Serían las 12 de la mañana del domingo cuando desperté junto a Paula, las dos habíamos pasado una noche de ensueño, todavía sentía sus besos sobre mi cuerpo, mi piel impregnada de su olor, el recuerdo de sus caricias, de los gemidos de placer que las dos nos regalamos cuando sentíamos nuestros cuerpos volar, de los orgasmos que tanto ella como yo nos provocamos y al abrir los ojos, lo primero que sentí fueron sus labios en los míos.
– Buenos días, dormilona, ¿qué tal has dormido? – Me preguntaba Paula mientras me besaba.
– Maravillosamente, ¿y tú?
– increíblemente bien, pero me tengo que ir a Gijón hoy, me voy a duchar y si quieres te hago un hueco, es lo bastante grande para las dos.
La sonreí desperezándome desde la cama declinando su oferta, la verdad que estaba muy a gusto allí tumbada y no me apetecía levantarme, una fina sábana tapaba mi cuerpo desnudo todavía envuelto en su perfume, además tenía que procesar una vez más todo aquello, últimamente parecía que mi vida se había convertido en un ir y venir de sensaciones. Minutos más tarde, cuando salió de la ducha se vistió y dándome un beso, se despidió de mí hasta otro día, no sin antes anotar mi teléfono en su agenda. La vi salir por la puerta mirándome y lanzándome un beso al aire, me quedé sola en la habitación mirando al techo, sonriendo hasta que empecé a mirar a mí alrededor, aquella habitación me resultaba conocida y entonces me di cuenta, y más cuando oí a Paula despedirse de alguien dándole las gracias por todo.
– Joder…
– Joder… joder – Estaba en la casa de Jaime, no me había dado cuenta hasta ese momento en que les oí hablar, ¿pero como no me había dado cuenta antes?, ¿pero por qué no habíamos ido a mi casa?, me hacía mil y una preguntas, me llegue a cuestionar mi estado de alcoholismo aquella noche y, sin embargo, no recordaba haber bebido prácticamente nada.
– Joder, ¿y ahora qué? – Nuevamente me interroga a mí misma.
– Jaime estará fuera en la cocina, quizás… quizás en el salón y entonces… ¿Qué digo?, joder que ayer me beso, joder no, que casi me folla… y ahora yo…aquí en su casa después de pasar la noche con Paula, Joder me tiene que odiar, no solo lo rechacé, sino que me acuesto con su amiga en su casa, me tiene que odiar, tiene que estar destrozado. – Sin más, de un salto fui al baño, tomé una ducha rápida y luego, luego ya veremos.
Cuando salí de la ducha con una toalla en el pelo en forma de turbante y otra cubriéndome el cuerpo, escuche la puerta de la entrada y pensé que Jaime había salido, era mi oportunidad de escabullirme sin más, sin dar de momento ninguna explicación, me vestiría corriendo y me iría, más tarde ya hablaría con él, así que para estar segura abrí con cuidado la puerta de la habitación, mire al frente, a diestra y siniestra y parecía no haber nadie cuando…
– ¡Vaya!, ya despertó la princesa, has dormido bien.
En ese momento Jaime salió de la cocina con un vaso de café y mirándome a los ojos me dijo.
– Está bien Elena…todo está bien, todo en orden…no te preocupes por mí.
En esos momentos me sentí aliviada, las palabras de Jaime me habían tranquilizado hasta cierto punto, todavía estaba el hecho de estar en su casa desnuda con tan solo una toalla tapando mi cuerpo delante de él. Jaime llevaba un pantalón corto de deporte y tenía el torso desnudo, no podía parar de mirarle, realmente me atraía como la flor a la abeja, se le veía tan guapo que cuando se acercó a mí sonriéndome que me puse nerviosa una vez más queriendo desaparecer de allí y al llegar a mi lado me beso en la mejilla, me sonrió y se dio media vuelta ofreciéndome una taza de café.
– Toma, como a ti te gusta Elena, te lo dejo encima de la mesa junto al mío mientras te vistes y si quieres me cuentas y hablamos un rato.
Yo seguía de pie en la puerta de la habitación como una tonta, nerviosa, sin saber que hacer ni que decir, mis ojos se empezaban a humedecer y una lágrima empezó su corta vida recorriendo mi mejilla.
– No, no…porque me lloras ahora, te he dicho que estoy bien, todo está bien tontina, no llores.
Me quito la lágrima con su dedo, me beso la mejilla y me abrazo, fue entonces cuando rompí a llorar, no sé qué me pasaba, era mi amigo, mi querido amigo al que había rechazado no hacía ni 10 horas atrás, pero lloraba de alegría abrazándole yo también y entre sollozos le dije que me había comportado como una tonta, que el beso que me dio me había encanto, que cuando le sentí entrar en mi cuerpo era lo que más deseaba, pero que tenía miedo, mucho miedo, no quería hacerle daño porque había conocido a alguien…que estaba hecha un lío porque también le deseaba a él. Jaime no dijo nada, seguíamos los dos abrazados y al cabo de un rato se empezó a reír, una risa que me contagió e hizo que mi llanto se apagará, que fuera una mezcla entre lloro y risa.
– Elena
– Dime
– Sabes que se te ha caído la toalla al suelo, ¿verdad?, sabes que estás todavía mojada y me estás mojando.
– Si lo sé.
– ¿Y?
– No sé, es que estoy desnuda, por eso te abrazo, para que no mires.
– Ya.
Jaime me sujetó la cara con sus manos y me empezó a besar mis mejillas, me miro a los ojos un momento y volvió a besarme, el beso se prolongó al dejarle entrar con su lengua en mi boca, nos besamos apasionadamente una y otra vez, había deseado ese momento desde que lo encontré la noche anterior y lo eche todo a perder, pero ahora tenía una nueva oportunidad, deseaba estar entre sus brazos, que me besara, no sabía…ni podía explicar ese deseo, Steven seguía en mis pensamientos, pero no sabía si le iba a novel a ver y Jaime estaba allí, ya nada importaba, Jaime era mío y yo suya, ahora si le iba a dejar recorrer mi cuerpo con sus caricias con sus besos, si le iba a dejar entrar en mí.
Sin dejarnos de besar, Jaime me levanto con sus manos por el culo y elevándome hasta su cintura, me llevó a su habitación besándome.
– Elena, estás segura, de verdad que quieres, – Me preguntaba Jaime sin dejar de besar mis labios.
Yo no cabía de felicidad, le besaba y asentía con la cabeza, le decía que por favor me hiciera suya, no me lo podía creer, estaba a punto de follarme mi amigo del alma, cierto es que ya lo había sentido, por unos segundos había sentido como su pene penetraba en mi vagina, pero algo pasó que me hizo echarme atrás, esta vez no…esta vez no me iba a echar atrás, esta vez estaba segura y no pensaba en mi historia pasada como su amigo, no pensaba ni como amiga, pensaba como mujer, una mujer liberada de sus ataduras, una mujer decidida a ser feliz y en esos momentos él me hacía feliz, hacía que mi cuerpo vibrara con sus caricias, una mujer que sentía, quería y amaba.
Seguía con todo el cuerpo mojado, sobre todo la espalda que estaba empapada por mi pelo al haberse caído al suelo, la toalla que envolvía mi pelo, mi vagina burbujeando una vez más y sintiendo como al andar Jaime me iba rozando con sus dedos los labios vaginales por debajo del culo, uno de sus dedos se metía en mi coño notando la humedad, el calor del interior de mi vagina y mi clítoris se frotaba con su vientre plano y musculoso. Al llegar, al filo de la cama, me soltó suavemente en ella, subiéndome hasta dar con mi cabeza el cabecero, secuestrando mis pezones entre sus labios, recorriendo mis areolas con su lengua haciéndome cerrar los ojos y morderme los labios con los dientes lascivamente, quería más, necesitaba más, le necesitaba dentro de mí, que sus caricias se trasladaran a mi interior con su pene frotando todas mis paredes vaginales, quería gemir, quería gritar de placer en su oído.
Jaime se incorporó sin dejar de mirarme, sin dejar de hacerme el amor con sus ojos, mi cuerpo culebreaba llamándole queriendo embrujarle, viendo como se empezaba a quitar los pantalones quedándose desnudo encima de mí, su pene erguido, duro como una piedra, enseguida se tumbó encima de mí abriéndome las piernas, le rodee con mis piernas las suyas sin dejarle escapar, sintiendo como su pene golpeaba el interior de mis muslos, estaba tan mojada en mi interior, que nada más sentir su pene en la abertura de mi vagina, empezó a deslizarse dentro de mí, separando mis labios hinchados y metiéndomela hasta el fondo, llenando mi vagina de su polla y de gemidos en mi boca.
Jaime se incorporó separando su cuerpo del mío y liberando mis pechos, sujetándose con las manos, hundiéndolas en el colchón de la cama, me miraba fijamente, clavando sus ojos a los míos, observando como mi rostro cambia, como mi boca se abría inhalando una bocanada de aire seguido de un gemido casi sordo cuando con su pelvis empujaba su pene dentro de mí, abriendo mi vagina y deslizándose suavemente por ella. Casi sin esfuerzo me iba llenando y su pene sentía el calor de mi interior, mi vagina se deshacía como la mantequilla, al penetrar un cuchillo salido del fuego, se deslizaba dentro de mí sin oposición alguna. Ninguno de los dos esperamos aquel inmenso placer cuando me penetro y su cara también era el reflejo de lo que a mi me pasaba, era fiel reflejo de la mía, mi cabeza se movía de un lado a otro cerrando los ojos y gimiendo en cada penetración, estaba tan mojada que sabía que al sacar su pene saldría pintado de blanco, sacaría al exterior el flujo que hacía tiempo me había llenado la vagina.
Era maravilloso tenerle dentro de mí, nos mirábamos a la cara mientras seguía penetrándome, con un giro de su cuerpo sin sacar el pene de mi vagina, Jaime se puso debajo de mí, a horcajadas sobre él, empecé a subir y bajar mi cuerpo, moviendo mis caderas que se acompasaban con sus manos las cuales me sujetaban con fuerza, Jaime turnaba las caricias entre mis caderas y mis pechos y nuestros gemidos se unían en un compás de música, mi cuerpo se vencía sobre él tapándole la cara con mi pelo, observando en primer plano como su rostro cambiaba al sentir como mi cuerpo caía sobre su pene hundiendo su sexo en el mío tan profundo que no tarde en dar pequeños gritos de placer, me recosté sobre él y empecé a besarle, nuestras lenguas empezaron a bailar, y hacerme chillar de verdad cuando elevo su pelvis y empezó a empujar su polla dentro de mi coño a gran velocidad.
Mientras me besaba, con cada estocada soltaba un grito de placer, mientras mordía mis labios inertes, con cada penetración salían de mí gemidos sordos en sus labios, mientras me besaba, estaba tan excitada que sabía que no iba a poder aguantar más y con la voz quebrada, con la voz entrecortada se lo avisaba.
– Jaime, me corro, me corro, quiero que te corras conmigo, sigue…sigue, quiero que te corras dentro de mí, sigue…así…así…mmm…ya…ya…ahh mi amor ya…
Me incorporé nuevamente botando sobre su polla que entraba y salía, apretaba con mis manos mis pechos con el rostro desencajado por el placer, inundamos de sonidos deliciosos que rebotaban como si fuera un eco interminable en la habitación, jadeos, gemidos…gritos, el sonido de los muelles de cama al subir y bajar de golpe sobre él, el sonido acuoso de su polla al hundirse en mi coño, con nuestra piel mojada por el flujo que ya salía por mi vagina, eché el cuerpo hacia atrás agarrándole con mis manos sus piernas y seguía con los movimientos de mi cadera adelante y atrás que hacían que su polla me llenara entera la vagina, las manos de Jaime apretaban fuerte mis muslos clavándome las uñas a la vez que yo apretaba sus piernas, luego las sábanas y no paraba de decirle
– Ya…ya…ya.
Jaime explotó con un grito de placer y empezó a eyacular dentro de mí, notaba los chorros calientes disparados en el interior de mi vagina, una ola de calor empezó a recorrer mi cuerpo, mi coño se llenó de su semen y de mis flujos, estaba teniendo un maravilloso orgasmo que había paralizado mis movimientos de cadera, que había provocado que mi vientre me ardiera y mis piernas temblaran. Cuando Jaime sacó su pene de mi vagina, antes de caer rendida a su lado, todos los fluidos resbalaron saliendo por mi vagina, empapando su cuerpo y mojando las sábanas, yo estaba feliz y no podía más que sonreír, Jaime me había follado.
Estuvimos un rato tumbados sin decirnos nada, tenía mi cabeza sobre su pecho mientras acariciaba con mis dedos su estómago, él me besaba la frente y el pelo, hasta que me dijo.
– Ya…
– Ya que… – Le pregunté mirándole a los ojos.
– Qué quieres decir con ya. – Volví a preguntarle
– Que si quieres podemos probar otra vez…a ver qué tal. – Le miré sonriendo mientras mi mano iba en busca su polla que estaba otra vez tan dura como una piedra y mientras se la abrazaba con mi mano con un movimiento arriba y abajo le conteste.
– Segundo asalto.
Me incorporé y empecé a lamer todo el tronco de su polla, succionando su glande y recorriéndolo con mi lengua, Jaime gemía y agarraba mi cabeza apretándola contra su polla y de pronto, me gritó soezmente, me cogió con fuerza poniéndome a cuatro patas mientras seguía gritándome con una voz muy desagradable.
– Chúpala bien puta, métela hasta tu puta garganta zorra.
– Ven aquí zorrita que te la voy a meter hasta el fondo como a ti degusta, para que grites como la puta que eres.
Aquellas palabras me atravesaron de un lado a otro causándome gran dolor, mientras me la metía sin previo aviso, incluso haciéndome daño al entrar, recordaba las veces en las que Jaime me contaba como se había follado a tantas chicas en mi casa o en mi coche y como una vez folladas las despreciaba echándolas con prisas de su casa a la que llamaba el picadero. No dejaba de pensar mientras le oía gemir como un oso cada vez que empujaba y me penetraba, ahora era yo quien en esos momentos estaba en su picadero, el castillo de felicidad en el que me había instalado se derrumbó de repente como un castillo de naipes y mi corazón se partió en dos.
Jaime seguía fallándome con brusquedad, empujando con fuerza y aunque yo estaba todavía algo mojada, me hacía daño, no parecía él, ¿qué había pasado?, dónde estaba el chico cariñoso de antes del que creía estar enamorada, Jaime seguía metiéndola y pretendía que gritara dándome azotes en el culo.
– Grita putita, grita para mí, venga zorra, grita más alto.
– Te gusta así verdad puta
– Pero que coño que tienes putita, joder cuantas pollas te habrán follado zorra, te gusta que te la metan así verdad guarrilla.
La sacaba y lamiéndose la mano, la pasaba bruscamente por todo mi coño para luego volver a meter su polla de un solo empujón hasta el fondo de mi coño, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera de bruces en la cama.
– Te gusta puta, a que te gusta putita, chilla para papi.
No podría decir que no sintiera nada, todo lo contrario el placer era máximo, le sentía entrar y salir causándome una vez más y a pesar de todo, a pesar de la brusquedad de cómo me estaba follando un gran placer y ya estaba casi a punto de tener otro orgasmo cuando Jaime, sin importarle nada, sin importarle nada más que él mismo, sacó su polla con rapidez y dándome la vuelta bruscamente me la metió en la boca para que así se la comiera mientras se corría, sentí como el mundo se había derrumbado bajo mis pies, notaba su semen golpeando mi boca y tragaba su semen oyéndole decir.
– Wow puta, pero que bien la comes, venga trágatelo todo zorra que sé que te gusta, pero que guarra eres joder.
Nada más terminar, Jaime se levantó de la cama, todavía con algunas gotas de semen en la polla, me miró y me dio un cachete en el culo.
– Te has portado bien Elenita, pero que zorra eres joder, nena, si lo llego a saber antes, te habría follado hace años, eres un 8, bueno un 9. – Y de esa forma chulesca abrió la puerta del baño para ducharse y me dejó llorando en la cama.
Empecé a recordar aquellos días con Steven, aquella noche que me hizo sentir de verdad, me reconfortaba pensar en él y aun así quería hablar con Jaime, a pesar de lo que había pasada quería hablar con él, era mi amigo, ya fuera hombre o mujer, le conocía, estaba dispuesta a darle el beneficio de la duda a pesar de todo, le había ofrecido mi corazón y lo había regalado por un polvo.
Jaime salió ya vestido del baño, yo le esperaba sentada en la cama abrazando mis rodillas, pero no me dio ni un minuto de su atención, según salió me dijo que había quedado, que cuando me fuera cerrara bien la puerta, nada ni una mirada de arrepentimiento, me trataba como a cualquier chica, una muesca más, me sentía utilizada, sucia, me sentía…me sentía como una puta.
Antes de que se marchara, me levanté de un salto y le dije que era un cabrón, que no se preocupase, que le cerraría bien la puerta y que la cerraría para siempre, recogí mi ropa y sin decir nada me marche, pase unos días sin salir de casa, meditando y llorando continuamente, era como haber perdido algo, un amante, un amor, un amigo…al que pensaba conocer. Sabía que Jaime era mujeriego, pero hasta ese extremo, ¿y conmigo?, nos conocíamos de toda la vida, aunque es cierto lo conocía como hombre y no como mujer, aun así, que engañada había estado toda la vida, me había partido el corazón.
Una semana más tarde, estaba nuevamente en aquel pueblo de Cádiz, donde había pasado unos días maravillosos con Steven, recorría el pueblo, me paraba en cada rincón de la casa, ahora vacía echándole de menos, empecé a darme cuenta del gran cariño que había nacido allí, había estado tan ciega, pero al final tomé una decisión, no sé si buena o mala, acertada o equivocada.
De nuevo en Valencia, había tomado una decisión importante, por lo menos para mí, para mi futuro, lo primero que hice fue ocuparme de algo que debería haber hecho hace muchísimo tiempo, quitarle las llaves a Jaime de todas mis casas, del coche con el que tanto fardaba e inmediatamente hacia una maleta con lo necesario, no muy grande lo justo para poder cambiarme uno o dos días y alquilaba un avión privado, estaba decidida, no sabía lo que me costaría, no sabía el tiempo ni tan siquiera lo que encontraría al llegar, pero tenía que intentarlo, iba en busca de Steven.
Steven, era pronunciar su nombre y venían a mí todos los recuerdos de los días que pasamos juntos, de las noches envueltos en caricias y besos, todavía me acordaba del olor de su perfume, todavía notaba como me rodeaba con sus brazos y como me cubría con su cuerpo hasta terminar haciéndome el amor. El tiempo se me echaba encima y tenía que salir ya de casa cuando sonó mi teléfono, no sabía quién podía ser, pero no me podía entretener, lo deje sonar hasta que se silenció y una vez más volvió a sonar y después otra, era un número desconocido al que por mucho que sonara no lo iba a contestar y así, con el teléfono sonando una y otra vez en mi bolso abrí la puerta de casa.
El silencio se hizo visible al abrir la puerta, el teléfono enmudeció, realmente todo quedó en silencio, fueron solo unos segundos en los que el tiempo se paró, empecé a temblar por dentro, mis ojos se empezaban a inundar y sin tiempo para decir nada ya estaba abrazada a él, Steven estaba frente a mi puerta con un teléfono en la mano, nada, ni una palabra, solo el sonido de los besos envolvía el silencio del pasillo. Hoy en día todavía hay quien dice que si pones atención podrás oír los gemidos de placer, de amor que aún se cuelan por debajo de la puerta de aquella casa ahora vacía.
Un año después mi cuerpo era acunado por las aguas tranquilas y cristalinas en alguna parte del mundo, un velero blanco con el nombre de aquel pueblo gaditano donde nos conocimos era ahora de momento mi hogar junto a Steven, mi cuerpo bañado por el sol calentando una pequeña tripa incipiente y dejando las marcas de mi bikini azul y en mi mano un pequeño espejo, lo miraba en silencio, lo tocaba y acariciaba, leía parte de la inscripción que tenía incrustada y cerraba los ojos recordando días pasados, días en los que no era feliz atrapado en una vida monótona, pero ahora…ahora mi felicidad era inmensa, todo mi mundo había cambio, ya me costaba recordar y realmente solo quería olvidar, me gustaba lo que había elegido, ser mujer, ser la compañera de un hombre maravilloso, de la madre de sus hijos.
Me puse de pie, miré por última vez aquel espejo y lo lancé con fuerza al inmenso océano que nos rodeaba, Steven al verme me pregunto que había hecho, que había tirado.
– Las cadenas de mi pasado y lo que supuso mi libertad.