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El permiso de conducir (1): El primer examen
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Había cumplido los dieciocho años y quería sacarme el permiso de conducir a toda costa. Ya había dado diez clases, y según mi profesor eran pocas y no estaba preparada para el examen. No obstante, yo le insistí pues ardía en deseos de tener un coche propio para ese verano.

—No sé Candela, pero no te veo preparada todavía!

—Que sí, Sergio! Estoy segura de que lo supero!

—Si suspendes vas a tener que esperar tres meses para volverte a presentar!

—Pero no puedo esperar más! Se acercan las vacaciones y necesito el permiso ya!

—Tú misma, pero no creo que lo superes!

Mi amiga Gloria, un año mayor que yo, ya lo tenía y me había comentado que se puso ropa provocativa para el examen y le tocó un tío que se pasó todo el examen mirándola las tetas y no tuvo problemas para aprobar.

Yo había decidido hacer lo mismo, me pondría la ropa mas sexi que tuviera y arreando, seguro que lo lograba. El único problema es que me examinara una tía, entonces iría jodida.

Finalmente, Sergio, mi profe, aceptó presentarme al examen y me fui a casa súper contenta.

Llego el día del acontecimiento y me levanté nerviosa. Después de darme una ducha me puse a buscar ropa en el armario. Al final me decidí por una falda ultra corta que cuando me sentaba prácticamente se me veían las bragas, y en la parte de arriba una camisa ajustada semitransparente que dejaba entrever mis grandes tetas con dos botones sin abrochar para dejar un buen escote. Pensé que los tres botones que me había abrochado podrían estallar en cualquier momento. Por supuesto sin sujetador, vamos, que los pezones se me marcaban como setas.

Llegué a la autoescuela y ya estaba Sergio esperando. Se quedó mirándome y sonrió con sorna.

—Veo que vienes dispuesta a todo!

—Supongo que algo ayudará! Sonreí haciendo un gesto insinuante sujetándome un lado de la falda.

Sergio era un tío de cuarenta años y parecía haber lidiado en muchas batallas, creo que había pocas cosas que le podían sorprender. El tío estaba bastante bien, pero nunca se me había insinuado, siempre había sido muy correcto en el trato.

—Espero que no te toque una tía de examinadora!

—No se puede elegir? Le pregunté con cierta picardía

—Anda, sube al coche y empieza a rezar!

Me dijo finalmente con la misma sonrisa burlona.

Durante el trayecto a la zona de exámenes fuimos hablando, pero noté unas cuantas miradas a mis piernas. Tengo que decir que estoy bastante bien, y cuando me pongo ropa como la que llevaba ese día los tíos se solían girar para mirarme.

Sergio no iba a ser menos, pero me sorprendió su comentario.

—Sabes que se te ven las bragas!

—Bueno, esa era la intención! Le contesté con desparpajo.

Volvió su cabeza al frente con la misma sonrisa cínica que parecía llevar siempre dibujada en los labios y siguió conduciendo hasta llegar a la zona de exámenes. Había varios coches delante, pero iba rápido. Cuando nos tocó el turno, Sergio se bajó del coche y yo me coloqué en el asiento del conductor. Al momento apareció un tío de unos cincuenta años y se subió al asiento del acompañante. Lo primero que hizo fue mirar mis piernas. “Buena señal!” Pensé sonriendo por dentro. Mi segundo pensamiento fue algo más negativo. “Joder, que feo es el cabrón!”.

El tío era delgado y vestía con traje y corbata, algo que parecía ser habitual en los examinadores.

—Buenos días señorita… Casares! Me dijo con seriedad mirando los papeles para ver mi apellido.

—Puede usted comenzar!

Arranqué el coche y a los cinco minutos ya había cometido un par de infracciones y había estado a punto de atropellar a una señora en un paso de peatones. Por el rabillo del ojo le veía mirándome de reojo a mi regazo para ver las bragas rojas que se veían asomar entre mis muslos.

—Tendrá que hacerlo mejor si quiere aprobar! Dijo con suma seriedad, pero mirándome descaradamente las tetas.

Decidí emplear mi plan estrella dado que si seguía así no iba a probar ni de coña.

—Es que estoy un poco nerviosa y hay mucho tráfico por aquí! ¿Podríamos ir a un sitio más tranquilo?

Le dije con cara de niña buena tocándome entre las tetas de una manera insinuante.

Creo que vi un atisbo de sonrisa perversa en su cara cuando me dijo.

—De acuerdo! Gire a la derecha y a dos kilómetros otra vez a la derecha. Es un polígono poco concurrido!

—Muchas gracias! Sonreí ampliamente tocando levemente su pierna a modo de agradecimiento.

Hice lo que me dijo y vi al llegar que no se veía a nadie por la calle y apenas había cuatro o cinco coches aparcados a gran distancia. Me pareció un sitio perfecto para mis planes.

—Podemos parar un momento? Necesito relajarme antes de continuar!

Dije mirando descaradamente a su entrepierna que ya la tenía algo abultada.

—Claro que sí, señorita! Haga lo que usted crea conveniente para mejorar el examen!

Contestó el muy cabrón tocándose el bulto del pantalón. La seriedad de su cara comenzaba a desdibujarse para convertirse en una mueca parecida a una sonrisa.

Aparqué detrás de una nave que parecía estar cerrada y abrí mis piernas ostensiblemente dejando ver mi tanga rojo al completo. Pensé que sería un buen estímulo para comenzar. Él ya me miraba con descaro sin dejar de tocarse el pantalón.

—Muchas gracias! Le dije tocándole descaradamente la pierna a la vez que, haciendo un esfuerzo, le miraba a la cara intentando mostrar algo de lascivia en la mía.

—Tómese el tiempo que necesite! No hay ninguna prisa!

La frase, aunque muy educada, lo dejaba muy claro, el tío estaba deseando que siguiera. Llegados a ese punto no quería venirme abajo y pensé que lo mejor sería ir directa al grano.

—Sabe una cosa? Tengo trucos que me relajan bastante! Le dije llegando con mi mano hasta su regazo.

—No tengo inconveniente en que los emplee! Contestó apartando su mano para dejar paso a la mía.

Toqué el prominente bulto que crecía bajo su pantalón y sin dudarlo baje la cremallera metiendo la mano dentro. Envolví con mis dedos la carne y “Joder que pedazo de polla tiene el delgaducho!” fue la expresión que llenó mi cabeza. La saqué fuera del pantalón y pude comprobar visualmente lo que había tocado, realmente era una polla enorme para ese cuerpo, algo que produjo cierta excitación en mi mente. No os engañéis, el sexo me gusta, aunque es mejor cuando una puede elegir.

—Ufff, a mi estás cosas me relajan! Le dije subiendo y bajando lentamente la piel que envolvía el duro tronco venoso.

—A usted que le relaja?

Él tampoco se cortó.

—A mi… tocar… también me relaja!

—Pues toque lo que le apetezca! Será bueno que nos relajemos los dos!

Le dije intentando que ese momento no se alargara. Apenas acabar la frase vi cómo una de sus manos se acercaba hasta mis tetas y comenzaba a sobármelas por encima de la camisa. Parecía que el plan estaba saliendo bien, le haría una paja mientras le dejaba sobarme y ya tendría el permiso de conducir en el bolsillo. Comencé a pajearle el pedazo de polla que manaba de su regazo mientras él desabrochaba mi camisa dejándome las tetas al aire. Pude ver chispear sus ojos saltones al verlas y sus largas manos comenzaron a apretármelas a la vez que sus dedos toqueteaban los pezones que, sin yo pretenderlo, se pusieron como piedras de inmediato. Se me había echado casi encima y oí su voz profunda muy cerca de mi oído.

—Lleva unas bonitas bragas! Parecen de una tela muy suave!

La insinuación estaba clara, el muy mamón quería meterme mano en el coño, y llegados a ese punto ya no había marcha atrás. Con su misma educación le contesté.

—Puede comprobarlo, si quiere!

Por el rabillo del ojo pude ver su cara de salido al oír mi respuesta, y a los pocos segundos sus dedos pasaban sobre el triángulo del tanga presionando contra mis labios genitales que se marcaban ostensiblemente. Casi no me dejaba pajearle pues ya andaba afanado con sus dos manos sobre mi cuerpo.

—Una tela muy suave, y seguro que lo que tapa aún más!

El tema se me iba complicado, estaba claro que no le valía con tocar tela, quería tocar la carne, pero el problema era que no sabía hasta donde quería llegar. A pesar de su cara poco agraciada, su polla no estaba nada mal, y sus caricias comenzaron a ponerme calentita.

—Puede tocar el interior, para comprobarlo!

Le dije abriendo más las piernas. Yo ya solo miraba su polla que me parecía impresionante. Sus dedos retiraron la escasa tela y sentí como introducía la punta de uno de ellos. Mi cuerpo reaccionó sintiendo como me subía una oleada de calor y volví a pajearle como pude.

—Tranquila señorita, ya le he dicho que no hay ninguna prisa!

Repitió para cortar el ritmo de mi mano, el muy cabron quería que eso se alargara. Metió más profundamente su dedo índice en mi coño a la vez que frotaba el clítoris con el pulgar y a los pocos segundos me había puesto más caliente que una estufa de leña. Dejé que manoseara el interior de mi vagina pues ese tipo sabía cómo masturbar a una mujer. Parecía que le gustaba excitarme y metió dos dedos sin dejar de frotarme el clítoris con el pulgar hasta arrancar varios gemidos de mi boca y una oleada de flujo mojó sus dedos abundantemente.

—Tendrá que emplearse algo más para mejorar la nota del examen!

Ahora le miré de nuevo a la cara algo sorprendida, parecía que la paja no era suficiente. Miró a mis labios y susurró de nuevo.

—Tiene una boca preciosa, y seguro que sabe usarla de maravilla!

Esta vez me dejó claro lo que quería y me quedé mirándole con cara de gilipollas. Miré la polla estirada que parecía tener vida propia y dudé unos instantes sin saber que hacer.

—Quiere que se la chupe? Le dije casi con cara de idiota.

—Creo que mejoraría el examen! Contestó el muy cabron.

Si me negaba, seguro que me suspendería y si aceptaba me tendría que tragar esa estaca. “Bueno, esto se me da bien!”. Pensé para animarme a mi misma. La verdad es que ya estaba bastante caliente y esa polla era lo mejor de todo su cuerpo. Me giré en el asiento para posicionarme y la corta falda casi se me sube a la cintura dejando mi culo al aire. Acerqué la boca hasta el brillante capullo y comencé a lamerlo como si fuera un helado.

—Tiene una buena polla! Le dije de manera inconsciente.

—Podrás tragártela?

—Demasiado grande!

—Yo te ayudaré! Me dijo con una mueca perversa.

Al momento noté su mano bajando por mi espalda hasta llegar al culo que lo había dejado casi en pompa. No quería que aquello durara mucho y me metí el capullo en la boca. Comencé a chuparlo como si fuera un helado de chocolate de los que me gustan y cual fue mi sorpresa al sentir su dedo mojado de mis flujos penetrar tímidamente en mi esfínter y a la vez con la otra mano sobaba mis tetas desnudas. Me quedé parada de repente al no esperármelo. Él también se paró.

—Si algo no le parece correcto, me lo dice! Dijo de su forma asquerosamente educada.

—No, no! Todo es correcto! Dije sacándome el capullo de la boca para seguidamente volver a introducírmelo.

Comencé a chupar con ganas metiéndome media polla en la boca haciendo que parte de su capullo penetrara en mi garganta, era imposible tragármela entera.

—Vamos zorrita, que lo estás haciendo muy bien!

Notaba como horadaba mi culo con su dedo, algo que siempre me ponía cachonda, y yo cada vez chupaba con más ganas. Se cómo chupar una polla pero esa estaca dura y consistente se me resistía. Noté su otra mano en mi cabeza, empujándola para que tragara más.

—Vamos putita, que tú puedes!

Sentí su dedo entero en mi culo y su polla atravesar mi garganta polla y me dieron un par de arcadas que pude aguantar y fue efectivo pues al momento noté los efectos de esa penetración. Ya notaba que estaba a punto de correrse por sus alterados jadeos, pero antes de hacerlo fue capaz de decirme.

—Procure que no se me manche el pantalón! Y soltó un chorretón de leche en mi boca.

Le había entendido perfectamente, y comencé a tragar todo lo que soltaba.

—Así, zorra! Así, tragárselo todo! Me dijo con su puta educación. Ese cabron parecía tener las reservas de un mes, pero fui capaz de engullir cada borbotón que derramó en mi boca.

Cuando saqué la polla se la había dejado como si se la hubieran pulido, seca y brillante. Su cara ya no era la misma, y aunque mantenía cierta seriedad, sus labios dibujaban una leve sonrisa de satisfacción. Nos colocamos la ropa y conduje de nuevo hasta el punto de inicio intentando no atropellar a nadie y allí estaba Sergio esperando. Nos bajamos del coche, yo tirando de la falda para que no se me vieran las bragas, y después de marcar varias casillas de los papeles que llevaba comentó.

—Ha empezado mal, aunque posteriormente lo ha ido mejorando, pero ha cometido dos infracciones que no puedo pasar por alto.

Yo que había salido contenta y sonriente del coche, aunque con la boca con sabor a semen, sentí como comenzaba a enfurecerme.

—No puedo aprobarle el examen, aunque ha estado muy cerca de pasarlo!

Intenté no gritarle que era un pedazo de carbón, y retorcerle la polla, pero sabía que no me convenía.

—Pero no puedo esperar tres meses para volver a examinarme!

—No tendrá que hacerlo señorita. Creo que con un par de clases lo podrá superar. Ya he marcado que puede presentarse de nuevo la semana que viene!

Ese cabron quería que le hiciera otra mamada antes de aprobarme, parecía que quería que me tragara toda su estaca. Eso es lo que pensé nada más oírle. Me apetecía soltarle varios improperios, pero no me dio opción, a los pocos segundos había desaparecido metiéndose en otro coche.

—Veo que no te han servido de mucho tus artimañas! Comentó Sergio con su sonrisa cínica.

—Mejor déjalo, no quiero pagar mi cabreo contigo!

—Bueno, podrás dar un par de clases más antes del siguiente examen! Dijo finalmente.

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