Tómense el tiempo y lean hasta el final, porque les va a gustar.
Desde hace años que trabajo en una empresa de asesoramiento y mediaciones ambientales y me ha tocado intervenir en muchas situaciones entre pobladores indígenas que han vivido por milenios en zonas que han sido afectadas bien por hacendados, empresas privadas, gobiernos nacionales y locales.
Lo cierto es que me tenía que trasladar cada día desde Mérida, Yucatán, a una pequeña ciudad llamada Izamal, en donde hay un monasterio amarillo que era donde se reunía el gobierno local, una empresa turística y la representación de los pobladores mayas para resolver un problema ambiental; allí servían refrigerios unas lindas chicas indias vestidas con sus “pics” todos bordados, que no me dejaban ver sus lindas formas y cuerpos enfundadas en esos amplios vestidos.
Desde siempre –en Pasto- en el sur de mi nativa Colombia me han fascinado las mujeres indígenas, comencé a coger con indias peruanas y ecuatorianas cuando era muy joven, y a estas mexicanitas me las imaginaba desvistiéndolas, quitándoles los “fustanes” y verlas desnudas, para darles mucha verga por delante, por detrás y por donde me dejaran.
La ocasión se me presentó en una visita al centro artesanal de Izamal, donde me tropecé en una venta de “pics” con una diminuta indiecita veinteañera que me veía y sonreía disimuladamente cada vez que servía refrigerios en las reuniones, mientras yo le guiñaba el ojo, le “soplaba besos” o le mostraba mi lengua (como quien lame conchitas) con lujurioso descaro desde mi sillón.
La encontré después de un día de trabajo vendiendo artesanías en una tienda, me reconoció y vino a atenderme –era el único cliente- yo comencé a lanzarle indirectas medio en serio-medio en broma, y me dijo que se llamaba Lupita, que tenía 20 años, y era estudiante, mientras veía con interés como iba llenando la canasta de compras con las artesanías, para después verla asombrada cuando al pagar, vio con ojos muy abiertos mi billetera repleta de dólares y pesos mexicanos.
Sabía que la iba a tener en mi cama, cuando (a pesar de doblarle la edad) tras darle 50 dólares de propina la invité a cenar conmigo en Mérida, y mirando a los lados me dijo: -Si señor…Pero me tiene que dar para el pasaje de regreso, a lo que respondí que no se preocupara por eso, porque si no la traía yo, la mandaba en un Uber.
Esa tarde después de una ducha y rasurarme, esperé excitado en una plaza a Lupita para llevarla a cenar. Se apareció a la hora acordada, deslumbrante en enfundada en un fustán y un bello “pic”; me llevó a comer “papadzules” y “poc chuc”, y tras varios tequilas, coqueteos y muchos cumplidos muy subidos de tono, la invité a mi hotel para una copita más y un postre, a lo que accedió sin muchos remilgos, no sin antes “sugerir” con su marcado acento mexicano que si iba a darle una “lanita” para ayudarla…Y, después que le aseguré darle una buena propina dejo de llamarme “señor”.
En el asiento del taxi me senté muy cerca de Lupita, y me impresioné de su belleza primal, su menudencia, bajísima estatura, atractivo natural casi felino y dientes blanquísimos, ella no se intentó separar y por el contrario comenzó a poner despreocupadamente su mano izquierda sobre mi pierna derecha, mientras me dejaba acariciarle el cabello, oler la fragancia de su cuello y darle cortos besos. Después de llegar al hotel, y verla deslumbrada por el lobby me dijo:- “Nunca he estado en un sitio tan lujoso”, y la invité a mi habitación, a la que subimos sin prisas.
Ya en la habitación, corrí las cortinas, puse música de fondo y saqué una botella de bourbon americano, mientras veía a Lupita curioseando cada rincón de la pieza; con un trago en la mano comencé a hacerle preguntas abiertamente sexuales a las que atajaba y respondía sin pena, haciéndome ella muy traviesa, preguntas como si yo era rico, que cómo daba 50 dólares de propina, si era casado, si me gustaban los tríos, que si tenía novias, que si me gustaban también los chicos, que si había cogido con otras chicas en mi visita, lo que me comenzó a encender la entrepierna, y le dije que me iba a refrescar al baño, que no fue sino para quitarme la ropa, lavarme la polla y ponerme encima la bata del hotel.
Cuando salí del sanitario, me la conseguí sentada de lado en el sofá, trenzándose coquetamente el cabello, y pidiéndome que ponga una peli porno en la tele y otro trago, que le serví con hielo, y después de probarlo me dijo sonriendo que le gustaba la bebida; me acerqué a ella y le di un largo beso al que respondió con complacencia y sin rodeos se subió encima de mí para comenzar a acariciarnos y a toquetearme el cuerpo con mucha curiosidad e interés, mientras yo no podía creer que estuviera a punto de follarme a esta princesita india.
Me puse a manosearle lujuriosamente las tetas y la entrepierna, y entre beso y beso me preguntaba que porqué me gustaban las indias, que si había “chichado” con una maya, que si quería cogerla bien cogida, a lo que yo decía que si a todo, hasta que se quitó la blusa y la pollera, para dejarme ver un cuerpo perfecto, de tetas pequeñas, rellenitas, de pezones muy oscuros redondos como una moneda de dólar, la cintura más estrecha que he visto (casi podía abarcarla con mis dos manos juntas), un culo en forma de pera sin una marca de celulitis y su maravillosa panochita absolutamente lampiña.
Nunca en mi vida había estado ni visto a una mujer que tuviera un cuerpo tan perfecto y fuera tan bajita de estatura, me llegaba a la altura del pecho, y al levantarla sin esfuerzo del sofá, parecía una muñequita viviente, que me estaba quitando la bata, metiendo su lengua en mi boca, diciendo vulgaridades y agarrando lujuriosamente mi pinga que estaba tiesa como un palo debajo del calzoncillo.
Un poco achispado de tequila y bourbon le pregunto qué si puede decir palabrotas en maya, qué si también puedo llamarla “puta”, “india zorra”, o “india puta”, porque me excita mucho, y ella me responde que la llame cómo quiera, porque ella quiere llamarme “viejo cabrón” y “sádico”, a lo que también le dije que me llamara “marica” si quería, siempre que me dejara cogerla como yo quisiera.
La acosté en la cama y me soltó una sarta de palabrotas en su idioma que sonaban divino, lo que me puso más incendiado por dentro; verla acostada en la amplia cama, parecía una diosa indígena, con una crineja de cabello negrísimo, su piel morena clara brillante y balbuceando vulgaridades, y yo que parezco un niñato con un juguete nuevo no sé por dónde empezar con esta chica, la lengua le sabe divina, y parece que se puso alguna sustancia dulce en los pezones que pruebo cuando le estoy mamando las tetitas divinas, y estoy metiéndole el dedo en el chochito que está caliente y muy húmedo; trato de ponerme a lamer su panocha dos veces, pero no me deja, y no insisto para no romper la onda.
Lupita que está muy excitada se sale de debajo de mí y me arranca el calzoncillo, para dejar libre mi pinga muy tiesa y goteando lubricante, la mira con ojos muy abiertos y me dice que no había cogido nunca con un “blanco ni con un hombre tan mayor” (tengo 48 años), mi verga tiesa se ve gigantesca entre las manitas menudas de Lupita, que me aprieta, afloja y huele el miembro erecto, se queda observando y sonriendo libidinosamente detallando las venas y la cabeza, y me agradece por estar tan limpio y rasurado “abajo” para preguntarme con travesura que si me puede “chupar” la verga, y yo sin esperar un segundo le digo que me la mame todo lo que quiera, que hoy mi pinga es toda de ella.
Sin hacerse rogar, Lupita comienza a meterse mi polla en su boquita, un poco torpemente al principio, trata de engullirse la mitad de la verga y tiene arcadas, y le digo que me mame despacio, que no tengo apuro -lo que agradecemos ambos-, y comienza a mojar con su saliva el clavo caliente que le doy entre sus manos, y que la chica se pone a mamarme con calma, con las luces encendidas, su carita parece la de una adolescente con una polla en la boca, me mira y se sonríe, y también vemos al mismo tiempo la película pornográfica en la tele, lame la verga pasándole la lengua de arriba abajo, hace el intento de pajearme y le digo firmemente que no, a lo que en silenciosa respuesta se chupa ruidosamente un testículo primero, otro después y luego los dos a la vez, y yo estoy viendo todo como si estuviera soñando, pasan 10 minutos de esta deliciosa mamada, cuando siento que me voy a venir.
Ella se da cuenta también, y no le pregunto, sino que le digo:- “si me dejas acabarte en la boca y TE TRAGAS TODA LA LECHE, te doy 100 dólares”, a lo que Lupita medio sorprendida asiente con la cabeza, y una vez más le digo que me mame despacio…Despacito puta, despacito zorra, que ya viene la leche, y que me pregunta que si le voy a dar mucha leche, en lo que siento el semen bajando de mis bolas, y le digo, ¡aquí viene mi amor! ¡Aquí viene tu leche!!!! Y que comienzo a eyacular en la boca de la indiecita, que recibe una gran cantidad de mi semen y se medio ahoga, pero la promesa de los 100 dólares es tentadora, y no deja caer ni una gota de mi leche, que se va tragando ruidosamente en cada pulsión que sale de mis bolas, y le digo que me mame la cabeza de la verga ¡Solo chúpate la cabeza india puta!!!, ¡Sólo la cabeza de mi verga!!! ¡Qué divino me mamas la pinga mi puta bella!!! Hasta que ya no queda semen, sino la polla palpitando con la excitación de que esta chica me ha complacido en lo que me gusta más del sexo, que es que se traguen mi leche.
Lupita me muestra el interior de la boca y su lengua, donde no quedan restos de semen, y pregunta qué si me gustó, a lo que la arrastro hacia mí, y sonriente, después de darle las gracias, le doy un largo beso, asegurándole que es una “artista de la mamada”, ella un poco cortada se escabulle al baño y se pone a hacer gárgaras con el enjuague bucal y cuando me acerco, la veo enjugando una lágrima, y le pregunto qué le pasa, y me responde que le da pena, porque voy a pensar que es una puta y con fuerte acento mexicano me explica que ella nunca se “había comido los mecos”, mientras la siento en mis piernas y la tranquilizo diciéndole que no creo que ella sea prostituta porque le esté dando plata por pasar el tiempo conmigo, pero que me ha encantado coger con ella, pero me ataja respondiéndome que no hemos cogido sino que ella solo me ha chupado la polla, a lo que le aseguro que más tarde le voy a meter la verga “por donde me deje”.
Eso parece que la tranquiliza un poco, y me pregunta si tengo una escobilla dental, y le doy la del hotel, para después de cepillar sus dientes tan blancos como coco rallado, la traigo cargada de vuelta a la cama, en la que se sirve otro trago con hielo y se pone a ver la porno que está pasando en la tele, mientras un rato después, más goloso que curioso, me pongo a explorar el cuerpo femenino más bello y perfecto que he tenido a mi disposición para follarme; el cabello de Lupita es absolutamente negro, ni una cana, muy brillante, trenzado en una crineja que queda colgando coquetamente en su hombro izquierdo, su vientre absolutamente plano, su piel es morena clara y allí donde le da la luz, riela firme y joven, su nariz es curva y pequeña, sus labios morenos y muy carnosos y aprovecho para darle un largo beso para probar su lengua curiosa, después comenzar a tocar, lamer y besar sus dos bellas –aunque pequeñas- tetas, que parecen mitades de una manzana, coronadas con un par de pezones muy redondos, muy oscuros y de sabor dulce, a lo que me replica “me puse melado de caña” porque así le gusta a los vatos, lo que le agradecí porque me encantó ese detalle.
Después de estar disfrutando de sus tetas y darnos unos besos de lengua, comencé a bajar desde sus pechos para verle su panocha, a la que no podía dejar de “atender”, pero ella me lo impedía, desviando mi cabeza o su cuerpo, hasta que ya un poco enfadado le dije que se dejara de pendejadas y pregunté porque no me dejaba comerle el chochito, a lo que me respondió que no me iba a gustar, porque su “k’uul” chispea cuando está excitada, y yo sin entender le digo que no se que es el “k’uul” y ella me dice que es su panocha, y que cuando se viene, le pasa casi lo mismo que los vatos que echan chorros de leche por su “keep”, lo que comprendí que además de una excelente mamadora de polla, era eyaculadora, -una squirter-, lo que me encendió de lujuria y con ojos muy abiertos y emocionado, le pedí a la bella y mínima Lupita, que se relajara y que me dejara hacerle lo que yo quería.
Después de tranquilizarla, con la oferta de 300 dólares y asegurarle que me encantaba comer panochas, le acomodé dos almohadas cerca del borde de la cama, donde se recostó sobre dos gruesas toallas, y se puso a ver la porno en la tele con un vaso de bourbon con hielo en la mano, cuando finalmente me dejó abrir sus piernecitas y exponer una conchita muy menuda, sin un vello púbico, su vulva de labios oscuros, pero una rajita absolutamente rosada, que comencé a oler, lamer de arriba abajo, mordisquearle el clítoris, meterle la lengua y a mamar con gula y ruidosamente esa estrecha panochita maya que sabía a dulce y a cecina ahumada; unos minutos después siento que Lupita comienza a arquear la espalda, deja caer en la alfombra el vaso de licor, a gemir muy eróticamente a vociferar vulgaridades, a abrir y cerrar las piernas y a llamarme “Cabrón Yuum”, “asiiii Yuum” “Chupame rico el k’uul”, “asíiiiiii güey”, y que de pronto la veo que pone los ojos en blanco, y con la espalda arqueada me retiene la cabeza con las manos y veo que su conchita se comienza a contraer y dilatar, para echarme en la cara un chorrito de líquido blancuzco viscoso, caliente y salobre, y acerco mi boca para seguir mamándole con mucha excitación y lujuria la panocha palpitante a Lupita, que está teniendo un orgasmo de feria, y que
me suelta 3 o 4 chorros más de squirt que se me desparraman de la boca, y sigo lamiéndole el coñito hasta que se le pasan las contracciones, y cuando creo que está desmayada en la cama, me acerco con la cara llena de su flujo (dándole gracias a Eros) para preguntarle estúpidamente que si le gustó.
Desde su sopor me contesta jadeante: -“¿Es que no ves como te dejé la cara güey?¿No te das cuenta que casi me revientas el k’uul?” Entonces me voy al baño despreocupadamente a asearme la cara, y entra Lupita para lavarse la panocha en el bidet, y nota que llevo la verga bien parada, y se acerca a mí, y comienza a manosearme y a decirme que quiere que le meta mi “keep” por su “k’uul”, o que si prefiero se la clave en su “wiit” que comprendí que era su culo (ya estoy aprendiendo maya), y después de unos besos en el baño, la llevo cargada a la cama donde la acuesto apartada del estropicio de sus eyaculaciones, para otra vez ponerme a mamarle las tetas, a lo que se va excitando y escucho otra vez entre sus ruidosas palabras que me dice “yuum” y me aclara que es lo mismo que llamarme “papi”, lo que me excita aún más, y busco los condones en la cómoda, y me pide que le meta la verga un poco sin condón, porque quiere sentir mi polla al natural, a lo que accedí, pero que para venirme tenía que ponerme el látex.
La indiecita parecía un juguetito en mi cama, quería ponerla encima para que se cabalgara la verga, pero no hubo modo, ella quería que me le pusiera encima, y con determinación abrió sus piernas y dejó expuesta su rajita, que después de la mamada que le di, estaba bien húmeda y lubricada, a la que le fui metiendo despacio mi pinga bien parada, mientras que le veía los ojos llenos de lujuria y su boca llena de palabrotas en su idioma, pero su panocha es estrecha y cuesta meterle todo el ariete, y que se pone una almohada doblada en la rabadilla, sus piernas en mis hombros y queda finalmente su rajita gloriosa en un ángulo perfecto para taladrarla desde arriba, y que siento esta vez que está entrando mi pinga en ese canal de placer apretado y caliente, que sin dificultad se está tragando mi espada completa, y comienzo a bombear a Lupita con eficiencia y acompasadamente, y me veo como que si un gran caballo se estuviera montando a una oveja, y que sigo metiendo y sacando la polla en esa conchita tan estrecha, y me pide que la llame puta, que si me gusta coger a una india puta, que si me gusta su “k’uul”, me dice que es mi puta, y yo excitado sigo dándole un montón de puñaladas de carne palpitante y dura al chochito de esta bella chica que vale cada centavo de los –ahora 500 dólares- que le voy a dar a cambio de este torbellino de placer y lujuria que me estoy gozando, cuando de pronto me dice que se lo meta desde atrás, yo torpemente pregunto ¿Por el culito? Y ella me responde que si quiero se lo meta por el culo, pero ella quiere es follar al estilo “perrito”, y que se pone en 4, en la cama, y para llegarle tengo que bajarme y darle de pie por su coñito, me acuerdo del condón, y cuando voy a ponérmelo, me ruega eróticamente que se lo siga metiendo “en pelo”, que me venga “adentro”, porque ella toma pastillas, y yo excitado y sin importarme ya nada, le ensarto mi pinga tiesa a su divina conchita, desde atrás, y la silueta de su espalda sudada, su culo perfecto con su brevísima cintura que sujeto con ambas manos, es el tiro final de esta cogida que ya dura más de 10
minutos, ella me sigue llamando “aaaay yuum” y “viejo cabróooon” y gimiendo en alta voz me comienza a pedir la leche, que le de mi leche, aaaaay yuum, deme su lechita en mi kuul!!!, lléname la panocha de leche güeeeey!!!! Ayyy cabrón quiero tu leeeeche!!! (nada que ver con la modosita vendedora de artesanías), cuando siento que comienzo a eyacular, la atraigo hacia mi enérgicamente por la cintura, siento sus nalgas en mi ingle, y dejo salir un largo chorro de semen caliente adentro de su estrechísimo chochito, mientras la estoy llamando “India Puta”, dos, tres…Cuatro chorros más de leche y Lupita me pide que no le saque mi verga de su panocha, hasta que ya no me queda más “carga”, y después de sacarle la polla, me pongo a observar que comienza a expulsar gran cantidad de blanco semen sobre las toallas que colocamos antes.
Lupita, boca abajo se voltea y me pregunta jadeante ¿Te gustó cogerme mi Yuum? Yo le doy las gracias por dejarme follarla y le digo que me encantó, y un poco preocupado le pregunto que si en serio toma anticonceptivos, a lo que se levanta de la cama con el chocho goteando blanco semen, toma su bolso y me enseña una cajita que dice “marvelon”, -No te preocupes, no quiero tener hijos tan joven, lo que me tranquiliza; entra al baño a asearse mientras yo busco en mi billetera 500 dólares que pongo dentro de un sobre y que se lo entrego apenas sale del lavabo, cuenta los billetes y se le ilumina la cara de alegría, se sube muy contenta desnuda a la cama, y sonriendo me da un profundo beso, y mientras le aseguro que me encantó echarle un par de polvos, comienza a cubrirse con una toalla, y me pregunta repentinamente, que si me gustan las chicas muy jovencitas, me puede traer a una “primita” de ella que recién acaba de cumplir 18 años y que está necesitando “una ayudita” para la universidad.
Después de felicitarla por sus “dotes empresariales” le pregunto que si quiere que tengamos un trío o que si su primita querría follar a solas conmigo: -lo que tú quieras mi Yuum… Mi prima sabe que vine a coger contigo, ella es muy puta y le encanta chingar y seguro que después que sepa cuánto me diste va a dejarse hacer lo que tu quieras.
Una hora después, estaba mamando nuevamente el chochito más dulce y estrecho que me ha tocado en suerte, y nos despedimos luego con un polvo menos apoteósico que el anterior; esta vez me cabalgó como una potranca en celo y me vine adentro de su conchita estrechísima, muy lubricada y caliente. Hasta ese día, nunca había lamido una panochita india tan divina como la de Lupita. Una Maya pura.
Lo que vendría después con su joven prima se los estoy escribiendo.
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