Hace mucho que no escribía y voy a intentar volver a la rutina.
Aún no me acostumbro a esta casa, tan solo llevo 6 meses en ella y la mayor parte del tiempo siento que está vacía.
La Señorita R era una chica espectacular, preciosa, elegante y muy inteligente, pero algo fallaba. Caímos en una rutina que era capaz de superarnos a ambos por lo que tomamos la decisión de acabar con la relación.
Ahora me encuentro aquí, en una casa totalmente nueva tumbado en una cama demasiado grande para mí, intentando practicar un ritual transmitido por mis padres, la siesta.
Ya escucho chocar su pequeño llavero contra la puerta de entrada.
No logro asimilar todavía la locura que cometí al hacerle una copia de las llaves de mi apartamento.
Sube despacio para no despertarme con el impacto de sus sandalias contra el parquet. Entra sigilosamente en mi habitación con una pequeña sonrisa en los labios y dirigiendo una intensa mirada a mi cuerpo inmóvil.
Me hago el dormido para poder observar la naturalidad con la que se despoja de su ropa.
Pequeños rayitos de sol que se filtran por la ventana dejándome vislumbrar su hermoso cuerpo.
Empieza deshaciéndose de su top, rozando con sus dedos cada tramo de piel que cubre sus ya pronunciadas curvas. Le sigue el turno que al caer al suelo deja a la vista unos pechos pequeños pero turgentes. Por último, tras percibir el suave sonido de una cremallera al descender, veo como sus shorts caen, se deslizan por sus muslos, dejando ver unas braguitas extremadamente pequeñas que solo pueden ser admitidas gracias al descaro que mueres ese cuerpo al llevarlas.
Se desliza entre las sábanas como una gatita y en mi mente soy capaz incluso de oír su dulce ronroneo.
Cambia en varias ocasiones de postura, pero parece que con ninguna de ellas queda conforme.
Cuando ya parece que ha cesado su inquietud, escucho dos pequeños pitidos que indican que la temperatura de la habitación ha descendido dos grados. Pega su cuerpo al mío y noto su aliento golpear mis labios. Llega un beso y más cercanía. Le siguen varios más, muy delicados, secos y fugaces.
Es demasiado lista, se ha dado cuenta de que no dormía.
Siento como sus pechos se oprimen contra mi costado, noto como su pelvis roza mi cadera, suavemente invade mi espacio echándome el peso de una de sus piernas sobre las mías.
Me bloquea y ya no soy capaz de resistirme a sus besos, se los correspondo…
Llega la humedad a nuestros labios, nuestras lenguas comienzan una lucha por invadir la mayor parte del territorio en la boca del otro.
Con un ágil movimiento se coloca encima de mí. Comienza un vaivén de subidas y bajadas. Su cuerpo se frota incesantemente contra el mío y mi miembro totalmente erecto golpea una y otra vez su humedad, intentado traspasar las prendas que lo separa de la calidez de su interior.
Le acaricio el inicio de su espalda, la tripa, los costados… En mí subida ascendente noto como suspira más intensamente a medida que me acerco a sus pechos. Los agarro, los masajeo, los amoldo a mis manos… Comienza a gemir dulcemente en mi oído.
De repente paro, con una mano presionando en sus caderas la obligo a quitarse de encima.
Me quito los boxes mientras ella me mira mordiéndose el labio inferior. Me quedo mirando sus diminutas braguitas sabiendo que ella está entendiendo que quiero que se las quite. Lo hace sin decir nada, mirándome fijamente con esos preciosos ojos castaños…
Me coloco encima de ella con mi miembro apuntando a la entrada de su vagina.
Sé que le gusta jugar, sé que no esta tan tremendamente excitada como yo, sé que siempre utilizamos protección, pero la imagen de su frágil cuerpo bajo el mío me supera… La penetro sin contemplaciones.
De su boca emerge un sonido próximo al quejido.
Beso su cuello por cada rincón que me es accesible. Se que le encanta que haga eso cuando estoy dentro de ella.
Gemimos, sudamos y nos movemos a la vez en una misma sintonía que solo nosotros podemos escuchar.
Aumento la velocidad de mis embestidas.
Hoy no me puedo controlar, llevo demasiados días deseando poseerla de nuevo.
Bajo mi mano por su cuerpo tibio hasta llegar a su enrojecido clítoris. Lo estimulo como solo la experiencia te hace saber.
Sus gemidos se hacen cada vez más intensos. Muerde el lóbulo de mi oreja derecha a la par que susurra mi nombre una y otra vez.
Acelero los movimientos de mi mano, que a estas alturas está impregnada con sus jugos.
Su cuerpo se tensa. Me hace saber que su orgasmo está próximo clavando sus uñas en mi espalda. Con sus manos me obliga a apoyar la mayor parte de mi peso sobre ella.
Se acerca a mi oído y me susurra –Córrete Carlos, no aguanto más… necesito sentir como me llenas…
En ese preciso momento me clavo profundamente dentro de ella. Una, dos y hasta tres veces. Siento las paredes de su vagina aprisionando dulcemente mi miembro.
Lanzamos gemidos al aire y nos corremos juntos sintiendo como el cuerpo del otro se relaja lentamente.
Me tumbo a su lado, acaricio su pelo y susurro su nombre…
Vuelvo a recordar que tan solo es una fantasía y con este pensamiento en la cabeza, me quedo dormido.