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Regalo de despedida en mi último día dando clases ahí
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hola, soy Calu. Colaboro en ocasiones escribiendo para una empresa muy grande en el mundo porno y aquí me gustaría compartirles historias que allá no puedo contar. En mi perfil están mis datos de contacto por si gustan compartirme sus opiniones ya que eso me ayudará a crecer como escritor. Saludos.

Es por todos sabidos que las despedidas suelen ser en la mayoría de los casos algo tristes, pero por alguna (bendita) razón la vida tenía preparado algo inolvidable para concluir mi etapa en una escuela muy especial en mi vida. Mi último día dando clases en esa escuela…

Recuerdo que acomodaba mis cosas para dejar mi escritorio limpio cuando sin darme cuenta el pecado se puso frente a mí sin yo percatarme, provocándome un pequeño susto que, contrario a lo que supone casi matar de un infarto a alguien, causó gracia en Gaby, una de las mejores alumnas a las que he tenido la fortuna de impartirle clase.

—Perdón, profe, no quería asustarlo.

—Qué bueno, porque si lo hubieras intentado quizá me matas.

Reí, rio, con una de esas risas que te hacen descubrir cosas que quisieras haber descubierto antes: lo hermosa que se ve riendo. Y no es que ella nunca riera, porque mis chistes para intentar volver más relajada mi clase la hacían reír, pero esa vez algo tenía esa risa… algo que la hacía ver más hermosa… y sexy…

—¿Es cierto que ya se va?

—¿Quién te dijo?

—Ya toda la escuela lo sabe.

Un silencio pausó las risas y los ojos bonitos que tenía Gaby segundos antes.

—Sí, hoy fue mi último día.

—¿Por qué no nos dijo antes?

—Porque no quería que mis últimas clases fueran tristes.

—¿Pero la despedida sí?

Todas las preguntas que me habían hecho en clases supe cómo responderlas, pero esa pregunta… esa… no tenía respuesta…

—Lo extrañaré mucho.

Sus brazos rodearon mi cintura. Su cabeza se recargó un poco sobre mi pecho. Una de mis manos llegó a su espalda regresando el abrazo mientras el otro acariciaba un poco el hombro del brazo que me rodeaba por delante.

¿No les pasa que están abrazando a una mujer y de pronto sin querer sus dedos acarician sus bubis? Me pasó.

¿No les pasa que sin querer están acariciando con sus dedos las bubis de una hermosa mujer y en vez de quitarlos la presión intensifica? Me pasó.

Así es. Estaba viviendo uno de esos momentos en los que tu ética te dice que lo que haces no es correcto, pero tampoco te ofrece muchas herramientas que te ayuden a detenerte… y menos si ves que la otra parte involucrada tampoco muestra incomodidad.

Mis dedos no dejaban de rozar sus bubis sobre su camisa, cada vez con más fuerza, pasando a ligeros apretones que también provocaban que sus brazos me abrazaran más fuerte. Así estuvimos un largo rato… hasta que un gemido de ella nos indicó que era momento de cambiar de pasatiempo.

—¿Estás bien?

—Creo que sentí algo en el pecho.

—Quizá sea un aviso de posible infarto. Déjame revisarte.

Con algo de miedos y dudas (como la canción de Chayanne) puse a Gaby de frente a mí y comencé a desabrocharle lentamente su camisa y la hice ligeramente hacia los lados, permitiéndome ver unos hermosos pechos tapados por un brasier que discretamente me pedía a gritos que también lo quitara. Ella también estaba un poco nerviosa, pero no mostraba intenciones de evitar mi revisión médica.

Poco a poco acerqué mi oído a sus pechos para tratar de escuchar su corazón, descubriendo que latía al mismo ritmo veloz que el mío. Pasaba una mano sobre ellos intentando… bueno, la verdad no intentaba nada, simplemente quería pasarla porque era lo que debía hacer, ¿no?

—Al parecer tu ritmo cardiaco está bien.

—¿Seguro? Porque yo siento que me estoy desmayando.

Rápidamente me acerqué para abrazarla.

—No te preocupes, yo te sostengo si te caes.

—Yo creo que lo que necesito es respiración boca a boca.

Me besó. La besé. Nos besamos. Mis manos recorrían suavemente su espalda de arriba hacia abajo hasta llegar sus nalgas que no dudé en apretar y nalguear. Ella sólo reía. Me senté en la silla que acompañaba de adorno a mi escritorio y la jalé hacia mí sentándola en mis piernas. De nuevo nos besamos. Mis manos levantaron su falda y acariciar sus nalgas primero sobre su calzón y luego debajo de él. Mi boca lentamente pasó de sus dulces labios a su cuello, pasando mi lengua y mis labios por ahí durante un buen rato mientras mis manos estaban ocupadas acariciándole las nalgas a Gaby y bajándole hasta donde se pudiera ese calzón que, sinceramente, comenzaba a estorbar.

—No sabía que besaba tan bien.

—No sabía que tenías unas nalgas tan ricas.

¡Bingo! Por la cara que puso creo que no esperaba esa respuesta. Después sonrió.

—¿Qué más sabe hacer?

Esa invitación a continuar ft reto sexual pronunciado por esa joven fue seguida de nuevos besos y más manoseos. Mi boca recorrió sus hombros, jalando con ella los tirantes de su brasier hacia los lados, bajándolo poco a poco hasta permitirme admirar a sólo unos centímetros de mí unos pechos con unos pezones dignos de merecer las mejores lamidas, chupadas, y mordidas del universo, y no es por presumir, pero todo eso me sale muy bien.

Mis labios y mi lengua recorrían suavemente toda parte de sus pechos. Una mano se desocupó de sus nalgas y se dirigió a sus pechos para acariciarlos, apretarlos, jugar con sus pezones que se ponían cada vez más duros. La otra mano ya comenzaba a jugar con su vagina, introduciendo dedos con ritmos y formas distintas.

Los gemidos de Gaby se volvían más repetidos y fuertes. De pronto levantaba mi cabeza para volvernos a besar. Sus labios vaginales estaban humedeciéndose muy rápido, algo que hizo que paráramos un poco. Me dijo que no quería que se mancharan mucho porque más tarde saldría con sus amigas y no quería irse incómoda de su ropa interior, así que la levanté, la senté sobre el escritorio, le quité su calzón y le empecé a pasar mi lengua por esos labios de arriba a abajo, de derecha a izquierda, en círculos, chupando, jalando hacia mí lo que esa hermosa parte me permitía, mojando mis labios con el líquido que me regalaba el placer expresado por sus gemidos que no paraban. Ahí se vino por primera vez.

Después de una ligera pausa dobló la chamarra que traía con ella y la puso en el piso. Se agachó quedando sus rodillas sobre la chamarra y comenzó a desabrocharme el pantalón. Batalló poquito, pensé en ayudarla pero decidí que era más sexy observarla, además de que no tardó tanto.

Tomó con sus manos mi verga que llevaba desde su primer abrazo parada y que conforme pasaban los segundos se ponía más y más dura. Empezó a masajearla unos segundos y después procedió a pasar primero su lengua de arriba abajo y luego sus labios, succionándome hasta el alma (lo juro).

Jamás pensé que una alumna tan callada en clase pudiera hacer eso, pero creo que todos conocemos alguien que parecía seria hasta que la vimos coger.

Su mamada duró varios minutos. Sinceramente no sé cómo le hice para aguantarla sin venirme. Ni para decir que me distraía el miedo de que no cerramos bien la puerta y que alguien podía llegar en cualquier momento y descubrirnos, porque sinceramente me valía madres, igual ya no me iban a volver a ver ahí.

La levanté para cumplir una pequeña fantasía que tenía desde hace tiempo: recostar de frente sobre el escritorio a alguna alumna y penetrarla.

Mientras lo hacía le quité su camisa y su brasier; acariciaba su espalda, sus pechos, sus pezones, y de vez en vez le daba una que otra nalgada, cada vez más fuerte, con ganas de que alguien más me escuchara y nos descubriera (algo que jamás pasó).

De nuevo me senté sobre la silla, volteó de frente a mí y se acomodó para seguir siendo penetrada. Sus saltitos sobre mi verga, ver cómo brincaban sus tetas, sus besos y las manoseadas que continuaba dándole me llevaron a mundo de placer que no conocía y que nunca imaginé vivir en una escuela, mucho menos en ésa, y especialmente en mi último día como regalo de despedida.

La recosté boca arriba sobre el escritorio y continué penetrándola un buen rato. Una de mis manos acariciaba su vagina mientras la cogía y la otra jugada con sus tetas que no se dejaban de mover. Sus gemidos ya eran considerablemente fuertes y un poco hasta descarados. No entiendo cómo nadie más nos escuchó… o tal vez sí, nunca lo supe.

Gaby me dijo que estaba por venirse, le dije que entonces también lo haría con ella pero me pidió que no, que quería que yo me viniera en su boca, y como la verdad se había portado muy bien no tuve forma de no complacer sus deseos.

Al terminar nos vestimos. Se asomó para ver si había alguien cerca pero no había novedad. Regresó a mí, volvió a abrazarme, me dijo que tenía que regresar a su clase, que me extrañaría ahora más, me dio un beso y se fue. Yo terminé de limpiar mi escritorio que ahora estaba más sucio, aunque, para serles sincero, dejé cierta evidencia por ahí.

Total, jamás regresaría a esa escuela, ¿qué me iban a hacer? ¿Correrme?

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