Soy parte de una familia numerosa, varios hermanos, muchos primos y cuatro cuñadas, 15 años la menor y 35 la mayor, mi esposa es la segunda menor de ellas.
Esta historia, producto total de la causalidad de la que fui absolutamente ajeno pero decididamente beneficiario y “usador” maravillosamente agradecido.
Esta deliciosa experiencia, sin buscarla, me sucedió hace casi veinte años, y aún sigo esperando tener un “revival” deseado cada día desde esa atrevida y caliente aventura familiar.
Todo se inicia en oportunidad del cumpleaños de quince de la menor de mis cuñadas, había concurrido con mi esposa, una prima y mis dos hijos obviamente todos, menos los niños, salíamos don una dosis de bebida lo suficiente para no pasar el control de alcoholemia, sabiamente decidí pedir un remís (auto de alquiler) para que nos llevara de regreso a casa.
Por suerte era un automóvil lo suficientemente grande como para poder viajar todos, mi eposa y los niños detrás, yo adelante en el asiento del acompañante, quedando Valeria, mi cuñada esperando que alguien la regrese a su domicilio.
Tampoco era cosa de dejarla esperando a que alguien se digne regresarla, por eso mismo le propuse volverse con nosotros y de pasada la acercaríamos a su casa. El asiento trasero totalmente ocupado por las dos mujeres y los niños, por cuanto le pedí al conductor si podíamos llevarla, obviamente esperando una propina, accede.
– Vale, podés venir con nosotros, te acercamos a tu casa.
– Pero dónde me siento, si está repleto.
La mirada cómplice del conductor me habilita a invitarla a viajar conmigo en el asiento
– Ja! Pero cómo hacemos?
– Somos familia, te hago lugar aquí, adelante, no tendrás problemas en viajar sentada sobre mis rodillas.
– Ja! Si prometes tener las manos quietas, me animo. –con picardía
– Bueno… si solo debo tener quietas las manos….
Sentada en mi fada, iniciamos en regreso, el plan es pasar primero por mi casa y luego dejar a Valeria en la suya.
Tratamos de encontrar una posición cómoda en razón de que era un trayecto medianamente largo. En el asiento trasero los niños duermen y las mujeres lo suficientemente alcoholizadas para casi lo mismo.
Al poco tiempo de emprender el viaje, los propios movimientos del vehículo y el acomodamiento de los cuerpos nos disponen en una postura lo suficientemente atrevida como para que su falda mini se eleve lo suficiente para que parte de sus nalgas se apoye sobre mi sexo.
Ella va con sus manos apoyadas sobre el tablero del auto, yo le pongo mis manos en la cintura, de ese modo vamos transitando las calles de buenos aires, el movimiento y algunos baches nos hace mover y propiciar acercamientos físicos bastante osados, algunos provocados por mi excitación, que ella prudentemente no pone reparo alguno.
El consumo de alcohol y el vaivén del vehículo me permite “hacerle” más comodidad entre mis piernas (Ja), hace como se acomoda mejor pero en realidad esta poniéndose en situación más erótica, la pollerita un poco más subida y se mueve de tal forma que va colocándose para que la raja de su sexo apoye directamente sobre el miembro. Este que ya venía entonado por el frotamiento, adquiere autonomía y responde a la “invitación” se me pone tan duro que me resulta imposible disimular, que por otra parte tampoco podría salirme de tan deliciosa posición.
La situación adquiere la dimensión de una calentura que pasa de incipiente a manifestarse en un gesto totalmente atrevido y arriesgado por haberme movido y “acomodado” entre sus piernotas.
El silencio cómplice habilita a seguir adelante con esta loca excitación, si le sumamos la mirada lasciva y cómplice del conductor está todo dicho y aprobado, es cuestión de ir por más, nos acondicionamos a como permite el espacio para poder liberar la verga y correr su tanga para que ella pueda permitir que se la meta dentro.
El vaivén del vehículo y los sentones de Valeria hacen el resto, sin habernos propuesto estamos disfrutando de “un viaje rumbo a lo desconocido” deliciosamente sensual. Sus sentones, hasta exagerados y mi elevación de la pelvis nos está permitiendo tener un viaje totalmente sexual.
Hubo un momento que los viajeros del asiento posterior se movieron, la inquietud de ser descubiertos no puso en alerta y detener los sentones de ella y los manotazos míos. El conductor tiene la facilidad de observar por el espejo retrovisor y comprobar lo que sucede, nos miramos y dice en voz baja. – Dale, seguila, solo se movieron pero nada más. Dale! Está todo bien, yo solo miro el camino…
Nuevamente aprieto su cintura y alguna vez le aprieto una teta y seguimos jugando a tener algo así como una cogida. Aun con la familia dormida tampoco es el momento ni la ocasión de ir mucho más allá de una “franela” tan osada. Estamos calientes como una caldera en su máxima expresión, los movimientos de ella parecen indicar la proximidad de un orgasmo, por precaución saco la mano del apretón de teta y le tapo la boca. Mordidita mediante puedo controlar ese atisbo de orgasmo, se retuerce y se moja mucho mientras yo me estoy en la épica por controlar y no venirme, no solo por la inconveniencia y además las consecuencias harto visibles de una eyaculación extrema.
Entre la lucha por frenar mi acabada y controlar su orgasmo estamos muy cerca de llegar a mi casa, es tiempo de terminar o al menos apaciguar las emociones desatadas. Las mujeres se recuperan de su letargo alcohólico, los niños despiertan, es tiempo de bajar del auto, como se puede acomodo la pija y bajo en condiciones de disimulo aceptable, pero… la calentura puede más que todas prevenciones y la prudencia, yo controlando la erección, Valeria a mitad de un orgasmo con toda la energía femenina encerrada en su tanga y la conchita súper húmeda me impulsan a la decisión heroica. Le indico al conductor que espere, que voy a dejar a la familia en la casa y me regreso para llevar a mi cuñada a su casa.
El auto me espera a que le diga a mi esposa que como está la situación es más conveniente que acompañe a su hermana hasta la casa para cerciorarnos que llegó “sana y salva” Ja! Como la lectora habrá deducido no era yo quien toma las decisiones sino la calentura que llevo dentro.
Vuelvo al auto, ahora viajamos los dos atrás. La comodidad del asiento me permite ser algo más efusivo, la situación exige premura y acción para evitar que se baje la energía femenina retenida en el deseo sexual de Valeria, llevarla al extremo pero restringirle es desahogo tan temido, necesito tiempo y mejor comodidad para poder cogerla, esa fue la intención desde el primer momento que la invité a llevarla a su casa.
El objetivo estuvo nítido en mi mente desde el primer momento, la tácticas se había cumplido con la ayuda de las circunstancias del viaje y la complicidad del conductor, ahora es el momento límite, ejecutar la estrategia para cumplirlo. Excitarla y conservar sus deseos para poder bajarme y hacerle ese acto que vengo deseando desde hace años, y ahora se me presenta la situación en bandeja de plata. Es el todo o nada, Vamos por el todo!!
– Espera que dejo a mi cuñada y volvemos a mi casa.
Nuevamente debo recurrir a la complicidad del amigo conductor, sonríe y acepta, obviamente entiende ese código entre “piratas” (cazador de mujeres infieles), la llevo tomada de la cintura para ir ganando tiempo y terreno erótico.
No fue más que entrar y dejar estallar la calentura, el tiempo apremia y la calentura desordena, las manos se afanan por la rapiña del cuerpo de Valeria, la siento sobre la mesa de la cocina al tiempo que saboreo sus deliciosas tetas, se deja tender sobre la mesa, las piernas elevadas y mi cara metida entre sus piernas y dejarme naufragar en el mar de sus jugos, comer esa cereza tan rosada y brillante como un rubí, los dedos ayudan a buscar el tesoro escondido del imaginario punto G, acosando sin pausa pero sigo restringiendo que alcance el último piso de las escala de su calentura y pueda hacer sonar la campana de llegada al orgasmo.
Me puedo vanagloriar de saber hacerlas desear, dejarlas angustiarse con las ganas de llegar a orgasmo tan deseado, mantenerlas con las energías femeninas a tope me garantiza que cuando logren el clímax sea algo apoteósico como el que tal vez no tengan registro, ese placer me garantiza poder volver por más.
Es el juego del gato y el ratón, ella se debate entre la angustia de no poder soportar más la calentura y el deseo de seguir gozando. La tomo de las caderas, para llevarla al borde de la mesa, con las nalgas fuera de la mesa y las piernas bien elevadas la penetro, totalmente húmeda, de un solo envión se la llevo hasta el fondo de su concha.
Un gemido, más por la emoción de que por fin se la pueda entrar “como dios manda” en una penetración plena y profunda. Luego el bombeo justo y regulando la profundidad y ritmo para llevarla a donde necesito tenerla. Está dispuesta y entregada al placer que le esto dando, nada más nos importa que seguir cogiéndola.
– Dame! Dame! Dame pija… no seas hijo de puta, dame pijaaa!!! No puedo mas, me tenés caliente como a una perra, dame leche, haceme el culo si quieres. Cogeme!!!
La bajo de la mesa, de pie, las piernas separadas y el torso volcado y las tetas sobre la mesa, todo dispuesto para que por fin pueda darme, o darnos, el gustazo de un gran polvo. Tomada de la cintura comienzo a bombearla, despacio, suave como para distraer las intenciones y de pronto se desata el torbellino, la locura delas pasiones desatadas, la fuerza, y profundidad de los enviones se transforman en una carrera desenfrenada y salvaje. Los empellones de pija son recompensados con los empujones hacia atrás de Valeria.
El fragor de esta cogida la hace revelarse con una guarra, hablando y moviéndose como las mas puta de las putas, como la mas perra. – Vamos, dame, dame duro, soy tu puta perra, lléname de pija, no me aguanto másss…
Sus manos se agarrotan apretando los bordes de la mesa, mis manos crispadas acompañan la ansiedad que consume sus sentidos. Una pausa, que parece eterna, ambos sabemos que ese movimiento es el preludio de una entrada que define y consume el espacio entre el deseo y el orgasmo. Entré con todo el ímpetu y la decisión de liberar esa energía forzada, la entrada fuerte y a fondo estranguló el primer gemido, un segundo empellón le hizo soltar el aire acumulado y gritarlo, y gritarlo y gritarlo.
El orgasmo tan temido y deseado se estrangula en su garganta y late en todos los músculos de la vagina, sabe y puede manejarlos a voluntad, apretar la verga y aflojar, ser como la boca de una boa devorando a su presa, es joven pero se nota su experiencia en garche.
Ese fue tan solo el primero, al retomar el bombeo, asoman los otros orgasmos, encadenados al destino de su goce máximo. Demoro la penetración, estoy trabajando y disfrutando mi place, pues disfruto mucho más el proceso del juego de metisaca que la eyaculación en sí misma.
Retomando el ritmo de la cogida, algo más atenuada por parte de ella pues aun sigue en los estertores del ultimo orgasmo, sin perder del todo la noción de dónde la estoy poniendo y sobre todo que lo estamos haciendo sin forro (condón).
Lo tenía todo pensado, cuando se presentó la posibilidad no tenía nada que pensar, menos aun de consultar, el culo era el próximo destino…
– Cuñado, me falta poco para venirme…
– Sí, por favor, no me acabes adentro, dentro no, por favor…
– Sí, princesa no te voy a acabar dentro…
La saqué de la conchita totalmente húmeda, el hoyo se me ofrece desafiante, cuando separé las nalgas, se estremece, adivina la intención, percibo esa actitud defensiva, apuro la decisión, al primer atisbo de reacción, la estoy “puerteando” en el centro de orificio anal, agarrado con firmeza de sus ingles, me voy dentro, algo brusco, de un envión entré la cabeza del pene, atravesando el primes obstáculo, queja, grita y se debate. El segundo envión se la entré toda, hasta el fondo, sus gemidos y rechazo son neutralizados por la firmeza con la que aprieto contra sus nalgas.
Enterrado en el apretado culo, comienzo a moverme, entiende y comprende que es inútil resistirse, conoce mucho de sexo, entiende que eso de ante lo inevitable es “relajarse y disfrutarlo”.
Resignada a cumplir el viejo y conocido dicho, se entrega al placer de dejarse hacer el culo, le pido cola-borar con el polvo, pone en acción sus dotes de buena puta, moviéndose y empujando hacia atrás, sabe que apurando la eyaculada quedará menos dolorida con la vergota bastante gorda para “el marrón” tan estrecho.
Su habilidad me hace disfrutar tantísimo pero acorta el tiempo del placer del metisaca, estoy llegando al momento sin retorno, mucho antes de lo deseado. Subiendo en la parábola de la excitación llega el momento de la explosión emocional, una mínima pausa para tomar el envión del ataque final, prendido a sus inglés voy hasta el fondo de su ano.
– Vale… estoyyy llegando, ya me viene, me viene, me vi….
La naturaleza pudo más que las palabras, el chorro de leche se impone, una latido me hace estremecer, el semen busca llenar el fondo del ano de la muchacha, otro golpe de pija, un segundo disparo de leche, un tercero y no pude saber más. La contundencia de la venida es siempre un momento de conmoción, perderme en la nebulosa de esa expulsión de vida dentro de este delicioso culito.
Se la dejé dentro un momento, sé bien como disfrutan esos instantes que siguen a la eyaculada, seguir viviendo esos mágicos latidos de la verga después de una venida tan contundente. Salgo despacio de su culito, una palma y un besote son el gesto del macho por haberla disfrutado tanto.
Permanece tendida sobre la mesa, las piernas aun temblando, se da vuelta para comprobar que no volvía a metérsela, ja.
Mientras me voy vistiendo, ella se endereza y voltea para verme, la ausencia de rastros de lapiz labial, los ojos llorosos, y el rímel corrido son la máscara de una mujer atravesada por una calentura que le dejó un súper orgasmo y el culito bien roto…
– Nunca más me vas a tocar el culo. Estuvo bueno pero mirá como me lo has dejado. Sos un hijo de puta, me hiciste un muy buen polvo pero ahora me dejaste con el culo latiendo.
Mientras ella se queja y putea he terminado de vestirme, una caricia y un beso en ese culito maltrecho son las gracias por todo lo bueno. – Gracias cuñadita, no sabes cuanto te deseaba…
Me retiré escuchando sus reclamos por haberle dejado el culo dolorido.
– Volvamos a mi casa!
El remís me deja en la puerta, un gracias y una buena propina por el gran favor dieron por terminada una noche de esas que se recuerdan toda la vida…
El texto no puede dimensionar las sensaciones vividas y las pasiones desatadas en ese fin de fiesta, claro fin de fiesta a toda orquesta!!!
Estimada lectora, seguro has vivido en carne propia el deseo de tu cuñado. Quisiera saber de tus experiencias, te espero en:
Lobo Feroz