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Soy la mujer de mi inquilino cuando mi esposo va a trabajar
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Tiempo de lectura: 14 minutos

Mi nombre es Patricia tengo 25 años y 9 meses de casada, soy una chica delgada de 1.64 de facciones finas, tez morena clara, y sin tener cuerpo de modelo no estoy nada mal, tengo un cuerpo bien proporcionado, un lindo trasero redondo, respingón y firme, tetas medianitas pero firmes y paraditas, piernas torneadas y pelo negro, lacio y largo.

Es frecuente recibir en la calle algún que otro piropo, principalmente de mi trasero o mis piernas.

Mi esposo es Ingeniero Petrolero y trabaja en Plataformas Marinas en Ciudad del Carmen, Campeche y por ese motivo se ausenta 14 días para laborar en la plataforma y descansa otros 14 días en casa.

Compramos la casa donde vivimos a crédito, es una casa grande de dos plantas con un amplio patio, al final del patio hay un cuarto para la servidumbre y un cuarto de lavado, tiene también una salida a la calle en la parte trasera.

Soy muy temerosa y los 14 días que mi marido no estaba en casa los pasaba con miedo, no me gusta estar sola, a veces no podía dormir en la noche o me despertaba a cada rato pendiente del más mínimo ruido, me siento insegura y vienen a mi mente pensamientos de que alguien entró en la noche, que me van a asaltar, o incluso violar, en cambio cuando mi esposo está en casa es todo lo contrario, me siento feliz y protegida, acompañada y se van todos mis temores, por lo mismo era tan difícil para mí los días en que se tenía que marchar,

No tenemos servidumbre y debido a los grandes gastos que tuvimos que realizar para la boda, luna de miel, y casa, teníamos muchas deudas y no podía pedirle a mi esposo una persona que me ayudara, aunque estuve tentada a hacerlo, más bien para que me hiciera compañía, ya que el trabajo en casa era mínimo, un día y debido al poco dinero que nos quedaba después de pagar las mensualidades de las deudas adquiridas, a mi esposo se le ocurrió una brillante idea: rentar el cuarto de servicio, le adaptamos una pequeña cocina y nos quedó bastante bien, el cuarto tenía su propio baño y la salida trasera evitaba que tuviera que molestarnos para entrar o salir, de esta forma ganaríamos un poco de dinero, nos ayudaría con el pago de nuestras deudas y estar un poco más holgados, además el estar alguien más en casa me hacía sentir más segura.

Tan pronto pusimos el letrero llegó a preguntar un hombre maduro, como de 55 años, de nombre Fernando y se lo rentamos, era un hombre divorciado.

Todo bien las primeras semanas, ya me sentía más tranquila y segura en las noches sabiendo que ya no estaba sola durante las prolongadas ausencias de mi esposo, era muy amable e incluso me ayudaba con algunos desperfectos de la casa, lo sentía casi como un padre, por respeto y la diferencia de edad le llamaba don Fernando.

Después de varias semanas, empecé a darme cuenta de que durante las ausencias de mi esposo llevaba mujeres al cuarto en forma esporádica y se lo conté a mi esposo, no me pareció correcto.

– Mira, no le puedes prohibir que lleve mujeres, es su cuarto y está pagando un alquiler, mientras siga pagando la renta puede llevar a quien quiera, sólo que haga algún tipo de escándalo o pelea, o algo impropio, podríamos hablar con él y pedirle que se vaya.

– Pues las mujeres que lleva dan muchos gemidos, es un poco molesto escucharlos- le expresé.

Mi esposo solo sonrió.

– No me refiero a ese tipo de escándalos, ja, ja, ya, tranquila y no hagas mucho caso, cuando ocurra sólo tienes que poner la TV.

Llegó el día que se marchó para su trabajo en plataformas y lo despedí como siempre.

El día siguiente de su marcha, don Fernando llevó a una nueva chica, tal parecía que esperaba las ausencias de mi marido para traer a sus conquistas, alcancé a ver a la chica por la ventana de mi cuarto y lo que vi me asombró, la chica se veía demasiado joven, dudo que llegara a los 18 años, y me causó enojo, viejo verde, pervertido, pensé, no concebía que una chica tan joven estuviera con un hombre de su edad…

Pronto empezó el concierto de gemidos, realmente a esta chica no le preocupaba que todo el mundo escuchara, me empecé a excitar, y mi coñito empezó a humedecer, alcanzaba a escuchar que don Fernando decía algo, pero no comprendía sus palabras, me ganó la curiosidad, recordé que había dejado una ropa en la secadora y salí por ella al cuarto de lavado, realmente bien podría haberlo hecho al otro día, más bien fue mi pretexto para acercarme, los gemidos se fueron escuchando más fuerte, y alcancé a entender las palabras que le decía don Fernando, las cuales estaban bastante subidas de tono.

– Vamos nena, chupa bien nena, ensalívala, siente su sabor, siente como recorre tu boquita mi trozo de carne, vamos métetela toda, tú puedes, así, chupa como buena putita, así, que rico se siente.

– No puedo Fernando, coff, coff, es muy grande, no me cabe, aghhh, me dan arcadas- decía la chica.

Era evidente que le estaba mamando la verga y sentí una mezcla de repulsión y excitación, viejo cochino, no puede ser que esté obligando a esa pobre muchacha a hacer esa cochinada. Cabe señalar que era un poco ingenua en lo que a sexo se refiere, mi esposo había sido mi primer y único hombre, ambos veníamos de familias tradicionales, sólo hacíamos el amor en el estilo clásico del misionero, nunca habíamos hecho sexo oral, por lo que me parecía repugnante lo que estaba escuchando, sin embargo, no disminuyó mi excitación, al contrario, me sentía más excitada.

Me acerqué a la ventana y por un ladito logré ver hacia adentro, lo que vi me dejó congelada.

Don Fernando, sujetaba a la chica de la cabeza, obligándola a meterse la enorme tranca en la boca, la chica apenas podía soportar ese enorme trozo de carne, tenía una verga impresionante, larga y gruesa, con muchas venas hinchadas, mucho más grande que la de mi marido, la cara de la chica estaba roja, seguro le faltaba aire, sin embargo, después de unos segundos don Fernando le soltó la cabeza y ahora era la chica la que por su propia voluntad se metía la enorme verga y mamaba con ahínco, parecía que lo estaba disfrutando mucho..

– Así putita, ves que, si puedes, te está encantando mi verga, como se nota que te gusta mamar, levántate, ya te quiero romper ese coñito rico.

La chica se levantó y don Fernando la puso en 4, con el trasero bien levantado y escuché decirle.

– Mmm, que bonito culo, tan suave y rico, se me antoja, creo que primero me vas a dar el culo nena- abrió las nalgas de la chica y hundió su cara en medio.

– mmmm, que rico culo nena, es un manjar, me encanta comerlo, tan estrechito, siente mi lengua.

A la chica no pareció disgustarle que le estuvieran mamando el culo, al contrario se retorcía de placer y gemía más fuerte, mi propio culo se empezó a contraer, a palpitar, era inaudito lo que veía, y estaba excitada al máximo, mi esposo jamás me había tocado la cola y era algo extraño para mí, pervertido, sucio, no entendía porque me excitaba, mi coñito estaba tan húmedo, chorreaba, en eso veo que le mete un dedo por el culo a la chica y ella dio un respingo y lanzó un fuerte gemido, no podía creer todo lo que estaba viendo y empecé a sudar, un sudor frio recorría mi frente, mi corazón empezó a palpitar con fuerza y sentía que mi propio esfínter se contraía involuntariamente, una carga de adrenalina recorrió mi cuerpo, en eso estaba cuando oigo que dice:

Espera nena, voy por el lubricante para poderte romperte la colita como se debe.

Al levantarse gira la vista hacia la ventana y me ve, al sentirme descubierta corrí lo más rápido que pude a mi recámara.

Mi corazón latía con fuerza, la respiración la tenía muy agitada y me di cuenta de que estaba muy mojada, por lo que me tuve que cambiar mis braguitas, el recuerdo de lo que había visto me daba vueltas a la cabeza, difícil de olvidar, me intenté relajar y dormir, algo difícil con el concierto de gemidos y gritos que se escuchaban a la distancia, sin duda don Fernando estaba enculando a esa chica.

Desde ese día le empecé a rehuir a don Fernando, me sentía tan avergonzada, tan apenada, en las noches soñaba con frecuencia en lo que había visto, pero en lugar de la chica soñaba que era yo quien le estaba mamando y que estaba a punto de ser enculada.

Una semana después estaba llegando en taxi del supermercado con mis bolsas de mandado, cuando aparece don Fernando y me ayuda a cargarlas, amable como siempre, abro la puerta y me ayuda a llevarlas a la cocina, le estaba dando las gracias por su ayuda, cuando me dice:

– ¿Y qué le pareció el espectáculo?, ¿le gustó?

– Perdone don Fernando no sé a qué se refiere- respondí, nerviosa.

– Sabes a que me refiero, nena, al espectáculo que viste la otra noche desde la ventana de mi cuarto.

Me quedé paralizada, sin habla, no sabía que responder, mi corazón palpitaba con fuerza.

– ¿Porque te quedas callada, acaso te hubiera gustado ser esa chica mamándome la verga y dándome el culo?

Por fin reaccioné y le dije:

– Que se cree viejo cochino, respéteme yo no soy así, yo no hago esas cochinadas.

– Mmm, ¿en serio?, entonces no le mamas la verga a tu maridito ni te ha comido la colita tan rica que tienes, que desperdicio.

Sin proponérmelo le estaba dando a don Fernando información de mi intimidad con mi marido y me quedé callada.

Se acercó a mi cuerpo y en un rápido movimiento me tomó de la cintura y me apretó con fuerza contra él, con su otra mano apretaba mis nalgas. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, era extraño sentir el calor de su cuerpo contra el mío y sus grandes manos en mi trasero, emanaba virilidad, determinación, pero era una mujer casada y no podía engañar a mi esposo, así que me resistí y le dije:

– Suélteme, soy una mujer casada, respéteme.

– Eso no importa mami, no soy celoso, me gustas mucho y vas a ser mía, te voy a hacer gozar como nunca, sé reconocer a una hembra mal cogida, y sé que tú eres una, te gustó lo que viste, y te mueres por sentir placer con un verdadero macho, que te haga sentir lo que tu marido no te hace gozar, cogerte como te mereces, hermosa.

Seguí forcejeando, cada vez con menos fuerza, el cabrón de don Fernando me llevó al sofá de la sala y empezó a desnudarme.

Besaba mi cuello y mordía mis orejas, suspiraba y le decía con una débil voz:

– No, no, no don Fernando no me haga esto- protestaba, aunque sin mucha convicción.

– Tranquila bebé, sólo quiero darte placer, me gustas mucho y quiero ser tu hombre, tu macho, no te haré daño.

Me quitó mi vestido y mi sujetador, su boca se apoderó de una de mis tetas y succionó mi pezón, una ola de placer recorrió mi cuerpo y lancé un gemido, dejé de forcejear, lamía mis tetas, mordisqueaba mis pezones, los succionaba, los estiraba con su boca, me hacía vibrar con sus chupetones, mi esposo me besaba las tetas pero nada que ver en la forma tan ardiente que lo hacía don Fernando.

– Mmm, que lindas tetas, tan ricas, son una delicia.

Solo suspiraba, ronroneaba como una gatita, cerré los ojos y me dejé llevar, me estaba entregando, sentía mi coñito super mojado, sin dejar de chupar mis tetas su mano bajó a mis braguitas y pudo comprobar que estaban húmedas

– Mmm, que mojadita estas, nena, ya sabía que eras una putita.

Fue bajando por mi vientre hasta que llegó a mi ombligo, me bajó las braguitas y cooperé alzando la cintura para que me las quitara por completo, las llevó a su cara para respirar su aroma, las olfateo profundamente y suspiró, las aventó a un lado y abrió mis piernas, su lengua llegó a mi clítoris, mi espalda se arqueó al instante, casi me vuelvo loca, jamás había sentido ese placer, mi esposo nunca me había hecho sexo oral, abrió más mis piernas y siguió dando lengüetazos mientras dos dedos se hundían en mi coño, entraron profundo y fácil por lo lubricada que estaba, sacó sus dedos y los llevó a mi clítoris y ahora fue su lengua la que se hundió en mi coño, me estremecía y temblaba de las sensaciones que sentía.

– Aghh, que hace don Fernando, aghh, que hace.

– Ja ja, ¿que pasa? ¿Por qué?, acaso tu maridito no te come tu coñito.

– No, eso es sucio, mi marido no me hace esas cosas, aghhh, pare, no está bien- respondí.

– Que idiota es tu marido, desperdiciar un manjar como éste, tu coñito es tan dulce, pobrecita, pero no te preocupes nena, ahora vas a saber lo que es una buena chupada de macho.

Me tomó fuerte de las caderas y con ahínco se puso a comer mi coñito, escuchaba los sonidos que hacía lamiendo y succionando mis flujos vaginales, me sentía incómoda en cierta forma, pero pronto me olvidé de mis prejuicios, abrí más las piernas y me puse a disfrutar, todo mi cuerpo se retorcía, mis piernas temblaban, su lengua se deslizó dentro de mi estrecho y ardiente canal, estiraba mis labios vaginales, creí que explotaba, morir de placer, jamás pensé que el sexo oral fuera tan delicioso.

De pronto paró y se quitó toda su ropa, su cuerpo estaba muy bien conservado para un hombre de su edad y saltó su imponente verga, amenazante, ahora la presa era yo, me hizo agachar, su verga frente a mi cara, la veía más enorme, gruesa y cabezona, acercó la rojiza cabeza a mi boca y me pidió mamárselo, sentía su verga en mis labios, presionándolos, impregnando mis labios con líquido preseminal.

– Vamos nena, abre la boquita, chupa.

La verdad me daba un poco de asco, quise derribar mis prejuicios y empecé a darle lengüetazos en la punta, sentí un sabor fuerte, ligeramente salado, pero no me causaba náuseas, así que me animé a lamerla suave, empujó suave la cabeza, no me quedó de otra que abrir la boca, solamente me entraba la punta de su verga, por lo que me dediqué a chupar y lamer la cabeza.

– Ja, ja, preciosa, así, parece que tampoco se lo mamas a tu maridito, ven te enseño, que suertudo soy, me tocará también enseñarte a mamar una verga.

– Ven abre bien la boquita.

Me tomó de la cabeza y fue guiando mis movimientos, me hizo abrir la boca al máximo, mis labios alrededor de su cabeza y fue avanzando hacia adelante, su verga se iba colando, la sentí recorrer mi lengua, mi paladar y hundirse en mi garganta, saliva resbalaba por el tronco.

– Así nena, aprendes muy rápido, sólo cuida tus dientes, ay que rico, me vas a hacer acabar.

Seguí sus instrucciones, la metía hasta donde me llegaba dentro de la boca, la apretaba con los labios cuidando de no rozarlo con mis dientes y succionando fuerte, mientras lo mamaba, volteé a verlo a la cara, me encantó ver sus muecas de placer, sin duda lo estaba haciendo bien, saqué su verga de mi boca para tomar un poco de aire y un hilo de saliva mezclado con precum quedó colgando de mi lengua hasta su verga, eso me prendió y abriendo bien mi boca empecé a mamársela como si se me fuera la vida en ello, apretaba el tronco y acariciaba también sus huevos.

– Ay cabrona, basta, basta, saliste más putita de lo que pensé, me has mamado la verga como una profesional y casi me sacas la leche y no quiero acabar, antes quiero hacerte mía.

Me levantó y me dijo:

– Ven, vamos a tu recámara, quiero cogerte en la misma cama que te coge tu maridito para que compares lo que es un auténtico macho.

Me llevó a la recámara, mientras me iba agarrando el culo, tan pronto llegamos me recostó en la cama boca arriba sin dejarme de comerme la boca, metía su lengua revoloteando mi interior, mordía mis labios, iba a cogerme, en mi mente pensaba que no estaba bien, amaba a mi marido, pero no podía resistirme, estaba totalmente entregada a sus besos y caricias, las sensaciones que sentía nunca las había sentido con mi marido.

Sentí su enorme verga en la entrada de mi vagina, y poco a poco me la fue metiendo, sentía cada centímetro que me iba entrando, abriendo, daba pequeños gritos de placer, hasta que sentí que en un movimiento de cadera final me la metió toda, hasta los huevos, me dolió, un calor tremendo me invadió, nunca me había entrado algo tan profundo y a la vez sentí un inmenso placer recorriendo toda mi columna, me sentía tan llena, tan llena de mi hombre y al mismo tiempo una sensación de plenitud difícil de explicar.

– Agggh, don Fernando, que verga tan grande tiene, ahhh

– Ya chiquita, ya entró toda, que rico aprietas, que estrechita estás, pareces virgencita, agh, relájate y disfruta.

Me tomó de las caderas y empezó a embestirme lentamente, mordía mis labios y besaba mi cuello, arqueaba mi cuerpo en cada embestida, lenta, profunda, me sentía tan suya que sentía que me derretía en cada embestida, poco a poco fue embistiéndome más rápido, mordía y chupaba mis pezones, me decía que era la nena más rica que se había comido, quería cogerme seguido, a todo le decía que sí, que quería ser suya, hasta que ya no pude aguantar más, todo mi cuerpo empezó a vibrar y sentí una descarga de placer que recorrió todo mi cuerpo.

– Me corro, me corro, me corrooo, aghh, me corro.

Todo mi cuerpo convulsionaba, mi vista se nublo, gemía como loca, había sido el orgasmo más alucinante de mi vida.

Pero don Fernando seguía embistiendo, no había acabado, quería más y me levantó y me puso en cuatro, con las piernas bien abiertas y mi pecho sobre la cama, sentí la punta de su verga en mi coñito y se fue abriendo paso hasta que sentí su pelvis golpear mis nalgas, mis fluidos resbalaban por su verga hasta sus huevos.

Empezó el vaivén, lento y profundo, un mete y saca que me tenía en las nubes, me apretaba las nalgas, y me daba nalgadas que me excitaban más y me hacían gemir en cada nalgada, desde el espejo de la recámara veía como abría mis nalgas al máximo y observaba como su inmensa verga se perdía en mi interior.

En eso, siento que escupe justo en medio de mis nalgas y trata de insertar la punta de su dedo índice en mi culo, di un respingo hacia adelante y me quejé.

– No don Fernando, eso sí no, por ahí no, no me toque el culo.

– No me digas que tu maridito tampoco te ha culeado.

– No, ya le dije que mi marido no me hace esas cochinadas.

Sus ojos brillaron.

– No lo puedo creer, tu culito es increíble, delicioso, suave y además virgen, va a ser un placer desvirgarlo

– Como cree, don Fernando, no, su verga es demasiado grande, me partiría en dos, además nunca lo he hecho- me quejé

– Ja ja, no te imaginas lo que se puede comer un culito sabiendo dilatarlo, recuerdas a la chica con la que me viste, yo la desvirgué por el culo, y ahora ella misma me pide que la encule, siempre es igual, alegan que les dolerá y siempre terminan con mi verga enterrada hasta los huevos pidiendo leche.

– Pero hay que saber desvirgar un culo y yo soy un experto, aguanta, voy a mi cuarto por lubricante

Me la sacó y me quedé recostada en la cama boca abajo expectante, en ese momento pude haberme levantado y hacer algo, cerrar la puerta de mi casa, pedir auxilio, pero no hice nada, quedé en la cama boca abajo con el culo expuesto, en un par de minutos estaba de regreso con una botellita de líquido.

Al entrar dijo desde la puerta;

– Que rica te vez desde aquí, que culito tan redondito y paradito.

Me puso una almohada bajo el vientre para que parara el culo y sentí que separó mis nalgas dejando mi agujerito descubierto, empezó a frotar con su dedo pulgar mi orificio, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, jamás pensé que el lugar más íntimo y secreto de mi cuerpo fuera tan sensible, abrió más mis nalgas y sentí la punta de su lengua presionando mi esfínter, la sensación fue deliciosa, sin querer di un fuerte respingo, fue como si su lengua me transmitiera una corriente eléctrica que hizo vibrar todo mi cuerpo, su lengua era increíble, siguió punteando y lamiendo mi hoyito un largo rato, hasta que mi esfínter cedió y entró la punta de su lengua en mi interior, suspiré y mordí mis labios al tiempo que apretaba las sábanas, la movía en forma circular, avanzando cada vez un poco más, después de un largo rato dijo.

Tu culo es delicioso mami, saber que soy el primer macho que lo prueba me ha puesto bien cachondo, vas a gozar mucho cuando te lo abra.

Abrió el bote de lubricante y me dijo:

Este lubricante es especial, tiene un relajador muscular y un sensibilizante, vas a sentir que la colita se te pone caliente al tiempo que se va dilatando.

Echó el lubricante entre mis nalgas y sentí la yema de su dedo en la entrada de mi esfínter, apreté las nalgas y me dio una sonora nalgada, recordándome que no debía apretar, puso un poco del líquido entre mis nalgas que fue resbalando hasta su dedo, el cual fue y comenzó a masajearme el culo, solo por fuera, masajeaba y acariciaba mis nalgas, frotaba mi esfínter en forma circular, aplicando cada vez mayor presión, pronto venció la resistencia y su dedo se coló en mi interior, pasó a acariciar las paredes internas de mi culo, era más agradable de lo que pensé, me estaba gustando, siguió aplicando y su dedo cada vez me llegaba más profundo, con facilidad, nada de dolor, sentía el culo lleno de lubricante y empecé a sentir la piel caliente y más sensible, el lubricante chorreaba por mis piernas, sin darme cuenta empecé a mover el culo en círculos.

– Vaya, vaya, que puta que eres, te está gustando, mira como meneas el culito- dijo riendo don Fernando.

Echó otro chorrito de lubricante que me entró muy profundo, sacó sus dedos y sentí un vacío, iba a quejarme cuando arrimó su verga entre mis nalgas y empezó a recorrer la cabeza toda mi rajita,

– ¿Sientes cómo te recorre mi verga?, pronto toda esta carne estará en tu interior, recorriéndote por dentro, relájate mamacita, dale la bienvenida.

En uno de sus recorridos embadurnó más de lubricante su verga y mi culo y apuntó a mi agujerito. Empezó a presionar, pero no había forma, mi culito era muy estrecho, me dolía un poco, el seguía insistiendo hasta que de pronto sentí que mi esfínter cedía y entró la cabeza, di un grito desgarrador y todo mi cuerpo se tensó, intenté zafarme echando mi cuerpo hacia adelante, pero me tenía bien sujeta de las caderas, solamente me decía.

– Shhh, Tranquila, relájate, ya entró lo más grueso, pronto sentirás placer.

Sentía que me partía, el dolor era tremendo y nublaba mi visión, intenté relajarme y poco a poco el dolor fue cediendo, sentía un ardor, pero había algo que me agradaba, aflojé el cuerpo, él lo sintió y reanudó el embiste, me la estaba metiendo muy despacio permitiendo que mi culo se acostumbre al invasor,

Así nena, que rico te la estás comiendo, suavecito.

Sentía mis pliegues abriéndose y estirándose al máximo y el avance de su tranca de carne, hasta que por fin sentí sus huevos en mi coño, me había empalado completamente, la dejó un par de minutos sin moverse para que mi culito se acostumbrara al grosor de su verga, mientras me besaba el cuello y espalda, sentía el calor de su pecho en mi espalda y sus manos sujetas a mis caderas, pronto sentí que el dolor cedía, empecé a mover el culo y empezaron las embestidas, lo hacía lento y profundo, en cada embiste sentía una sensación de placer indescriptible que recorría toda mi columna, me sentía tan plena, tan llena de mi hombre, poco a poco fue embistiéndome más rápido, mis gemidos se hacían más fuertes, me decía que mi culito era el más bello y apretado que se había comido en su vida y que me lo iba a seguir cogiendo seguido, yo le decía que sí, que era suya y que me haga todo lo que quiera en adelante, me decía cosas ardientes al oído y me ensartaba con fuerza.

– No pares, me encanta ser tuya-gritaba.

No paraba de meterla y sacarla fuerte, golpeando mi culo con su pelvis, ya no daba más, todo mi cuerpo se estremecía, mis piernas empezaron a temblar, mis ojos se pusieron en blanco, como si estuviera en un trance, empecé a convulsionar.

– Me corro, me corro, me corrooo- gritaba como puta.

El seguía taladrándome el culo, la metía y sacaba cada vez más rápido y a darme nalgadas, mis espasmos apretaban su verga en forma involuntaria y ya no aguantó más, en un último embiste me ensartó hasta lo más profundo, me hizo ver las estrellas y explotó en las profundidades de mi culo, chorros y chorros de leche ardiente inundaban mis entrañas y aliviaban el escozor de mi agujerito maltrecho, su semen escapaba de mi culo y escurría por mis piernas.

Caí desfallecida sobre la almohada, el encima de mí, poco a poco su verga se fue poniendo más flácida hasta que salió de mi culo.

Se tendió a un lado mío boca arriba, con la respiración agitada y yo me acurruqué junto a él con mi cabeza entre su pecho y su hombro, me acarició la cabeza, besó mi frente, y me abrazó, me encantaba estar en sus brazos, me dijo que quería que fuera su hembra cuando mi marido no estuviera en casa, acepté de inmediato, le dije que me encantó todo lo que me había hecho, que me había vuelto loca de placer, que me sentía su hembra, y me sentía segura a su lado, que él era mi macho y así lo sería de ahora en adelante, pero que fuera discreto en los días que mi marido estaba en casa, ya que era casada, estuvo de acuerdo y me dio un beso cachondo para sellar el compromiso.

Así me convertí en la amante de mi inquilino, era la relación perfecta, tenía un esposo joven, guapo y brillante que presumía a la sociedad y un hombre maduro que me hacía gozar al límite, todo era felicidad, mi cara estaba resplandeciente, ya no me importaba la marcha de mi marido, ahora tenía a don Fernando, que me daba todo el placer que mi marido no me podía dar, antes pensaba que mi marido era buen amante, pero comparado con don Fernando la diferencia era enorme.

Don Fernando cumplió su palabra y fue siempre muy discreto los 14 días que mi esposo estaba en casa, era paciente y sabía que tendría otros 14 días para disfrutarme como quisiera.

Un día mi marido me preguntó si don Fernando seguía llevando mujeres a su departamento y si me molestaba, le pediría que se marchara.

– No, ya no, ya no da ningún problema vida, no ha vuelto a traer a ninguna mujer- le respondí, si supiera que ahora su hembra era yo, pensé

Mi esposo dice que don Fernando es el inquilino perfecto, nunca da molestias, paga la renta puntual y siempre está arreglando los desperfectos de su cuarto o haciendo mejoras sin pedir un peso a cambio, si supiera que también se ocupa de atender y tener feliz a su mujercita cuando no está en casa.

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