Silvia estaba incómoda con “La Propuesta” de Héctor, no sabía que había hecho mal para estar en esa situación, no podía sacarse de su mente las palabras de su amante toda la noche y esta mañana en el trabajo tampoco. Ella no tenía bases para quejarse, ni rechazar tal petición, ya que Silvia estaba en la mismas. Después de debatir consigo misma en el carro camino a casa, decidió pasar a bañarse y salir de inmediato a la oficina de Héctor, algo “prohibido” en su relación para evitar las malas lenguas en caso alguien conocido los vea.
Ella abrió la puerta de la suite 325 con timidez, pero decidida a saber qué pasaba por la mente de su cariñoso y joven amante. Héctor salió de una de las salas con el teléfono pegado en una oreja y le indico con una sonrisa y gesto que pase a donde él estaba. Ella se sentó en una silla que era más alta de lo normal, pensó que quizás “el bandido” hacia sentar a todas las chicas que venían a verlo para que estas enseñen más pierna de lo normal. Silvia cruzo la pierna enseñando más de lo debido, por su puesto de su pierna buena. La otra todavía le avergonzaba.
– “¿No estas contento conmigo?” – Pregunto Silvia tan pronto colgó el teléfono.
– ¡Claro que sí!! – Replico Héctor con una sonrisa en los labios. – “Pero me gustaría probar algo diferente”.
– “Sé que no soy la más bonita, o con la de mejor cuerpo” – Dijo la casi cincuentona agarrándose su mala pierna. – “Pero creo que lo hago bien ¿No?
– “Muy bien con esa boquita. Quisiera que sea solo mía. ¿Pero no se puede no? – Contesto Héctor encogiendo los hombros. – “Solo quiero algo diferente para ambos”.
– “Para ti quizás!” – Exclamó Silvia con una sonrisa coqueta por el pedido caprichoso de Héctor.
La intención de Silvia no era convencer a Héctor a cambiar de idea o de decisión, la propuesta más bien le daba un picante más a su relación, ella vino a mostrar lo que valía y que nadie le iba a robar el puesto. Por su puesto que estaba furiosa, pero tampoco podía ocultar esa curiosa perversión que existía en su personalidad. Se paró y se fue a la puerta principal de la oficina, le hecho llave, apago las luces de la recepción y se quitó el vestido de una pieza por encima de los brazos mientras caminaba rumbo a su oficina. No vestía ni sostén ni calzón, así como le gustaba a su amo. Sin decir una palabra la vieja, que algún momento fue la única fantasía de Héctor, se arrodillo a sus pies para desabrocharle el pantalón mientras este seguía sentado.
Silvia sacó el pene con delicadeza, pero sorprendida que todavía no estuviese duro, verla desnuda siempre lo ponía como piedra. Se preguntó qué ha pasado en estas dos semanas que ella estaba de vacaciones con Matt y sus hijos en Florida. Su boca era lo que más le gustaba de ella, a pesar que no podía tragársela toda. Su culo era lo segundo favorito, pero hasta la fecha ella se negaba hacer más que ponerle un tapón o dejárselo comer, pero era cuestión de tiempo que se lo folle. Silvia tenía que usar su mejor carta, la mamada que daba era genial, su ex, su marido y ahora Héctor se lo habían recalcado. Eso sí, ella había aprendido bastante desde que comenzó esta relación.
El miembro de su amante estaba bien depilado, Silvia estaba celosa y en celo de que alguien hubiese disfrutado su pene mientras ella vacacionaba. El solo lo tenía bien afeitado cuando estaba disponible para ella. Puso ese pensamiento fuera de su mente y se metió todo el falo semi-erecto en su boca, y jugando con los testículos el pene no tardo en crecer dentro de ella. La lengua de Silvia trabajaba sin parar lamiendo las bolas, glande y todo el palo de su amo, bajaba, subía y babeaba por todo su miembro como una loca. Ella sabía que todo eso no iba ser suficiente, eso no era a lo que ella había venido y la cara seria de su amo se lo hacía saber.
– “Esa boquita es una delicia, pero le falta por aprender”. – Dijo Héctor parándose de la silla.
– “Ohhh… ¿Daddy me va a enseñar? – Respondió Silvia pretendiendo ser una niña curiosa.
Héctor dijo una mentira…
– “Hay alguien que si sabe cómo comerse a un hombre” – Susurró mientras la llevaba a caminar por la recepción.
Con la mano en la cintura, Héctor paseo a Silvia por toda la recepción mientras le contaba algunos detalles de su proposición, de reojo ella veía como su pene seguía erecto y toda esa charla, que duro un par de minutos no hacía más que excitarlo. Finalmente la llevo al sofá, le susurro algo en el oído y ella se sentó en el piso con la cabeza en el sentadero del sofá mirando para arriba. Nerviosa sabía que esta vez no iba ser lo mismo que hacía con ella en su departamento de soltera, no iba ser tan comprensible como antes, menos con esta visita sorpresa.
Un par de cachetadas recibió Silvia al querer agarrar el pene y metérselo en la boca, los golpes no fueron tan fuertes, pero sin con autoridad. Ella trato de hacerlo otra vez provocando la misma reacción. Héctor introdujo su pene lentamente y profundamente en su garganta provocando un reflejo nauseoso en Silvia que la hizo voltear la cabeza tratando de escapar. La casi cincuentona tocio ahogándose, lastimada y nerviosa de quizás no poder dar placer a su pareja. Al joven no le importo esto, introdujo sus dos manos en su cabellera manteniendo su cabeza en posición fija para ser violentada. “GAGH, GAGH, GAGH…” Era el sonido que Silvia emitía al ser cogida por la boca, algo que le fascinaba escuchar a Héctor.
Parece que iba a vomitar en cualquier momento, los testículos rebotaban sobre su barbilla y poco a poco su nariz se llenó de mocos y baba cuando Silvia se la comía toda. Ella le estaba dando una garganta profunda, metiendo tal pedazo de carne completamente por unos segundos para después sacarla rápido y repetir el acto de inmediato. Cuando la vieja quería escapar, Héctor le tapaba la nariz hasta que explotaba como una gaseosa de lata, dejando saliva con moco por todo su rostro. Fue en una de esas metidas profundas que la puso roja por no poder respirar, provocando a su amante incrementar el abuso y metérsela y sacarla varias veces hasta que ella pudo zafarse bruscamente. Silvia tiro todo su cuerpo a un lado, busco a ciegas cubeta de la basura y pensó que iba a vomitar mientras recuperaba su aliento ahogándose en su propia saliva.
No pasó nada, no salió nada…
– “Todavía no me vengo puta.” – Héctor dijo agarrándola de los cabellos.
En el piso boca arriba, Silvia recibía la pinga de su amante en esta ocasión no en una posición tan cómoda como la anterior. Ella sentía como el miembro se doblaba dentro de ella, si antes tenía ganas de vomitar, por seguro esta vez sí lo iba hacer. Héctor no paró en el mete y saca, no importaba si la vieja iba a votar lo comido. Héctor no le mostro piedad, la cabeza de Silvia rebotaba en la incómoda alfombra de la oficina hasta que por fin se vino en su garganta con todo el pene dentro de ella.
Silvia sintió todo el chorro caliente en su garganta, sintió como las manos de su amante apretaban su cabeza jalando sus cabellos mientras soltaba un gemido de placer. Su pene poco a poco fue disminuyendo de tamaño y tuvo que chuparlo todo y dejarlo limpio. La vieja nunca había tomado el semen de nadie, el de Héctor una vez lo escupió cuando este se vino sin avisarle. El sabor de su leche era salado y algo amargo, hizo caras de asco, pero no tenía opción a negarse, ella vino a confirmar su puesto y se lo trago todo.
Silvia se paró a la orden con los brazos arriba, una regla larga y amarilla golpeo ambas nalgas varias veces, su castigo por venir a verlo en la oficina. Ella soltó lagrimas que se mezclaban con los fluidos que cubrían su rostro. Al finalizar se le permitió ir a lavarse la cara en el baño localizado dentro de la oficina, pero no enjuagar su boca o tomar algo. Héctor quería que se vaya a su casa con el sabor de su polla. La vieja aceptó sin dudar porque así le demostraba que él era su único hombre y su ahora esposo solo un viejo que tenía que soportar por los papeles y por el soporte económico que les daba a sus niños.
– “Ponte tu vestido, prende la luz y vete”. – Dijo Héctor al ver a Silvia en la puerta de su oficina.
Silvia hizo todo lo que se le ordeno, pero cuando ya estaba por salir, Héctor se apareció para decirle que dentro de dos semanas iba ser el encuentro entre Raquel, ella y él en la casa de la tetona. Silvia quedó perpleja porque no sabía que la otra mujer iba ser Raquel, la que conoció y frecuentaba todavía la familia de su amante. Ella asentó la cabeza indicando sumisión.
– “Hasta que llegue ese día, puedes venir aquí por café y leche. Solo ven después de las 5pm” – Dijo Héctor con una sonrisa, pero con mirada seria.
Silvia acento nuevamente la cabeza y se retiró con todo el sabor de su amante en la boca. En el pasadizo se asomó una sonrisa porque ella siendo mormona tiene prohibido tomar café, pero leche si podía tomar. Mas si era la de su amo.