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Siempre estaré para ti, Marian (9)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Pasó el tiempo, me gradué de abogado en la UCV, acto al que fueron Marian y Salvador, para acompañarme. Ella estaba eufórica, se le notaba la satisfacción de verme ya graduado. Apenas bajé del estrado diploma en mano, me dio un abrazo de los de ella, apretado y un beso en la frente. Me miraba directo a los ojos y me dijo:

-Estoy orgullosa de ti, mi amor. Ahora eres todo un abogado de la república y un hombre de bien, hecho y derecho, como la carrera que cursaste. Te deseo muchos éxitos profesionales, de aquí en adelante. – luego, al oído me dijo: -recuerda siempre lo que resultó ser tu padre. Nunca lo emules.

Del acto nos fuimos los tres a cenar a un restaurante acompañados de Licht, que no tenía familia en el país y luego al Pent House a celebrar. Allí hicieron acto de presencia una pareja de compañeros que provenían del interior y cuyos padres no pudieron venir al acto, por falta de recursos.

La pasamos de lo mejor, entre tragos y anécdotas. Por previsión, Marian les dijo a la pareja de compañeros que se quedaran en la habitación de huéspedes y a Licht que se quedara conmigo, en mi habitación de siempre. Esa noche hubo sexo a granel en casa de Marian, pero cada pareja por separado.

Yo ya trabajaba con el profesor Sanoja en su Bufete. Ahora, ya graduado, me ascendieron a Abogado Junior, lo que significó un aumento salarial bastante adecuado y unas perspectivas de desarrollo profesional agradables.

La relación con Marian y Salvador era muy normal. Yo evitaba atosigarlos, mantenía mi distancia, pero ella me pedía que cenara con ellos en casa una vez por semana y así lo hacía, la más de las veces, para complacerla. Pero me resultaba incómodo estar tan cerca de ella y saberla de otro hombre. Pero en fin, ella era feliz y eso era lo más importante. Salvador había sido un sujeto más que conveniente para ella, la trataba como a una reina y la satisfacía. Se podía notar con solo verla.

Lamentablemente, la felicidad, para algunas personas, es efímera. Una noche, mientras me disponía a montar a una bella chica en mi apartamento, escuché repicar el teléfono, llamada que no quise atender. La dejé repicar, pero me di cuenta que tenía nuestra clave, tres repiques, cortar, tres repiques. Era Marian, así que atendí:

-¿Aló?

-Mi amor, te necesito con urgencia, ven a buscarme, parece que Salva tuvo un infarto y está en terapia intensiva. No tardes…

-Ya salgo para allá, tranquilízate, por favor.

-Miriam, ha habido un problema, al esposo de mamá le dio un infarto, tengo que salir urgentemente. Te puedes quedar aquí, si quieres o te vas para tu casa. Aquí te dejo las llaves de repuesto. Me voy… -le dije a la chica que estaba conmigo, que era mi secretaria, con quien, gracias a Dios, tenía bastante confianza.

Al llegar donde mamá, me estaba esperando en la puerta del edificio. Se subió al carro y partimos de inmediato a la Clínica La Floresta, donde lo habían llevado. Al llegar a la UCI, hablamos con una doctora que nos dio la mala noticia de que el hombre había muerto media hora antes. Marian se desvaneció y tuve que tomarla en brazos y sentarla en un sillón, para que una enfermera la atendiera.

Esa misma noche la llevé a su casa y me quedé con ella. Dormimos juntos en la cama de mi habitación. Al día siguiente me ocupé de todos los trámites para en entierro, mientras Marian llamaba a los hijos para comunicarles la terrible noticia. Incluso llamó a la ex.

Después del velorio y del entierro, regresé con mamá a su casa, donde, no más entrar, me dijo:

-Por favor, mi amor, no me dejes sola, estoy muy triste y te necesito conmigo.

-No te preocupes, mami, aquí estoy para ti, como siempre.

-Gracias, mi cielo, quiero descansar un ratico, ¿Me acompañas?

-Si, claro.

Y nos acostamos en mi cama, para descansar. Tuve que ayudarla a desvestirse, porque estaba sin fuerzas, agotada.

Ese mismo día decidí mudarme temporalmente con ella, para no dejarla sola, especialmente de noche. Ella lo recibió con agrado, realmente lo necesitaba, una persona en quien apoyarse y ese era yo. ¿Quién más?

En los próximos seis meses, si dormí en mi apartamento 10 veces, fue mucho. Me desligué de todas mis amistades, dedicado casi en exclusividad a atender y cuidar a Marian. Poco a poco ella fue recuperando la normalidad, las ganas de vivir que en ella eran tan notorias de siempre. A partir del 15 de diciembre, salimos de vacaciones colectivas en el Bufete y quise dedicarme a ella, de una forma especial, pero la señora ya se me había adelantado:

-Mi amor, hoy en la mañana fui al banco y miré al lado, en la agencia de viajes, algo que me llamó la atención: Un hotel de montaña en un sitio que se llama el Páramo de La Culata, en Mérida. Tiene unas cabañas de ensueño, como para pasar allí las navidades, en conjunción con la naturaleza. ¿Te gustaría? ¿Irías conmigo? Estuve hablando con la chica que me atendió y puedo reservar desde el 22/12 hasta el 04/01. Hay un buen servicio de restaurante donde comer o pedir a la habitación o la cabaña. Me gustaría pasar la navidad y el año nuevo allí contigo, solos tú y yo. ¿Qué me dices?

-¿Alguna vez he dicho que no a algo que tú me pidas? Encantado de la vida te acompaño. Reserva mañana mismo, temprano y pregunta sobre ropa que debamos llevar, porque creo que en ese sitio debe hacer un frío de muerte. Me refiero a guantes, chaquetas, medias, suéteres, bufandas, etc. Nos podemos ir por tierra en mi carro, de aquí a Mérida son 9 o 10 horas, sin correr demasiado.

Al día siguiente mamá reservó todo, esa misma tarde fuimos a una tienda en Sabana Grande para comprar la ropa para el frío y bien equipados nos fuimos el 21 de madrugada, rumbo a Mérida, en mi Opel Manta. Un carrito rápido y de bajo consumo de combustible, para no estar parando en gasolineras a cada rato. Porque el Camaro SS de ella era una ruina por el tanque.

Al llegar a Mérida, nos alojamos por esa noche en un hotel para seguir hasta el páramo al día siguiente, por asunto de la visibilidad. Había mucha neblina de día y de noche. Por suerte, mi auto tenía luces blancas halógenas y dos Carello amarillos para la niebla.

Al llegar al hotel al día siguiente, con un día que parecía de una película nórdica, quedamos gratamente impresionados por la belleza del sitio y del hotel y los alrededores. Nos registramos y de inmediato fuimos a nuestra cabaña, una de las más cercanas al edificio principal del hotel ubicada en un alto en la parte trasera. El carro, estacionado justo debajo, por una escalinata.

La cabaña era una preciosidad. Todo en madera. Un saloncito con un gran ventanal en esquina, con una chimenea de piedras, dos sofás, una mesita ratona, una mesa con cuatro sillas para las comidas y una Kitchenette empotrada en un mueble, por si se nos ocurría cocinar o calentar comida. Luego, una habitación con una cama Quenn con edredones y cobijas como para sudar de noche y un baño fantástico, con yacusi y ducha acristalada. La cabaña estaba dotada de dos grandes calentadores de agua, con bypass, para utilizar uno y si se dañaba, cambiar al otro. Una idea genial, porque allí sin agua caliente, ni de vaina. Y también había un sistema de calefacción en la habitación y baño.

Apenas llegamos, acomodamos nuestras cosas y Marian decidió meterse al yacusi, de una vez. Lo pusimos a llenar y al rato nos metimos, temblando. Una vez dentro, por el sistema de reciclo del agua, se mantenía caliente, hasta salía vapor. Por primera vez desde antes de su matrimonio, volví a ver a mamá completamente desnuda. Se veía fantástica, más hermosa que nunca. Estaba un poco delgada, pero nada que no se viera bien. Sus nalgas portentosas, mantenían todo su esplendor y sus tetas, un poema. Estaba preciosa.

Ella me dio todo un repaso visual y de pronto, adiviné en su rostro esa mirada coqueta, sensual que ella solía poner y se mordía un poco el labio inferior. No me pude resistir y la besé en los labios, suavemente, como tanteando sus intenciones, hasta que sentí su lengua entrar en mi boca y sus brazos apretarme por el cuello hacia su cuerpo. Durante un buen rato nos estuvimos besando, más amorosamente que otra cosa, hasta que me soltó y mirándome a los ojos, me dijo:

-Mi amor, nos registramos como pareja y eso seremos mientras estemos aquí. Te necesito a ti, a tu pasión, para recuperarme. Quiero ser tuya éstos días que estemos acá. ¿Se puede?

-No sé, creo que tendré que pensarlo unos días, ya veremos… -al oírme decir así, me lanzó un chorro de agua a la cara, con el chaflan de su mano sobre la superficie. Me dijo una grosería y puso cara de niña regañada. Entonces la besé apasionadamente. – No te pongas así conmigo, trataré de complacerte en todo, como siempre. Sabes que será así, entre tú y yo no hay de otra.

-Gracias, mi cielo, tú siempre estás para mí, cuando te necesito… Por cierto ¿y qué hiciste con tu chica, esa con quien estabas saliendo últimamente? ¡¡No me digas que la botaste!!

-No, ella se quedó en mi apartamento, desde lo de Salvador. Le iba mal donde estaba viviendo, así que se lo dejé mientras me fui contigo. Cuando regrese, ya veremos. Es una muy buena chica, su familia no está en Caracas, su madre y hermanos viven en Carúpano y realmente me gusta mucho. Se llama Miriam, tú has hablado con ella muchas veces… es mi secretaria y una persona especial.

-¿Ah, sí? No sabía que era ella… ¿Estas enamorado?

-Si, por supuesto, ¡Que pregunta la tuya!

-¿De verdad? ¿Entonces piensas casarte con ella?

-¿De qué me estás hablando? Me preguntaste si estoy enamorado y sí, estoy enamorado… pero de ti, fea… te quiero… mua, mua, mua…

-Ay, chico, yo hablaba de ella, de Miriam… mua, mua, mua… yo también te quiero, no te imaginas cuánto. Eres incorregible, buenmozo.

-Soy como a ti te gusta, tú me moldeaste a tu manera, ¿no es así?

-Buehhh, habría que discutirlo un poco, con un brandy en la mano, no sé… ¿Me haces el amor?

-¿Ahora, aquí, dentro del yacusi?

-No, en la cama, con la calefacción puesta. Quiero que me ames como solo tú sabes amarme. Quiero sentirte dentro de mí, todo el día. Mi amor, desde que Salva se fue, me he sentido muy vacía, me hace falta un hombre, nunca he podido estar bien sin sexo. Y tú eres el mejor, mi cielo adorado. Necesito que… me hagas el amor a diario, hasta que ya no podamos más. Que me hagas sentir que soy una mujer de verdad, deseada, sensual. Que me hagas gozar como tú sabes hacerlo.

-Guaooo, y aquí no sé si se conseguirá caldo de Chipi-Chipi, afrodisíaco natural. Porque si va a ser para todo el día, madre mía…

Nos fuimos a la cama y nos amamos como ambos necesitábamos. Menos mal que la cama era muy fuerte, resistente, porque nos dimos con todo. Por primera vez la escuché escandalosa en la cama. Gemía más fuerte que nunca, se notaba que lo estaba disfrutando. De primero, le di una mamada que la hizo acabar rapidito, luego nos acomodamos para un 69 y nuevamente ella tuvo su orgasmo merecido. Y es que me esforcé. Luego la penetré decididamente y luego del primer orgasmo, nos volteamos para que ella cabalgara, su posición favorita. Un nuevo orgasmo y la puse en cuatro para darle desde atrás, hasta que los dos explotamos al unísono. Fue algo maravilloso, parecíamos una pareja de lobos en celo, porque aullábamos de placer. Nos derrumbamos en la cama y nos abrazamos para pasar un rato descansando.

Para el mediodía decidimos ir a almorzar al restaurante del hotel. Nos vestimos y tratamos de salir, pero al abrir la puerta de la cabaña fuimos azotados por una ventisca helada que nos hizo recular. Ponernos gorros, guantes, bufandas y demás para poder salir fue necesario. De esa manera, aún con frio pero ya más protegidos, salvamos la pequeña distancia hasta el edificio principal del hotel. Al entrar, el ambiente era más caldeado, así que nos descubrimos y fuimos al bar a tomar una copa antes de almorzar.

Sentados en un rincón del bar tipo alemán, nos tomamos una copa de brandy Duque de Alba, en mi opinión el mejor. Nos mirábamos a los ojos, como dos personas que se quieren de verdad. La notaba más alegre que en los últimos meses y se lo hice saber:

-Marian, te encuentro más compuesta que en los últimos días y eso me alegra mucho. Quiero que sepas que me siento feliz de estar aquí contigo. No cambiaría estos momentos por ningún otro, con nadie.

-Gracias, mi amor. Yo tampoco lo cambiaría. Aquí estoy con la persona que más amo en el mundo. Yo lo planeé así. Quería estar contigo, con nadie más. Y sé que lo vamos a disfrutar. No sé qué va a pasar cuando regresemos a Caracas, a la rutina, pero eso ya será asunto del próximo año, éste lo vamos a terminar de forma deliciosa. Cuando nos vayamos de aquí, no vas a poder ni caminar normalmente, te lo prometo. Jejeje.

-La verdad, no me molestaría en absoluto. Y prepárate, porque tú tampoco vas a salir de aquí en muy buen estado, eso te lo prometo yo también. Jajaja.

Fueron 12 días de ensueño, de felicidad, poder disfrutar de Marian en plenitud de condiciones, hermosa, sensual como siempre. Hicimos el amor a diario, con pasión. También follamos como salvajes, cosa que cada vez le gustaba más. Yo no sabía si al regresar a Caracas las cosas seguirían a más, temía que volviéramos a las andadas, a que se acabara por aquello de los prejuicios, que me pidiera cordura. Pero mientras estuvimos en el Páramo, no hubo momento en que no la disfrutara. Dormíamos abrazados, nos bañábamos juntos, hacíamos el amor en la cama, en el sofá, en la ducha, en el yacusi, parados, sentados en una silla. Para el 31 de diciembre, le pedí paz y tranquilidad porque estaba desollado, el pellejo del glande me ardía. Ella, a su vez, me pidió que no le diera más por su colita, por dos o tres días, porque también estaba desollada. Nunca en mi vida había sido tan feliz como entonces. Pensaba yo, que porque dos personas que se amaban intensamente como nosotros, no podían tener derecho a ser felices, abiertamente. ¿A quién le hacía daño nuestra felicidad?

Llegó el día del regreso y salimos temprano, para hacer el viaje de una sola vez, sin escala. Pero llegando a Caracas, me pidió que tomara la carretera Panamericana, para hacer una parada técnica en un hotel muy famoso del sector, para echar un polvito de despedida…

-¿De despedida? – pregunté ansioso.

-Si, mi amor, ya sabes, cordura…

-Pero, ¿vamos a seguir con eso? Marian, nos amamos, a nadie le importa lo que tú y yo hagamos en la privacidad de nuestra casa. No te entiendo… No estoy de acuerdo. Sabes que te amo, que eres el amor de mi vida, la persona más importante para mí. ¿Por qué me haces esto? No, no voy a parar, no habrá ningún polvito de despedida. Al llegar a casa, me regreso a mi apartamento. – por primera vez en mi vida le dije que no a algo que Marian me pedía…

Ella no dijo nada, bajó la cabeza y así llegamos a casa. Sin mediar palabras. Al poco rato, con una maleta llena de ropa, me fui a mi apartamento de soltero. Ella se quedó llorando…

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