿Qué le pasó?

– Me… me encajé. -conteste yo

– Si, ya veo que está encajado… ¿o debo decir encajada?

– Señor… yo… yo… le puedo…

– No tiene nada que explicar No se haga problema. Vivo en el campo, pero soy de mentalidad abierta y no discrimino. Puede vestirse como se le ocurra. Además, le queda bastante bien.

– Gra… gracias. -dije yo todavía con voz temblorosa.

– Bueno, voy a buscar la chata así sacamos ese auto del barro. – dijo, marchándose hacia un gran cobertizo.

Yo subí al auto y estaba desconcertado. Un ligero temblor recorría mi cuerpo. No sabía si me encontraba en peligro o no. Esa incertidumbre me asustaba, pero no tenía ninguna opción, ya que por mis propios medios iba resultar imposible salir de ese atasco. Él volvió con un tractor y en unos minutos desencajamos mi auto. Me dijo que me convenía volver por donde había llegado, porque mas adelante el camino era mucho más barroso. Como el camino era angosto, me dijo que diera la vuelta dentro de su propiedad. Después de hacerlo y cuando estaba agradeciendo su ayuda, me invitó a tomar algo en la casona. Antes que yo dijera algo, me comentó que vivía solo, lo que me aseguraba no ser visto por nadie más. Me pareció un tipo amable, y además me había sacado de un gran problema, por lo que accedí a la invitación. Ambos decidimos que lo mejor serían unos buenos mates.

Mientras charlábamos, me preguntó si quería ponerme más "cómoda" o cambiarme el calzado. Yo solo me saqué el suéter, quedando con una blusa amarillita con volados. En cuanto al calzado le comenté que me siento re cómodo con tacos. Y que me gustaría aprovechar al máximo toda la tarde para estar de tacos altos. Asintió con un gesto, y hasta me pareció que le gustaba la idea. Mientras él preparaba los mates, yo fui hasta el auto a buscar otro par de zapatos, porque los que tenía puesto tenían algo de barro, y no quería ensuciar el piso del lugar. Eran idénticos a los otros, pero de color rojo. Después de tomar el primer mate le comenté:

– Me cambié los zapatos para no dejar barro dentro de la casa.

– Sos "considerada", gracias. -respondió el hombre.

– Es lo que corresponde. Usted fue muy amable conmigo.

– Y te digo que estos me gustan más. Ese color rojo…son más excitantes creo. ¿Te puedo pedir que camines? Con el problema del auto no presté mucha atención a tus movimientos, y me gustaría ver cómo te movés sobre esos tacos. Si no lo tomás a mal, claro.

Le respondí que no tenía problema en hacerlo y comencé a moverme por la amplia sala. Mientras caminaba mi mente estaba a mil. Me di cuenta que alguna insinuación me iba a hacer, porque su trato había cambiado. Me tuteaba y solo se refería a mí en femenino. Además mientras yo "desfilaba" ante él, no quitaba la vista de mis piernas y mi cola. Y confirmando mis sospechas me dijo:

– Te digo que tus piernas son realmente hermosas, y te movés mejor que una mina sobre esos tacos. Y veo que te gusta usarlos. ¿Cómo hacés para caminar tan bien?

– Es la práctica de mucho tiempo. Y sí, me encanta usar tacos altos. Me hace sentir bien mujer.

Al decir eso, me di cuenta que inconscientemente le estaba siguiendo el juego, y que quizás no tuviera vuelta atrás. Y me gustaba tanto esa situación que comencé a actuar de una forma que un rato antes me hubiera parecido imposible. Me movía mas sensualmente y hasta intenté algunas poses. Después, poniéndome de espaldas a él, le pregunté si le gustaba lo que veía. El hombre se incorporó y me tomó por la cintura, haciéndome sentir su bulto apoyado en mi cola. Me hizo girar sobre mis tacos y me estampó un beso en la boca que casi me deja sin aliento. Yo comencé a desabotonar mi blusa y él lo vio como un gesto de aprobación. No tardó mucho en quitarse la bombacha de gaucho, y el bóxer. Me ayudó a quitarme la blusa y prácticamente me arrancó la minifada de un tirón. Yo quedé en bombachita y corpiño, y con las medias y los tacos puestos.

En ese momento saqué la "puta" que me había imaginado ser en muchas masturbaciones anteriores. Me puse en cuclillas y tomando su verga con una mano me la llevé a los labios. Aunque era mas bien pequeña, con la rápida erección que experimentaba, se volvió de un tamaño considerable. Después de lamer con gusto su glande, me la metí toda en la boca. Mientras yo le mamaba la verga escuchaba que decía "ah, sí, así", "qué bien que lo hacés, mi vida", "tragatela toda, putita", y finalmente "¡cómo te voy a coger!", "te la voy a poner hasta las tripas".

Yo pensé en preparar con algún lubricante, pero no me dio tiempo de nada. Me tiró sobre el sillón y después de ensalivar mi agujerito, me apoyo la cabeza de la verga y empezó a empujar. Al principio yo gemía de dolor, y hasta creo que grité, pero no sé si por la calentura que tenía o porque su verga no era muy grande, el dolor dio paso al placer. El hombre embestía con fuerza y yo sentía ese pedazo de carne adueñándose de mis entrañas. Comencé a moverme al compás de sus arremetidas y el placer era indescriptible. Era la primera vez que un macho me cogía y yo era feliz. En ese momento me sentí re mujer. Y re puta. Lamentablemente acabó rápido, inundándome el culito de leche. Cuando la sacó, le confesé que era la primera vez. Que él me había hecho mujer. Terminamos abrazados por largo rato. Yo tenía lágrimas de felicidad en los ojos, y me pareció que él también. Nos vestimos y terminamos la mateada.

Nome quise quedar más tiempo porque estaba oscureciendo y tenía miedo de no poder bien el camino. No quería encajarme de nuevo con el auto. Pero le prometí que volvería. Nos dimos los números de celu para seguir en contacto y me marché, no sin antes despedirnos con un apasionado beso.

Si les gustó el relato, prometo escribir los encuentros que tuvimos en ese lugar. Gracias por leer.

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