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El mejor polvo de mi vida
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Alguien me preguntó no hace mucho tiempo cuál era mi ciudad favorita del mundo,  Roma, le dije sin dudarlo y esa misma persona me preguntó un poco más tarde que por qué, ¿Por qué?… En esos momentos mis recuerdos empezaron a agolparse, ¡porque!… decía mirando al horizonte… Podría haber dicho que por su hermosura, por su historia, por sus iglesias, sus monumentos, por sus plazas como la Piazza del Popolo, Piazza Navona o Campo dei Fiori, evidentemente sin dejarme atrás a su gente y su gastronomía… Tantas cosas pude decir y que no dije, tantas definiciones para esta magnífica ciudad y sin embargo mi respuesta, aunque también fuera una respuesta sincera, fue motivo de su risa.

– Porque allí disfruté del mejor polvo de mi vida.

En aquella época mi hermano mellizo y yo contábamos con 18 años recién cumplidos, estábamos a finales de junio y acabábamos de finalizar los exámenes de la EvAU (Evaluación de acceso a la universidad), todos los compañeros habíamos estado de acuerdo en irnos 15 días a Italia como viaje de fin de curso, de ciclo o simplemente porque sí, lo haríamos junto con algunos profesores que muy amablemente se ofrecieron a esperar a esa época, profesores como Margarita, la profesora de matemáticas, una bruja de mucho cuidado de unos 59 años y que nos amargó la existencia durante dos años, o Sonia la profesora de historia, quizás la que más caso nos tenía que hacer, aunque solo fuera por estar en un país con tanta historia y en unas ciudades donde a cada paso que dabas, era historia viva de la humanidad y, sin embargo, estaba más preocupada por su móvil que por nosotros durante todo el viaje. También nos acompañó Jorge, el profesor de Filosofía, un chico muy joven en comparación con las otras dos profesoras, de apenas 27 años, un chico simpático y gracioso, he de decir que todas salvo yo, todas estaban realmente enamoradas de él, tan es así que íbamos siempre a sus clases a pesar de que la filosofía la teníamos más de una atragantada.

El viaje empezó en Génova, Milán y fuimos bajando hasta llegar a Roma, al principio todos íbamos como en una piña, pero poco a poco nos fuimos distanciando y creamos tres grupos, los chicos, incluido mi hermano decidieron ir por su cuenta y perseguir a Sonia que a pesar de los 42 años era un bellezón de mujer y si no fuera porque estaba enganchada al móvil sería la compañía perfecta, algunas preferimos seguir a Jorge y el resto, pocos realmente se fueron con Margarita.

La etapa final de nuestro viaje era Roma, una ciudad tan caótica como hermosa, y como en casi todos los viajes de fin de curso y hablo de chicos y chicas de nuestra edad, queríamos vivir todas las experiencias a tope aunque eso supusiera saltarse de vez en cuando las normas de los profesores, así que por las noches nos juntábamos en alguna habitación para jugar, fumar los que fumaran, beber los que bebieran y más tarde para follar los que pudieran.

Pues bien, en una de esas noches aparecieron, como por arte de magia… lo digo con ironía, los juegos sexuales, juegos con besos…de quitarnos alguna prenda, de…algún reto y como reto, evidentemente mi hermano y yo estábamos en el punto de mira de los demás, las risas estaban aseguradas.

– Y ahora, este reto es para Lara. – Prácticamente chillando y con alguna cerveza de más, Julia me estaba retando a un nuevo reto.

– Vas a tener que… – Las risas nerviosas y maliciosas salían de tres compañeras con las cuales realmente no me llevaba nada bien.

– Vas a tener que dejar que tu hermano te toque una teta y que te dé un beso.

– Pues va a ser que no puedo chicas, lo siento por vosotras. – Replicaba aliviada al saber que mi hermano ya se había ido a su habitación hace tiempo. – No es que no quiera chicas, pero es que Juan se ha ido, demasiadas cervezas, casi tantas… como vosotras.

– Tía… No tiene que ser aquí… Seguro que tu hermano te espera en su habitación…

– ¡Estáis locas!, comparte habitación con Jorge.

– Por eso… Mejor, más morbo…delante del profe, que pasa que eres una gallinita…

Nunca me gusto que me llamaran gallina y menos esas tres odiosas niñas, realmente no sé por qué estaba allí con ellas, quizás porque mi hermano me lo había pedido, ya que por alguna extraña razón le gustaba una de ellas, la verdad que tuve que irme cuando él se fue prácticamente borracho, pero entre que yo también estaba un poco achispada y me estaba riendo mucho, no lo hice.

No podía negarme, no iba a perder ante esas petardas, total, no era más que un beso y que me tocara una teta… bueno, tampoco era tan malo, así que las cuatro nos levantamos y salimos al pasillo, llegamos a la habitación de mi hermano y la abrí con cuidado para que no despertar a Jorge, al entrar Juan estaba profundamente dormido lo que me alivio en cierto modo, pero eso no las iba a detener y me dijeron que si él no podía tocarme una teta, a mi me tocaba el pasar a la acción y tocarle el pene. En silencio, andando de puntillas llegue hasta el borde de la cama de mi mellizo, le mire de arriba abajo, me cerciore de que realmente estuviera dormido mientras las otras miraban desde la puerta riendose, mire a Jorge que también dormía, volví a mirar a Juan y le baje un poco el bóxer sacándole el pene, lo cogí entre mis manos y mire hacia la puerta, Silvia, Ana y Rebeca se reían y me hacían gestos para que le hiciera una paja, yo les decía que ni hablar del asunto y ellas me volvían a picar llamándome gallina, esa palabra siempre me había reventado, yo no era una gallina y se lo iba a demostrar, aparte con mi mano el pelo de la cara y baje la cabeza para darle un beso con mis labios en el glande de mi mellizo, mire hacia la puerta y observe sus caras, las acababa de ganar, acababa de ganarme su respeto para siempre y no contenta con ello mirándolas me metí el pene de mi hermano en la boca subiendo y bajando por ella, envolviéndola en mi saliba… Las había derrotado… ¿Gallina yo?

Observe que me hacían unos gestos que no entendía, la habitación estaba totalmente a oscuras y a pesar de estar acostumbrada a la oscuridad no lo vi llegar, la puerta sé cerró de golpe y mis tres nuevas amigas… aquellas que me llamaban gallina salieron corriendo, fue cuando note como unas manos me agarraban por detrás y como un cuerpo de hombre se pegaba en mi espalda sintiendo un pene tremendamente empalmado, las manos me agarraban las tetas apretándolas y una voz varonil y que me era demasiado familiar que me decía.

– Ssshhh, no te sorprendas, no quieres esto, pues esto vas a tener, no querías polla, pues polla tendrás.

No me atreví a decir nada, pensé que me iba a llevar una pequeña bronca, que realmente Jorge estaba jugando y me quería asustar, eso pensé la verdad, pero entonces note como su mano bajaba y se metía por debajo de mi falda agarrando y bajándome las bragas hasta las rodillas de un solo tirón, su boca besaba mi cuello y metía la lengua en mi oído, me estaba excitando tanto que tenía que avisarle, tenía que decirle que era yo, tenía que parar y tenía que parar ya, porque notaba como su pene rozaba el interior de mis muslos buscando la entrada de mi vagina. Su lengua me estaba volviendo loca, estaba bastante húmeda lo suficiente como para que su glande encontrará aquello que buscaba y se hundiera dentro de mí, yo seguía teniendo el pene de mi mellizo en la mano, lo apreté con mi mano y empecé a menearlo de arriba a abajo y no fui capaz, no fui capaz de que Jorge parara, no pude decirle nada, de hecho no quise… decir nada.

Sentí un empujón brusco por detrás de mí y noté como Jorge metía todo ese falo duro dentro de mi vagina, un gemido agudo desgarró el silencio de la habitación cuando la sentía deslizarse tan dentro y luego, al sacarla, rozando todas las paredes vaginales dándome un pequeño respiro para volver a gemir con una nueva penetración tan fuerte que sentía como me había partido en dos y luego otra y otra, los gemidos se convirtieron en pequeños gritos a la vez que me hacía agachar mi cabeza y de forma voluntaria abriera mis piernas todo lo que las bragas me lo permitieron, el pene de Juan mi mellizo se quedó a pocos centímetros de mi boca, no los suficientes como para que desistiera a chupársela una y otra vez hasta que se puso enorme y a pesar de que mis manos acompañaban a mi boca de arriba a bajo, mi mellizo no se despertaba, estaba totalmente grogui por el alcohol, quizás mejor así, porque no podría haber explicado aquella situación, ya iba a tener que dar explicaciones a uno, pero a los dos me iba a resultar demasiado, no sabría como empezar, no sabia como explicar de porque mientras le hacia una mamada a Juan, Jorge… nuestro hermano mayor me follaba por detrás, si, nadie lo sabia salvo contadas personas, pero Jorge era nuestro hermano mayor.

Entre gemido y gemido, entre pequeños gritos involuntarios que mi hermano provocaba en mí, solo pensaba en cómo iba a salir de allí sin que me viera, yo había provocado aquello, me había callado, realmente mi hermano Jorge no sabía que era yo, estaba demasiado oscuros y salvo por los gemidos al metérmela no había hablado, mi cabeza estaba a punto de reventar, realmente sentía una vergüenza que no podía ni explicar, pero me estaba follando tan bien, estaba tan caliente, tenía el coño tan dilatado para él, que su polla me llenaba una y otra vez al tiempo que mi boca hacía las delicias de mi otro hermano aunque este no se despertaba, eso no quería decir que no le gustara y a la que realmente le estaba encantado era a mí, mi hermano mayor me follaba por detrás metiéndome la polla hasta el fondo sin compasión alguna, besándome y apretando mis tetas ahora con más fuerza, tirando de mí hacia él en cada penetración y yo no podía más que gemir y gritar en el micrófono de carne que entraba y salía de mi boca, no, no podía decir nada, solo que acabaran los dos y luego ya veria.

El primero en acabar fue Juan, que se corrió en mi boca, nunca pensé, nunca imagine que terminará tragándome el semen de mi mellizo y menos que mi coño se inundara del semen de mi hermano mayor, pero eso de momento no iba a ocurrir, Jorge me saco la polla del coño, se agachó y quitándome las bragas por completo me iba lamiendo el coño, succionando mis labios con su boca y mordiéndolos con sus labios. Sí, era la noche de las malas elecciones, de las malas decisiones, pero que iba hacer ya, no podía más y necesitaba llegar hasta las últimas consecuencias… Una mala decisión al fin y al cabo, pero mientras sentía como mi hermano me hacía temblar lamiendo mi clítoris, mientras bebía de los fluidos que salían y se derramaban por mi rajita, Jorge me quitaba la camiseta desabrochando mi sujetador, luego desabrochaba los botones de mi falda por delante dejándola caer al suelo junto con mis bragas, estaba tan caliente que necesitaba un bombero que apagara el incendio de mi interior, necesitaba nuevamente que con su manguera llegará hasta el fondo y abriese la llave del flujo que lo empapa todo.

Oía como sonaba su boca en mi coño, sus manos en mis caderas metiendo toda la cara entre mis muslos, buscando mi clítoris con su legua y su boca, metiéndome la nariz en mi vagina, respirando de ella, humedeciendo toda la cara en mis fluidos, Jorge se levantó y cogiéndome de la mano me llevo a su cama, me hizo sentar encima de él, la oscuridad y la melena sobre mi cara eran los mejores aliados que tenia en esos momentos al ocultarme de el, no sabía como iba a terminar aquello, no me lo podía imaginar, todos los pensamientos, todas las situaciones pasaban por mi cabeza a gran velocidad hasta que una vez sentada a horcajadas sobre él sentí una vez más esa polla tan poderosa arrancan unos pequeños gritos al deslizarse dentro de mí, ahora sus manos acariciaban mis areolas y pellizcaban mis pezones con suavidad, luego me agarro de la cintura moviéndose al unísono conmigo, empecé a cabalgar suavemente sobre mi hermano mayor, mis brazos rodearon su cuello y nuestros labios se unieron de nuevo, sabía a mí, su rostro estaba impregnado de mí, de mis jugos, aquellos que había participado muy activamente en sacar de mi, Jorge empujo mi cuerpo hacia atrás y me tumbo en la cama boca arriba, mis piernas rodeaban su cuerpo y note como levanto su pelvis dejándola caer con fuerza sobre mí metiéndome con fuerza su polla, empezó a penetrarme con mucha rapidez, me hacía gritar a la vez que le besaba, le mordía los labios con los míos para no gritar, mis tetas se movían en todas direcciones con cada empujón y las frenaba rozando mis pezones con su pecho, no podía más, estaba a punto de tener un orgasmo y entonces…

Entonces Jorge me quito el pelo de la cara, me miró fijamente y me vio, enseguida sus movimientos pélvicos pararon de golpe, su polla se paró, pero llenaba por completo mi vagina con ella, inmóvil me miraba y me veía avergonzada, mi cara era un fiel reflejo de la suya, no sabía qué hacer, qué decir y solo se me ocurrió poner dos dedos en sus labios y…

– Ssshhh, no querías esto, no haber empezado.

No sé por qué lo dije, ni cómo me atreví a decirlo, pero allí estaba mi hermano inmóvil, con su pene dentro de mi vagina, sin moverse, mirándome con una especie de odio en la mirada, pero también de cariño, de placer y de incredulidad, entonces note como una lágrima recorría mi mejilla y como él me la quitaba con cariño con un dedo, luego se agachó para besarme la mejilla y note como su polla involuntariamente me penetraba un poco más abriendo mi boca exhalando un pequeño gemido, fue el inicio de que mi cuerpo volviera a moverse, de lado a lado, y de sentir como su pene se volvía a deslizar suavemente dentro de mí.

– Lo siento Jorge…

Tampoco sé por qué dije eso, tampoco sé cómo sonó entre gemido y gemido, pero sí sé que fue lo último que dije, porque mi hermano saco su pene de mi interior, mirándome se puso de rodillas abriendo y poniendo mis piernas en sus hombros y como yo hice unos minutos atrás, puso dos dedos en mis labios.

– Ssshhh, no digas nada, cerremos los ojos y no digamos nada.

Nada más cerrarlos sentí como su pene volvía a penetrar dentro de mí, mis gemidos fueron en aumento, notaba como mi hermano me follaba suavemente, como su pene se deslizaba despacio llenándome entera, profundizando tan dentro de mí que la notaba en las paredes de mi útero quedándose quieta y apretando hacia dentro, siempre oí de los orgasmos cervicales, pero nunca los había experimentado, bien es cierto que había dejado de ser virgen no hacía mucho y que mi experiencia era casi nula con un hombre. Notaba como mi vagina se contrae y como le gustaba, me tenía que notar tan mojada, tan caliente que en pocos minutos de entrar y salir, de apretar su pene tan dentro de mí sentí, como empezaba a expulsar su semilla en mi interior, varias eyaculaciones que tuvieron una respuesta similar por mi parte, porque un ardor como nunca había tenido, algo que me bajaba de mi vientre a mi vagina paralizando mi cuerpo, algo que hizo que mis piernas empezaran a temblar y que mi espalda se arqueaba sujetándome solo con la cabeza en la almohada y de pronto solté un grito mudo al principio, luego otro y más tarde otro llenando la habitación de nuestros gemidos, mas que gemidos, aullidos. Jorge había terminado, pero no quería parar, no quería que me quedara a medias y seguía metiendo y sacando su pene, parando y volviendo a meter, hasta que noto como un mar cálido le envolvía el pene y con cada penetración se escapaba de mi interior un líquido transparente que mojo toda la cama.

Al final del todo, con nuestros cuerpos realmente sudados, abrí los ojos nuevamente, nos miramos, sonreímos, recogí la ropa del suelo y me vestí, una mirada más desde la puerta, una última sonrisa y sin mirar atrás con el semen de mi hermano mojando mis bragas me perdí por el pasillo para no volver hablar nunca más de aquella noche, de aquel polvo.

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