Chaparrita, un poco gordita, morena, tendría unos 45 años. La señora Lucía vivía a un lado de la casa de mis abuelos, era enfermera en el centro de salud del municipio donde vivimos. Yesica y yo asistíamos a sus pláticas para evitar embarazos y enfermedades, además que ahí regalaban condones. Nosotros agarrábamos muchos, pues con el grupo de amigos usábamos bastantes y así siempre nos cuidábamos. No había ningún problema con la señora Lucía, al contrario, ella nos alentaba a cuidarnos usando condones y fue ella quien nos pasó con un médico para que a Yesica le recetara las pastillas anticonceptivas que tomaba pues ella y yo lo hacíamos sin condón.
Ya le habíamos contado que lo hacíamos con los amigos del grupo y ella aunque se sorprendía no nos juzgaba, solo nos recomendaba cuidarnos mucho. Le caía bien a Yesica así que me dio permiso de cogérmela si algún día se daba la oportunidad y sucedió sin planearlo.
La señora Lucía tenía dos hijas gemelas y su marido trabajaba en el mismo centro de salud que ella, aunque en horarios diferentes. Un día que ella salía de trabajar del horario nocturno su marido iba entrando, se dirigía a su casa a descansar y coincidí con ella camino a la calle donde ella y mis abuelos vivían. Sus hijas no se encontraban, así que estaría sola en su casa toda la mañana. Me invitó a pasar, no hubo necesidad de preguntar qué íbamos a hacer estando solos. Me pasó a su sala y pidió que la esperara en lo que ella se metía a bañar.
Luego salió con una toalla enredando su cabello y una bata de baño cubriendo su cuerpo. Sin decir palabra alguna fue directo a desabrochar mi cinturón, me bajo el pantalón y mi verga saltó frente a su cara. La llevó a su boca y haciendo presión entró mi cabeza en ella mientras sus manos acariciaban mi tronco. Me la mamaba rico mientras con una de sus manos acariciaba mis huevos. Solté mi cuerpo sobre el respaldo del sillón, me la chupaba muy fuerte y rico y sus caricias me excitaban mucho. Quería hacerme venir en su boca, yo me retorcía de placer y ella parecía no cansarse de estar de rodillas chupando mi verga.
A ratos se la sacaba de la boca para recorrer desde mis huevos hasta la punta con su lengua, llenándome de saliva tibia, para luego volver a meterme en su boca y sus manos masajear mi tronco. Su intención era sacarme la leche con sus mamadas. Así estuvimos mucho rato, yo disfrutaba de su boca hasta que no pude aguantar más, ella se masturbaba mientras yo gemía viniéndome en su garganta pues en ningún momento se sacó mi verga, hasta qué exprimió la última gota, hizo un movimiento rápido para cerrar sus labios mientras salía mi cabeza de su boca, frente a mí abrió su boca y me mostró cuánto semen me había sacado, se lo tragó y luego pasó su lengua por los labios, limpiando los restos que habían quedado sobre ella.
Me sonrió, se puso de pie y se dirigió a su cuarto, regresó con un condón en la mano, desnuda, sin la toalla ni bata sobre su cuerpo. Su piel morena, sus pechos pequeños y caídos, de pezones oscuros y duritos por la excitación. Un poco gordita, sus nalgas eran planas y en su pubis resaltaba una mata de pelos abundante y muy negros, sus labios vaginales sobresalían por ser grandes y se alcanzaban a ver húmedos y escurriendo fluidos. Me excitó mucho verla así, mi verga no perdía su firmeza, al contrario, se puso más dura. Fue ella quien abrió el sobre del condón, lo sacó y lo fue deslizando por mi verga.
Sentado sobre la sala y mis pies apoyados en el piso, ella se montó sobre mí, inclinado cómo estaba veía sus labios vaginales abiertos, disfruté mucho ver cómo iba entrando mi verga en ella, parecía no tener problema en recibir mi tamaño a pesar de su estatura. Le entraron mis 19 centímetros completos, su vagina descansaba sobre la base de mi tronco. Con sus manos sobre mi pecho, ella empezó a moverse de adelante hacia atrás mientras se mordía los labios para no gemir tan fuerte. También subió y bajó sobre mi tronco, aunque parecía que ella disfrutaba más del movimiento adelante y atrás, yo la sentía muy caliente por dentro y por fuera, muy húmeda, tanto que sentía gotas de sudor mezcladas con fluidos resbalar entre mis huevos y mis piernas.
Se vino varias veces, me daba cuenta porque ahogaba sus gemidos en su garganta, se quedaba quieta unos instantes y su vagina se contraía, para iniciar de nuevo con sus movimientos atrás y adelante. Varias veces. Yo sentía muy rico. Hubo un momento en que estando así, se movió muy rápido y tuvo el orgasmo más intenso de esa mañana, su cuerpo temblaba y sus ojos se pusieron en blanco mientras arqueaba su espalda hacia atrás soltando un gemido fuerte y veía que sus pezones se hinchaban más de lo normal. Poco a poco se fue calmando y se dejó caer sobre mi pecho, escurría más líquido entre mis piernas, se había venido intensamente.
Esperé a que se recuperara sobre mí, luego de un buen rato y con un poco de dificultad se fue incorporando y sacándose mi verga de su panocha tan húmeda, yo sentía cómo palpitaba por dentro.
"Estuvo muy rico, pero ya te tienes que ir. Gracias". Me dijo, mientras ella se dirigió a su cuarto y yo me subía el pantalón, ya que ni siquiera me lo había quitado. Salió con algunos condones en la mano y envuelta en su bata de baño. "Llévatelos porque si mi marido me los encuentra se va a enojar". Tomé el puño de condones y también el que habíamos usado, le hice un nudo y lo guardé en mi pantalón. Ella se puso a limpiar los restos de nuestros fluidos sobre la sala, aunque había quedado una mancha de humedad. Me acompañó a la salida y sin asomarse me abrió la puerta, salí y tras de mí oí el golpe de su puerta al cerrarla. Sólo una vecina estaba sobre la calle y me vio, la saludé y caminé a la casa de un lado que es la de mis abuelos en donde entré y me invitaron a almorzar.
Por la tarde le conté a Yesica lo que había pasado con la enfermera Lucía, aunque se excitó un poco con los detalles que le di, a mi novia no le atraía la señora Lucía, así que solo fue una anécdota para los dos. Seguido íbamos a pláticas y por condones al centro de salud y la señora Lucía nos atendía como si nada, no volvimos a tocar el tema ni se volvió a repetir la experiencia con ella, solo nos quedó el recuerdo de esa única y rica ocasión con ella.
Y como detalle les cuento de una vez que me subí a la casa de mis abuelos a limpiar la azotea, me asomé sin querer al patio de la vecina, la enfermera Lucía y la vi de a perrito mientras su marido se la cogía, estuve viéndolos por unos minutos hasta que él se vació dentro de ella, sobra decir que me paró la verga verlos así. Ella ponía inyecciones y sueros a domicilio, así que varias veces coincidíamos en la casa de mis abuelos o las de mis padres con sus parejas, cuando había de aplicarles medicamentos a alguien de la familia. Pero no se volvió a repetir el rico sexo que tuvimos.
Años después vendió su casa y las personas que la compraron se dedicaron a rentarla, por lo que ahí llegaron a vivir diferentes familias y con algunas de esas vecinas tuve algo que ver. Ya lo contaré para que sigan coincidiendo los tiempos.