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Ayudando a armar una cama americana
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Sonó mi teléfono celular y era ella, Macarena. 

Yo había tenido un día no muy bueno en mi trabajo y al escucharla se desapareció todo lo malo. Mi amor, saliste de tu pega? aun no, me falta un poco… por qué?

Eh, es que quería invitarte; compré una cama americana nueva y no sé cómo armarla, tu podrías ayudarme? después podríamos tomarnos un tecito, te tinca? Eh, claro que si le dije.

Me demoré un poco, pase al supermercado y compré algunas cosas para llevar para el té que nos íbamos a tomar, y llegue a su casa.

Al llegar toqué el timbre y salió a recibirme, andaba de ropa liviana: buzo, zapatillas y una polera que dejaba harto para la imaginación. Me percate de un detalle; habían dejado el recibo de la luz en su antejardín y le dije: oye, aun no recoges el recibo? ah no, me dijo y al decir esto se agacha y la polera guardaba un pequeño secreto: andaba sin sostenes. Mas encima al inclinarse se le bajó un poco el buzo: Una pantaleta súper chiquita negrita de encaje se asomó sin querer…

Recogió la cuenta de la luz y al ver que yo la miraba me dijo, vamos? Nos espera trabajo.

Me hizo pasar, tenía un desorden en el comedor por todo el movimiento de la compra nueva, así que tuvo que mover muebles para poder meter la cama en su pieza y allí estaba la cama esperando ser armada.

Quitamos los plásticos, pusimos la base, el colchón de resortes, armamos el respaldar. Ella hizo la cama con la ropa de cama nueva que había comprado mientas yo armaba los muebles, demás está decir que en el intertanto yo le echaba un ojo cuando me ayudaba.

Unas horas después terminamos los muebles me dice si me iba a duchar, porque si es así hay de todo en el baño, mientras ella se fue a la cocina.

Cerré la puerta del baño, abro la llave de la ducha, me pongo de espaldas cuando siento que me tocan por la espalda, era ella quien se puso detrás de mí, me doy vuelta y nos encontramos con nuestras lenguas, en besos calientes, jugosos, con ansias, con ganas.

No me costó nada sacarle la polera y dejar ver sus tetas rosaditas, pezones parados, pidiendo lengua para gozar y así fue: chupé sus pezones, primero con mis labios, después con los dientes, hizo un suspiro largo. Que rico mi amor le dije.

Con mis manos tocaba su cuerpo hasta excitarla, abría sus nalgas y ella misma me dirigió mi otra mano dentro de su vagina que ya comenzaba a mojarse le metí un dedo, luego dos.

Le bajé su pantaleta. Estaba desnuda ante mí; la tomé y la puse contra la pared de la ducha con sus manos arriba. Cerré el agua y comencé a acariciar su espalda, le besé por todo su cuello, mientras tocaba con ambas manos sus senos, estaban duros y más duros estaban sus pezones con las caricias con mi lengua que ya le había dado.

Tomaba mi pene para dirigirlo a su culo y hacia movimientos para metérselo, ella se acercaba y presionaba más hacia mi pene, jadeaba de gusto.

Ah amor que rico culo tienes le dije, me encanta, me gusta tu boca, tus labios.

Te gusta por lo caliente de mi boca? al preguntarme eso con una de sus manos me tomó el pene, lo acariciaba arriba y abajo con movimientos suaves al principio, fuertes después hasta que se vio vueltas.

Así quiero pagarte tu ayuda, me dijo: Al decir esto veo que se va agachando hasta estar a la altura de mi pene, me mira y me sonríe. Me cierra un ojo y se mete la punta en la boca.

Cierra los ojitos y disfruta tu pago. Te dije que te mereces un premio.

Acto seguido se lo mete en su boca. Siento como el anillo de sus labios recorren el glande hasta llegar al tronco mismo. Yo me sentía en las nubes con su boca caliente y mojada.

Con ganas de terminar yo se lo saco de su boca y se lo pongo entre sus tetas, ella con instinto junta sus senos hasta rodear mi aparato ya mojado con su saliva. Sus senos estaban suaves ella echaba saliva a su parte media de sus tetas al tiempo que yo le apretaba sus pezones.

Salimos de la ducha, tomé una toalla para secarnos algo del agua que salpicó. Nos tiramos en la cama, la besé por todo el cuerpo, ella mi tocaba mi espalda, mis muslos, mi pene. Comencé a recorrerla por sus piernas, subí por sus muslos.

Ponte en cuatro patas, le dije, así lo hizo y me ofreció la vista de su culo tan rico.

Le bese la espalda, bajé hasta que sintió que me acercaba mi cara a su culo, Acto seguido, sin más, ella sintió mi lengua endurecida y húmeda entre sus nalgas, deteniéndome unos segundos a las puertas de su vagina. Gimió sin poder controlarse mientras le acomodaba las caderas y deslizaba entre los pliegues de su vagina un dedo de mi mano derecha.

Con mi lengua recorrí sus labios vaginales, lamí con paciencia su clítoris que parecía estallar de placer, al tocarlo arqueo su cuerpo y más acercaba su culo a mi cara, se movía con ganas, jadeaba y me pedía que no me detuviera hasta sentí que sus labios temblaban: Tomé con mis manos su cadera y no me contuve más y le puse la punta de mi pene en su vagina, ella al sentir la cabecita caliente ella misma con su mano la puso entre sus labios y me pidió que se la metiera de una vez. Oh mi amor que está dura, que rica.

La dejé dentro de ella por un momento hasta que ella comenzó a moverse. Sentía sus paredes tiritar, sus líquidos rodeaban mi tronco, sus labios crecían en cada embestida, jadeaba de placer

Sin soltar la presión de mis dedos sobre su piel, comencé a darle, una y otra vez, golpeando fuertemente mis caderas contra su culo provocando un sonido semejante a cachetadas huecas, arremetiendo contra ella hasta el punto que se afirmaba del cubrecamas nuevo, sus movimientos hacían que se retorciera, se inclinaba hacia arriba para recibir mis besos, tocaba sus tetas, me pedía más, que se lo hiciera fuerte y más rico.

Al decirme eso, la tomé con todas mis fuerzas, mi pene era como un pistón de auto entrando y saliendo de su agujero. Voy a llegar le dije y ella arqueo y se tensó su cuerpo, me tomo de una de mis manos que estaba en su cintura y la apretó.

Muévete también estoy llegando me dijo, Ah mi amor, dale dale. No me dio tiempo para más. Sentí cosquillas violentas que subían por mis piernas hasta llegar a la punta del pene, tomé a mi rubia con las dos manos por sus caderas y nos dimos con todo. Ella se movía más aun y de forma brutal, comencé a derramarle en chorros calientes de semen hasta el fondo de su zorra.

Al acabar dentro de ella sentí como su vagina se estrechaba y palpitaba. Jadeando cayó rendida con la respiración entrecortada. Habíamos acabado juntos. Una ducha para relajarse y concluimos que la cama era de buena calidad y había pasado la prueba.

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