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La señora Sonia, observado por mi casera
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Buen día con todos, esto que estoy por contar, me ha dejado algo confundido. Pero que a la vez, me está gustando este jueguito, de que me observen, que alguien vea, que estoy haciendo en mis ratos íntimos, por decir algo. A la hora de estar en mi habitación, o cuando me estoy duchando, cuando me quedo dormido en el sofá de la sala. Sentirme casi siempre observado.

Como empezó, no lo sé, pero desde que note que las puertas de las habitaciones, ninguna tiene cerradura que sirva. Pensé yo, que era por la confianza, que debería de haber en aquel piso, la verdad es que en ningún momento le preste atención a este detalle. Total yo estaría unos meses en aquel lugar, ya que me buscaría uno más grande, para poder vivir con mi familia y así estar más a gustito. No tenía cosas de valor, la ropa del trabajo, algo de ropa para salir a caminar por la plaza, lo básico para pasar unos días y ya luego bajar a la ciudad a cambiar de prendas para otra semana más.

Al principio, debo confesar que me costó un poco, hacerme con la idea a no tener cerrojos en las puertas, no lo sé, me parecía algo extraño. Estar en casa ajena y tener las puertas casi abiertas de par en par. Pero ya poco a poco, me fui relajando con la idea, de no tener seguro en mi puerta. Me acostumbre a verlo como algo normal. Al principio, acostumbraba cambiarme de ropa, casi detrás de la puerta, pero ya tomando confianza, había veces que la dejaba abierta, sabía que muchas veces estaba yo solo en casa. Que más daría, muchas veces salía al salón a ver la televisión en calzoncillos, o más de una vez me dejaba la puerta del baño abierta, mientras me duchaba.

En el piso donde vivo, compartimos habitaciones, la casera que es la que arrienda las habitaciones, es la señora Sonia. Tiene su piso en el centro de la ciudad, está muy cerca de todo, supermercados, la estación de buses, el metro, bibliotecas, cines, centros comerciales, etc. Toda la comodidad que uno necesita. Me queda muy cerca del trabajo, 5 minutos en coche.

Las veces que me he duchado y me he sentido observado han sido varias, casi siempre llego al piso, sobre las 4pm. Antes de hacer nada me ducho, una agüita fresca para bajar el sofocante calor de verano que arrecia este tiempo. El cuarto de baño es un poco grande, fácilmente desde la puerta hasta la bañera, habrá sus 4 metros. Como ya decía, ninguna puerta tiene pestillo para asegurar por dentro. La del baño en particular casi ni cierra, se deja literalmente junta. La bañera no tiene una cortina o mampara, que cubra el suelo de las salpicaduras de agua, así que después de ducharse, hay que limpiar el suelo para que no quede mojado, y es que aunque te bañes con cuidado, siempre salpica agua. Lo bueno que tiene que es muy amplio. Muy ventilado.

Una tarde de aquellas, como siempre me fui a dar una ducha, me quede desnudo, mi ropa la había tirado sobre el lavamanos, lo más lejos posible para que no le salpicara el agua. Esa tarde me tocaba afeitarme el pene, me ducho como lo hago siempre, primero la cabeza y luego el cuerpo. Ya después de haberme enjuagado, un poco de jabón en mis pelos genitales, para poder pasar el rasurador. Con la acción de masajear esa zona, no pude evitar tener una erección, de parte de mi gran amigo. Mientras con una mano me rasuraba los bellos genitales, pues con la otra sostenía mi abultada erección.

Yo debo confesar que sentía una presencia en aquella habitación. La casa es un poco antigua, huele a vieja, a humedad, se siente un olor a casa vieja digámoslo así. Pero no me asustaba que la presencia que sentía en aquella habitación, fuese del mas haya, todo lo contrario, era de este mundo. Alguien había en esa habitación, que estaba mirando lo que yo estaba haciendo. No me asusto en lo más mínimo, todo lo contrario, me gusto, sentí una extraña sensación recorrer mi verga. Me gusto saber, que si hubiera alguien mirando tras la puerta del baño, mirase mi respetable erección. Que a decir verdad creció mas al sentirte observado.

No llegue a masturbarme, no quería que quien estuviese mirando, pensara que soy un pajillero, pero si quería que viera mi erección, en su total capacidad de crecimiento. Quería que me viera la verga, que la mire bien erecta, quería que apreciase su grosor. Pero más que todo, que la vea bien limpia, lo bien consentido que tengo a mi amiguito. A ver si a quien estuviese tras la puerta, alguna noche tendría ganas de visitarme en mi habitación. Seguía rasurando mis bellos genitales, a la vez que no dejaba de pajear mi verga. El tiempo que demore en la bañera no lo recuerdo, pero si estoy seguro que quien estaría mirando, estaría de lo más caliente.

La señora Sonia lleva más de 2 años viuda. Ella vive en su departamento con una de sus hijas, la enfermera de personas mayores. Su hija es una mujer de 35 años, soltera por decisión propia, esta mujer es una chica de casi 80 kilos, esta gordita la verdad, siempre va de ropa suelta, casi siempre con ropa de trabajo. Ella llega por las noches a casa, toma algo de la nevera y se encierra en su habitación. Una chica muy alegre, siempre está contando las cosas graciosas, que suceden en su trabajo. Es imposible hablar con ella sin dejar de reír. Es una cachonda mental.

En cambio la dueña del piso, la señora Sonia, es muy diferente, ella es una mujer delgada, sus 50 años, le calculo yo. Siempre va con vestidos largos, floreados, de colores enteros, a rayas, zapatos bajos o sandalias. Como decía, ella es de figura delgada, aun le sientan muy bien los vestidos que lleva puestos. Trabaja desde casa, arregla ropa de sus amistades o clientes que ya la conocen. En su habitación, que también es una de las más grandes, siempre hay ropa para arreglar, la máquina de coser siempre está en funcionamiento. Por las mañanas esta con el pedal en movimiento. Ella casi no sale de casa, empieza a coser desde las 8am hasta las 5pm, es lo que sé, porque según me contaba, algunos vecinos le habían pedido, que dejara de hacer ruido con la máquina. Sobre todo por las noches, es que la maquina suena fuerte.

Retomando que me lio, con los detalles de esta gente. Me frotaba la verga, y alguien estaría tras la puerta mirándome. Me gustó mucho sentirme así, yo miraba de refilón hacia la puerta, para no asustar a mi sospecha admiradora, pero es que ya tenía una duda, quien sería la que este tras la puerta. La madre o la hija, eso me dejo algo inquieto, era la primera vez que me sucedía este tipo de experiencia. Este momento de observación hacia mi persona, más aun cuando me estaba rasurando los genitales.

En el transcurso de los días, cambie de táctica, me echaba unas siestas en calzoncillos. Para variar, estas veces dejaba la puerta solo junta, es que ni siquiera la cerraba, me había entrado el bichito para que me observara. Para que se deleitase con mi verga, en estado de reposo, siempre llevo calzoncillos claros, mayormente son blancos, me gusta el color. De momento me dormía en calzoncillos, no quería ser tan caradura. Sabía que alguien me observaba, mi plan era saber quién estaba tras la puerta.

La señora Sonia era mi primera admiradora, sobre la que caían las dudas, pero no quería descartar nada. Sé que en aquel piso hay dos mujeres solteras, solas y quizás un poco aburridas de su rutina diaria. Quien era yo para cortar ese momento de placer, que puedan sentir al observarme. Es que en cierta forma, a mí me estaba enganchando esto de estar tocándome la verga por encima de los calzoncillos. Me excitaba mucho la verdad, creo que estaba descubriendo un mundillo nuevo, un nuevo espacio para hacer realidad alguna fantasía. De momento nadie se había quejado, es que sería lo último que me faltase verdad.

La noche de aquel viernes, se quedaría solo Sonia en casa, ya que su hija, saldría de fiesta con unas amigas, y no volvería hasta el día siguiente. Eso fue lo que llegue a escuchar en el desayuno, tienen tanta libertad en hablar sus cosas delante de mí, que muchas veces me entero de cosas que ni me imagino. Pero bueno, aquella noche estaríamos solos en casa, la señora Sonia y yo. Si ahora se asomaría alguien a mirarme, ya tendría claro quién es, ya podría saber quién se está dando el placer de observar tras mi puerta.

Por la tarde al volver del trabajo, me eché una siesta, pero esta vez fue en el sofá de la sala, estaba viendo la tele, comprobé que Sonia no estaba en casa. Me puse unos boxers, color negros, que marcaban bien mis genitales. Se ceñía bien a mis partes íntimas, la zona de mi verga, la dibujaba exacta. Me pudo más el morbo de que entre alguien y me vea ahí tirado, pero también tenía la duda, de que si solo una de ellas me observaba, la otra quizás no sabría nada. Seguro ni enterada de lo que espiaba la otra, seguí con mi fantasía de ser observado con alevosía y descaro. Me recosté en el sofá solo en boxers.

Al rato de haber quedado tirado en el sofá, siento abrir la puerta principal del salón, que es la única que lleva cerrojo en esa casa, siento cerrar y ponerle seguro a la puerta. Alguien ha entrado, se ha detenido a escasos centímetros, de donde yo estoy simulando dormir plácidamente. Mi verga por instinto fue creciendo, se fue poniendo erecta, seguramente ante los ojos de quien estuviese parada de pie, delante mío. Yo seguía con los ojos cerrados, sintiendo la mirada, sintiendo la presencia de alguien, no me animaba a despertar. No quería espantar a mi admiradora, dejaría que gozara un poquito más. Me rasque los huevos, en manera de seguir durmiendo aun, a ver si quizás se decidiese a moverse o decirme algo. Pero nada, yo seguía siendo observado.

Al término de la película, que había escuchado ya finalizar, mi admiradora ya no estaba. Seguro se habrá metido en alguna habitación a quizás meterse algo, para saciar sus fuegos uterinos. Comprobando que ya no habría nadie delante mío, me dirigí a mi habitación, seguiría con el plan que había empezado. Tome mi portátil y me puse a ver una película porno por internet, esta vez, deje mi cabeza contra la puerta, así quien se asomara tras de ella, podría ver mi verga en toda su dimensión. No me costó mucho llamar la atención de mi observadora, ya que sobre las 11pm ya estaba en primera fila, mirando tras la puerta. Esta vez pude ver quien era en realidad, y confirmar mis sospechas de que alguien me estaba observando.

Con los audífonos en mis orejas, mirando una escena porno de Julia Ann, empecé a acariciar mi verga. Empezaba a tomar forma, la quería poner dura, estaba tomando su grosor y tamaño habitual. El portátil a un lado de mi cama, mis manos pajeando mi verga, un poquito de crema, para hacer más placentero el sube y baja. Los 15 minutos que duró la escena, no me bastaron para alejar de mi puerta a la pequeña espía. Busque otra escena de la misma actriz. Esta vez intentaría correrme, tenía las ganas en el cuerpo, el morbo me podía más. Sabía que seguía tras la puerta, es que ni siquiera se había movido, seguía con una mano sujetando la puerta, y la otra metida en su coño, por encima de su ropa.

Intentar voltear, para dejar al descubierto a quien estuviese mirando, lo pensé, pero también sería muy vergonzoso. Mi verga empezaba a lubricarse, me sentía muy cachondo, estaba muy excitado, quería correrme, pero quizá, aun no era el momento.

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