Una semana más, pasé sola tras la marcha de Steven, deambulando por una casa vacía y sin vida desde que él se marchó, le echaba de menos, echaba de menos su compañía, sus besos, sus abrazos… su risa, el olor de su cuerpo, saber que estaba allí conmigo al despertar me hacía estar tranquila y ahora me agobiaba sola pensando que nunca más le vería o por lo que estaba por venir, esa mañana empecé a sentir lo peor hasta ese momento de ser una mujer, una vez más me encontraba con una situación nueva, una sensación nueva, una dosis de realidad dolorosa e incluso desagradable, evidentemente lo sabía, sabía que llegaría el día, pero nunca repare en ello hasta que llegó el momento y me pilló por sorpresa, empezaba a tener el periodo y realmente me encontraba a pesar de mis años, indefensa ante aquella nueva situación, sin saber muy bien que hacer, sin saber por qué lloraba o reía, estaba sola echando de menos a un hombre que me enseñó a ser feliz y a olvidar mi pasado.
Esa semana extra la utilicé para reflexionar, volvía a reflexionar que había ocurrido con mi vida y me daba cuenta de que los recuerdos que tenía como hombre se iban evaporando, realmente no desaparecen del todo, sino que simplemente se sustituyen por los de una mujer, mi pasado cambiaba delante de mí y se estaba empezando a borrar, o mejor dicho a sustituir y aquello me empezaba a asustar, había disfrutado siendo mujer, realmente me gustaba más ser una mujer que no un hombre, pero estaba asustada, “unos días más y me voy a Valencia”, me repetía una y otra vez, “mañana vuelvo” y mañana era pasado y así pase la semana entre dolores menstruales. La añoranza de un hombre que me hizo feliz y del que no era capaz de quitarme de la cabeza, el miedo de perder a mis amigos, a mi amigo Jaime, el miedo de quedarme así para siempre siendo mujer, aunque, por otro lado, entablaba una guerra en mi cabeza para que dejara las cosas como estaban, me gustaba ser mujer, estaba mejor en este cuerpo que no en el otro así que… y con estos pensamientos, intentando poner orden en mi cabeza llegue al sábado por la mañana y con las llaves en mi mano abría la puerta de mi piso en Valencia.
Un baño relajante, un vistazo a los titulares de los periódicos sin ahondar en las noticias y unos WhatsApp más tarde, me preparé para la gran prueba, había quedado con el que posiblemente mejor me conocía de todo el mundo, mi amigo Jaime. Sentía nervios y un miedo irracional cuando cayó la noche, después de tener aquel espejo en mi mano, después de intentar volver a pronunciar aquellas palabras durante toda la mañana y que quizás todo volviera a como estaba antes… salí de casa decidida a enfrentarme al mundo con mi nueva realidad, no había podido pronunciar… de momento… aquellas palabras que me convirtieran en hombre una vez más tendrían que esperar, me gustaba mi nuevo yo, me gustaba ser mujer.
Habíamos quedado en aquella terraza donde solíamos estar casi siempre, Jaime todavía no había llegado y yo me preguntaba una y otra vez.
– ¿Y si no viene?, ¿y si no me reconoce?, ¿y si me reconoce, pero como hombre? – Las preguntas me martillaban la cabeza, se repetían una y otra vez y al fin… me pareció verlo entre la multitud, si, allí estaba mi mejor amigo acompañado por Paula, aquella amiga que quizás fue el detonante de toda aquella locura, la verdad que era una mujer preciosa y Jaime, tampoco estaba nada mal, que guapo que era, empezaba a sonar mal en mi cabeza aquella sensación de mirar a mi amigo como… cómo realmente lo que era un hombre guapísimo y muy atractivo, ahora empecé a entender a todas aquellas mujeres que con tan solo una mirada se iban con él a sabiendas de que era un mujeriego sin escrúpulos, tenía algo, algo que nos atraía a todas, me tenía atrapada y no sabía cómo dejar de mirarle.
– Vale, ya está aquí y ahora cómo lo abordo. – Esa pregunta resonó dentro de mi cabeza e inmediatamente la contestación.
– Es fácil Elena, simplemente acércate, se supone que el mundo entero ha cambiado la percepción que tenía de ti, ahora solamente existe Elena en su vida pasada, Elena y su presente, venga, no seas tonta. – Continuamente me daba ánimos a mi misma y aun así me sentía insegura, porque había algo que me asustaba.
– ¿Y si con él no?, ¿y si con Jaime no funciona esto, lo que sea esto?, ¿qué le digo, que hago?
– Conozco todo sobre él y él sobre mí, qué hago si no me reconoce como Elena, me dirijo a él y le digo sin más, hola Jaime, soy Juan y estoy atrapado en este cuerpo de mujer, ¿te acuerdas de ese espejito? Que se te acerque una extraña y te cuente una historia fantástica como esta, pues supongo que lo tomaría por una broma pesada…. Realmente estaba sin respuestas.
En esos momentos yo me sentía observada, los chicos que estaban a mi alrededor me miraban, la verdad es que como las mariposas, mi transformación había sido increíble, mi antigua yo, un hombre poco atractivo había salido de su crisálida convertida en una mujer muy guapa y atractiva, un cuerpo espectacular y una piel aterciopelada, vestida con un vestido color crema por encima de las rodillas, abotonado por delante con dos bolsillos a la altura de las caderas, un vestido palabra de honor que resaltaba el moreno de mi cuerpo que días atrás había cogido en Cádiz, casi sin maquillar, un poco de colorete, sombra de ojos y algo de carmín con un tono suave, todo eso hacía que los chicos se fijaran en mí, debía de estar radiante, ya que no me quitaban ojo, era eso o que mis pensamientos me hacían estar nerviosa y me traicionaban haciéndome hablar sola. Ya estaba allí, a pocos metros de y saludándome con la mano, estaba rodeada de hombres que me miraban y me hacían sentir como una princesa, tan nerviosa que me quedé mirándole sin saber qué decir cuando por fin llego a mi lado, tarde en reaccionar, Jaime me llamaba por mi nombre femenino, no sabía qué hacer a pesar de oír el nombre de Elena, no me percate hasta unos segundos más tarde que él también… suspire aliviada.
– Joder Elena, que difícil eres de ver últimamente, te he estado llamando, anda ven que tenemos mucho de que hablar.
– Si, ah, pero yo… Jaime, espera por favor.
– No hay tiempo Elena, ven al reservado, quiero decirte algo, algo que debí decirte hace mucho tiempo y tu ausencia… no, aquí no… no es el sitio adecuado.
Me arrastro casi a la fuerza cogiéndome de la mano y atravesando una marabunta de gente que abarrotaba la terraza, me llevó al reservado donde esperaba Paula, alejados de todas las miradas, los tres empezamos hablar amistosamente y me preguntaban dónde me había metido. Jaime me conocía de toda la vida, lo sabía todo sobre mí, pero como hombre y no como mujer, en ese momento me encontraba por primera vez en mi vida con un estatus de poder sobre él, yo lo conocía y él a mí no, o eso quería creer porque según avanzaba la noche todo iba a cambiar. La compañía que era inmejorable, me sentía realmente aliviada, puesto que todo iba mejor de lo que me esperaba, me deje llevar por la conversación, también es cierto que ayudaban las copas que iban cayendo, Paula una mujer de bandera divertida e inteligente nos hacía reír contando historias de Jaime y me invitaba a que hiciera lo mismo, que desnudara los momentos más vergonzantes de mi amigo, ahora lo veía de otra manera, de hecho a pesar de ese estatus del que me había autoproclamado, un estatus… superior, podía notar que algo me pasaba con él, su mirada me ponían cada vez más nerviosa, sus ojos azules se clavaban en mí queriéndome decir algo sin atreverse a decirlo y no sabía por qué, no era normal en él y menos cuando me rozaba o tocaba la mano, los brazos, cuando sentía sus manos en mis hombros desnudos sabía, podía notar como se le acelera el corazón al igual que a mí, podía sentir que algo estaba pasaba entre los dos.
Quizás era la música alta, quizás solo una de sus maniobras, pero para hablarme se acercaba a mí y sus labios susurraban cualquier tontería en mi oído, notaba cómo crecían de tamaño mis pezones y que mi piel se erizaba con su roce, tenía unos sentimientos encontrados y cada vez me ponía más nerviosa delante de él y lo peor de todo, Jaime lo estaba notando. Paula desapareció con la excusa de ir al baño dejándonos solos y durante esos minutos notaba como Jaime cambiaba a modo seductor como a él le gustaba decir, lo conocía muy bien, sabía lo que venía después y a pesar de saberlo, cuando Jaime me agarro de la cintura y me beso en los labios me quedé tan perpleja que mi cara lo decía todo, no porque no me hubiera gustado, todo lo contrario… me encanto, miles de voltios me acababan de atravesar el cuerpo y tenía una sensación de felicidad, pero a la vez de traición, ¿qué hacía?, ¿qué estaba haciendo? Realmente tenía un sentimiento muy profundo hacia Steven, pero, por otro lado, él ya no estaba y no sabía si lo volvería a ver, por otro lado, estaba Jaime, era Jaime y los sentimientos por él… sentimientos, ¿Qué sentimientos tenía por él?
De un salto me levanté del sillón, intenté salir de aquel reservado, escapar de una situación que no había previsto.
– ¡Elena!, espera, no te vayas por favor, perdóname. – Jaime, me agarró de la mano con fuerza sin saber muy bien qué hacer.
– No, no pasa nada Jaime, soy yo que… no te preocupes. – El roce de su mano consiguió detenerme, tranquilizarme.
– No perdona, no volveré a intentarlo, quédate. – Era la puntilla para que no saliera, no sabía como lo había hecho, pero me hizo sentir segura, como si nada hubiera pasado.
– No es eso Jaime, no creas que no me ha gustado, más bien todo lo contrario, pero… es que yo. – No sabía que decir, no estaba preparada, todo me pillo tan de repente, tan de sorpresa.
Jaime se levantó y puso sus manos con suavidad en mis hombros, empezó a darme pequeños besos en ellos a la vez que sus manos bajaban por mis brazos, acariciándomelos, rozándose tan suavemente que casi ni me tocaba, realmente estaba nerviosa, mi piel recibía sus caricias con cariño, me hacía temblar cuando me apartaba el pelo del cuello para besarme acelerando mi respiración, un impulso inconsciente hizo que girara la cabeza buscando sus besos en mis labios, sus brazos me rodeaban y subían sin rumbo fijo hasta mis pechos apretandolos con suavidad, sujetándolos entre sus manos. Sentía como su cuerpo se echaba sobre el mío, empujándome hasta la pared, hasta que tuve que poner mis manos sobre ella, no paraba de besarme, yo tampoco quería escapar de sus besos y deje que sus manos subieran mis brazos por encima de mi cabeza, acariciándome de arriba abajo, besándome las axilas era todo tan sensual que mi vagina se empezará a mojar, que mis bragas de momento hicieran de muro sin dejar salir el olor de mi interior, un olor que sabía que le volvería loco.
Demasiado rápido, demasiado rápido pensaba inconscientemente justo cuando notaba que sus manos levantaban mi vestido y bajaban mis bragas, demasiado rápido pensaba justo cuando notaba su pene salir de sus pantalones acercándose a mi vagina por detrás entre mis muslos, estaba muy excitada, no me podía creer lo que estaba pasando, era una sensación entre deseo y traición, algo que desapareció por completo cuando la sentí entrar dentro de mí y con un empujón fuerte hizo que emitiera un grito de placer, Jaime me estaba follando y no sabía muy bien todavía como había ocurrido o incluso si quería que ocurriese, solo sé que le veía a través del espejo apretando su pelvis contra mí, subiendo y bajando penetrándome con su miembro y siendo devorada por sus manos en mi cadera y en mis pechos, me veía a mi misma mirar al espejo con las manos hacia arriba apoyadas en la pared, con la boca abierta gimiendo y dando pequeños saltos hacia arriba cuando me la metía.
No sé que pasó por mi cabeza, supongo que perdí la razón o todo lo contrario, no lo sé.
– Para, para Jaime, para. – le gritaba intentando escapar de él, bajando los brazos y bajándome el vestido, hasta que conseguí que se apartara.
Al oírme, al ver mi reacción Jaime se separó de mí y me pidió perdón, me decía que había sido un impulso, que si yo no quería no se volvería a repetir, yo quería decirle que sí, quería besarle, desnudarle incluso allí mismos y, sin embargo, estaba asustada, tan asustada que hice que parara, me estaba subiendo las bragas cuando llegó Paula y… mi reacción entonces, supongo que por ese miedo fue absurdo, empecé a escupir excusas con una verborrea como nunca antes había tenido, ni Jaime, ni Paula entendían nada de lo que estaba pasando, parecía que me había vuelto loca hasta que termine diciéndole que no estaba interesada en él, sino en Paula, “pero que coño estaba diciendo”.
Sin mediar palabra alguna, agotada por las excusas y la verborrea utilizada, me di la vuelta y besé a Paula en los labios que sorprendida por todo aquel giro inesperado, se quedó mirándome fijamente y tras tragar un poco de saliva me devolvió el beso, pero esta vez más profundo.
No sabía que había pasado, salí para ver a mi amigo, intentar de una manera u otra contarle aquella locura en la que estaba metida, averiguar lo que ya sabia, que nada había cambiado, solo mi sexo, que mis recuerdos estaban intactos, pero sustituidos por los de una mujer, no estaba preparada para sentirme atraída por él, había descubierto tarde que me ponía nerviosa su lado… que me excitaba con su mera presencia, era evidente que a él le pasaba lo mismo y por eso me beso, por eso se abalanzó sobre mí y empezó a follarme y ahora, ahora estaba metida en otro lío besándome con Paula, con la mujer que no hacía ni unas semanas me había rechazado por ser hombre y que ahora siendo mujer estábamos dando un buen espectáculo, cuando salimos del reservado, cuando nos fuimos a la pista de baile. Las dos mujeres posiblemente más guapas de aquel local dándose el lote mientras bailaban sensualmente y el resto de los chicos mirando,
Para cuando dejamos de besarnos, Jaime ya había desaparecido, se había esfumado desde el momento en que nos empezamos a besar, posiblemente avergonzado, casi seguro, muy enfadado conmigo y yo… no sabía que me estaba pasando, estaba tan confusa, ¿Qué estaba haciendo?, me había enrollado con la amiga de mi amigo, ¿pero qué estaba haciendo?, ni yo lo sabía. Atraída por ella, decidimos irnos a un sitio más tranquilo, más apartado, su coche quizás, allí empezamos a besarnos, nuestros besos, nuestras caricias ya no se dedicaban a manos o cara, nuestras manos campaban libremente por nuestros cuerpos sin rumbo fijo por encima de nuestros vestidos, sentíamos el calor en nuestros pechos, en los hombros nuestros besos y por debajo de nuestra falsa la sensación de nuestras manos excitándonos de tal manera que las dos empezamos a tener las bragas realmente mojadas. Ni una sola palabra, ni un solo pensamiento en mi cabeza, solo su nombre, solo su rostro, solo el placer de tener su mano acariciando mi sexo.
Paula me desabrocho un par de botones de mi vestido justo a la altura de mis bragas y empezó a meter su mano por debajo de ellas, me besaba y me susurraba que le encantaba que estuviera tan mojada, que si yo quería podríamos hacer más cosas aquella noche. Paula me encantaba desde que la conocí y yo estaba tan caliente, tan confundida que no me costó decirla que si y terminamos en su casa, de pronto me encontré tumbada en la cama, delante de una mujer preciosa que se iba quitando la ropa muy despacio delante de mí, mirándome a los ojos mientras iba acariciando su cuerpo, llevaba puesto un vestido de gasa que al trasluz se podía ver toda su silueta, con suavidad se quitó los tirantes y el vestido callo al suelo dejándome ver un precioso tanga negro, Paula se tocaba lascivamente sus enormes y firmes pechos a la par que me decía.
– Te gusta lo que ves, pues esta noche voy a ser toda tuya si quieres, pero no hagas nada de momento, mírame, quiero ser yo quien te quite la ropa.
Se subió a la cama y con dulzura y suavidad empezó acariciarme las piernas, tenía unas manos suaves que me recorrían de arriba abajo sin dejar ni un solo centímetro de mi piel por besar, por acariciar, sus besos bajando desde el cuello, las palmas de mis manos se unían a las de ella entrelazando los dedos, empezó acariciar mi pelo, mis mejillas, pasaba las yemas de sus dedos por mis labios entreabiertos, metiéndolos en mi boca para que se los chupase, mi respiración entrecortada denotaba que me estaba gustando, tenía las bragas totalmente humedecidas de mis fluidos, quería besarla, pero cada vez que lo intentaba ella me paraba, se apartaba y me decía que me relajase. Sus manos pasaban por encima del vestido a la altura de los pechos hinchados por la excitación, me empezó a besar, al principio unos besos casi castos en la mejilla y poco a poco su lengua se deslizaba por mis labios, mordiéndome muy despacio, suavemente, mordiéndome el labio inferior tirando de él y luego me besaba, metía su lengua dentro mi boca, la sensación era maravillosa, nuestras lenguas se unían en un baile sensual y mientras me desabrochaba el resto de los botones de mi vestido, el primero a la altura de mis pechos, entre besos y besos había llegado más allá de mi cintura y ya solo quedaban dos para quitarme el vestido, algo que ambas estábamos deseando, me llegaba a molestar, a quemar tenerlo puesto, Paula me quitaba el sujetador, pasaba la lengua por mis pezones, recorriendo mis areolas, acariciándome con suavidad, casi sin tocarme mientras me daba pequeños mordiscos con los labios, estaba tan excitada, tan mojada, que ya no me acordaba de nada de lo que había pasado esos últimos días atrás, solo quería disfrutar.
Paula empezó acariciar mi vientre, besando y recorriéndolo con su lengua, metiendo sus dedos por debajo de mis bragas rozando mis labios vaginales, era sensación tan maravillosa, los tenía húmedos, totalmente mojados y empapó sus dedos hundiéndose en mi vagina, los sacó y se los llevó a su boca para saborearlos, los volvió a introducir por debajo de mi braga y los volvió a meter dentro de mí y cuando los saco me los dio a saborear metiéndolos en mi boca, me dio a probar sus dedos totalmente empapados de mis fluidos vaginales, empecé a lamerlos a besarle la mano, me sujetó suavemente por la cintura y empezó a quitarme la braga y con ellas mi vestido mientras me miraba a los ojos y me preguntaba.
– Puedo – Yo asentí con la cabeza, mientras me mordía el labio inferior.
Estaba deseando sentir el aliento de Paula en mi coño, quería que empezara apagar ese fuego que Jaime había encendido, quería sentir su lengua, sus dedos sobre mi sexo, me abrió de piernas y metió su cabeza… ¡aaah!… sí, varios lametones siempre de abajo arriba recorrían mis labios mojados, mientras que con dos dedos me masajeaba el clítoris circularmente y otro se hundía en mi raja, luego fueron dos los dedos que se metían haciéndome vibrar, Paula seguía frotándome los labios y me succionaba el clítoris con su boca, más fuerte y más rápido, sus dedos entraban y salían de mi coño, hundiéndose todo lo que podía dentro de mi vagina, los gemidos no tardaron en aparecer, mis manos agarraban las sabanas con fuerza cuando empecé a gritar de placer, una sensación de placer recorrió mi cuerpo, y mi vagina parecía que se hubiese inundado de repente.
Durante dos horas seguimos dándonos placer, ahora era yo quien me comía su coño, nos besábamos, juntábamos nuestras vulvas restregándolas con cariño, pero con fuerza, nuestros labios se unían, nuestros clítoris se fundían en uno, las dos jadeamos de placer, las dos disfrutamos de una noche maravillosa, hasta que caímos rendidas y exhaustas.