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¿Nos grabamos? (I)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Mi novio no me quitaba ojo, viendo como me arreglaba para salir. Lo vi por el reflejo del espejo, apoyado en la puerta de la habitación, concentrado mirándome el culo. Nuestras miradas reflejadas se cruzaron y le guiñé un ojo. Había quedado con Josh, un viejo amigo de la carrera al que hacía tiempo que no veía. Aún estaba en ropa interior, con un tanga de encaje negro y rojo y el sujetador a juego, apunto de ponerme un top de rejilla encima. Jack, mi novio, se acercó y me dio una palmada en el culo, agarrando uno de mis grandes cachetes con todo lo que le daba la mano; cuando me coloqué el top, metió las manos por debajo y me agarró las tetas.

-Estás buenísima – me dijo con la boca pegada a mi cuello, bien juntito a mí, notando en mi culo como algo se despertaba bajo su pantalón.

-Gracias, cariño – contesté dándome la vuelta y abrazándolo.

Me agarró con las dos manos bien el culo, magreándome, mientras nos fundíamos en un beso. Noté como apartó una de ellas para buscar algo en su pantalón y, al poco, escuché el sonido de la cámara de su móvil. Había echado una foto al espejo en la que se veía como nos enrollábamos, encuadrando bien al culo. Me reí y le seguí el rolló. Me puse en popa y le dije que echara otra. Me enseñó las dos sin parar de decirme cosas de lo mucho que le gustaba. Yo no podía parar de reír, ilusionada.

-Echa otra – le dije después de meter la mano en su pantalón y sacar su polla, ya bien erecta.

Me agaché a chupársela bajo el sonido de las ráfagas de fotos incesantes. Saber que me estaba fotografiando fue un estímulo extra para comerme aquel rabo grande que tanto me gustaba. Hasta que, de repente, cesó el sonido de la cámara y me dijo:

-¿Nos grabamos?

La mera idea me puso a tope y le di mi afirmativa mirándole a los ojos y metiéndome su polla hasta la campanilla.

Daba igual cuantas veces hubiese follado con él, para mí era irresistible y siempre me ponía a mil con solo mirarme. Y, en esta ocasión, con la cámara grabando, toda esa pasión se disparó. Me tumbó en la cama y me pasó el móvil. Me mordió el culo, me quitó el tanga y se puso a comerme el coño como un animal hambriento. Me agarraba de los muslos, subía sus manos hasta mis tetas, sin perder el ritmo ni la concentración en el cunnilingus. Y yo no perdía detalle, como si de la mejor camarógrafa de la historia se tratara.

Se levantó con la cara llena de babas y de mis fluidos. Se quitó el pantalón y los calzoncillos y no esperó más para clavarme mi polla favorita. Me puse a temblar y fue muy difícil mantener el pulso grabando. Echó una de mis piernas para un lado, me agarró de culo y muslo para follarme con fuerza. Se quitó la camiseta, mordiéndose el labio, poniendo la cara más sexy que había puesto en su vida. No podía más y le pasé el teléfono. Ya con las manos libres, grité y me agarré de los pelos, retorciéndome de placer. Sin parar de penetrarme, veía como iba grabando parte por parte: me tocaba el muslo superpuesto y hacía una panorámica desde mi culo por toda mi pierna, grababa la penetración, grababa mi cara…

Le dije de ponernos a cuatro patas. Mandé el sujetador y el top a tomar por culo mientras me incorporaba. En cuanto volví a notar su polla dentro de mí, flipé dando un alarido y tuve que echar mano al clítoris. Podía notar como me iba agarrando desde distintos puntos, imaginaba que seguía grabando con detalle. Estando extasiada, con la cara aplastada contra la almohada, vi que puso el móvil junto a mí, con cuidado para que el plano grabara toda la acción. Me dio un palmada en el culo, me agarró por las caderas y comenzó a penetrarme con todas su energías. No pude aguantar así y terminé corriéndome entre gritos de satisfacción. Él aguantó un par de minutos más a ese ritmo hasta que sacó su polla, pajeándose, y me llenó el culo de semen. Noté como me chorreaba por la espalda. Me limpié con la mano, sin moverme mucho, y me chupé el dedo mirando a cámara.

Tuve que empezar a arreglarme de nuevo. Ya no me daba tiempo a ducharme otra vez y traté de disimular con desodorante y perfume el olor a sexo que desprendía. Fue totalmente en vano. Me cambié de ropa interior, me puse el mismo top y completé el outfit con una minifalda negra de cuero sintético. Le di un beso a mi hombre y me monté en el coche.

Habíamos quedado con unos amigos por la noche para ir de bares. Pero, hasta que no salieran de trabajar, Josh y yo estaríamos calentando motores tomando unas copas en su casa. Haciendo un botellón, vamos, para volver a sentirnos jóvenes.

Josh era un chico negro, no muy alto, con unos hombros y unos brazos impresionantes, pero de rostro y carácter encantador. Un chico que imponía solo con su presencia. Nos alegramos un montón al reencontrarnos. Nos dimos un abrazo, nos dijimos lo bien que nos veíamos y nos pusimos al día. Todo esto mientras vaciábamos una botella de ron, por supuesto.

La hora de quedar con el resto de amigos se acercaba. Debatíamos si abrir la segunda botella o no. Terminamos por acordar que para una copa, al menos, teníamos tiempo.

Josh fue al baño y aproveché para mirar el móvil, que llevaba un rato vibrando. Entre varias notificaciones, tenía veinte o treinta whatsapps de Jack, cosa que me preocupó. Abrí el chat y vi que me estaba enviando las fotos y el vídeo del polvo que echamos por la tarde. Los ojos se me iluminaron. No me lo esperaba. Me senté mordiéndome los labios y sintiendo calor en la entrepierna. Pasé una a una las fotos, haciendo zoom y viendo al detalle como hace unas horas estaba merendando la polla de mi novio. Crucé las piernas fuerte, para evitar la tentación de tocarme y calmarme un poco.

-¿Te echo entonces una copa más?

Josh había vuelto del baño y ni me había enterado. Cerré deprisa el móvil y me puse en pie de un salto, arreglándome y tratando de aparentar normalidad.

No solo nos dio tiempo para una copa más, sino que nos tomamos una segunda y ya íbamos por la tercera, aún sin tener noticias del resto de nuestros amigos. Al cabo de un rato, Josh recibió una llamada y se apartó para hablar; mi diablilla interior regresó, aprovechando el momento, continué por dónde me había quedado con las fotos. Al verme agarrando la polla de mi novio, chupándole los huevos, me puse tan cachonda como lo estaba minutos antes. “Eran estos. Salen en un cuarto de hora”, dijo Josh, a lo que contesté con una onomatopeya, sin levantar la cara del móvil, cachonda perdida.

Llegué al vídeo y los ojos se me agrandaron. Incluso con lo absorta que estaba, fui consciente de que no podía permitirme verlo entero. Confiada por el poco sonido de los primeros minutos, fui avanzando el vídeo poco a poco, hasta que uno de mis gemidos se escuchó a todo volumen, acompañado por el ruido del cuerpo de Jack chocando contra mi culo. Los dedos me temblaban buscando el botón para bloquear el móvil, mientras el espectáculo continuaba y Josh me miraba ojiplático.

-¿¡Qué estás viendo!? -dijo asombrado.

Me llevé las manos a la cara sin saber dónde meterme, pero la risa me venció y solté una carcajada, siendo incapaz de hablar, mientras Josh esperaba una respuesta.

-¿Me voy un segundo a hablar por teléfono y te pones porno? -preguntó contagiado por la risa.

-No… no es porno. Bueno, sí lo es. Pero no es lo que imaginas.

-Si no es lo que imagino, tú me dirás.

No se cual fue el proceso mental que tuve en ese momento. Estaba muerta de la vergüenza, pero no sé qué me llevó a actuar como hice:

-Verás… -permanecí unos segundos en silencio y, mirando al suelo, le enseñé el móvil durante menos de un segundo.

-¡¿Qué?! -exclamó Josh- ¿Qué acabo de ver?

-A mí. Acabas de verme a mí, empotrada por Jack. Me lo acaba de pasar y no puedo parar de verlo. Estoy orgullosísima.

-¡Guau! Eso sí que no me lo esperaba -Josh resopló y le dio un trago largo a su copa.

La situación se puso tensa. Y todo por un arrebato inexplicable mío. Seguía mirando el móvil, ya en silencio, pero controlaba a Josh de reojo, que se aguantaba la risa sin poder siquiera mirarme.

-Josh, lo siento, pero tienes que ver esto.

No me entendía, no me explicaba por qué actuaba así. Quizás era el alcohol, ni idea. El caso es que sentía que no controlaba mis actos de manera racional. Josh dejó la vergüenza a un lado e hizo caso a mi llamada; titubeó en un principio, pero luego se acercó de un salto. Puse el móvil para que pudiéramos verlo los dos y se pegó a mi lado, intrigado. El gesto de su cara cambió y clavó los ojos en el móvil. El plano era perfecto. En primer termino estaba mi cara, mi cuerpo se extendía en diagonal y Jack estaba perfectamente encuadrado al final, agarrándome por las caderas y empalándome.

-¡Vaya! -exclamó-. Ahora entiendo que no quitaras ojo.

Sonreí con picardía y le indiqué que siguiera atento. En el vídeo, Jack me dio una palmada en el culo y recordé que fue momentos antes de correrme. Así que subí el volumen y esperé a que mi amigo disfrutara la escena. Cuando mis gemidos se incrementaron por la corrida, Josh se abrazó a mí impresionado, agarrándome ligeramente por la cintura. Apuró lo que quedaba de su copa y solo alcanzó a pronunciar un “¡flipa!”. Dos minutos después, Jack sacó su polla y me llenó el culo de lefa.

-¡Menuda polla tiene tu novio! Ahora entiendo por qué gemías así -asentí orgullosa-. Aunque claro, con ese culo, a mí también se me pondría así y lo daría todo.

Me volví hacia él sorprendida por lo que había escuchado.

-Gracias… supongo.

-Perdona -volvió a caer presa de la vergüenza-, pero es que se te ve un culazo espectacular.

Lo miré de arriba a abajo, asimilando el inesperado cumplido. Claro, que más inesperado era lo que estaba haciendo yo. Bajo su pantalón de pinzas negro, me di cuenta de que empezaba a notarse su erección. A estas alturas no podía sorprenderme de nada. Con mala leche, le di un porrazo en el creciente paquete.

-¡Tú tampoco estás mal!

-¡Cabrona! ¡Me has hecho polvo! -dijo encogiéndose del dolor.

Me agarró de nuevo por la cintura tirando hacia él para que no me escapara. Forcejeamos un rato, jugando, y terminé dándole un beso en su rapada cabeza, en señal de paz.

-¿Ya no hay más?

Noté como su mano, que antes estaba en mi cintura, había bajado hasta mi cadera.

-¿Qué más quieres?

Muy cerquita de mi culo, podía sentir que su erección seguía en pie, pese al manotazo que le había dado. Inconscientemente, acerqué mi mano, sin llegar a agarrar. La piel se me erizó. Josh y yo nos miramos y dejamos de reír. Su mano ya invadía mi culo, sin tapujos, y las puntas de los dedos trataban de colarse por el interior de la falda. Nos aguantamos la mirada, mientras seguía acariciando la silueta de su pene; me apretó el culo y, como si fuera la última pieza del mecanismo que faltaba por accionar, nos lanzamos a comernos la boca.

¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué actuaba así? Yo nunca hubiese hecho esto… pero lo estaba haciendo. No era momento de reflexionar, ni de darle más vueltas, solo me dejé llevar. Ahora sí, agarré la polla bajo su pantalón, disfrutándola, deseando verla ya. La mano que le quedaba libre se abalanzó sobre mi pecho, apretándolo sobre el top con fuerza, haciéndola más pequeña. Tiró de mí y quedamos de frente. Lo abracé, disfrutando su fuerte y ancha espalda. Él me agarró con ambas manos el culo, haciendo que medio saliera de la falda. No quedó ni un milímetro entre nosotros.

Cuando separamos nuestros labios, Josh me miró preocupado y, con gesto de incertidumbre, movió la cabeza tratando de preguntarme si estaba segura de continuar. Evitando procesarlo, respondí con gesto afirmativo y nos comimos los morros de nuevo. Liberé la energía de Josh, que me dio la vuelta, apretando mi culo contra su polla, y me palpó de arriba a abajo. Al llegar a mis muslos, sus manos comenzaron a subir de nuevo, lentamente, y se colaron por debajo de mi falda, esta vez sin titubeos. Fue al grano y sus dedos buscaron mi coño, haciéndose paso entre mi tanga y encontrando su premio empapado.

Ya no había vuelta atrás. Las rodillas me temblaban con cada círculo que dibujaba en mi coño y el deseo desbocado iban sustituyendo cualquier resquicio de culpa. Busqué tras de mí su paquete y, con maña inusual, saqué una gran polla por la bragueta. La apreté, palpándola a ciegas, y exhalé un pequeño gemido de ansia. Me di la vuelta para agarrarlo y tirarlo contra el sofá. Ni que decir queda que se dejó. Se terminó de desabrochar los pantalones mientras yo me agachaba, quedando frente a una pedazo de polla negra que nunca imaginé ver. Gruesa, venosa y algo retorcida, aquello debía de ser lo que en el porno llaman una black monster cock. La polla de mi novio era enorme, la más gorda y larga que había visto; pero esto era otra cosa.

Con tanta curiosidad como deseo, la agarré lenta, pero decidida. Cierto es que mi mano es pequeña, pero me sigue pareciendo una locura que, al agarrar su polla, no pudiera cerrarla. La recorría de arriba a abajo, embelesada, descubriendo su relieve y su superficie irregular. Me armé de valor, abrí todo lo que pude la boca y me lancé a por ella. No me entraba más que el grande y sin poder evitar que rozara mis dientes. ¡Se me iba a desencajar la boca! Opté por la vía práctica: usar mi mano para masturbarlo mientras restregaba mi lengua y labios por todo el tronco.

-Qué labios más gorditos y suaves tienes – me dijo.

Sus palabras me encendieron de un chispazo. Subí varias marchas y bajé mi boca hasta sus huevos. Se le fue la cabeza para atrás con un gemido. Me tocaba mientras hacía mi trabajo, evitando pensar en nada. Pensé en decirle que era su turno y, viendo el grosor de lo que tenía entre manos, hubiese sido lo más sensato, pero estaba tan ansiosa y me notaba tan mojada que, simplemente, me baje las bragas y fui a sentarme sobre él.

Puse la puntita de su glande en mi vagina y dejé caer el peso de mi cuerpo. No me equivoqué al pensar que estaba lo suficientemente mojada; tampoco lo hice al pensar que aquello era demasiado gordo. Me pudo el ansia. Un quejido entre el dolor y el placer es todo lo que recuerdo durante unos segundos. Sentí como si mi cuerpo se partiera, como si mis caderas se desplazaran cada una a un lado. Pero mis ganas (y mis fluidos) solucionaron el problema y, lentamente, la gravedad hizo el resto. Estaba toda dentro de mí. Respiré un segundo, mirándolo con la cara desencajada, mientras terminaba de quitarse la ropa. Cuando asimilé todas las sensaciones que recorrían mi cuerpo, comencé a cabalgar entre temblores, ayudada por sus fuertes brazos, que agarraban bien mi culo.

Los hombres tan fuertes y musculados no me han llamado mucho la atención. Mas ahora, me era imposible no acariciar su pecho, observarlo, disfrutarlo… Debía de haber pocos como él. Sus grandes y musculados brazos se hinchaban y marcaban al agarrar y menear mi culo, tan gordo que rivalizaba con el grosor de su polla.

A pesar de que la pasión se impuso a nuestros remordimientos, se palpaba cierta tensión; después de que Josh hablara de mis labios, no volvimos a pronunciar una palabra más. No, al menos, hasta que comencé a verlo cansado. Estaba tan extasiada que él tenía que hacer la mayor parte del trabajo, pese a estar yo encima. Al darme cuenta, con la lujuria dibujada en mi cara y hablando por mi boca, le dije: ¿me pones a cuatro patas?

Su rápida reacción fue su afirmación. Al sacar su polla noté un abismo en mi coño, no sé si alguna vez estuvo tan dilatado. Al inclinarme sobre el sofá pude notarlo mejor, seguía abierta de par en par. Josh plantó su cara en mi culo y con su lengua buscó mi coño; se coló bien adentro sin el menor esfuerzo.

Pareció gustarle aquello y disfrutó de mi coño durante unos instantes, comiéndomelo con maestría, antes de volver a ensartarme. Cuando lo hizo, exploté. Fue una de las mejores sensaciones que he tenido nunca. Con cada embestida pensaba que me partía, que las piernas se me separaban. Era un terremoto que me impedía mantener la posición sin caerme. Un aluvión de placer que me iba a desmembrar. Me agarraba por las caderas para penetrarme mejor, pero llegué a pensar que lo hacía para que no se me abriera el cuerpo. De esta forma era imposible aguantar mucho más. Aguanté poquísimo en esta postura. Llevé mis dedos al clítoris, consiguiendo la imposible hazaña de no caerme, y lo estimulé con la misma intensidad con la que Josh me follaba.

Fue algo como perder la consciencia. Continuamos follando, pero yo estaba en otra parte, flipando, incapaz de asimilar el orgasmo que estaba teniendo. Ni se ni me importa el tiempo que estuve viajando. Fueron unas palabras las que me hicieron regresar de mi trance:

-¡Me voy a correr!

-Córrete en mi culo – contesté casi sin haber aterrizado de Saturno.

En un segundo su monstruosa polla ya no estaba en mi coño y por los cachetes de mi culo chorreaba semen, como horas antes cuando me grabé con mi novio. La realidad, con todo su peso, regresó.

-¿Qué tal? – preguntó tras resoplar.

-Bien – contesté. El polvo había sido la hostia, pero no se si le estaba mintiendo.

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