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Gracias por desflorarme
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Mientras frotabas tu miembro caliente contra mi ano, suelo pélvico, micropene y testículos, te vi a los ojos. Yo apasionada, inocente, a sabiendas de que en unos segundos más borrarías esa inocencia guardada inútilmente por tantos años, penetrándome deliciosamente, desflorándome con el mismo deseo con que hace escasos minutos yo mamaba alocadamente tu hermosa verga.

Hacía mucho calor. Sentí el peso de tu cuerpo desnudo sobre mí, devorándome a besos el cuello, detrás y dentro de las orejas y mordiendo mis tetillas. Te abracé arañándote la espalda y apretándote hacia mi con los muslos y pantorrillas. Desde debajo de ti veía mis pies alzados sobre tu torso, estaban delicados, enfundados en zapatos abiertos de tacón y mostrando mis dedos destapados cubiertos apenas por unas cintas muy femeninas.

Te besé en la boca hasta sentir tu lengua hirviente en mi garganta y succioné tus labios dulces que me dominaban. Me abandoné a tus órdenes.

Sudaba nervioso a sabiendas de que el momento de desvirgarme había llegado. Mi recto estaba empapado por la emoción y el deseo.

Fue así, mientras te miraba firmemente a los ojos que me convertiste en mujer. Pasé de ser un travesti escondido en el closet, a entregarme voluntaria y ardiente a tus deseos más perversos.

Metiste tus manos bajo mi espalda y me tomaste de los hombros, jalándome fuertemente hacia ti. Me dolió, me ardió, sangré, pero fui tuya al fin. Me penetraste de un tirón sin misericordia. Sentí todo el grueso y largo de tu miembro reventando la resistencia de mi recto.

Gemí de dolor- Grité rico de forma suplicante diciéndote “Papi rico, tu verga está deliciosa. Me duele, pero dame más duro”.

No tuviste piedad. Me bombeaste desgarrándome el ano sin cesar. Por un momento, me tomaste de los tobillos y me abriste las piernas de par en par. Mi micropene, flácido, era mudo testigo de ese banquete anal que te dabas mientras yo lloriqueaba como una nena ante cada impulso que fuertemente dabas dentro de mí.

Nuestros cuerpos estaban bañados en sudor. Los dos pujábamos. Me abandoné absolutamente a ti. De pronto sentí un estallido en el recto, una chispa caliente que encendió mi cuerpo y me hizo temblar compulsivamente. Ya no era dueño de mí. Frenéticamente me contorsionaba en la cama sin control alguno. ¡me hiciste tener un gigante orgasmo anal! ¡era maravilloso! Vi luces, sentí desmayarme, un cosquilleo incansable por todo el cuerpo, que finalizó con mi pequeño pene derramando leche una y otra y otra vez.

Eres un verdadero caballero: me dejaste llegar al clímax primero antes de hacerlo tú. Cuando al fin vino el chorro de tu semen dentro de mi ano, fue una sensación aun mas gloriosa. Me sentí tu princesa, tu nena, tu muñeca, tu esclava. Ninguna otra travesti de closet como yo en ese momento ha de haber sentido un placer tan grande como este que me has dado.

Con una última metida de tu verga hasta el fondo, y un chorro que llegó hasta muy dentro, te desplomaste sobre mí, abatido, cansado, agotado de hacerme tan mujer. Éramos sudor y piel. Placer y deseo llevado al límite. Te abracé mas fuerte con piernas, brazos y mis manos jugaron con tu cabello. Te besé aún mas apasionada y te dije: “te amo. Gracias por desvirgarme. Por hacerme tuya. Por convertirme en la mujer que siempre deseo esto estando en el closet”. Mientras me seguiste besando, nos dormimos desnudos fundidos tu dentro de mi y yo desflorada al fin.

Desde luego, es solo la fantasía virtual de que tú me hagas mujer. Necesito tanto de refuerzos positivos para animarme a entrar vestido de hombre y salir vestido como una hermosa mujer del closet, que me arrodillo ante ti como una esclava y te ruego que me envíes un mensaje a [email protected] para animarme y decirme si te gustó mi relato y si quizá merezco ser penetrada. Prometo, además de responderte, masturbarme en tu honor (¿sabes cuántos lo han hecho?) metiéndome el dedo en mi esfínter pensando en ti. Minivestido, sandalias de tacón, labios brillantes y obediencia absoluta, así me imagino frente a ti.

Besos.

Genoveva

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