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Gabriel llamó a David para pedirle que fuera a su casa. 

David enloqueció de alegría cuando le dijo que tenía el juego nuevo cuyo lanzamiento habían esperado durante un año.

Hacía un calor terrible. El aire parecía fundirse alrededor de los chicos mientras jugaban.

Gabriel, sofocado, hizo una pausa y se sentó en el sofá.

Vio como David transpiraba.

Vestía una camiseta, un pantalón corto y zapatillas sin medias.

Su tersa piel estaba empapada y brillaba sugerente por el sudor.

Incómodo David se sacó las zapatillas. Tenía los pies delgados, los dedos rectos.

Gabriel lo miraba desde atrás. La forma en que movía los dedos era grata.

David era alto, delgado, blanco, atlético. Tenía un lindo rostro.

Con la camiseta empapada su torso hermoso se sugería espléndido a la vista. Gabriel lo imaginó sacándose la camisa en cámara lenta mientras un chorro de baba se le escurría por el labio.

Se lo imaginó desnudo delante suyo, atado y con los ojos vendados, encima de una mesa, con él disfrutando de su exquisito cuerpo de mil formas imaginables.

David parecía derretirse a gotas. Requería hidratación con urgencia.

Aceptó agradecido el ofrecimiento de su amigo que regresó de la cocina con un vaso de té helado agradable a la vista y refrescante al paladar.

David lucía inocente dormido, como un angelical bebé. Era demasiado guapo.

Gabriel le deslizó la camiseta por el torso y le estiró los brazos para sacársela.

Se estremeció cuando sus dedos le rozaron los carnosos pectorales para luego deslizarse con suavidad por el vientre.

En la línea del pantalón se marcaba la frontera de vello oscuro que antecedía a la zona prohibida.

Con suavidad Gabriel le deslizó la ropa.

Los testículos eran grandes y la polla larga y gorda tenía el enorme glande expuesto.

A Gabriel le fascinaba una buena polla circuncidada. La de su amigo era hermosa.

Tras levantarla, mientras respiraba con agitación y sudaba copiosamente por algo más que calor, la recorrió por debajo desde la base hasta la punta. Sentir la uretra hinchada como una vena tensa bajo el dedo fue precioso.

Se apresuró a sacarle la ropa y admiró el hermoso cuerpo desnudo que tenía ante sus extasiados ojos.

Tenía la piel suave, los músculos ligeros, pero insinuados, cúmulos de vello fino en los lugares correctos y el sudor remanente le hacía brillar la piel en forma hermosa.

Los pezones, dilatados por el calor eran enormes, de aspecto liso y con la tetilla erecta como una púa.

Sin contenerse ante los rosados y blandos órganos los apretó ente los dedos.

Eran suaves y delicados. Y en la boca mientras los succionaba su textura era mejor.

Ni que decir del glande entre los labios. Aun flácida aquella polla era enorme. Bendito su amigo que podía disfrutarla visualmente o en forma táctil cuando se bañaba o se la estimulaba entre los dedos pata otorgarle placer. Que precioso debía ser verla escupir un chorro de espesa crema viril, blanca y cremosa. Como sería el sabor de aquel manjar lechoso procedente del hermoso espécimen que era su amigo.

Fue exquisito sentir a David entre los dedos. Palpar su esbelta y grata figura desde el cuello, sentir bajo las palmas los robustos pectorales y el volumen sutil pero apreciable, de los pezones, detenerse y juguetear en los genitales, de aroma varonil, con exudación de macho exquisito, acariciar sus musculosas y velludas piernas, hasta llegar a los perfectos pies, cuidados, de olor neutro, para finalizar en los bonitos dedos, rectos, delicados, que no podían abandonarse sin antes ser debidamente chupados, como erotizados caramelos. Gabriel cerró los ojos y suspiró cuando, para concluir con aquella fase, le pasaba la lengua por las suaves plantas. No había palabras para describir lo que sentía. Su precioso amigo no tenía desperdicio.

El desperdicio era que tan suculento macho tuviera que envejecer y un día, por fortuna por su juventud, aun lejano, eventualmente morir.

David yacía inmóvil sobre la cama, impasible ante todo lo que sucedía a su alrededor. Parecía profundamente dormido, o muerto, indiferente a todo lo que Gabriel le hacía para deleitarse a su costa.

La piel se sentía inusualmente caliente bajo los dedos. De una manera diferente, pero tanto como se sentía él al disfrutarlo.

Después no fue agradable. El chico estaba ardiendo literalmente.

Para después empezar a ponerse frío.

Antes había vomitado.

Tocó su pulso. Estaba débil.

Y unos minutos después apenas respiraba.

Gabriel se sobrecogió y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Una dosis de GBL en la bebida lo había hecho suyo.

Habitualmente se usaba como estupefaciente, pero un poco de más servía para dopaje.

Mientras David disfrutaba la refrescante bebida descendiendo por su aliviada garganta, Gabriel disfrutaba con anticipación los placeres que el contenido químico mezclado con la bebida iba a dispensarle.

Le iba a dejar a su guapo amigo servido en bandeja de plata para su placer.

No hacía falta atarlo como había fantaseado. Su amigo estaría plácidamente dormido y, lo mejor, no recordaría nada, pues un efecto de la droga era provocar amnesia.

¡Podría hacerle lo que quisiera y salir impune! ¡Deleitarse con su guapo amigo de mil maneras imaginables! ¡Podría hacerlo mas de una vez! ¿No era maravilloso?

Pero algo estaba mal. ¿Se había excedido en la dosis?

No hubo nada que hacer. Después de unos minutos su guapo amigo estaba frío, pálido e inerte como una roca. Estaba muerto.

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