¡Hola! mi nombre es Laura tengo 22 años y desde que era pequeña siempre me ha gustado hacer deporte. Es por ello que desde que tenía seis años hasta hoy practico judo, ya de forma casi profesional.
Durante el confinamiento por la pandemia lo pase bastante mal puesto que estoy acostumbrada a la rutina y el hecho de no poder ir a clases de judo, que en los últimos años se había convertido en una forma de aliviar el estrés de las clases, me ponía de los nervios.
Una vez normalizada la situación, me entere de que el dojo al que había ido estos últimos años se cerraba así que tuve que buscarme otro que estuviera lo suficiente cerca de mi casa para poder compaginarlo con mis clases y con mi vida en general, cosa que propicia esta historia puesto que es ahí donde conozco a mi nuevo entrenador.
Al conocerle me cayó bien puesto que era amable y sabía mucho puesto que había sido profesional y tenía muchas distinciones y diplomas que así lo avalan. Era un hombre de 1,80, que rondaría los 40 pero a pesar de ello se veía que se mantenía musculoso y en forma.
En principio no me resulto atractivo, puesto que era calvo y nunca me había sentido atraída por los hombres calvos pero era muy simpático cosa que era todo lo contrario a los otros profesores que había tenido.
Llevaba ya como unos seis meses en el nuevo dojo cuando mi entrenador me ofreció la posibilidad de ayudar en las demostraciones dado que ya tenía desde hace tiempo el cinturón negro y le venía bien una persona con experiencia para enseñar las técnicas de derribo y sumisión a lo que le dije que sí.
La verdad es que hasta ese momento nunca me había pasado, había luchado con otros chicos antes pero no había notado nada de esa manera, pero en una técnica que se conoce como “luxación con pierna” que consiste en la inmovilización de uno de los brazos del oponente y el cuello y pude notar en mi brazo durante unos segundos el “aparato” de mi sensei.
Al principio me dejó un poco descolocada porque no supe qué hacer así que continué como si no hubiera pasado nada puesto que no sabía si mi entrenador se había dado cuenta de lo que había pasado. Ese primer día note su miembro más veces, en mi nuca y en mi costado.
Los días fueron pasando y día tras día notaba el miembro de mi profesor en alguna parte de mi cuerpo. Como nuestra relación era cordial y no vi ningún tratamiento raro del sensei hacia mí lo deje correr pensando que sería algo puntual al no estar habituada a hacer demostraciones de técnicas con un oponente más mayor.
Conforme pasaban los días me sorprendía a mi misma mientras iba al dojo pensando alguna vez en que parte del cuerpo notaría esta vez el bulto del sensei y pasadas unas semanas desde la primera vez que lo noté ya se había convertido claramente en una fantasía sexual.
De los entrenamientos acababa empapada y había una parte en concreto en la que no todo era sudor. Por suerte, el judogi tenía una tela bastante gruesa y no revelaba nada indiscreto, pero cuando llegaba a casa lo primero que hacía era encerrarme en mi cuarto y desnuda en la cama me masturbaba con unas ganas locas, usando primero las manos y luego un consolador que tenía bien guardado, moviéndome con frenesí hasta que estallaba a chorros.
Un día de camino al dojo, ya sintiéndome ansiosa y bastante cachonda, decidí que si el sensei podía restregar su “aparato” por mi cuerpo yo también podía hacer lo mismo.
Desde que practico judo, y sobre todo con chicos, he evitado hacer ciertas técnicas que exponían al tacto ciertas partes de mi cuerpo, algunas técnicas que de forma inevitable iban a hacer contacto con mi vagina.
Así que en las demostraciones empecé a usar algunas de las técnicas que el sensei había usado conmigo de manera que su brazo me frotó la vagina y también su nuca. Una vez terminada las clases el entrenador me dijo que aprendía rápido y había ejecutado de forma perfecta las técnicas de sumisión. Ese día cuando llegue a casa tuve un orgasmo glorioso.
Unos días más tarde, durante las demostraciones con el sensei, después de habernos frotado mutuamente el por su parte y yo por la mía durante la exhibición, decidí hacer una locura y aprovechando una técnica desde atrás estiré mi pie para restregarlo por todo su miembro aunque procure que fuera de forma casual. Cuando le toco a él hacer la demostración, al tener mi cabeza entre sus pierna pude nota como a mi sensei se había puesto semierecto y procure que su bulto me diera en la cara el máximo tiempo posible poniéndome totalmente cachonda.
Hacer técnicas a las que no estaba acostumbrada mas el añadido de los sobreestiramientos que hice me provocaron unos pinchazos musculares en los aductores por lo que de forma suave una vez finalizada la clase empecé a hacer estiramientos mientras el resto de compañeros se iban hasta que quedamos solos el sensei y yo.
– Estás bien? -me preguntó el sensei.
– Sí, he notado unos pinchazos en la y estaba estirando un poco.
– Puedes caminar bien y poner el cuerpo recto?
– Si, puedo hacerlo solo noto molestias al hacerlo.
– Ahora que tienes el cuerpo caliente puede ser pero una vez que los músculos se enfríen y estén en reposo puedes notar dolor. Creo que tengo una crema para el dolor muscular en mi oficina, si quieres ven y te pones un poco…
– Vale- conteste yo un poco cortada.
Entramos en su oficina mientras me explicaba la importancia de los estiramientos en el preentreno y me senté en la camilla que había de sus máquinas de entrenamiento.
– Voy a buscar la crema, creo que la tengo en el botiquín del baño.
– Vale -contesté yo.
Me bajé el pantalón y esperé así al sensei que vino con la crema en la mano. Se quedó un poco cortado al verme sin pantalones y me dijo:
– Pensaba darte un poco de intimidad para que pudieras darte la crema.
– No se preocupe maestro, no va a ver más que lo que cualquiera puede ver en una playa o piscina…
– Ya pero estas en bragas no con un bañador además de que esas se trasparentan un poco y pueden dejar ver más de la cuenta.
Lo cierto es que ese día llevaba unas de las más sexys que tenía con transparencias en algunas zonas.
– No se preocupe entrenador, si me puede dar la crema…
– Vale, te dejo un momento de privacidad
– No, no hace falta de verdad. Así podemos hablar mientras me hace efecto la crema. He visto que tiene varios premios de campeón.
– Si, gané varios torneos cuando era joven.
– Tampoco es tan mayor entrenador jeje.
– Bueno ya tengo unos años y no puedo estar físicamente como antes.
– Ahora será más experimentado.
Mientras el entrenador se apoyaba en la pared yo masajeaba mis aductores con la crema. La verdad es que la situación me había puesto cachonda al estar semidesnuda bajo la atenta mirada de mi entrenador y me envalentonaba para decir cosas que de otro modo no diría nunca.
– La verdad es que he tenido suerte jeje.
– Y eso?
– Hay veces en la que debajo del judogi no llevo nada.
– Jaja así que vas sin nada?
– Solo a veces jeje.
– Hoy sí por lo que veo.
– Si, aunque están tan mojadas que estoy por quitármelas…
– Mojadas? Jeje.
– Si, con el grosor del kimono se suda mucho pero desde hace unas semanas acabo empapada.
– Desde hace unas semanas solo? No te pasaba antes?
– No…
Estaba claro que la conversación entre el sensei y yo se estaba volviendo cada vez más caliente haciéndome sentir cada vez mas excitada y desinhibida.
– Creo que tengo algunas tiras de compresión en el botiquín. Voy a ver si te puedo dar unas…
– Vale –dije- aunque nunca me las he puesto yo misma…
El entrenador volvió del baño con las tiras mientras hablábamos:
– La verdad es que tengo un poco de todo en ese botequín aunque has tenido suerte porque me quedan pocas. Te sigue doliendo?
– Me duele menos. Podría ayudarme a ponerme las tiras. Nunca me las he puesto yo sola… -repetí.
El sensei vino hacia mí y estire mis piernas entorno a él para que me pusiera las tiras moviendo con mi mano mi braga para que pudiera ponérmelas correctamente mientras notaba como mi respiración se aceleraba, los pezones se me endurecían y me estremecía de forma involuntaria al tener tan cerca de mi vagina al entrenador.
Exagerando mis movimientos para acomodar mi braguita deje que el sensei pudiera ver parte de mi rajita toda mojada y el vello corto y perfilado que me gustaba llevar.
– Así está bien? –pregunté, mientras él se mantenía callado. – Cree que puede tener algún preservativo en su botiquín mágico? Jeje -pregunté -la verdad es que estoy notando unos pinchazos en otra parte y voy a necesitar algo más que cremas y cintas… -dije mientras me incorporaba y lo miraba
– No deberías hacer estas cosas-dijo- soy tu sensei y tu eres mi alumna…
– No me diga que no me desea sensei -dije expone do totalmente mi coñito- he notado muchas veces esta polla dura cuando me somete en el tatami –dije cogiendo el miembro totalmente erecto de su pantalón- Tiene preservativos? -pregunte de nuevo.
– Creo que no…
– No pasa nada –dije, tirando fuerte de su pantalón y calzoncillo liberando su miembro duro, hinchado y depilado
Acto seguido me puse de rodillas y empecé a succionar y lamer la polla con la que había estado fantaseando todos estos días atrás. El maestro empezó a moverse disfrutando de la rica mamada que le hacía mientras yo masturba lentamente mi coño y me mojaba a chorros.
Me levanté después de dejársela bien lubricada y el sensei me quito las bragas y me obligo a sentarme abierta de piernas. Acto seguido, se agachó a lamer mi coño mientras yo agarraba su cabeza entre mis piernas y le decía que no parase mientras notaba como su lengua se hundía y me lamia de arriba a abajo.
Una vez termino de comerme bien comida, nos terminamos de desvestir quedando los dos completamente desnudos, me tumbe en su camilla y abrí mis piernas para que me penetrara suavemente mientras yo suspiraba de placer.
Una vez dentro de mí, empezó a moverse mientras con su boca succionaba mis pezones y me besaba todo el cuerpo. Luego me levanto una pierna y empezó a envestir con más fuerza y pasamos así un buen rato hasta que me dijo de cambiar de postura.
Obediente, me apoye en la camilla en perrito y cogiéndome por detrás de mis caderas comenzó a follarme cada vez más fuerte. Sentía que me llenaba y no quería parar, quería que siguiera penetrándome con fuerza pues nunca había estado tan excitada en mi vida como en ese momento y en aquella situación.
Continuamos así durante un buen rato disfrutando de cada embestida de mi entrenador que me empalaba cada vez más fuerte y rápido hasta que me dijo que estaba a punto de correrse y al recordar que estábamos haciéndolo a pelo, le dije que se la chuparía.
No tardó mucho en eyacular dentro de mi boca mientras yo seguía lamiendo su miembro y me tocaba y volviendo a correrme a chorros, limpiando y saboreando con mi lengua su semen espeso, viscoso y ligeramente salado mientras el miraba como se lo hacía todo.
Esa fue la primera vez de muchas.