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La virginidad de mi sobrino
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Si hay algo que disfruto es el empuje de un ejemplar joven, lleno de esperma que me satisfaga por completo.

Esto lo descubrí cuando le quite la virginidad a mi sobrino de 19 años.

Soy una mujer madura, casada, con una vida sexual regular; pero, a pesar de que mi esposo me provoca el orgasmo cuando estamos juntos, lo que experimente con mi sobrino, me hizo buscar esa sensación salvaje.

Mi sobrino se podría considerar retraído, con pocos amigos y sin haber tenido novia, debido a una timidez provocada por inseguridad.

El se quedó en nuestra casa porque estudiaba la universidad en nuestra ciudad.

Yo lo veía que todas las noches, se iba a su cuarto temprano y se encerraba con su computadora; pero, no la apagaba hasta muy entrada la noche.

Una ocasión, mi esposo tuvo que salir de viaje y me quede sola en la casa con mi sobrino. Él se encerró en su cuarto y yo en el mío. Estaba yo viendo una película y algunas escenas hicieron que me pusiera ansiosa. Pensé en tocarme un poco para relajarme.

Me acerque a la puerta para cerrarla y no tener un momento incómodo; pero, vi que su puerta estaba entreabierta y me acerqué con curiosidad.

Mi sobrino estaba en su cama viendo la computadora; acariciaba su verga con lentitud; cerraba los ojos, disfrutando el movimiento. Era una verga larga, gruesa; unas gotas transparentes salían de la punta; estaba circuncidado y la cabeza era una gran bola casi morada por la excitación.

Estaba yo hipnotizada por el movimiento de la mano; arriba, abajo; mi vagina rebosaba líquido, mi clítoris necesitaba ser acariciado.

Sin pensarlo, entré. Él me miró con ojos desorbitados.

– No te asustes… sigue acariciandote… tienes una verga hermosa.- le decía mientras me acercaba sin quitar los ojos de su instrumento.

– Perdón… no pensé que me pudiera escuchar.- decía él avergonzado.

Me acerque a él y tomé su falo con mi mano; un suspiro de placer salió de su boca. Al contacto de mi mano, el falo tembló, se puso más duro, empezó a palpitar.

Sin decir nada, mi lengua recogió el líquido que manaba de la punta; el falo se movió y otra gota salió; tenía un sabor fuerte, nunca había probado ese sabor así de fuerte; esa verga buscaba mujer.

Vi cómo se retorcía de placer, sus manos cerradas en puño, disfrutando la tibieza de mi boca que ahora succionaba el falo completo.

Detuve su venida presionando debajo del glande; el se tranquilizó un poco, estaba sudando a chorros.

Me quite mi panty que escurría de mi jugo. Tomé su cabeza y la acerque a mi entrada.

– Chúpale a tu tía si jugo… lame mi clítoris un poco… hazme terminar…- le suplicaba.

Al principio, el parecía no querer acercarse; pero, al probar el jugo de mujer, empezó a mamar con fruición; me chupaba el clítoris como si fuera un pezón, yo estaba como loca. Le grite que me estaba viniendo y me deje ir. Sentí un borbotón salir de dentro de mi; su cara estaba llena de mi jugo blanco, espeso… como tenía mucho que no me venía.

Tenía yo aún los estertores de mi orgasmo cuando se subió sobre mi y me penetró de un solo golpe; su verga era perfecta, cerraba por completo mi entrada y llegaba hasta el fondo de mi.

Me chupaba los pezones mientras un furioso bombeo atravesaba mis entrañas.

Su verga empezó a crecer, indicando que estaba por venirse. El bombeo era rápido, fuerte, profundo, como queriéndose meter todo él dentro de mi. Mi clítoris seguía erecto, sensible, sintiendo cada embestida animal; me estaba provocando otro orgasmo.

– Te voy a llenar, tía… te los voy a dejar adentro…- gruñía mientras se movía mas rápido para terminar.

– Salte… no acabes adentro… nada más tu tío ha acabado ahí… nadie más ha dejado su semilla dentro de mi…- le suplicaba sintiendo las palpitaciones del inminente chorro de leche.

Con el primer chorro caliente, mi cerebro se desconectó, otro orgasmo llegó; levanté mis piernas para recibir su leche aún más adentro.

Él no paraba de bombear; había terminado y seguía bombeando.

– Quiero terminar otra vez… tu panocha está rica… quiero volver a sentir como te lleno…- me decía mientras el sudor cubría su frente.

Yo estaba exhausta; pero, esa energía no la había sentido antes; quería seguir estaba a punto del orgasmo otra vez.

Estaba yo como loca y el cómo animal. Vi su pezón balancearse en mi cara y no resistí; lo jale hacia a mi y lo empecé a chupar con desesperación.

Me estaba viniendo otra vez.

– Muérdeme mientras te estás viniendo…- me dijo mientras aceleraba para eyacular.

Eso me encendió más y lo mordí; al sentir su piel en mis dientes, me empecé a vaciar cómo una llave, como si orinara; mi cabeza era un torbellino de placer.

Él, al sentir mis dientes, tembló, bufó y se volvió a vaciar, rellenando mi interior con su leche hirviendo.

Al terminar, no dijimos nada; sólo me levanté, tomé mi ropa mi fui a mi cuarto.

Ahora tengo miedo de buscarlo o de que me busque para repetir.

Y me excita saber que se siente quitarle la virginidad a un hombre.

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